El Carlismo y las Regencias en la España del Siglo XIX: Isabel II y la Revolución Liberal

Las Guerras Carlistas y el Conflicto Dinástico

Durante el reinado de Isabel II (1833-1868) se desarrolló en España el proceso de revolución liberal. Este proceso comenzó con una guerra civil entre carlistas e isabelinos debido al conflicto dinástico sobre la sucesión al trono que se inició a la muerte de Fernando VII. Antes del nacimiento de Isabel, su padre había hecho publicar una Pragmática Sanción que eliminó la Ley Sálica, permitiendo reinar a las mujeres. Su hermano fue excluido. En septiembre de 1833 murió Fernando VII y María Cristina heredó la corona de España. Carlos María Isidro no aceptó esa decisión y se puso al frente de los carlistas. Comenzó una guerra civil entre dos grupos ideológicos: Carlistas y Liberales.

Los carlistas e isabelinos se enfrentaron en tres guerras:

  • Primera Guerra Carlista (1833-1840): Comenzó con la muerte de Fernando VII. Carlos María Isidro reivindicó desde Portugal sus derechos dinásticos en el Manifiesto de Abrantes. Se desarrolló en el País Vasco, Navarra, el Maestrazgo aragonés, Cataluña y puntos aislados de Valencia, pero los carlistas no pudieron unificar su territorio. En 1839 se produjo el Convenio de Vergara, en el cual se llegó a un acuerdo de paz entre el general carlista Maroto y el isabelino Espartero. El pretendiente Don Carlos no aceptó el convenio y se exilió a Francia.
  • Segunda Guerra Carlista (1846-1849): Se desarrolló principalmente en Cataluña y la guerra se limitó a una serie de enfrentamientos.
  • Tercera Guerra Carlista (1872-1876): Tras la Revolución de 1868 y la instauración de Amadeo de Saboya, los carlistas implantaron su sede en Estella y consiguieron importantes triunfos. Volvieron a fracasar en la toma de Bilbao y de las principales ciudades. La restauración de los Borbones al trono español acabó con el carlismo. Carlos huyó a Francia.

La Época de las Regencias

Tras la muerte de Fernando VII, fue proclamada reina Isabel con 3 años. Debido a que era menor de edad, se estableció un período de regencias, desempeñadas por su madre María Cristina de Borbón (1833-1840) y por el general Baldomero Espartero (1840-1843). Entre los liberales había dos tendencias que discrepaban en cuanto a la profundidad y amplitud de las reformas que había que llevar a cabo para instaurar el nuevo régimen: los liberales moderados y los progresistas. Ambos grupos consideraban fundamental la aprobación de una Constitución que recogiera la división de poderes, la libertad de expresión y opinión y libertades individuales. Fueron los principales protagonistas del progreso político entre 1833-1868. Dentro de las dos tendencias, las más progresistas solo llegaban a gobernar en períodos cortos, coincidiendo con períodos posteriores a insurrecciones.

Regencia de María Cristina (1833-1840)

Gobierno moderado (1834-1840): Los primeros gobiernos estuvieron protagonizados por monárquicos reformistas, como Francisco Cea Bermúdez. En 1834 la regente confió el poder a Francisco Martínez de la Rosa, quien redactó el Estatuto Real. Fue una Carta Otorgada concedida por la reina con la intención de renunciar a algunos poderes y competencias.

Gobierno progresista (1835-1837): Los progresistas provocaron reformas en diversas ciudades, exigiendo las libertades políticas. Más tarde, un grupo de suboficiales entró en el palacio de San Ildefonso de la Granja, donde la reina pasaba sus vacaciones. Estos la obligaron a firmar un decreto para instaurar la Constitución de 1812. Este hecho se llamó Motín de la Granja. Se inicia el periodo de gobierno progresista, con la Constitución de 1837 como protagonista, Mendizábal como ministro de Hacienda y Calatrava como gobernador. Se realizaron importantes reformas como la Ley de los Ayuntamientos. La medida que más repercutió fue la desamortización al mando de Mendizábal, el cual emprendió una desamortización eclesiástica mediante el nacionalismo y la subasta de los bienes expropiados a la Iglesia. Las consecuencias no fueron positivas. Al gobierno de Calatrava y Mendizábal le sucedieron otros de signo moderado. Para reforzar el poder real se promulgó una Ley de Ayuntamientos, en la cual los ciudadanos podían elegir a los alcaldes.

Dio lugar a diversos motines que hicieron que renunciara María Cristina y nombraran a Espartero nuevo regente. En octubre de 1840 la reina se marchó al destierro.

La Regencia de Espartero (1840-1843)

El general Espartero fue elegido por las Cortes para asumir la regencia, con el apoyo de los liberales progresistas. Impuso una especie de liberalismo autoritario, que le llevó a perder progresivamente sus apoyos: se enemistó con la Iglesia, con los industriales catalanes y con los políticos moderados. En 1843 se produjo una insurrección general, al mando del general Narváez, el cual obligó a Espartero a dimitir y exiliarse. Al cumplir Isabel 13 años, asume el trono de España.

Isabel II: El Reinado Efectivo (1843-1868)

Durante su reinado, los moderados contaron con el apoyo de la Corona y gobernaron la mayor parte del tiempo. Periodos:

1. Década Moderada (1844-1854)

La década moderada comienza con el nombramiento de Ramón Narváez como jefe de gobierno. La época se caracterizó por cierta estabilidad política y orden. Las primeras medidas fueron la elaboración de la Constitución de 1845, que otorgaba nuevos poderes a la Corona y recortaba los de las Cortes, se mantenía el sufragio censitario. Los moderados aprobaron una serie de reformas para conseguir una mayor centralización y administración.

2. Bienio Progresista (1854-1856)

Desde 1850 el autoritarismo y la corrupción se fueron incrementando. Otro hecho importante fue la aparición del Partido Demócrata. Los demócratas reivindicaban el sufragio universal, la libertad religiosa y las Cortes unicamerales. Más tarde, un grupo de militares bajo el mando de O’Donnell, se pronunció en Vicálvaro, de ahí su nombre Vicalvarada. Tras la batalla, los sublevados se retiraron a Manzanares. Mediante el Manifiesto de Manzanares aparecieron ideas progresistas, democráticas y republicanas. La proclama se extendió por varias ciudades y obligó a la reina a encargar el nuevo gobierno a los progresistas, bajo el mando de Espartero. Los dos años de gobierno progresista fueron de gran estabilidad. Reformas más importantes: elaboración de una nueva Constitución, restauración de las leyes de la década de los 30, la desamortización civil del ministro de Hacienda Pascual Madoz, y la aprobación de una Ley General de Ferrocarriles.

La situación económica empeoró y aumentó la conflictividad social, lo que dio lugar a la sustitución de Espartero por O’Donnell.

3. Nuevos Gobiernos Moderados y la Unión Liberal (1856-1868)

Tras la finalización del Bienio Progresista se produjo la entrada de la Unión Liberal, liderada por O’Donnell. De 1856 a 1858, se sucedieron gobiernos moderados. De 1858 a 1863, la política estuvo dirigida por O’Donnell. La estabilidad política estaba favorecida por el progreso económico. A partir de 1863 se sucedieron gobiernos de moderados y unionistas autoritarios y muy inestables, presididos durante un tiempo por O’Donnell o Narváez. Tres años más tarde se producen unos hechos que provocan que se acelere la descomposición del sistema isabelino: deterioro de la imagen de la reina, crisis económica, etc. Finalmente, los progresistas, republicanos y demócratas firmaron el Pacto de Ostende, con el que derrotaban a Isabel II, lo que acabó ocurriendo en la revolución de 1868, La Gloriosa, y comienza el Sexenio Revolucionario.

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