Potencias Europeas y Transformaciones Políticas (1850-1914): Auge del Nacionalismo y Democracia

Las Grandes Potencias Europeas (1850-1914)

Potencias Democráticas

Reino Unido: La Era Victoriana y el Ascenso del Liberalismo

El Reino Unido, durante la Era Victoriana (1837-1901), consolidó su sistema de monarquía liberal. La política británica se caracterizaba por la alternancia en el poder entre los tories (conservadores) y los whigs (liberales). Sin embargo, a finales de la década de 1890, los liberales perdieron representatividad frente a los nuevos sectores emergentes, dando paso al Partido Laborista, que transformó el panorama político inglés a principios del siglo XX.

El proceso de modernización se basó en una serie de leyes de reforma, conocidas como Reform Acts (1832-1885), que ampliaron progresivamente el sistema electoral, haciéndolo más participativo. La última gran reforma, en 1885, extendió el derecho al voto hasta abarcar casi el sufragio universal masculino.

La ampliación del derecho al voto fue acompañada por la democratización de la enseñanza, que se hizo obligatoria para niños de 6 a 13 años y gratuita en 1891.

Francia: La Tercera República y la Consolidación Democrática

Tras la derrota francesa frente a Prusia en 1870, Francia se convirtió en la única gran potencia europea con un régimen republicano. La Tercera República Francesa se caracterizaba por una Asamblea, un Senado y un Presidente con poderes limitados. Durante este periodo, se consolidó la democratización política: se restauraron las libertades públicas, se introdujo el sufragio universal, se decretó la elección de alcaldes y se legalizaron los sindicatos obreros.

Además, se llevó a cabo un proceso de laicización del Estado y de reducción del poder social de la Iglesia. La escuela se convirtió en obligatoria, laica y gratuita. Las relaciones con Alemania eran una preocupación constante para la sociedad francesa, especialmente debido a la disputa por Alsacia y Lorena (1870-1871). Una parte de la población abogaba por llegar a acuerdos con los alemanes, mientras que otra sostenía que la reconciliación era imposible y que Francia debía buscar aliados entre otras potencias.

En el Reino Unido y Francia, la democracia avanzaba gradualmente, pero no se podía hablar de una democracia plena por dos razones principales:

  1. Las mujeres seguían careciendo de muchos derechos y permanecían sometidas a los hombres. En respuesta, surgieron asociaciones de mujeres que luchaban por sus derechos a mediados del siglo XIX. Estas mujeres, conocidas como sufragistas, provenían de todas las clases sociales y coincidían en reclamar el derecho a la participación política, como el voto, para reformar la legislación, las costumbres y, en consecuencia, la sociedad. Este movimiento surgió en países con un régimen capitalista de clase media poderosa y con ideales democráticos arraigados en sus instituciones políticas.
  2. Un segundo factor antidemocrático era la manipulación electoral, o «pucherazo», mediante la cual los poderosos buscaban controlar los resultados electorales.

El Segundo Reich Alemán: Industrialización y Política Continental

En 1870, Alemania se unificó como un nuevo estado germánico y se convirtió en una gran potencia industrial que aspiraba a dirigir la política continental europea. El Segundo Reich se forjó bajo el liderazgo del canciller Otto von Bismarck y el káiser Guillermo I.

El Reich tenía una estructura territorial federal, pero su régimen político no era auténticamente democrático. El gobierno no era responsable de todas sus acciones ante el Parlamento y no existía un sistema de sufragio igualitario para todos los ciudadanos. El Parlamento estaba compuesto por dos cámaras: el Bundesrat (Senado o Consejo Federal) y el Reichstag (Parlamento), cuyos diputados eran elegidos por sufragio censitario. El káiser tenía la potestad de nombrar a los ministros, quienes no eran responsables ante la cámara, sino ante el emperador.

Las fuerzas dominantes eran conservadoras, representantes del viejo espíritu de Prusia, mientras que los progresistas intentaban abrirse camino. El Partido Obrero Socialdemócrata Alemán ganaba influencia entre los trabajadores. El pangermanismo cobró protagonismo, y en 1891 se fundó la Liga Pangermanista, que abogaba por una expansión territorial que proporcionara al pueblo alemán el espacio que, según ellos, necesitaba. Guillermo II impulsó una política mundial que se apoyaba en el desarrollo de la marina y la creación de una flota de guerra. La influencia del poder militar en el Estado fue una de las causas del belicismo alemán.

Los Viejos Imperios: Rusia, Austria-Hungría y el Imperio Otomano

El Imperio Ruso bajo los Romanov: Autocracia y Reformas Limitadas

El Imperio Ruso era un imperio autocrático donde el zar concentraba todo el poder. Sus vastos territorios contrastaban con el atraso de la sociedad, debido a la persistencia del régimen señorial. En 1861, Alejandro II liberó a los siervos, pero no hubo una transformación real de la economía rusa en el siglo XIX. La industrialización fue tardía y se limitó a determinadas regiones. Nicolás II, que ascendió al trono en 1905, tuvo que aceptar una reforma agraria y la creación de una Duma (Parlamento), pero esto no convirtió a Rusia en un Estado democrático.

El Imperio Austrohúngaro: Estancamiento Político y Tensiones Nacionalistas

El emperador Francisco José accedió al poder en 1848. Su imperio se encontraba en un estancamiento político. El poder imperial era absoluto y la aristocracia territorial ejercía un gran dominio. A raíz de las reformas de 1868, el Imperio de los Habsburgo se convirtió en una monarquía dual (Austria-Hungría), dominada por la minoría alemana, aunque Hungría gozaba de un alto grado de autonomía. El principal problema del imperio eran las reivindicaciones de las diversas nacionalidades que lo componían (serbios, croatas, eslovenos, polacos, checos, rumanos, húngaros e italianos).

La Descomposición del Imperio Otomano: Nacionalismo y Decadencia

A finales del siglo XIX, el Imperio Turco era un régimen autocrático en decadencia. Durante el siglo XIX, los movimientos nacionalistas habían logrado desmembrarlo: en 1828, Grecia consiguió su independencia, seguida por Serbia, Rumanía, Bulgaria y Montenegro. La rivalidad con las potencias occidentales, que buscaban controlar los territorios desmembrados del imperio, y el apoyo de las naciones balcánicas a la independencia de los territorios europeos bajo dominio otomano, generaron un sentimiento de hundimiento nacional y decadencia imperial.

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