Regionalismo y Nacionalismo
La irrupción de los regionalismos y de los nacionalismos en la vida del país es uno de los hechos más característicos del período de la Restauración. El punto de partida de los argumentos nacionalistas se halla en una afirmación: existen provincias que pueden ser consideradas como naciones y, por tanto, tienen derecho a autogobernarse. Los hechos diferenciales que lo demuestran son una lengua, unos derechos históricos, una cultura y unas costumbres propias.
El Nacionalismo Catalán
El primer movimiento es el nacionalismo catalán, que destaca por su influencia sobre los demás. Cataluña fue una entidad independiente y soberana durante más de 600 años, sin embargo, tras la Guerra de Sucesión, los catalanes perdieron todos sus privilegios. Por ello, en el siglo XIX se reavivaron los sentimientos de diferenciación política y cultural. Los momentos que configuraron la formación de este nacionalismo fueron los siguientes:
- La aparición de la Renaixença.
- La creación del Centre Catalá.
- La formación de la Unió Catalanista por Prat de la Riba, que redactó las Bases de Manresa, donde se pedía un régimen de autogobierno (no se defendía la separación).
- La formación de la Lliga Regionalista.
Con todo, el nacionalismo catalán siempre fue colaborador y entró en el juego constitucional.
El Nacionalismo Vasco
Simultáneamente, se desarrolló el nacionalismo vasco, muy conservador y católico. Este movimiento contó con el apoyo del PNV, que formuló sus fundamentos teóricos, que son:
- Defensa de la recuperación de la independencia vasca.
- Radicalismo antiespañol.
- Exaltación de la etnia vasca.
- Integrismo religioso católico y absoluta negación de cualquier otra religión.
- Promoción del idioma y recuperación de las tradiciones culturales vascas.
- Apología del mundo rural.
- Conservadurismo ideológico.
- Denuncia del carácter españolista del carlismo.
Otros Regionalismos
Además, surgieron regionalismos como el gallego (con un ámbito muy ruralizado y que nació a causa del desarrollo industrial) y el andaluz (de raíz liberal y burguesa e ideología no separatista).
El Movimiento Obrero
El movimiento obrero, nacido en el siglo XIX, obtuvo, tras años de duras luchas, importantes conquistas sociales. Durante la época de la Restauración, se produjo una expansión extraordinaria de la acción del movimiento obrero español como consecuencia de la introducción de máquinas en la industria textil, que provocó en toda Europa una serie de campañas de protesta.
Las primeras organizaciones obreras surgieron en Cataluña, donde comenzaron a formarse sociedades de ayuda mutua que trataban de cubrir las necesidades de los afiliados. En 1840, se creó en Barcelona la Asociación Mutua de Tejedores. En el seno de estas primeras asociaciones, se descubrió la importancia de la coordinación solidaria para conseguir mejoras laborales.
Entre 1869 y 1870, se gesta la “Federación Obrera Regional Española”, integrada en la AIT, que celebra en Barcelona su primer congreso (1870). De este congreso arranca la “Organización Obrera Española”.
Posteriormente, en el congreso de Zaragoza (1872), la Internacional Obrera se divide en dos tendencias: la anarquista, que arrastrará a la gran masa de población, y la socialista, muy minoritaria, que fundará el PSOE (1879).
Anarquismo
Los principales rasgos ideológicos que definían a los anarquistas eran:
- Rechazo de la propiedad privada y defensa del colectivismo.
- Defensa de la revolución violenta y del recurso a la huelga general, insurrecciones y otros actos terroristas como medida de presión.
- Apoliticismo, rechazo del juego político y de la participación en elecciones, considerándolas un engaño.
- Anticlericalismo, negación de la religión y de la Iglesia.
Por su falta de disciplina interna, su sistema asambleario, su apoliticismo y su implantación en todos los ámbitos laborales, fueron el sindicato con mayor número de afiliados, en su mayoría jornaleros andaluces y obreros industriales catalanes y levantinos.
Socialismo
Por su parte, las ideas básicas del programa socialista eran:
- Exigencia de emancipación total para los trabajadores.
- Transformación de la propiedad individual en social.
- Posesión del poder público por la clase proletaria.
- Rechazo del terrorismo.
- Oposición a la expansión colonial y a las guerras.
El objetivo de los socialistas era la Revolución, la toma del poder de forma violenta por la clase proletaria. Pero, hasta que llegara el momento oportuno de llevarla a cabo, era preciso atravesar una larga fase de organización y propaganda, durante la cual la lucha del PSOE debía ser pacífica y legal, participando en el juego político y presentándose en las elecciones, más que para ganar votos, para difundir el mensaje marxista, ya que la clase trabajadora solo triunfaría cuando fuese más fuerte.
En este sentido, desde la UGT se mantenía la conveniencia de adoptar frente a la burguesía una táctica prudente y negociadora para alcanzar mejoras concretas en las condiciones de vida de los obreros. Por esto, los socialistas se mostraron mucho más moderados que los anarcosindicalistas.
Los marxistas de la UGT y del PSOE mantuvieron pésimas relaciones con las asociaciones obreras anarquistas; les separaban importantes discrepancias ideológicas en cuanto a los fines, tácticas y a los medios. La afiliación al PSOE y a la UGT fue lenta, y hasta 1919 no lograron obtener ningún voto (Pablo Iglesias), mientras los socialdemócratas alemanes habían obtenido ya 12.
Urbanización e Industrialización en la España de la Restauración
A lo largo del siglo XIX, se extendió por Europa el modelo de desarrollo económico de la Revolución Industrial iniciada en el Reino Unido. Si la incorporación de los diferentes países al proceso de modernización se produjo con retraso, España, a pesar de sus notables esfuerzos, quedó en el último lugar.
La introducción de formas capitalistas sobre una economía campesina atrasada propició una desigual distribución de las riquezas entre el campo y las ciudades. Esta situación generó fuertes tensiones sociales entre la burguesía y los obreros. Todos estos acontecimientos provocaron un desequilibrio entre un centro atrasado y una periferia rica e industrial, País Vasco y Cataluña principalmente. En el primero, la industria siderúrgica se desarrolla (en torno a Bilbao y a la ría de Nervión) en principio con capital inglés, aunque se va produciendo un lento resurgir vasco que impulsa además a otros sectores como el químico, el eléctrico y el naval. Por su parte, Cataluña se convierte en un núcleo textil gracias a la inversión de la burguesía española (las industrias se asentaron en torno a Barcelona y el Bajo Llobregat). Sin embargo, ambas industrias se enfrentaron a diversos problemas: gran competencia exterior, por lo que surge el proteccionismo en las comunidades industrializadas; escasa integración del mercado nacional; dependencia tecnológica; bajo nivel adquisitivo; y numerosos enfrentamientos con el sistema librecambista.
Sin embargo, en España, el desarrollo industrial no puede desvincularse del financiero. Las empresas, debido a la modestia de su capital, están promovidas por la Banca, que contaba en un principio con inversiones extranjeras, aunque poco a poco va ganando posiciones y experimenta un gran avance. Cabe destacar la Banca Vasca, la Madrileña y la Catalana, pero, progresivamente, se amplía la red por toda la geografía nacional.
Los múltiples intentos de progreso mantienen a España próxima a los acontecimientos del mundo occidental. De gran relevancia es el crecimiento demográfico que se produce (más de 4 millones de habitantes) debido a la disminución de las tasas de mortalidad. De interés fue también el importante flujo migratorio que se estableció del campo a la ciudad. Como resultado del mismo, Madrid y Barcelona sobrepasaron los 500.000 habitantes.
En lo que a la evolución de la economía se refiere, se ve claramente interrumpida durante la Guerra Civil de 1833-1840, aunque se establece la libertad de contratación y comercio de materias primas, libertad de empresa y contratación laboral, así como otras medidas que facilitaban la industrialización. Con posterioridad, comienza a producirse un despegue de las industrias catalanas y vascas. A partir de 1898, se pueden distinguir tres etapas fundamentales:
- Recuperación económica (1898-1913): Se realiza un reajuste financiero y la regeneración económica. Además, la agricultura mejora los rendimientos al incorporar maquinaria y ampliar los regadíos. La producción cerealista, la vid, el olivo y la naranja sufren un auge significativo. La recuperación afectó también a la industria; se consolidó la del País Vasco, la catalana amortizó sus pérdidas (mercado cubano y filipino) gracias al arancel proteccionista de 1906, y las medidas de Villaverde consiguieron enderezar la deuda pública y estabilizar la peseta.
- El «boom» de la neutralidad (1914-1918): La gran demanda de los países beligerantes de la Primera Guerra Mundial hizo que la industria y el comercio se vieran muy favorecidos, aunque también aumenta la tensión social debido al alza de precios y al coste de vida.
- Crisis de la posguerra (1919-1923): Europa restringe sus compras para recuperarse de los destrozos de la guerra, por lo que la balanza española de pagos volvió a ser negativa.
En síntesis, podemos decir que España, a pesar de los esfuerzos en la Restauración, seguía siendo un país atrasado, esencialmente rural. Ahora bien, la transformación de la fisonomía urbana es un fenómeno relevante de la época. El casco urbano crece, aparecen grandes edificaciones y anchas avenidas. Además, se produce una irrupción de significativos inventos como la luz eléctrica, el teléfono, los medios de comunicación de gran trascendencia. Todo ello conlleva una inicial masificación y estandarización de las costumbres, premonición de un inmediato gran futuro.
El Régimen Político de la Restauración y sus Fundamentos Sociales
Entre 1874 y 1923, la historia de España está marcada por el deseo de estabilidad, que se consigue con la restauración borbónica y la consolidación del sistema canovista. Sin embargo, cualquier intento de comprender el retorno de la dinastía de los Borbones exige tener en cuenta varios factores:
- Fragilidad e incapacidad de la Primera República para resolver la revolución colonial, la cantonalista y la carlista.
- La falta de resistencia sólida al perder, el gobierno del sexenio, el apoyo campesino.
- La fuerza de los grupos sociales favorables a un cambio de régimen:
- La alta burguesía, que reclamaba disciplina y tranquilidad a favor de sus propios intereses.
- Los plantadores de Cuba, que temían los planes revolucionarios de la República.
- Los grandes propietarios de tierras, que deseaban seguridad, orden y un gobierno enérgico que protegiera sus tierras.
- Los mandos y oficiales del ejército, pues, a pesar de ser mayoritariamente liberales, opinaban que la revolución había sobrepasado lo aceptable.
- La Iglesia católica, pues la mayor parte del clero español abrazaba las ideas antidemocráticas del papa Pío IX.
Ante esta difícil situación, Cánovas preparaba el regreso de don Alfonso con gran prudencia. Pero los acontecimientos se precipitaron porque el general Campos proclamó rey a Alfonso XII en diciembre de 1874 tras el pronunciamiento de Sagunto.
El nuevo monarca fue aclamado por todos; por su juventud, comprensión e inteligencia, pronto se ganó la simpatía popular de la clase política.
El sistema político de la Restauración fue ideado y ejecutado por Antonio Cánovas del Castillo, que inició el proceso constitucional convocando una asamblea en la que creó la Constitución de 1876, texto que recogía los derechos individuales, la soberanía compartida del Rey y las Cortes, la confesionalidad del Estado (aunque estableciendo libertad de culto) y un sufragio de tipo censitario.
Posteriormente, Cánovas se consagró a configurar su propio partido, el Liberal Conservador (apoyado por las clases altas), y, al contrario, el Partido Liberal (sostenido por la burguesía industrial y las clases medias urbanas). Al frente de este último partido se encontraba Sagasta.
Para gobernar en el sistema canovista, se necesitaba una doble confianza: la de las Cortes y la de la Corona. Sin embargo, el cambio en el poder debía regirse por el resultado electoral: no se podía gobernar si no se tenía la mayoría en las Cámaras.
Pero, en realidad, la mecánica del “turnismo” de los partidos fue otra, ya que el conservador y el liberal se cedían periódicamente el poder, aunque no a consecuencia de un cambio de opinión ciudadana, sino por obra de un acuerdo mutuo, pues el encargado de formar gobierno y de convocar elecciones quedaba siempre ganador de las mismas. Estos resultados se conseguían gracias al gobernador civil de cada provincia, que manipulaba las decisiones, consiguiendo que ganaran los diputados del “encasillado”. El turnismo, pues, estaba predestinado por el acuerdo táctico entre los sectores políticos y sociales que poseían el poder, por lo que se vino a llamar oligarquía (formado por los dirigentes de ambos partidos) y el caciquismo (personas de gran solvencia económica que dominaban a los habitantes de su zona de influencia).
A pesar de sus imperfecciones, este sistema de gobierno dio estabilidad a la vida política española. Ahora bien, la farsa electoral que propiciaba era totalmente inmoral, por lo que llevaba en sí el germen de la crisis.
Entre los principales logros del canovismo, cabe destacar la reconciliación entre la Iglesia y el Estado, el reencuentro por parte del Ejército y el Trono, el fin de las Guerras Carlistas y la pacificación de Cuba tras el convenio de Zanjón (1878).
Todos estos motivos llevan a considerar al turnismo como la única práctica natural capaz de articular políticamente el Estado democrático.
Causas y Consecuencias de la Crisis Política durante el Reinado de Isabel II
Causas
- Crisis política: El reinado de Isabel II se basaba en un sistema constitucional en el que la constitución no se cumplía y en el que la representación prácticamente no existía.
- Crisis económica: A la crisis de subsistencia propia del Antiguo Régimen se une una crisis financiera e industrial típica ya del sistema capitalista.
Consecuencias
- Caída de la dinastía borbónica en la persona de Isabel II.
- Fin del “régimen de los generales” de las décadas anteriores y el triunfo de la sociedad civil.
La Ruptura con el Absolutismo y la Constitución de 1812
Durante los años de guerra tuvo lugar la ruptura con el absolutismo del pasado. Debido a la renuncia al trono de Carlos IV y Fernando VII se produjo un vacío de autoridad. José I no fue aceptado lo que produjo que el pueblo español recogiese la soberanía.
Las juntas son agrupaciones de representantes del pueblo, fueron los nuevos organismos políticos que asumieron el poder surgido. Entre los componentes nos encontramos con burgueses. En septiembre de 1808 se creó la Junta Central, la obra de dicha junta fue gobernar el país y dirigir la resistencia militar contra los franceses.
Las cortes son un grupo de ilustrados que pretenden implantar unas reformas basadas en las ideas francesas. La labor se vio favorecida por la ausencia del rey por lo que se autoconcedieron poderes ilimitados. Las cortes estaban formadas por 300 diputados que se dividieron en dos grandes tendencias: los liberales y los absolutistas. Sus objetivos más significativos fueron: reformar profunda y estructuralmente las instituciones políticas, económicas y jurídicas españolas; redactar una Constitución.
La Constitución de 1812 consta de 384 artículos y descansa sobre 4 principios fundamentales: Soberanía Nacional; división de poderes; representación de los ciudadanos en la vida política; la declaración de igualdad de todos los ciudadanos ante la ley.