Al-Ándalus y los Reinos de Taifas: Historia de la España Musulmana (711-1492)

Al-Ándalus y los Reinos de Taifas: Historia de la España Musulmana (711-1492)

Introducción

Al-Ándalus es el nombre del territorio que fue dominado por los musulmanes en la península ibérica. Su extensión geográfica fue cambiando con el tiempo al compás de la expansión cristiana, conocida como la Reconquista. Este territorio fue la parte de Europa donde la presencia islámica fue más intensa y duradera.

Una rápida conquista

En el año 711, una expedición comandada por Tarik desembarcó en Gibraltar para mediar en la guerra civil entre los partidarios de Witiza y Rodrigo, que se disputaban el trono visigodo. Tarik derrotó a don Rodrigo en la batalla de Guadalete. Aprovechando la crisis, se conquistó Toledo y Zaragoza, y en el 713 se declaró la soberanía del Califa de Damasco sobre la península. En el 716, a excepción de la franja cantábrica y el oeste de los Pirineos, los musulmanes controlaban todo el territorio.

Algunos aristócratas prefirieron pactar el pago de tributos a cambio de conservar sus tierras, títulos y religión (mozárabes), como el firmado en el 713 entre el conde Teodomiro y Abdelaziz. Los que decidían conservar su religión debían pagar una gran cantidad de impuestos (yizyaz, jarach), lo que trajo conversiones en masa, de los llamados muladíes.

Evolución política de Al-Ándalus

El emirato dependiente de Damasco (714-756)

La península era una provincia del califato Omeya de Damasco, dirigido por un emir y con capital en Córdoba, dependiente tanto espiritual como políticamente. El primer emir, Abdelaziz, conquistó Pamplona, Tarragona y Barcelona, pero fue frenado en el 732 en la batalla de Poitiers por Carlos Martel, padre de Carlomagno. Esto produjo una crisis política, con problemas como la recaudación de impuestos y las revueltas entre musulmanes y cristianos. Los cristianos se reorganizaron en el norte, y derrotaron a los musulmanes en la batalla de Covadonga en el 722.

El emirato independiente de Bagdad (756-929)

En el 756 desembarcó en Almuñécar Abderramán I, fundador de la dinastía persa de los Abasíes. Se hizo con el poder y creó el emirato independiente de Córdoba. Se corrigió la administración y la recaudación de impuestos, y se creó un ejército mercenario compuesto por esclavos.

Había tensiones tanto en las marcas, territorios fronterizos, donde pedían más privilegios, como entre cristianos y musulmanes. Esto produjo revueltas y enfrentamientos entre los sucesores, Hisham I y Al-Hakam I. Fue Abderramán II el que organizó el Emirato, adoptando la organización abasí, delegando poderes en visires. Las sublevaciones se resolvieron con el concilio de Toledo en el 852, que prohibía que los mozárabes buscaran el martirio insultando a los musulmanes.

Mientras, los vikingos atacaban Galicia, Asturias y Sevilla, lo que hizo construir una flota de guerra. Con los siguientes emires la inestabilidad siguió, con epidemias, malas cosechas, crisis económica y rebeliones.

El califato de Córdoba (929-1031)

Abderramán III llegó al poder en el 912, consiguiendo victorias militares en Écija, Jaén, Bobastro, etc. Por ello se proclamó califa en el 929, otorgándose supremacía religiosa. Sometió los territorios sublevados, como las marcas de Badajoz y Toledo. Córdoba alcanzó una población muy elevada, lo que supuso la ampliación de la Mezquita y la construcción de la ciudad palaciega Medina Azahara. Se ocupó Ceuta y Melilla para frenar al Imperio Fatimí. Al-Ándalus vivió su momento de mayor esplendor, y con Al-Hakam II se impulsó la ciencia y el arte, convirtiéndose en la civilización más avanzada de la Europa del momento. A su muerte, su hijo Hixem II no tenía edad para gobernar, y Al-Mansur tomó la regencia, convirtiéndose en hachib y en dictador, y llevando a cabo una agresión permanente contra la España cristiana, con la intención de destruir y saquear, campañas llamadas razzias. Sus hijos no pudieron mantener el poder, lo que dio lugar a una guerra civil, fragmentándose Al-Ándalus en numerosos reinos de taifas.

Los reinos de Taifas (1031-1246)

Las taifas se dividieron entre las distintas etnias: eslavos, árabes y bereberes. Las primeras fueron hacia 1018 Valencia y Denia, y siguieron Badajoz, Córdoba, Sevilla, etc. Aprovechando la fragmentación, los reinos cristianos avanzaron hasta la línea del Tajo, conquistando Alfonso VI Toledo en el 1085. Las taifas pagaban parias a los cristianos, impuestos para no ser atacados. Ante la amenaza de estos, pidieron ayuda a los almorávides, bereberes que habían conquistado todo el norte africano, y fundado Marrakech, su capital, en el 1070. En el 1086 derrotaron a Alfonso VI en la batalla de Sagrajas, e invadieron y conquistaron los reinos taifas. Fueron frenados en Valencia en el 1094 por El Cid. En 1110 tomaron Zaragoza, pero cayó en el 1118 ante Alfonso I. Al-Ándalus volvió a dividirse, formando los segundos reinos taifas.

Las taifas volvieron a pedir ayuda, ahora a los almohades, que dominaban el Magreb. Entraron en el 1146 y controlaron la parte sur de Al-Ándalus. Los reyes cristianos hicieron frente común contra los almohades para frenarlos, y en el 1212 los vencieron en la batalla de las Navas de Tolosa. Esta derrota supuso la nueva fragmentación, y las terceras taifas, que fueron cayendo, a excepción de Granada.

El reino nazarí de Granada (1246-1492)

Granada mantuvo su independencia gracias a la hábil gestión diplomática con los cristianos y con los Benimerines del Magreb; la cohesión entre Almería, Málaga y Granada; su excelente situación comercial, sobre todo con Málaga, y el pago de altos impuestos a Castilla. Su máximo esplendor fue en el siglo XIV, con Yusuf I. En 1492, los Reyes Católicos pactaron con el rey Boabdil la rendición de Granada.

Conclusión

Los musulmanes, tras una rápida conquista gracias a la crisis visigoda y al ímpetu expansionista, controlaron la mayor parte de Hispania, llamada por ellos Al-Ándalus, durante casi ocho siglos. Pasaron por diversas etapas políticas, empezando por los emiratos dependiente e independiente, siguiendo con el Califato de Córdoba, que fue la época de mayor esplendor, y acabando con su disgregación, dando lugar a los reinos de taifas, que acabarían con la caída de Granada en el 1492. Al igual que el Imperio romano, sus ocho siglos de presencia han dejado una gran influencia en nuestra cultura.

El Reinado de Felipe II: Auge y Desafíos del Imperio Español

Introducción

Felipe II comenzó su reinado en 1556. Sus dos grandes objetivos fueron la defensa del catolicismo y el mantenimiento de la hegemonía dinástica en Europa. Dio máxima importancia a los reinos hispánicos, y estableció la capital en Madrid, desde donde gobernó. Castilla continuó siendo el principal soporte y el reino de más peso económico y político. Se valió de una compleja administración y de un poderoso ejército permanente.

Los dominios de Felipe II

Para liberar a su hijo de los conflictos contra la herejía protestante en Alemania, Carlos I había dejado la corona imperial a su hermano Fernando. Así, Felipe II, hijo de Carlos I y de Isabel de Portugal, heredó la Corona de Aragón, junto con Cerdeña, Milán, Nápoles y Sicilia; la Corona de Castilla, con el imperio americano y las plazas africanas (Canarias, Túnez y Melilla); y de la Casa de Borgoña, el Franco Condado, los Países Bajos y Luxemburgo. También heredaría Portugal de su madre en 1580.

Conclusión

Felipe II tuvo que hacer frente a una inmensa cantidad de conflictos, debidos a la enorme extensión de su imperio. Dentro de España tuvo que enfrentarse a la rebelión de los moriscos y a la sublevación en Aragón. Fuera de las fronteras tuvo enfrentamientos con Francia, el imperio turco e Inglaterra, y consiguió adherir Portugal a su imperio. A pesar de todas las dificultades, supo mantener sus territorios, gobernándolos de forma autoritaria. Sin embargo, sus sucesores no supieron hacerlo tan bien, y el imperio se fue viendo reducido con los Austrias Menores.

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