La Transición del Absolutismo al Liberalismo: Carlismo y Guerras Civiles
Tras la muerte de Fernando VII, España se encontraba en plena transición de una monarquía absoluta a una monarquía parlamentaria, que se democratizaría progresivamente, al amparo de diferentes constituciones. La firma de la Pragmática Sanción por Fernando VII en 1830, que derogaba la Ley Sálica que impedía el acceso al trono de mujeres, provocó la sublevación de Carlos María Isidro, hermano del difunto rey, quien se autoproclamó heredero al trono en el Manifiesto de Abrantes.
Las Guerras Carlistas
Las Guerras Carlistas fueron guerras civiles que se desarrollaron en la España del siglo XIX entre los carlistas, partidarios del absolutismo, y los gobiernos liberales. Los carlistas encontraron mayores apoyos en el País Vasco, Navarra, Cataluña y el Maestrazgo por la defensa de los fueros tradicionales.
El conflicto sucesorio escondía un enfrentamiento que dividió política y socialmente al país. En el bando isabelino se agruparon las altas jerarquías del ejército, la Iglesia y el Estado, y a ellos se unieron los liberales, que vieron en la defensa de los derechos dinásticos de la niña Isabel la posibilidad del triunfo de sus ideales. En el bando carlista se agruparon todos los que se oponían a la revolución liberal: pequeños nobles rurales, parte del bajo clero y muchos campesinos de determinadas zonas del país, muy influenciados por los sermones de sus párrocos y para los que el liberalismo venía a suponer simplemente un aumento de impuestos.
Fases de las Guerras Carlistas
- Primera Guerra Carlista (1833-1839)
- Segunda Guerra Carlista (1846-1849)
- Tercera Guerra Carlista (1872-1876)
Las acciones militares de estas guerras se desarrollaron desde la muerte de Fernando VII en 1833 hasta 1876, a comienzos del reinado de Alfonso XII, en tres fases claramente diferenciadas. Las ciudades vascas fueron leales a los liberales durante todo el conflicto. Dos fueron los grandes personajes de este episodio bélico: el carlista Zumalacárregui, muerto en el sitio de Bilbao en 1835, y el liberal Espartero. Tras unos primeros años de incierto resultado con predominancia carlista, a partir de 1837, sus derrotas fueron continuas y Don Carlos terminó huyendo a Francia. La guerra concluyó con el denominado Convenio o Abrazo de Vergara (1839), acuerdo firmado por Espartero y Maroto.
La Constitución de 1837 y la Regencia de Espartero
Las medidas de Mendizábal le enfrentaron con los moderados y con la regente María Cristina, quien forzó su dimisión en mayo de 1836. El paso atrás de María Cristina provocó en agosto el Motín de los Sargentos de la Granja, que la obligó a devolver el poder a los progresistas y a restablecer la Constitución de Cádiz. Pronto el gobierno se dio cuenta de la necesidad de conciliar a los partidos, por lo que puso en marcha la elaboración de una nueva Constitución, la de 1837.
Características de la Constitución de 1837
- Soberanía Nacional.
- Cortes bicamerales:
- Senado: elegido por el Rey entre tres candidatos.
- Congreso: sufragio censitario más amplio.
- El Rey conserva el poder ejecutivo, derecho de veto y poder de disolución de Cortes.
Espartero gobernaría durante tres años con el apoyo de militares y progresistas, si bien, su carácter autoritario hizo que pronto perdiera su popularidad. En 1842, los rumores de que el general estaba negociando un tratado de libre comercio con Gran Bretaña, lo que afectaría a la industria textil catalana, motivaron una insurrección en la ciudad. Espartero respondió con una dura represión que incluyó el bombardeo de la ciudad, lo que hundió definitivamente su prestigio. Los moderados y algunos progresistas, organizados por el general Narváez, dieron un golpe de Estado que obligó a Espartero a exiliarse. En mayo de 1844, Narváez se convirtió en jefe del gobierno.
Arriba, estatua ecuestre de Baldomero Espartero en Madrid
El Bienio Progresista y la Revolución de 1868
El poder cada vez más dictatorial de Narváez propició un creciente descontento que culminó en un pronunciamiento de complejo desarrollo en 1854. Unas nuevas Cortes generales Constituyentes iniciaron la elaboración de una nueva constitución, de 1856, más progresista que no llegó a aplicarse, a unirse a la rebelión. Finalmente el golpe triunfó y propició la formación de un gobierno presidido por el progresista Espartero, regresado a España.
Medidas destacadas del Bienio Progresista
- La desamortización general.
La Revolución de 1868: La Gloriosa
La sublevación estalló en septiembre de 1868. Iniciada por el militar unionista almirante Topete en Cádiz, se le unieron rápidamente sublevaciones populares en diversas zonas del país, con formación de Juntas revolucionarias. Isabel II huyó a Francia el día después de que sus tropas fueran derrotadas. La que los progresistas vinieron a denominar «Revolución Gloriosa» había triunfado con gran facilidad en el país. En 1868 se constituyó el Gobierno Provisional de la revolución bajo la presidencia del general Serrano, que será nombrado Regente y con Prim como ministro de la Guerra.
La Primera República y la Crisis del Sexenio Democrático
La República fue proclamada por unas Cortes en las que no había una mayoría de republicanos. Las ideas republicanas tenían escaso apoyo social y contaban con la oposición de los grupos sociales e instituciones más poderosos del país. Los escasos republicanos pertenecían a las clases medias urbanas, mientras las clases trabajadoras optaron por dar su apoyo al incipiente movimiento obrero anarquista.
La debilidad del régimen republicano provocó una enorme inestabilidad política. Cuatro presidentes de la República se sucedieron en el breve lapso de un año: Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar. En este contexto de inestabilidad, los gobiernos republicanos emprendieron una serie de reformas bastante radicales que, en algunos casos, se volvieron contra el propio régimen republicano.
Se formó entonces un nuevo gobierno provisional presidido por el general Serrano, cuya misión inicial era la de salvaguardar la República, si bien el régimen se convirtió en una dictadura militar. Las guerras cubana y carlista, así como los problemas hacendísticos, desacreditaron la postura republicana y comenzó a imponerse una opinión favorable a la vuelta de los Borbones, alentada por Antonio Cánovas del Castillo.
El 1 de diciembre de 1874 el futuro rey Alfonso XII, hijo de Isabel II en quien la reina había abdicado en 1870, firmaba un manifiesto a la nación desde Sandhurst (Inglaterra), garantizando una monarquía dialogante, constitucional y democrática. El 29 de diciembre, el general Martínez Campos daba un golpe de Estado en Sagunto para su entronización, método que no agradó a Cánovas. En enero de 1875, Martínez Campos y Cánovas del Castillo fueron recibidos apoteósicamente en Barcelona y en Madrid.