La República Romana
La expulsión de la dinastía reinante en Roma supuso el fin del régimen monárquico. Desde finales del siglo VI a.C. y hasta Augusto se extiende el régimen republicano, dirigido por un Senado oligárquico y por un sistema de magistraturas. La historiografía actual distingue dos fases en la historia de la República: una primera hasta la Segunda Guerra Púnica, en que Roma se convierte en potencia hegemónica en Italia y dominadora en el Mediterráneo central y occidental; y una segunda en la que la conquista de los estados helenísticos va convirtiendo a Roma en dominadora del mundo mediterráneo, se producen dramáticos cambios y tensiones en sus estructuras políticas y sociales.
La conquista de la península itálica y la crisis de la República
Es un proceso largo que se realiza en tres grandes etapas y al final Roma se erige potencia de Italia.
Primera etapa
- Destacan la guerra y conquista de Veyes y la derrota y disolución de la Liga Latina, que convierten a Roma en la ciudad más poderosa del Lacio.
- La anexión de su territorio supuso la duplicación del dominio de Roma.
- Poco después, una horda de invasores celtas venció y saqueó Roma, episodio que quedó grabado en la memoria histórica de los romanos.
- Los latinos recibieron una ciudadanía “limitada”, con derechos civiles, pero no políticos, denominado derecho latino.
- Parte del territorio ocupado en las conquistas fue entregado a soldados sin tierras, que renunciaban a su ciudadanía a cambio del terreno, se formaban “colonias latinas”. Estas colonias aseguraban el territorio conquistado.
Segunda etapa
- Incluye la conquista de la Sabina y las guerras contra los samnitas, otorgan a Roma el dominio de la Italia central.
- Los samnitas hubieron de entregar a Roma parte de su territorio y aceptar ser aliados de Roma.
- Los aliados se unían mediante un pacto de ayuda y amistad, que les permitía conservar su autonomía interna. Su política exterior y su actividad militar quedaban a merced de Roma.
- Debían proporcionar tropas armadas cada vez que Roma lo requería. Estas tropas auxiliares fueron fundamentales en la expansión de Roma.
Tercera etapa
- Se produce la anexión de Etruria y el control de la Magna Grecia.
- La presencia del ejército en el sur de Italia desencadena las iras de Tarento, que solicita ayuda a Pirro, rey de Epiro.
- El monarca helenístico se persona en Italia y es vencido.
- La victoria sobre Pirro y la posterior capitulación de Tarento consolidan la posición de los romanos en la Magna Grecia.
La conquista de Italia se había producido en gran parte brutalmente, en los casos de rendición, se había respetado la autonomía interna de estas comunidades. Las oligarquías locales veían su posición consolidada y protegida por Roma, y sus miembros destacados obtenían la ciudadanía romana. El asentamiento de colonias por toda Italia, la construcción de vías, además de facilitar el tránsito de las tropas, reducía las distancias, contribuía a la “romanización” y unificación cultural de Italia, sobre todo entre las clases elevadas. Italia seguía siendo un mosaico de pequeños Estados, tribus y ciudades autónomas, pero la lengua latina, la escritura y costumbres se extendían, y los recursos militares quedaban unificados bajo la dirección del Senado Romano.
El conflicto Patricio-Plebeyo
El proceso histórico de los primeros tiempos de la República se concreta en tres fenómenos conectados: el conflicto entre patricios y plebeyos, paralelo a la creación y evolución de las instituciones políticas; la progresiva extensión del dominio de Roma en Italia. El origen de la diferenciación entre patricios y plebeyos no está clara: a fines de la época monárquica un grupo de familias logró elevarse sobre el conjunto, monopolizando en sus manos el derecho, la dirección de la esfera religiosa. Estas familias fueron destacándose del resto de la población, la plebs, convirtiéndose en una aristocracia inaccesible. Tras la expulsión de los reyes, sólo los patricios pudieron acceder a la nueva máxima magistratura del Estado, el consulado, y solo ellos podían acceder al Senado. Sólo los patricios podían interpretar la aplicación del derecho privado, dada la ausencia de ley escrita; además de poseer la mayoría de las tierras y reservarse los lotes obtenidos en las conquistas. La plebe estaba integrada en su mayor parte de una masa de pequeños propietarios campesinos, empobrecidos y endeudados, con el riesgo de caer en la esclavitud (nexum). No toda la plebe era pobre: algunas familias fueron alcanzando un notable poder económico pero que, no podía acceder al consulado ni al Senado. Los aristócratas, interesados en la expansión militar en el Lacio, necesitaban a los plebeyos como soldados. La fuerza del sector plebeyo residía en negarse a participar en el ejército. Lo pusieron de manifiesto en varias ocasiones, retirándose a la colina del Aventino y amenazando con crear una comunidad política propia. Los plebeyos crean la asamblea plebeya en el seno de la cual eligen a los tribunos de la plebe, responsables de defender sus reivindicaciones frente a los cónsules, mediante el veto. La amenaza plebeya forzó la aceptación del poder de los tribunos por parte de los patricios. Se inicia un periodo de lucha de los plebeyos por alcanzar todo un conjunto de reivindicaciones en el ámbito judicial, político y económico. Hacia 450 a.C. se publican las primeras leyes escritas del mundo romano: “Leyes de las XII Tablas”. Su única aportación a la igualdad entre ambos grupos es que existe un código de justicia, público e igual para todos. A mediados del siglo IV a.C., las reivindicaciones plebeyas obtienen sus éxitos, las leyes Licinio-Sextias abren las puertas del consulado a los plebeyos y se atenúa la situación de los pobres con la abolición del nexum. La asamblea de la plebe se abrió al patriciado, convirtiéndose en comitia, por tribus. La lex Hortensia, las decisiones tomadas en estos comitia, pasan a ser vinculantes para todo el Estado, considerado el punto final del conflicto patricio-plebeyo. Los plebeyos habían logrado sus principales objetivos y podían considerarse integrados en el Estado. Las familias patricias conservaron su posición hereditaria en el Senado, que también se fue abriendo a los plebeyos que hubieran ocupado magistraturas. Pero el acceso plebeyo a las magistraturas y al Senado no fue algo generalizado: benefició tan sólo a un pequeño número de familias plebeyas, que fueron integrándose con la aristocracia patricia en el nuevo grupo dominante: la nobilitas patricio-plebeya. Esta clase convertirá a Roma en la dueña de Italia y en un Estado imperialista.