La Regencia de María Cristina (1833-1840)
En 1833, tras la muerte de Fernando VII, tanto su hermano Carlos como su mujer María Cristina reclamaban los derechos de la Corona española, ya que Isabel II, hija de Fernando VII y María Cristina, aún era menor de edad. María Cristina se convirtió en la regente del reino en nombre de su hija, buscando apoyos entre los sectores más moderados del absolutismo y el liberalismo para asegurar los derechos al trono de Isabel.
En la primera fase de la regencia (1833-1836), María Cristina decretó una amnistía que permitió el retorno de los exiliados liberales y realizó diversas reformas. En 1833 se llevó a cabo la reforma territorial, dividiendo España en provincias y modificando las antiguas divisiones administrativas. Ese mismo año, se produjeron levantamientos ultrarrealistas que reconocían como rey a Carlos. Estos acontecimientos dividieron a los españoles en dos bandos: carlistas, defensores del absolutismo, e isabelinos, partidarios del liberalismo, dando lugar a la Primera Guerra Carlista (1833-1839).
En el Documento 1, podemos observar cómo la mujer del infante Carlos expone algunas ideas del carlismo (doc.1 línea 1): defensa del absolutismo, los privilegios, las prerrogativas reales y el catolicismo ultraconservador.
En 1834, bajo la presión de los liberales, María Cristina nombró jefe de gobierno a Martínez de la Rosa y elaboró el Estatuto Real, una convocatoria de Cortes para marcar los trazos de un régimen político extremadamente moderado. En él, la Corona renunciaba a mantener la totalidad del poder, pero no se recogían los derechos de los ciudadanos ni se mencionaba la separación de poderes, y la soberanía seguía siendo del rey.
Entre 1835 y 1836 se produjeron numerosas revueltas estimuladas por los liberales radicales y por la guerra carlista. Se formaron juntas locales que asumieron el gobierno y restablecieron la Constitución de 1812. Ante esto, la reina nombró jefe de gobierno a Mendizábal, quien realizó reformas como la supresión de conventos, el restablecimiento de las Diputaciones provinciales, la desamortización eclesiástica y la reforma del ejército para expulsar a los carlistas. Esta última incluía la redención de quintas, la posibilidad de no realizar el servicio militar mediante pagos.
En 1836, el triunfo de los motines populares y el pronunciamiento de las tropas liberales permitieron el acceso al Gobierno de los progresistas, que restablecieron las reformas de Cádiz. Sin embargo, la desconfianza de los sectores conservadores ante la Constitución de 1812 llevó a la convocatoria de Cortes constituyentes para establecer las nuevas bases del sistema político. Los progresistas elaboraron una nueva constitución, promulgada en 1837, cuyo preámbulo se observa en el Documento 2.
La Constitución de 1837 recogía los principios del liberalismo progresista, pero asumía principios del liberalismo conservador en un intento de crear un régimen político estable: el rey ejercía el poder ejecutivo y compartía el legislativo con las Cortes, la soberanía era compartida entre el rey y la nación, se establecía la elección de los Concejos y alcaldes, el sufragio censitario directo y cierta tolerancia religiosa.
Al inicio de esta regencia constitucional gobernaron los progresistas, pero la predilección de la reina y diversos pronunciamientos los reemplazaron por los moderados. La negativa de María Cristina a aceptar limitaciones en su poder provocó su exilio a Francia. Espartero se convirtió en regente entre 1840 y 1843, provocando el descontento de moderados, algunos progresistas y las masas populares por su autoritarismo. Diversos pronunciamientos obligaron a Espartero a abandonar el poder y exiliarse a Londres. El nuevo Gobierno, formado por progresistas contrarios a Espartero y por moderados, estuvo dominado por el general Narváez.
El Reinado Personal de Isabel II (1843-1868)
La Década Moderada (1843-1854)
Se adelantó la mayoría de edad de Isabel, quien inició su reinado personal en 1843 a los trece años. La vida política española estuvo marcada por la personalidad de Isabel II, quien protagonizó numerosos escándalos. La reina se apoyó en políticos moderados o ultramoderados, destacando Narváez y O’Donnell.
Las nuevas Cortes aprobaron en 1845 la Constitución moderada, que introducía una participación política muy limitada, un sufragio fuertemente censitario, la restricción de los derechos individuales y la confesionalidad católica del Estado. En el Documento 3 aparece el preámbulo de dicha Constitución.
Durante la década moderada (1843-1854), se implementaron medidas como:
- Creación de la Guardia Civil para controlar las masas populares.
- Nueva ley de Concejos que imponía el nombramiento de alcaldes por el Gobierno, aumentando el centralismo.
- Restricción de la participación política que beneficiaba a las oligarquías económicas y al partido liberal en el poder.
- Reforma tributaria basada en principios de obligatoriedad y proporcionalidad, con impuestos directos e indirectos.
- Concordato con Roma: la Iglesia aceptaba la venta de su patrimonio a cambio del mantenimiento de la religión católica como única en el Estado y el control de la enseñanza.
Los sectores más radicales de los progresistas organizaron pronunciamientos que fracasaron. En Cataluña se sublevaron los carlistas, produciéndose la Segunda Guerra Carlista (1846-1849).
El Bienio Progresista (1854-1856)
En 1854, progresistas y moderados descontentos protagonizaron un pronunciamiento militar encabezado por O’Donnell. La reina nombró a Espartero jefe del gobierno y a O’Donnell ministro de guerra, comenzando el bienio progresista (1854-1856).
Las nuevas Cortes elaboraron una Constitución que no llegó a promulgarse. Destaca la ley de desamortización de Madoz, que ponía a la venta bienes de los Concejos, Órdenes militares e instituciones de beneficencia, perjudicando a los Concejos y campesinos que empleaban las parcelas comunales. También destaca la ley de ferrocarriles, que sentó las bases para la formación de la red ferroviaria española.
La Unión Liberal y la Crisis del Reinado (1856-1868)
En 1856, O’Donnell dio un golpe de Estado y desplazó del poder a Espartero y a sus progresistas, iniciándose la década moderada-unionista (1856-1868). Se alternaron en el poder moderados, presididos por Narváez, y miembros de la Unión Liberal, dirigida por O’Donnell. Ambas tendencias políticas se pueden analizar a partir del Documento 4.
La Constitución de 1845 fue restaurada, lográndose cierta estabilidad política. Pero en 1866, las discrepancias entre la reina y O’Donnell acabaron en una profunda crisis política y su expatriación a Francia, siendo sustituido por Narváez, que ejerció el poder de forma casi dictatorial.
En el exilio, progresistas y demócratas, dirigidos por el general Prim, firmaron el Pacto de Ostende en 1866 con el objetivo de expulsar a los Borbones del trono e implantar un régimen liberal-democrático. Aprovechando la muerte de Narváez y con el apoyo del ejército y las masas populares, destronaron a Isabel II en la Revolución Gloriosa (1868). En el Documento 5 se cita (en las líneas 2 a 4) el manifiesto de los cabecillas de esta revolución.
Se inicia así el Sexenio Democrático (1868-1874), caracterizado por el triunfo del liberalismo democrático (expresados en el Documento 4) pero también por la inestabilidad del régimen.
(FIN)