Evolución Política, Económica y Social del País Vasco durante el Franquismo

El País Vasco durante el Franquismo: Represión, Resistencia y Transformación

Represión y Desmantelamiento de la Autonomía (1936-1939)

Tras la ocupación del País Vasco, el régimen franquista desmanteló las instituciones creadas en el Estatuto de Autonomía. Ejerció una fuerte represión contra aquellos partidos y sindicatos que se habían opuesto a la sublevación militar, así como contra todo lo relacionado con el mundo cultural vasco. Se prohibió cualquier manifestación cultural vasca, como tocar el txistu o bailar danzas tradicionales.

Se aprobó el Decreto Ley de Abolición de los Conciertos Económicos en Vizcaya y Guipúzcoa, declaradas «provincias traidoras» por no apoyar el «Movimiento Nacional» durante la Guerra Civil. A diferencia de Álava y Navarra, que mantuvieron cierta autonomía económica y mayores medios para la gestión municipal y el desarrollo territorial.

Resistencia en la Clandestinidad y el Exilio (1939-1945)

En estas condiciones, cualquier actividad política debía realizarse en la clandestinidad. Representantes del PNV y delegados del Gobierno Vasco crearon la Junta de Resistencia en el exilio, considerando la posibilidad de organizar una insurrección armada.

El estallido de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) dificultó aún más la reorganización de los grupos políticos. La relación del Gobierno Vasco con el gobierno de la Segunda República no fue fácil. Esta situación mejoró con la firma del Pacto de Bayona el 31 de marzo de 1945, donde todas las fuerzas políticas y sindicales, incluido el Partido Comunista, se comprometieron a luchar por la democracia en España.

Transformación Económica y Social (1959-1975)

A partir de 1959, el País Vasco entró en una nueva fase que abarcó todos los ámbitos: social, político, cultural y económico. El Plan de Estabilización supuso la entrada de capital extranjero, la creación de nuevas empresas, la industrialización de Álava y Navarra y la llegada de miles de inmigrantes.

Crecimiento Demográfico y Desequilibrios

Durante la década de los 40, el crecimiento de la población en Vizcaya y Navarra fue débil. Sin embargo, en las dos décadas siguientes se produjo un importante incremento y una fuerte concentración poblacional debido al desarrollo económico. La población se concentró en las ciudades, acentuando el desequilibrio en el reparto poblacional. Los núcleos industriales tuvieron que urbanizar y crear nuevos barrios, surgiendo problemas en el ámbito de los servicios asistenciales.

Recuperación Industrial y Modelo Económico

Durante la Guerra Civil, las instalaciones industriales vizcaínas y guipuzcoanas no sufrieron grandes daños, a diferencia de las dificultades vividas por la falta de suministro de materias primas. La industria vasca se recuperó pronto de las circunstancias de la guerra, y si su crecimiento no fue más rápido se debió a los problemas antes señalados.

Una vez que el régimen decidió acabar con la política de autarquía, la economía vasca comenzó una etapa de intenso crecimiento debido a varias razones:

  • La industria vasca disponía de una mano de obra «barata».
  • Se benefició de un modelo económico fuertemente proteccionista.

Sin embargo, este crecimiento estuvo presidido por desequilibrios, dependencia de la industria pesada y la tardía industrialización de Álava y Navarra.

El Cooperativismo Vasco

En Guipúzcoa apareció un sistema empresarial singular: el movimiento cooperativo. Una vez consolidado, se extendió por todo el País Vasco. El número de cooperativas fue creciendo y se ampliaron las ramas de actividad, incluyendo centros de formación profesional y centros comerciales. El movimiento cooperativista aunó empresas hasta formar el Grupo Cooperativo Mondragón.

Conflictividad Laboral y Movilización Social (1946-1960)

Los años 40 fueron años de bajos salarios, jornadas larguísimas y malas condiciones de vida, provocando malestar en las grandes empresas de la ría de Bilbao y las áreas industriales guipuzcoanas. Esto generó conflictos en fábricas desde 1946.

En la primavera de 1947, el Consejo Vasco de Resistencia hizo un llamamiento para conmemorar la proclamación de la República. Miles de trabajadores se concentraron el 14 de abril en distintas poblaciones sin intervención policial. Este éxito llevó a la convocatoria de un paro general el 1 de mayo en protesta contra la dictadura, reuniendo entre 20.000 y 50.000 trabajadores de las grandes empresas de Vizcaya y Guipúzcoa. El gobernador civil de Vizcaya amenazó con despedir a los huelguistas y llamó a los militares. La huelga se alargó dos días más y se extendió a otras empresas. Algunos empresarios, preocupados, negociaron en Madrid, anulando la sanción a cambio del fin de la huelga.

Pese al éxito de esta iniciativa, la huelga de 1947 marcó el final de la unidad de las fuerzas políticas opuestas a la dictadura, incapaces de ponerse de acuerdo. La represión policial desmanteló las estructuras de UGT y CNT.

En los años 50, fracasados los intentos de desarrollar conjuntamente la oposición al régimen, partidos y sindicatos entraron en una etapa de escasa actividad. Los nacionalistas se limitaron a difundir el euskera y la cultura vasca mediante grupos de montaña, coros y danzas, con la colaboración de numerosos sacerdotes de ideología afín. Estos sacerdotes, en sus homilías y contactos con los ciudadanos, especialmente en pueblos pequeños, tuvieron gran importancia en la transmisión de la cultura e ideología nacionalista. La Iglesia también contribuyó a la creación de las Juventudes Obreras Católicas (JOC) y la Hermandad de Obreros de Acción Católica (HOAC).

Auge de la Oposición y la Iglesia Vasca (1960-1975)

En los años 60, la aceptación internacional del régimen de Franco supuso años de frustración para los exiliados. En el interior del País Vasco aumentó la oposición al franquismo, destacando la Iglesia. Un grupo de 339 sacerdotes publicó un documento denunciando la opresión franquista y la conculcación de derechos del pueblo vasco. En 1968, varios sacerdotes se encerraron en el seminario de Derio pidiendo el fin de la dictadura. A esto se sumó, en 1974, el enfrentamiento del gobierno con el obispo de Bilbao, Antonio Añoveros, por defender la identidad cultural del País Vasco.

Además, al no reflejarse el crecimiento económico en las condiciones de vida, los trabajadores protagonizaron una huelga general que comenzó en Asturias y se extendió por toda España. Frente a la huelga, el gobierno declaró el estado de excepción en Asturias, Vizcaya y Guipúzcoa. La huelga, que finalizó en mayo, tuvo enormes repercusiones: las reivindicaciones salariales se mezclaban con otras directamente políticas.

El Surgimiento de ETA y la Radicalización del Conflicto

En 1959, las tensiones entre el PNV y su organización juvenil Ekin terminaron en la separación de esta última, que dio paso a ETA. Su objetivo era la autodeterminación del pueblo vasco y la lucha democrática.

En sus primeros años, ETA se centró en los aspectos culturales del nacionalismo, pero entre 1963 y 1965 se planteó la «guerra revolucionaria» para vencer militarmente al Estado franquista. A partir de ahí, se planteó la llamada «acción-represión-acción-represión». Con este planteamiento, se incrementaron las acciones y la tensión aumentó con la aparición de los primeros muertos. El primer atentado de ETA contra el comisario de la Brigada Político-Social de Guipúzcoa, Melitón Manzanas, supuso el inicio de la vía militarista y terrorista.

A partir del Consejo de Guerra de Burgos, los hechos se aceleraron: los grupos nacionalistas intensificaron sus actividades políticas y culturales, y el régimen respondía con una represión que incrementaba el número de opositores. En 1971, ETA sufrió una importante escisión: se separaron los que tenían planteamientos más izquierdistas.

El 20 de diciembre de 1973, ETA asesinó a Carrero Blanco. En 1974, se produjo una nueva escisión en ETA, entre los partidarios de separar radicalmente las actividades políticas de las armadas y los que querían mantener la lucha armada bajo control de criterios políticos.

Hacia el Final del Franquismo

El ambiente de oposición y de deseos de acabar con el franquismo se extendió a grandes capas de la población: universidades, asociaciones de vecinos de barrios y pueblos. Las organizaciones de oposición al franquismo eran cada vez más visibles y parecían tener más apoyo, aunque un porcentaje bajísimo de la población se mantenía apartado de las luchas políticas, ya sea por miedo, desinterés o acomodo al régimen.

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