Impacto del Crack del 29 y la Gran Depresión: Causas, Consecuencias y Recuperación

El Crack del 29 y la Gran Depresión

Los inversores adquirían acciones no para obtener dividendos a medio o largo plazo, sino para venderlas en unos cuantos días. Fue tan grande el desazón inversor, que muchos compradores pidieron créditos para poder comprar acciones.

2.3 La crisis de superproducción

La prosperidad no benefició a todos por igual. Los campesinos fueron los primeros perjudicados, porque durante la guerra se habían endeudado para comprar nuevas tierras y máquinas y aumentar con ello la producción, que vendían a los países beligerantes.

Terminado el conflicto, las exportaciones disminuyeron y el mercado americano no podía absorber toda la producción. Ante el aumento de la oferta, los stocks se acumularon, los precios bajaron de manera acelerada y los agricultores no pudieron devolver los préstamos. Fue la ruina para miles de personas que perdieron las tierras, las máquinas y las casas. Muchos emigraron a las ciudades, donde la falta de trabajo les hundió en la marginalidad.

En la industria pasó algo similar. La producción creció más deprisa que el mercado y las fábricas producían más de lo que podían vender. La acumulación de stocks hizo bajar los precios y muchas empresas fallaron y cerraron las puertas. El paro obrero se fue extendiendo y, como la población tenía una capacidad de compra menor, el consumo disminuyó. Los felices años veinte estaban a punto de acabarse.

3.1 Del crack bursátil a la Gran Depresión

Muchos accionistas eran conscientes de que la cotización de las acciones era muy superior al valor real y que no continuarían subiendo. La desconfianza se extendió entre los inversores y el 24 de octubre de 1929 (jueves negro) una gran ola vendedora afectó a la Bolsa de Nueva York. De repente, todo el mundo quería vender sus acciones y nadie quería comprarlas. La gran oferta de acciones hizo que su valor se desplomara y desencadenó el crack bursátil de 1929. Muchos inversores se arruinaron y el pánico se extendió entre los ciudadanos, que acudieron a los bancos para retirar su dinero. Los bancos tuvieron que cerrar por falta de fondos, que a su vez, no pudieron cobrar los préstamos hechos a particulares y empresas arruinadas. El crack de la bolsa precipitó la quiebra de muchos bancos.

En pocos años, la crisis bursátil se extendió a gran parte de la industria, el comercio y la agricultura, y provocó una recesión económica generalizada (Gran Depresión). Ante la convicción de que se aproximaban tiempos difíciles, el consumo disminuyó y muchas fábricas cerraron porque no pudieron vender su producción. El número de desempleados aumentó a 13 millones en 1932 y muchas familias cayeron en la miseria y tuvieron que vivir de la caridad pública.

Desde los Estados Unidos, la crisis se propagó al resto del mundo, porque los bancos norteamericanos retiraron los capitales depositados en los bancos europeos y las empresas estadounidenses redujeron sus inversiones en estos países. Además, las importaciones estadounidenses cayeron en picado y eso supuso que el comercio mundial sufriera una gran recesión, lo que contribuyó a la difusión mundial de la crisis.

3.2 La lucha contra la crisis: el New Deal

En 1932, uno de los peores años de la Gran Depresión, ganó las elecciones un demócrata, Franklin D. Roosevelt, que proponía un nuevo programa para favorecer la recuperación económica y sacar al país de la crisis. Fue denominado New Deal (Nuevo Reparto) que defendía la intervención del Estado para reactivar la economía.

Las reformas económicas y sociales

Para frenar la caída de los precios y relanzar la actividad de las empresas, el New Deal propuso una serie de medidas económicas: ayudas a las empresas en dificultades, creación de empresas públicas en los sectores donde no había inversión privada y destrucción de los stocks agrícolas acumulados. Además, el Estado estableció un control sobre los bancos, con la obligación de facilitar préstamos con intereses bajos, para que los empresarios se decidieran a ampliar sus negocios o crear nuevos. Estas reformas económicas fueron acompañadas de un conjunto de reformas sociales. Para luchar contra el paro, el Estado impulsó la realización de un plan de obras públicas de gran alcance. Además, para aumentar la capacidad adquisitiva de los trabajadores, se favoreció una política de apoyo a los precios agrícolas y el aumento de los salarios, al tiempo que se reducía la jornada laboral a 40 horas semanales.

Todas estas medidas provocaron un relanzamiento de la economía estadounidense y un descenso importante de los desempleados. En 1934, la productividad alcanzó el nivel de 1929 y la renta nacional empezó a remontar después de cuatro años de un descenso continuado. A pesar de estas medidas, la crisis no se superó hasta el inicio de la Segunda Guerra Mundial, cuando las nuevas necesidades de rearme y de aprovisionamiento de los países contendientes convirtieron nuevamente a los Estados Unidos en el proveedor principal de los aliados en guerra.

4.1 Italia en la posguerra

El fin de la Gran Guerra dejó a Italia secuelas humanas y económicas muy graves: murieron 700.000 hombres, muchas industrias habían quedado inutilizadas y la deuda externa, ya muy elevada, había aumentado la inflación. Además, los acuerdos de paz supusieron una gran decepción, pues los aliados acordaron la entrega a Italia de Trentino, Trieste e Istria, pero no de la Dalmacia y Fiume, como había sido acordado en el Tratado de Londres (1915). Así empezó a difundirse la idea de que la participación italiana en la guerra había sido un engaño y el irredentismo (reivindicación de territorios habitados por italianos) fue ganando adeptos. A la crisis económica se añadió la inestabilidad política: los gobiernos de la monarquía no lograban una mayoría suficiente y entre 1919 y 1922 se sucedieron cinco gobiernos diferentes.

La crisis económica generó una fuerte tensión social. Al norte de Italia se desarrolló un movimiento huelguístico que a menudo presentó objetivos revolucionarios. Algunos campesinos ocuparon las tierras de los grandes propietarios y los obreros se apoderaron de las fábricas. Todos estos movimientos fueron reprimidos, pero el miedo al estallido de una revuelta social comenzó a asustar a las clases más conservadoras.

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