El Imperio de Carlos V y la Monarquía de Felipe II: Auge y Desafíos del Siglo XVI

El Imperio de Carlos V y la Monarquía de Felipe II

1. El Imperio de Carlos V. En 1517, Carlos I fue proclamado rey de la Monarquía Hispánica, cuyos territorios constituían solo una parte de la extensa herencia que había confluido en él. Tras la muerte de Isabel la Católica, su hija Juana fue nombrada reina de Castilla y su marido Felipe el Hermoso heredero de los territorios de Borgoña y del patrimonio de la Casa de Austria. Fruto de esa unión nació el príncipe Carlos. Pero la prematura muerte de Felipe y la incapacidad mental de Juana hicieron que Fernando el Católico fuera nombrado regente de Castilla en 1507, aunque el cargo fue desempeñado por el cardenal Cisneros. Finalmente, en 1516, Carlos I se hizo cargo del patrimonio de sus abuelos maternos. En 1519 fue proclamado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, con el nombre de Carlos V. El emperador fue un monarca cosmopolita y no dispuso ni de una capital fija ni de una residencia permanente. Sus posesiones fueron extensas pero también muy distantes y diversas, en unos tiempos en los que los medios de comunicación eran muy deficientes.

Los Conflictos Interiores: Comunidades y Germanías

El inicio del reinado de Carlos en sus posesiones hispanas estuvo lleno de dificultades y conflictos. Al llegar no hablaba castellano y venía acompañado por un numeroso grupo de cortesanos flamencos, que pronto obtuvieron cargos y rentas en la Corona castellana. Carlos solicitó dinero para costear los gastos que exigía la obtención de la dignidad imperial, que logró en 1519. La subida de impuestos derivó en la revuelta de las Comunidades en Castilla protagonizada por la pequeña nobleza, las capas medias y los sectores populares urbanos. Capitaneados por Bravo, Maldonado y Padilla, los comuneros reclamaron además el fin de la salida de la moneda castellana hacia otros territorios del Imperio, la protección de la industria textil castellana y la exclusión de los extranjeros de los grupos políticos. También exigían una monarquía menos autoritaria y un papel más destacado para las Cortes castellanas. El foco de la revuelta se localizó en ciudades como Toledo, Segovia, Madrid, etc. Tras la formación de la Santa Junta, la insurrección cobró un carácter cada vez más antiseñorial y los comuneros ofrecieron el trono a la reina Juana. Esto hizo que la alta nobleza terminara por unirse a la causa del emperador, al que también apoyaban las poderosas ciudades andaluzas. En la población vallisoletana de Villalar las tropas comuneras sufrieron una derrota decisiva en 1521, que terminó con la ejecución de sus líderes. Toledo resistió 9 meses más con María Pacheco al frente. En paralelo estalló la revuelta de las Germanías en territorios de Valencia y Mallorca. Se inició en 1519, cuando los artesanos y los comerciantes de las Germanías se hicieron con el control del gobierno municipal de Valencia después de que la nobleza y las autoridades de la ciudad la abandonasen por miedo a la peste; fue una revuelta de elevado contenido social. La revuelta se extendió y se radicalizó en el campo y la rebelión adquirió un fuerte carácter antiseñorial. Finalmente, las tropas imperiales y la nobleza local dominaron la situación, vencieron a los agermanados y castigaron a sus cabecillas.

2. La Política Exterior del Imperio. Para llevar a cabo la política exterior y conservar su patrimonio, Carlos V utilizó algunos de los instrumentos ya empleados por los Reyes Católicos; además contó con el recurso de los metales procedentes de América.

Las Guerras con Francia

El gran rival de Carlos V fue el rey de Francia, Francisco I, que había disputado con el monarca español el título de emperador y quería zafarse a toda costa del cerco al que le tenía sometido Carlos V desde sus posesiones peninsulares, flamencas e italianas. Para contrarrestarle, el monarca francés no dudó en aliarse con los otomanos, los piratas berberiscos y los príncipes alemanes. Por su parte, el emperador contó, por un tiempo, con la alianza de Inglaterra de Enrique VIII, mientras los estados italianos oscilaban a favor de uno u otro en función de sus intereses y circunstancias. Se sucedieron seis guerras contra Francia que tuvieron como campos de batalla la frontera pirenaica, Flandes y sobre todo los territorios italianos. Fue en la península italiana donde el emperador logró los más importantes éxitos militares, como la victoria de Pavía, en 1525. Finalmente, Carlos logró el control del estratégico ducado de Milán y el apoyo de Génova, lo que convirtió a España en la potencia hegemónica de la península itálica.

La Lucha contra los Turcos

El siglo XVI fue el periodo de máximo apogeo del Imperio Otomano. Bajo Solimán el Magnífico, los ejércitos turcos avanzaron sobre los Balcanes, e incluso asediaron la ciudad de Viena, aunque las fuerzas imperiales lograron salvar la capital de los Habsburgo en 1529.

El Conflicto con los Protestantes

El inicio de la Reforma promovida por Lutero, en el Sacro Imperio Germánico, se convirtió en un peligroso reto para Carlos V, que se consideraba un defensor de la Cristiandad. Aunque en principio intentó una política conciliadora y se mostró partidario de llegar a un compromiso entre protestantes y católicos. Pese a las presiones del emperador, la convocatoria de un concilio que recondujera la situación se retrasó demasiado. Finalmente, en 1545 se inició el Concilio de Trento, pero los protestantes ya habían roto con la Iglesia Católica. Las tropas de Carlos V derrotaron a los protestantes en Mühlberg (1547). Sin embargo, la victoria no supuso la restauración del catolicismo, ni el emperador pudo imponer su autoridad política. Al final Carlos V tuvo que firmar la Paz de Augsburgo (1555), por la que se reconocía oficialmente el protestantismo en el Imperio.

3. La Monarquía Hispánica de Felipe II. Carlos V decidió retirarse al monasterio cacereño de Yuste en 1556. Con su abdicación, el proyecto del ideal imperial quedó roto al repartir su herencia entre su hermano Fernando y su hijo Felipe II. En 1556 Felipe II ocupó el trono español tras la abdicación de su padre. Después de su estancia en Inglaterra como rey consorte y en Flandes regresó a la Península Ibérica. Al contrario que su padre, no tuvo una corte itinerante y fijó la capital en Madrid, en pleno centro de la península. Prefirió el trabajo burocrático. A pesar de las diferencias, Felipe II continuó las principales líneas maestras de la política de su padre. Luchó por mantener la hegemonía de los Austrias en Europa, para lo que tuvo que enfrentarse a viejos y nuevos enemigos aunque no descuidó el frente sur y empleó importantes recursos frente al Islam. Como su padre, se consideró protector de los católicos y por ello impulsó la Contrarreforma Católica.

Las Alteraciones Interiores

Felipe II tuvo que hacer frente a algunos conflictos dentro de la propia península. El primero fue conocido como la sublevación de las Alpujarras y tuvo un trasfondo religioso y estratégico. Los moriscos convertidos de forma dudosa al cristianismo, constituían una población no integrada y que seguía manteniendo, en gran parte, su cultura, su lengua y sus costumbres de origen musulmán. Además eran considerados colaboracionistas con los piratas berberiscos y posibles aliados de los turcos en caso de invasión de la península. La rebelión fue provocada por una orden real que intentaba prohibir los usos y costumbres tradicionales de la población morisca. El conflicto adquirió tintes muy violentos y fue necesaria la intervención del propio Don Juan de Austria, para sofocarla. Durante los años que duró la sublevación 1568-1570, los moriscos fueron diezmados y finalmente expulsados del antiguo reino de Granada, deportados y dispersados por la Corona castellana. Décadas más tarde, el reino de Aragón, planteó un grave problema al monarca. Las alteraciones de los años 1591 y 1592 estuvieron relacionadas con la figura del que había sido su secretario, Antonio Pérez, que estaba encarcelado desde 1579 por su participación en el asesinato de Escobedo, secretario de Don Juan de Austria. En 1591 consiguió huir a su tierra natal, Aragón. Allí se acogió a la protección del Justicia Mayor, Juan de Lanuza, que era la máxima autoridad judicial y que impidió el apresamiento de Antonio Pérez. Felipe II hizo intervenir a la Inquisición, único tribunal con jurisdicción en todos sus reinos, pero se introdujeron tumultos en Zaragoza, y Antonio Pérez logró huir a Francia. Allí el antiguo secretario de Felipe II contribuyó con sus escritos a difundir la leyenda negra sobre el monarca y la propia España. Las tropas del rey intervinieron y Juan de Lanuza fue ajusticiado. Finalmente, en las Cortes de Tarazona de 1592 quedaron restringidos algunos fueros aragoneses.

La Unión con Portugal

El sueño de unidad peninsular de los Reyes Católicos se hizo realidad cuando Felipe II ocupó el trono portugués en 1580. En 1578 el rey portugués Sebastián I murió en una expedición al norte de África. El soberano español, como sobrino legítimo del rey portugués Juan III, reclamó el trono frente al otro pretendiente. En 1581 las Cortes de Tomar reconocieron a Felipe II como rey de Portugal. El monarca español supo ganarse a la clase dirigente portuguesa prometiendo respetar las instituciones y la autonomía de Portugal, además se comprometió a que todos los asuntos del país fueran gestionados por portugueses.

4. La Política Exterior.

La Lucha en el Mediterráneo

Los inicios del reinado de Felipe II coincidieron con el rebrote de los ataques turcos en las costas mediterráneas. La conquista de Chipre y Túnez supuso un fuerte avance del poder otomano, que llegó a amenazar la isla de Malta, punto estratégico del comercio marítimo de la época. En estas circunstancias el Papa Pío V aglutinó una coalición, la Liga Santa, junto con Venecia y España. Una enorme flota, al mando de Don Juan de Austria, logró una espectacular victoria en Lepanto (1571) que estabilizó la situación en el Mediterráneo.

La Rebelión de Flandes

Los Países Bajos formaban parte del patrimonio de Felipe II; era un territorio próspero y a la vez una base estratégica en el corazón de Europa. Sin embargo, en 1566 estallaron una serie de motines que degeneraron en una guerra que se prolongó durante 80 años (1568-1648). Entre las causas del conflicto incidió la penetración del calvinismo, rama del movimiento reformista que se difundió con empuje en las provincias del norte de los Países Bajos, sobre todo en Holanda. Detrás de la rebelión también se descubren causas políticas: – Alejamiento del rey de estos territorios. – Constante pérdida del poder de la alta nobleza flamenca. – Aumento del malestar ante las crecientes cargas fiscales. Ni la política represiva del duque de Alba, ni la conciliadora de Don Juan de Austria lograron detener la rebelión, que se afianzó en los territorios más septentrionales. Los holandeses consiguieron detener las sucesivas ofensivas de los tercios españoles. A partir de 1578, Alejandro Farnesio, nuevo gobernante de los Países Bajos, logró atraer a la causa española a la nobleza y población católica. Se constituyó la Unión de Arras frente a los calvinistas de la Unión de Utrecht, que terminarían por constituir las Provincias Unidas, independientes del Imperio español de Felipe II.

El Conflicto en el Atlántico

El conflicto en Flandes terminó por involucrar a la anglicana Inglaterra, gobernada por Isabel I. Los corsarios ingleses obstaculizaron el comercio entre España y América, a la vez que la reina apoyaba y financiaba a los holandeses en su guerra contra España. Ante esto, Felipe II decidió invadir Inglaterra, pero el fracaso de la Gran Armada en 1588 terminó con esos planes. Al final de su reinado, Felipe II apoyó la causa católica en la guerra civil francesa ante la posibilidad de que un hugonote. Finalmente, la conversión de Enrique al catolicismo facilitó la firma de la Paz de Vervins entre Francia y España en 1598.

6. Economía y Sociedad en el Siglo XVI. En el siglo XVI fue un periodo de expansión económica impulsada por un crecimiento de la población.

La Expansión Económica

Las actividades artesanales alcanzaron un importante incremento a principios del s. XVI debido al aumento de población y a la apertura del mercado americano. Pero el encarecimiento de las materias primas, la alta presión fiscal y la competencia provocada por los productos extranjeros provocaron un declive de estas actividades. Las ferias tradicionales entraron en declive: mientras, los banqueros alemanes y genoveses controlaban los préstamos concedidos a los monarcas, que en algunas ocasiones, debido a la falta de dinero, se vieron obligados a declarar la bancarrota o suspensión de pagos.

La Hidalguización de la Sociedad

Aunque la nobleza había perdido parte de su poder político seguía constituyendo el 1er estamento de la sociedad. Conservaba su poder económico fundamentado en la posesión de grandes señoríos jurisdiccionales y en los mayorazgos. Los nobles continuaron ejerciendo influencia en el gobierno porque se les confiaba los cargos importantes en la administración. Poco a poco la nobleza se fue haciendo palatina y cortesana, ordenada en diferentes rangos. Todos los nobles mantuvieron un estatuto jurídico privilegiado al igual que el clero, frente a los no privilegiados o pecheros. El privilegio significaba que gozaban de exenciones tributarias y de inmunidad en materias civiles, penales y procesales. La condición nobiliaria se consideró incompatible con el ejercicio de determinadas profesiones calificadas como viles, fundamentalmente las artesanales y comerciales, lo que supuso su desprestigio social. Por estas circunstancias, los comerciantes y artesanos que se enriquecían con el esfuerzo de su trabajo intentaron acceder a la condición de hidalgos, incluso comprando títulos. Este prestigio del privilegio y de lo hidalgo constituyó una obsesión de la sociedad de la época, como también lo fue el empeño por la limpieza de sangre, por la que todos los grupos sociales trataban de demostrar que eran cristianos viejos, y que entre sus antepasados no había sangre musulmana o judía.

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