Nuevas Potencias Imperialistas: Expansión de EE.UU. y Japón

Nuevas Potencias Imperialistas

4.1. El imperialismo de Estados Unidos

El imperialismo estadounidense es consecuencia de las políticas proteccionistas que ponen dificultades arancelarias a la exportación de los productos americanos, difundiendo el convencimiento de que era necesario establecer relaciones privilegiadas con áreas para poder asegurar sus futuros mercados y desde donde practicar una política de expansión.

En Estados Unidos, al igual que en Europa, el imperialismo se sustentó sobre unas bases ideológicas que lo justificaban. La aplicación de la teoría de la supervivencia de las especies de Charles Darwin a las sociedades (darwinismo social), alcanzó una notable difusión, extendiendo la idea de que Estados Unidos debía competir encarecidamente con otras naciones para sobrevivir en el contexto internacional. La opinión mayoritaria defendió que el continente americano era espacio natural de expansión y que Estados Unidos podía y debía intervenir en cualquier lugar para defender sus intereses (doctrina Monroe). De este modo, la política expansionista de EEUU se orientó hacia el Caribe y el centro y sur del continente americano. También inició su penetración en el Océano Pacífico, con el objetivo de situar en sus islas unas bases navales que protegieran la ruta hacia los mercados potenciales de Asia.

El colonialismo americano, a diferencia del europeo y japonés, no se caracterizó por la conquista territorial y la imposición de una administración metropolitana, sino por la injerencia en los asuntos internos de los países y la sumisión económica de los gobiernos autóctonos a sus intereses (neocolonialismo).

La guerra contra España en 1898, a propósito de Cuba y Filipinas, ejemplifica esta política. Tras la declaración de independencia de la primera, EEUU aprobó en 1903 su derecho de establecer una base naval en la isla y a intervenir de cualquier forma para preservar la independencia de Cuba, la protección de la vida, la propiedad y la libertad individual.

4.2. El expansionismo japonés

La revolución de Meiji (1866-1869) terminó con el feudalismo e inició el proceso de modernización económica en Japón. El estado fue el principal impulsor del desarrollo económico con el objetivo de convertir a Japón en una potencia industrial similar a los países más desarrollados de Europa. El crecimiento económico y la modernización social convirtieron al país en una potencia imperialista. Los sucesivos gobiernos orientaron el expansionismo hacia la ribera asiática del Pacífico con el fin de abastecerse de alimentos para su creciente población y de las materias primas para su industria textil, pero también con el propósito de defenderse de China y Rusia. Corea y Manchuria se convirtieron en los principales objetivos del expansionismo japonés. En 1876 Japón intervino en la península de Corea, con lo cual consiguió provocar una guerra contra China. La victoria de Japón se tradujo en su control de varios objetivos que tenía.

El expansionismo nipón se enfrentó con los rusos en Manchuria. En 1905, declaró la guerra a la Rusia zarista y derrotó a su ejército, lo que le permitió consolidar el dominio sobre Corea y el sur de Manchuria. Con esto, Japón se consolidó como una potencia imperialista igualada a las occidentales.

5. La organización de los imperios coloniales

5.1. La administración colonial

La metrópolis creó sistemas específicos de gobierno y administración para los territorios coloniales. Dependiendo del tipo de poblamiento, podemos distinguir dos tipos diferentes de colonias:

  • Las colonias de explotación, con poca población emigrada, se centraban en la explotación económica.
  • Las colonias de poblamiento, con importantes contingentes de población europea emigrada.

Las colonias, según el tipo de gobierno impuesto por la metrópoli, se dividieron en:

  • Las colonias que dependían directamente de la administración metropolitana, que ejercía una política de ocupación dirigida por un gobernador.
  • Los protectorados, donde teóricamente se mantenía un gobierno indígena, pero la metrópoli creaba un gobierno paralelo que ejercía las funciones de defensa y política exterior.
  • Los dominios, donde la minoría blanca disponía de un gobierno y un sistema parlamentario propios, aunque mantenían relaciones de dependencia con la metrópoli.
  • Los mandatos, que nacieron para administrar los territorios dependientes de las potencias perdedoras en la Primera Guerra Mundial.

5.2. El dominio de los pueblos colonizados

Los territorios colonizados sufrieron un profundo impacto que trastocó el modo de vida de los pueblos indígenas. Desde el punto de vista económico, la situación empeoró para la mayoría de la población indígena; se le expropiaron las tierras y se establecieron plantaciones. En el orden demográfico, se redujo la mortalidad y aumentó la población, lo que rompió el equilibrio población-recursos. En algunos lugares, la brutal explotación de los indígenas hizo que descendiera la población. La estructura social también cambió. Los grupos étnicos fueron divididos o unidos de manera artificial. En el ámbito cultural, las costumbres autóctonas, de tradición oral y sin elaboraciones teóricas, no ofrecieron resistencia al impacto de la cultura occidental, que los hizo perder una buena parte de su identidad y perturbó sus creencias y tradiciones. Se extendieron las lenguas, las creencias y los modos de vida occidentales, además del cristianismo. Todo esto ocurrió sobre todo en el continente africano.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *