Unión de Aragón y Condado de Barcelona: Nacimiento de la Corona de Aragón

La Formación de la Corona de Aragón

Ramiro II y la Unión con el Condado de Barcelona

Ramiro II (1134-1137) se enfocó en asegurar el futuro de su dinastía. Para ello, contrajo matrimonio con Inés de Poitiers con el objetivo de engendrar un heredero para el reino. Mientras tanto, en Roma, la Santa Sede defendía los derechos de las órdenes militares. Inocencio II ordenó a Alfonso VII y a los demás príncipes peninsulares que acataran las disposiciones del difunto rey de Aragón. El nacimiento de Petronila abrió nuevas posibilidades. Alfonso VII y Ramiro II firmaron la paz en 1136 y acordaron el matrimonio de la niña con el heredero castellano, el futuro Sancho III. Al mismo tiempo, el rey de Castilla cedió en vasallaje el reino de Zaragoza a Ramiro. Sin embargo, la intervención de la Santa Sede, que exigía el cumplimiento del testamento de Alfonso I y la herencia a favor de las Órdenes Militares, llevó a la búsqueda de una nueva solución: el matrimonio de Petronila con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, un Templario, quien recibiría de las Órdenes Militares el depósito de sus derechos y se encargaría de las compensaciones económicas.

A pesar de la gran diferencia de edad, ya que Petronila tenía solo dos años, se celebraron solemnes esponsales en Barbastro en 1137. El 13 de noviembre de ese mismo año, Ramiro II dejó el gobierno. Petronila se convirtió en reina, pero la potestad regia recayó en Ramón Berenguer, quien llegó a un acuerdo con las Órdenes Militares. Entre 1140 y 1143, estas cedieron sus derechos al conde de Barcelona. Finalmente, el Papa Adriano IV confirmó al conde la posesión de los territorios legados por Alfonso I a las Órdenes Militares.

Ramón Berenguer IV: Expansión y Consolidación

Ramón Berenguer IV no adoptó el título de rey, sino el de príncipe. Al frente de la confederación aragonesa, siguió las directrices de sus antecesores. Por un lado, continuó la conquista y repoblación de las tierras arrebatadas a los musulmanes. Por otro, mantuvo e incrementó los derechos catalanes y aragoneses en el sur de Francia. En 1145, se reunió con Alfonso VII y García Ramírez de Navarra en San Esteban de Gormaz para establecer una colaboración en la lucha contra el Islam. Esta colaboración se reflejó en la participación de tropas aragonesas y catalanas en la conquista de Almería por Alfonso VII en 1147. También fue una operación conjunta la que permitió a Ramón Berenguer ocupar Tortosa en 1148, completando el dominio de la desembocadura del Ebro. Al año siguiente, Lérida, Fraga y Mequinenza se incorporaron a los dominios catalano-aragoneses. Tras la muerte del navarro García Ramírez en 1151, Alfonso VII y Ramón Berenguer IV decidieron combatir al pequeño núcleo pirenaico. En Tudilén (Navarra) acordaron el reparto. En el acuerdo, conocido como Pacto de Tudilén, no solo se hacía referencia a Navarra, sino que Alfonso VII reconocía a Ramón Berenguer IV y a sus sucesores el derecho a conquistar los territorios musulmanes de Valencia, Denia y Murcia, aunque sujetos al vasallaje castellano.

Alfonso II: El Primer Rey de la Corona de Aragón

La línea política de Ramón Berenguer IV fue seguida por su hijo, Alfonso II (1152-1196), quien, como rey de Aragón y conde de Barcelona, atendió tanto los asuntos peninsulares aragoneses como los ultrapirenaicos catalanes. En la Península, prosiguió el avance aragonés hacia el sur, llegando más allá de Teruel, ciudad que fundó. Participó en la conquista de Cuenca en 1177 junto a Alfonso VIII de Castilla, quien, en agradecimiento, levantó la dependencia vasallática del reino de Zaragoza. Poco después, ambos reyes firmaron el Tratado de Cazorla en 1179, por el que se repartían los dominios navarros y musulmanes. Alfonso II renunció a la conquista de Murcia, que le correspondía por el tratado de Tudilén, en favor de Castilla. Sin embargo, estas buenas relaciones se rompieron cuando el rey aragonés se unió a la coalición contra Alfonso VIII, que fue disuelta por la intervención papal.

Alfonso II es una figura clave porque fue el primero en unir los territorios de Aragón con el condado de Barcelona, sentando las bases de la futura Corona de Aragón. Tuvo que desarrollar proyectos políticos distintos para ambos territorios: la expansión aragonesa en la península y, al mismo tiempo, la consolidación de la hegemonía del condado de Barcelona sobre los restantes condados catalanes, incorporando Provenza y otros condados a su dominio.

Pedro II: La Cruzada Albigense y la Batalla de Muret

Tras la muerte de Alfonso II, le sucedió en el trono Pedro II (1198-1213). Completó la reconquista de Aragón, llegando hasta Rubielos de Mora en 1204 y Castelfabib en 1210. En esos años, consolidó el dominio aragonés con la adquisición de los condados de Montpellier en 1204 y Urgel en 1205. En 1212, participó en la victoriosa batalla de las Navas de Tolosa. Nada hacía presagiar su trágico final. Pedro II murió en una oscura lucha defendiendo, en apariencia, a los herejes albigenses frente a los cruzados de Simón de Monfort.

En 1204, Pedro II viajó a Roma para renovar el vasallaje a la Santa Sede y recibir la corona de manos de Inocencio III. Aprovechó la ocasión para ofrecerse al Papa y defender la ortodoxia frente a la herejía. Sin embargo, los cruzados, liderados por Simón de Monfort, habían iniciado su camino. Pedro II se encontró ante una difícil disyuntiva: defender a sus vasallos y combatir a los cruzados significaba faltar a las promesas hechas a Inocencio III en 1204; consentir su triunfo era aceptar el dominio de la Francia Septentrional sobre Occitania. Las vacilaciones del soberano permitieron a los cruzados tomar al asalto Béziers y rendir Carcasona en 1209, cometiendo terribles violencias en ambas poblaciones. En las vistas de Montpellier en 1211, Pedro intentó negociar, aceptando la usurpación de dominios de su familia y prometiendo casar a su hijo Jaime con una hija de Simón de Monfort, quien quedaría bajo la custodia de su futuro suegro. Todo fue inútil. Tras fracasar una nueva negociación con el jefe de los cruzados y el legado papal, Pedro II declaró la guerra. Con sus fuerzas catalanas, provenzales y tolosanas, fue derrotado en Muret el 11 de septiembre de 1213, donde encontró la muerte.

Pedro II se enfrentó a una terrible disyuntiva al final de su vida: la defensa de sus súbditos o desafiar al Papa. Eligió la primera opción, ya que el rey de Francia, bajo la excusa de la Cruzada, pretendía hacerse con el dominio catalán ultrapirenaico. Sin embargo, al final tuvo que acudir con un reducido ejército catalán, debido a que la nobleza catalana se negó a prestarle su apoyo, siendo derrotado y muerto en el campo de batalla.

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