Gobierno y Administración en la América Hispana (Carlos I y Felipe II)
La administración de Indias se ejerció autoritariamente, bien desde la Península (a través de instituciones como la Casa de Contratación -que recibía los impuestos recaudados en América y controlaba las entradas y salidas de personas y productos- y el Consejo de Indias) o bien por representantes de la metrópoli en América (virreyes, gobernadores, audiencias y cabildos). Hasta el siglo XVIII hubo dos virreinatos: Nueva España y Perú. El virrey tenía en sus manos todos los poderes. La iglesia indiana dependía de los reyes de España en cuestiones de organización. La Inquisición también actuó en la América hispana.
Durante el reinado de los Borbones se crearon dos nuevos virreinatos: Nueva Granada y Río de la Plata. Funcionarios encargados de la recaudación de impuestos y de controlar a los gobernantes americanos fueron los intendentes. El objetivo de la administración durante este período fue defender Hispanoamérica de los ataques extranjeros, y evitar la corrupción administrativa. Los criollos (españoles nacidos en América) fueron exigiendo mayor participación en el gobierno, lo cual sería el germen del futuro movimiento independentista.
El comercio con América era monopolio sevillano (posteriormente, éste se trasladó a Cádiz). A finales del siglo XVIII, se permitió el libre comercio entre los puertos indianos y los peninsulares. Los viajes a América se organizaron mediante un eficaz sistema de flotas, fuertemente escoltado.
Impacto de América en España
El descubrimiento, conquista y colonización de América produjo en España una profunda transformación, que marcaría nuestra historia durante trescientos años. La mayor parte del oro y la plata obtenida en América se destinó al mantenimiento del Imperio español. La enorme afluencia de metales preciosos produjo un espectacular aumento de los precios en la Península. Además, la administración de un territorio tan vasto como el americano exigió a los españoles un esfuerzo de organización política, económica e institucional. La metrópoli gastó grandes cantidades de dinero en la defensa de Hispanoamérica.
Mitos como el de El Dorado influyeron enormemente en los conquistadores españoles. A la hora de establecerse en América, los emigrantes españoles ocuparon las tierras que ya tenían grandes concentraciones demográficas en la época precolombina (México y Perú). Si bien el mestizaje fue intenso en América, la mayoría de los mestizos no emigró a la Península.
De América llegaron productos agrícolas hasta entonces desconocidos, como la patata, el maíz, el cacao, el tabaco, el tomate o el cacahuete. Muchos de estos cultivos se aclimataron bien a Europa. La demanda americana de prendas de vestir estimuló la industria textil peninsular. La necesidad de mercurio
El Imperio de Carlos V: Comunidades y Germanías
A la muerte de Fernando el Católico, el hijo de Felipe el Hermoso y Juana I (Carlos) es proclamado rey de Castilla y Aragón. Con él se inicia la dinastía de los Austrias. En 1519, es nombrado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, frente a la candidatura de Francisco I de Francia. Carlos V recibió una herencia territorial inmensa. De sus abuelos castellanos heredó el reino de Nápoles y Sicilia, Navarra, Aragón, Castilla y las Indias. De Maximiliano de Austria, heredó Flandes y el Franco Condado. Además, como emperador, gobernó sobre los príncipes alemanes. Carlos V reinó siguiendo la idea del imperio cristiano universal: un emperador tendría preeminencia sobre el conjunto de reyes cristianos de Europa, y sería el abanderado en la lucha contra la herejía, especialmente la luterana y la calvinista.
Rivalidades de Carlos V
- Rivalidad con Francia
- Lucha contra los turcos otomanos
- Problema luterano
Revuelta de las Comunidades
Al poco de iniciar su reinado, estallaron las revueltas de las Comunidades y las Germanías. La revuelta comunera fue un movimiento castellano y ciudadano, que criticaba los elevados impuestos que tenían que pagar los burgueses (pertenecientes sobre todo al sector textil), la concesión de cargos a los extranjeros, y los apoyos dados por la monarquía a la nobleza en la ganadería y el comercio de la lana. El movimiento tuvo su centro en Segovia, pero se extendió por toda Castilla. La aristocracia y el clero apoyaron al emperador, que logró atraer a su causa a importantes ciudades (Burgos, Valladolid, Sevilla …), lo que debilitó la causa comunera. Los enfrentamientos entre comuneros y realistas terminaron en la batalla de Villalar, tras la cual los líderes de la revuelta (Padilla, Bravo y Maldonado) fueron ejecutados.
Revuelta de las Germanías
La revuelta de las Germanías se centró en Valencia y Mallorca. Las causas fueron el malestar provocado por la injerencia del monarca en los fueros municipales, la exclusión de los artesanos de las funciones públicas, y la precaria situación económica. La revuelta fue violenta, y los ejércitos reales tuvieron que emplearse a fondo para sofocar el levantamiento. En Mallorca, la rebelión se dirigió contra los nobles y los eclesiásticos.
La Monarquía Hispánica de Felipe II y la Unidad Ibérica
Carlos V abdicó en su hijo Felipe II en 1555, y le hizo heredero de Castilla, Navarra, Aragón, los Países Bajos, Milán, Nápoles, Sicilia y las Indias. Felipe II no llevó el título de emperador. Heredó de su padre las tres rivalidades fundamentales en el exterior (franceses, turcos y luteranos), a la que se añadió una cuarta, Inglaterra. El rey se creyó en la obligación de defender ante todo la religión católica en Europa, interviniendo en la política interior francesa a favor del bando católico, luchando contra los musulmanes (fue sonada la victoria de Lepanto), y reprimiendo los brotes de herejía allí donde surgiesen, especialmente en los Países Bajos, territorio al que el monarca dedicó enormes recursos financieros y humanos para su pacificación. También intentó acabar con Isabel I de Inglaterra (protestante anglicana), pero la Armada Invencible fue derrotada. No dudó en reprimir la revuelta morisca en las Alpujarras.
El rey fijó su residencia en el Monasterio de El Escorial, cuya construcción promovió. Le gustaba despachar personalmente todos los asuntos, lo que ralentizaba mucho la toma de decisiones. Existían varios Consejos, y al rey le ayudaba un secretario. Antonio Pérez fue uno de ellos, pero perdió el favor del monarca y fue perseguido.
Unión de las Coronas Española y Portuguesa
Durante el reinado de Felipe II, se consumó la unión de las coronas española y portuguesa. A la muerte del rey Sebastián (1578), el trono pasó a su anciano hermano Enrique, que muere en 1580 sin herederos. Felipe II, por ser hijo de Isabel (esposa de Carlos V) y nieto de Manuel I de Portugal, tenía derechos legítimos al trono portugués, y su candidatura fue apoyada por la nobleza y la burguesía mercantil. Sin embargo, otro nieto de Manuel I (Antonio) obtuvo el respaldo de la ciudad de Lisboa y de otras muchas ciudades, y se proclamó rey. Los dos bandos entraron en conflicto. Fernando Álvarez de Toledo (duque de Alba) venció a Antonio. Éste huye, y logra el apoyo de Francia. Sin embargo, Álvaro de Bazán le derrota definitivamente. En 1581, Felipe II fue reconocido como rey por las Cortes de Tomar, comprometiéndose a respetar la autonomía política de Portugal, y a nombrar sólo funcionarios portugueses. Se planteó incluso trasladar la corte a Lisboa, ciudad en la que el rey permaneció dos años. La anexión (que duró sesenta años) significó la unión de dos enormes imperios. Las posesiones portuguesas en Brasil, África y Asia pasaron al Imperio de Felipe II. Un imperio en donde nunca se ponía el sol.