Impacto de la Guerra Colonial en España y su Desenlace en 1898

Tema 7: Guerra Colonial y Crisis del 98. 1. Introducción Del inmenso imperio que tenía España a principios del siglo XIX, solo le quedaban las islas de Cuba, Puerto Rico, el archipiélago de Filipinas, los conjuntos de islas de Carolinas, Marianas y Palaos en el océano Pacífico. Pronto, ninguna permanecería bajo dominio español. Estos últimos archipiélagos, conquistados en el siglo XVI, eran islas apartadas que estaban al margen de toda colonización. Sin embargo, en 1881, parte de sus habitantes habían perdido la presencia de alguna autoridad, sin conseguir que su demanda fuera atendida, por lo que la renovaron en 1885. En esta ocasión, los poderes españoles se mostraron dispuestos a instalar una pequeña administración político-militar en Yap, que asumiese funciones de soberanía. En ese instante, Alemania anunció el desembarco de algunos marinos suyos, que tomaron posesión de esos territorios, juzgados libres de soberanía efectiva. Al propagarse la noticia de lo que apareció como una agresión abierta contra históricos derechos españoles, se produjeron tantas multitudinarias manifestaciones en Madrid durante el mes de agosto que en septiembre se llegó a pensar en una guerra con Alemania. El desenlace fue sensato, ya que se recurrió al Papa León XIII, que pronunció un laudo que reconocía la soberanía española, aunque se reconocía la libertad de comercio con Alemania. Catorce años más tarde, pasaron a su posesión por venta. 2. La Guerra de Cuba El otro conjunto colonial estaba formado por Cuba y Puerto Rico, cuya economía se basaba en la agricultura de exportación (tabaco y azúcar), que España cargaba con grandes aranceles. Se produjeron dos factores que llevaron a cabo la crisis colonial. Por un lado, tenemos el factor interno: Puerto Rico tenía autonomía desde 1872, la esclavitud había sido abolida, y la dominación española era más efectiva, pues se ejercía a través de una élite económica poderosa que podría controlar los movimientos emancipadores. Cuba servía de plataforma para la conquista de México, base de defensa de Indias Occidentales y escala de convoyes comerciales. Hacia 1850, era la primera productora mundial de caña de azúcar, aunque la industria estaba en manos de ricos acendados que, temiendo un proceso de independencia, pudieran poner en peligro su industria, por lo que empujaron para mantenerse fieles a España. Sin embargo, a mediados del siglo XIX, cambió la situación. En Cuba se produjo un conflicto de intereses entre los ricos cubanos y la metrópoli, que querían abrir el comercio para encontrar productos más baratos y mejores, y la metrópoli que imponía grandes medidas proteccionistas basadas en los aranceles. Estaban las diferencias raciales (blanco, criollo y negro) y sociales, ya que el cubano tenía menos derechos políticos que el español. – A esto se suma que los intereses de la clase dominante se vieron amenazados por medidas abolicionistas de la trata y esclavitud, que España empezó a tomar empujadas desde Europa. – A esto se suma la crisis económica que embargó la isla, por su condición de monocultivo (caída de los precios del azúcar de remolacha europea que deja en desventaja a la cubana, fluctuaciones del mercado americano que era su principal comprador). Todo esto se condensa en 1869, cuando se produjo en Cuba el llamado Grito de Yara, donde Céspedes inicia la Guerra Larga (1868-1878). España fue incapaz de resolver la insurrección y los problemas que se estaban originando en la isla, ya que estaba ocupada con el inicio de la Tercera Guerra Carlista y los vaivenes del Sexenio Democrático no ayudaron precisamente. Con la llegada de Alfonso XII, el gobierno redobló sus esfuerzos. Martínez Campos fue enviado con 100,000 soldados y se firmó la Paz de Zanjón en 1878, que abolía la esclavitud e introducía una serie de reformas administrativas, reformas y autonomía. Pero al no llegar estas promesas, en 1879-1880 se produjo la Guerra Chiquita. La mayoría de los cubanos esperaban que las autoridades españolas atendieran a sus peticiones. Sin embargo, la presión en contra de dicho aperturismo, llevada a cabo por grandes propietarios, negreros y comerciantes peninsulares, hizo que el gobierno las ignorara. Solo en 1888, el gobierno del Partido Liberal de Sagasta abolió la esclavitud e intentó reformar el estatuto colonial cubano en 1893, algo que impidieron los inmovilistas en España. Dos grandes partidos: – Partido Autonomista (cubanos no independentistas que pedían reformas) – Unión Constitucional (peninsulares instalados en la isla que deseaban que todo siguiera igual). Pero el malestar seguía latente, a punto de aflorar los deseos de independentismo por encima del autonomismo. La ley de 1882 había protegido el mercado antillano de las importaciones foráneas, lo que favoreció a los industriales del textil catalán. Cuando se elevan las tarifas arancelarias por parte del gobierno conservador de España en 1891, la fuerte subida de impuestos referida provocó el rechazo de estas uniones, potencia emergente que acaparaba el mercado de azúcar y tabaco cubano, muy afectadas por las tasas españolas. William McKinley, presidente estadounidense, amenazó con adquirir esos productos en otros países si no se modificaba la política arancelaria isleña. En este contexto, el intelectual José Martí funda en 1892-1893 el Partido Revolucionario Cubano, al que se unen conocidos caudillos mambises como Máximo Gómez, Antonio Maceo y Calixto García, y que es apoyado por EE.UU. 2.1. Levantamiento contra España El factor externo va ligado al expansionismo imperialista americano desde 1870, primero de su propio espacio interno y luego exterior, basado en buscar zonas estratégicas para el comercio en las que colocar el exceso de producción e invertir el capital. Esta política económica era apoyada ideológicamente por la Doctrina Monroe en 1823, que bajo el lema «América para los americanos», junto con la doctrina del destino manifiesto de 1906 y su culminación posterior en el Corolario Roosevelt, abogaba por la libertad e independencia de los países del continente, aunque aplicaba la política del garrote en aquellos que eran su patio trasero. En 1898, los jingoístas solicitan nuevos territorios. Esta política encontró su máximo exponente en las pequeñas repúblicas del Caribe: República Dominicana, Haití, Nicaragua, Panamá, unía el mar Caribe con el Pacífico, por lo que su interés por Cuba aumentó. En estos países, los intereses de las grandes compañías estadounidenses fueron protegidos por la intervención directa, incluyendo la militar, en la formación de gobiernos o en la gestión de asuntos económicos, dando lugar a la diplomacia del dólar. El colonialismo americano se basaba en la injerencia política y en la sumisión económica de los gobiernos autóctonos a su interés. El 24 de febrero de 1895, el Grito de Baire da comienzo a una nueva insurrección en la parte oriental de la isla, siguiendo las ideas expuestas por Martí en el llamado Manifiesto de Montecristi, propagándose rápidamente por toda la colonia. Se inicia así la Guerra Hispano-Cubana. Cánovas del Castillo manda al ejército dirigido por el general Arsenio Martínez Campos, partidario de acompañar la acción militar con una política de conciliación. La escasa preparación y mal equipamiento del ejército, el carácter de guerrilla del conflicto y las numerosas enfermedades tropicales a las que los españoles tuvieron que hacer frente, provocaron que fracasara la labor del general. Fue sustituido por Valeriano Weyler y Nicolau, militar mallorquín de gran prestigio que cambió la estrategia española, con una férrea represión apoyada en el numeroso ejército que se envió a la isla. Pronto logró triunfos militares importantes, pero, para evitar la ayuda que le prestaba la población rural a los insurgentes, ordenó la reconcentración de los rurales en zonas restringidas, las trochas que dividían la isla en tres con gran cantidad de torres de defensa. Esta práctica de guerra provocó una gran mortandad en los mismos a causa de las condiciones infrahumanas a las que se sometían y la falta de alimentos. Esta política dio una mala imagen al exterior de la actuación española en Cuba. La prensa amarilla norteamericana exageró los ya de por sí macabros datos, preparando el apoyo de la población civil ante la posible entrada de esta unión en la guerra. Mientras tanto, en Filipinas, donde, tras su conquista por Miguel López de Legazpi en 1565, España poseía órdenes religiosas y utilizaba la isla como nexo común con Asia para el comercio con América. Desde 1892 se estaba fraguando el nacionalismo, a partir de la fundación de la Liga Filipina, por parte de José Rizal, y de la organización clandestina Katipunan. Desde 1896, la burguesía mestiza comenzó la insurrección encabezada por Emilio Aguinaldo en la provincia de Manila, siendo duramente reprimida por el general Camilo García. Este fue sustituido por Fernando Primo de Rivera, tío de Miguel Primo de Rivera, que pacificó la revuelta en 1897, siendo Rizal ajusticiado. El asesinato de Cánovas en Mondragón hará que llegue al poder, una vez más, Sagasta, que, preocupado ante la imagen que proyecta España al exterior y, sobre todo, ante la intervención estadounidense, sustituye a Weyler. Toma el mando el general Ramón Blanco, muy intransigente. Sagasta concede una serie de medidas para intentar convencer a los cubanos de que permanezcan bajo soberanía española. Sin embargo, ya era demasiado tarde y los insurrectos la rechazaron, pues contaban con la ayuda de Estados Unidos, que les facilitaba armas. La pretensión de EE.UU. era anexionarse Cuba y, después de los fracasados intentos por comprarla por 300 millones de dólares, eligió la guerra. La entrada oficial de EE.UU. en el conflicto era cuestión de tiempo. Hacía falta un casus belli, y este se produjo en febrero de 1898, cuando el acorazado norteamericano Maine, estaba atracado en la bahía de La Habana, provocando 266 víctimas mortales. La versión oficial de EE.UU. fue que fue volado por los españoles, algo poco creíble, ya que a España no le interesaba que EE.UU., militarmente muy superiores, entraran en la guerra. Las últimas investigaciones apuntan a que el episodio se produjo de manera accidental, por la explosión junto a la Santa Bárbara de la nave. El 30 de abril de 1898, EE.UU. presenta un ultimátum para que España renunciase a la soberanía y retirase las fuerzas militares. Se da la declaración de guerra. ¿Por qué no aceptó España? Porque entregarla sin luchar iba contra la propia idea de nación y la monarquía podría caer, ya que podría provocar una rebelión de los republicanos y carlistas. La Guerra Hispano-Norteamericana se considera el primer conflicto relámpago de la historia. Con respecto a Filipinas, España también entró en la guerra, pero la superioridad estadounidense por mar hizo posible la derrota en Cavite del general Patricio Montojo frente al comodoro George Dewey. La flota española perdió todos sus barcos, al parecer porque los propios españoles los hundieron para evitar ser apresados por los americanos. En la batalla de Cuba, el almirante Pascual Cervera refugió a su flota en la bahía de Santiago, pues era consciente de la absoluta superioridad que los estadounidenses, comandados por Sampson, poseían a mar abierto. Esta se colocó bloqueando la salida de la bahía; los españoles tenían un mes de víveres y recibían presiones para salir de su refugio. Cervera se resistía. Sin embargo, recibió un telegrama del capitán general Blanco, desde La Habana, ordenándole que saliera de la bahía ante la inminente conquista de Santiago por parte de tropas americanas. Por lo que, tras más de un mes, la flota salió de la bocana del puerto a plena luz del día y comenzó una batalla muy desigual. Los americanos perdieron a un soldado y dos resultaron heridos, mientras que España tuvo 371 bajas, 6 barcos y más de 1600 prisioneros. A fin de ese mes, EE.UU. entra en Puerto Rico. Tras ese desastre, España pide un armisticio el 12 de agosto y firma un protocolo previo al Tratado de Paz, aceptando la pérdida de la soberanía. El Tratado de París, por el cual ponía fin al conflicto, tras renunciar España a la soberanía de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam, a cambio de 20 millones de dólares. En 1899 se hace la compraventa de las Carolinas, las Marianas y Palaos, que pasan a ser de Alemania por 15 millones de dólares. 4. Consecuencias Sin embargo, el desastre supuso un auténtico aldabonazo en la conciencia de los españoles y arrastró una serie de consecuencias importantes, que hacen del fin de siglo un momento importante en la historia de España. Las consecuencias no se hacen esperar: – Se perdieron alrededor de 120,000 vidas, la mayor parte de clases humildes. – La pérdida de los mercados coloniales trajo una crisis económica debido a los costes de la guerra y a la subida de precios de productos como el café y el tabaco. Si es verdad que muchos capitales indianos, al perderse las colonias, fueron reinvertidos en la península. – La crisis política empieza a poner en duda el sistema de la Restauración por la incapacidad de los gobiernos para evitar, controlar y perder la guerra. El desgaste mayor fue para el Partido Liberal, quien gestionó la derrota. La consecuencia inmediata fue la pérdida de autoridad de los viejos líderes. El desprestigio del ejército fue la otra pieza que se cobró la guerra, ya que no estaba manifiestamente preparado, aunque en última instancia son los políticos los responsables. Esto traerá graves consecuencias en el siglo XX. Aunque se mantuvo el turno pacífico, los partidos opuestos empezaron a organizarse mejor y cobraron gran importancia ante la debacle del sistema. – Fue en el aspecto moral e ideológico donde la sociedad española sufrió un enorme revés moral, pues significó la toma de conciencia del verdadero papel de España en el mundo; no se trataba de una gran potencia mundial, sino de una nación de segunda fila que no podía competir con los grandes países. Incluso los extranjeros taxaron a España de nación moribunda, a causa de los problemas que sufre, como la corrupción política y la ineficacia a la hora de afrontar los problemas. Ante esto, Silvela habla de una España sin pulso y su figura significó el intento de introducir esa regeneración en la vida española, alejada de las prácticas corruptas, pero fracasó en su intento. Surge una revisión crítica pluralista de la España tradicional, que se concentró en varios aspectos: – Regeneracionismo, cuyo mayor exponente fue Joaquín Costa, empeñado en poner remedios a los males de la patria, a través de la Liga de Productores, establece reformas agrarias, municipales, educativas, pero excluye la participación de obreros y campesinos y reduce el protagonismo a las clases productivas intelectuales. – Por otro lado, la Generación del 98, basada en la necesidad de revisar la política, renovar la educación, alfabetizar la población y modernizar la economía. Esta generación estaba formada por literarios como Unamuno con su obra «San Manuel Bueno, mártir», Valle-Inclán con su obra «Luces de Bohemia», o Pío Baroja. Todos mostraban pesimismo y una reflexión sobre el ser de España y su papel en la historia. – En el institucionalismo, más inclinado a la reforma pedagógica y educativa del pueblo como punto de partida para rehacer el país. 5. Conclusión La crisis de 1898 se presentaba tradicionalmente como el hundimiento de la conciencia nacional, la destrucción del mito del imperio español, pero sin embargo, la población española muestra desencanto, apatía y una gran frustración ante un panorama que ya existía. Se asume la derrota, pero la verdad es que existen varias crisis en diferentes ámbitos, económicos, políticos… que van a ir calando en el edificio de barro que fue el sistema de la Restauración. El 98 es el detonante del derrumbe que continuará en la Semana Trágica de Barcelona de 1909, en la crisis de 1917 y, finalmente, la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930) traerá la caída de la monarquía y otro sistema político comenzará.

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