Crisis y Descomposición del Sistema de la Restauración en España (1902-1923)

La Crisis del Sistema de la Restauración (1902-1923)

Los Partidos del Turno

En 1902, Alfonso XIII, con diecisiete años, accede al trono. Su reinado coincide con el comienzo de una segunda etapa de la Restauración. La crisis provocada por el desastre del 98 hacía necesaria la modernización del sistema político. Pero el miedo a las consecuencias que podía acarrear una verdadera democratización hizo que se mantuviera el turno dinástico. Finalmente, el sistema entró en crisis.

Muertos Cánovas (1897) y Sagasta (1903), los partidos conservador y liberal tienen que buscar nuevos líderes. Después de continuadas luchas en el interior de ambos partidos, surgen dos figuras con ideas regeneracionistas que van a intentar reformar el sistema: Antonio Maura (Partido Conservador) y José Canalejas (Partido Liberal).

Reformas de Maura

En 1907, Maura, político liberal-conservador, fue nombrado presidente de Gobierno. Entre sus reformas destacan:

  • Ley de la reforma electoral de 1907: pretendía una mayor efectividad del sistema sin tener que recurrir a los métodos de fraude. Pero con la aplicación del Artículo 29, se logró lo contrario. Este artículo establecía que, cuando a una circunscripción no se presentasen más candidatos que el número de puestos a cubrir, automáticamente los candidatos quedaban proclamados diputados sin necesidad de someterse a la consulta electoral. Quedaban así privados del voto los electores de esos distritos.
  • Ley de la administración local: pretendía incrementar las competencias y la autonomía administrativa de los ayuntamientos y contemplaba la posibilidad de crear macromunidades provinciales. La oposición de la oligarquía local, temerosa de perder el control municipal, impidió que se llegara a aprobar.

Reformas de Canalejas

A partir de 1910, desde la presidencia de Gobierno y del Partido Liberal, José Canalejas intenta una serie de reformas para atraer a las clases populares:

  • Ley de asociaciones religiosas (1910), más conocida como Ley del Candado, que limitaba el establecimiento de las nuevas órdenes religiosas en España. La fuerte oposición de los sectores católicos y conservadores, así como del Vaticano, obligaron al Gobierno a retirarla.
  • Ley de mancomunidades provinciales presentada en 1911 y aprobada en 1913 por el gobierno conservador de Eduardo Dato. Esta ley permitió la creación de la Mancomunidad catalana en 1914.
  • Ley de reclutamiento de 1912, que estableció el servicio militar obligatorio. Estableció «los soldados de cuota» que, mediante pago, reducían considerablemente el tiempo de su servicio militar.
  • Intentó introducir mejoras en las condiciones de trabajo con la imposición del arbitraje estatal en los convenios salariales.

La Oposición

La oposición republicana y obrerista había desaprovechado la crisis del 98 para poner fin al sistema político de la Restauración. Por este motivo, se vio obligada a cambiar sus idearios, sus formas de organización y sus dirigentes.

El republicanismo fue, durante esta época, la mayor fuerza de oposición. Como forma de unificar los distintos grupos republicanos nació, en 1903, la Unión Republicana. Sin embargo, las divisiones internas impidieron que se convirtiera en una verdadera alternativa a los partidos dinásticos.

  • En 1908, Alejandro Lerroux creó el Partido Radical. Con una ideología demagógica, anticlerical y supuestamente revolucionaria, consiguió el apoyo de amplios sectores de las clases populares de Barcelona. Después de la Semana Trágica, perdió apoyos, moderó sus posturas y se trasladó a Madrid para continuar su carrera política.
  • El PSOE colaboró en la primera década del siglo con las fuerzas republicanas, sin renunciar en ningún caso a sus principios revolucionarios. De esta forma, consiguió sentar en el Congreso (1910) a Pablo Iglesias, su fundador y principal líder.

La Guerra de Marruecos y la Semana Trágica

La Política Colonial y la Guerra de Marruecos

En 1898, España había perdido sus últimas colonias. Pocos años después, sería la coyuntura internacional la que le permitiría volver a tener un papel en la escena internacional.

Dentro de un acuerdo más amplio entre Francia y Gran Bretaña, España consiguió que se le permitiera compartir con Francia el Protectorado de Marruecos. Aunque es cierto que le correspondió una pequeña zona en el Norte, en torno a las montañas del Rif, montañosa, pobre y poblada por tribus bereberes que no aceptaban de buen grado la presencia extranjera.

En este nuevo dominio colonial, España buscaba beneficios económicos (minas, inversiones en obras públicas) y prestigio internacional. Este era el aspecto que movía a un sector del ejército que pretendía convertir a España de nuevo en una potencia colonial.

Sin embargo, la presencia española en Marruecos no fue un camino de rosas. Los continuos ataques de los rifeños, dirigidos por Abd el-Krim, obligaron a mantener un fuerte contingente militar, que se intensificó a partir de 1909 cuando, en unas operaciones destinadas a fortalecer la posición de Melilla, los marroquíes derrotaron severamente a los españoles en el Barranco del Lobo, ocasionando numerosas bajas. En 1905 se firma la Conferencia de Algeciras. La decisión de Maura de que el nuevo ejército destinado a Marruecos estuviera compuesto por reservistas, muchos de ellos casados, resultó un auténtico desastre. Si la guerra ya era impopular, sobre todo por el sistema de quintas que permitía librarse del servicio militar a cambio de dinero, el envío de este contingente desde el puerto de Barcelona fue la chispa que provocó un importante movimiento de protesta popular, apoyado por anarquistas, socialistas y republicanos, UGT, PROLETARIADO (RURAL Y URBANO).

La Semana Trágica de Barcelona

La movilización contra la guerra se inició en Barcelona el 18 de julio de 1909, justo en el momento en que las tropas estaban embarcando en el puerto de la ciudad condal. La revuelta duró una semana y tuvo un marcado carácter antimilitarista y anticlerical.

El día 24 se constituyó un comité de huelga, con la participación de socialistas, republicanos y anarquistas, que convocó una huelga general para el día 26. Durante una semana, las masas populares fueron dueñas de la ciudad y los incidentes en la calle fueron continuos. El gobierno declaró el estado de guerra, envió nuevas unidades militares e inició una fuerte represión. Hubo muertos y heridos. Finalmente, el 2 de agosto el ejército consiguió poner fin a la revuelta. En los días siguientes, centenares de personas fueron detenidas. Se celebraron 216 Consejos de guerra que afectaron a más de 1700 personas. Once de ellas fueron condenadas a muerte, aunque finalmente en los fusilamientos de Montjuïc sólo 5 fueron ejecutadas. El fusilamiento que más indignación causó fue el de Francisco Ferrer i Guardia, pedagogo librepensador y creador de la Escuela Moderna que fue ejecutado a pesar de las escasas pruebas presentadas en su contra y de las protestas internacionales en su favor.

La Crisis de 1917

España y la Primera Guerra Mundial

En julio de 1914 estalló la I Guerra Mundial. La Triple Alianza (Alemania-Austria-Hungría e Italia) se enfrentó a la Triple Entente (Gran Bretaña, Francia y Rusia). España, aunque tenía una posición geoestratégica envidiable, carecía de importancia militar y ninguna potencia deseaba tenerla de aliada. Por tanto, se mantuvo neutral.

En general, apoyaban a Alemania los de derechas, amantes de la autoridad, y a los aliados, los de Izquierdas, que veían en Francia y Gran Bretaña la causa del derecho, la libertad y la razón. Las organizaciones obreras, tanto socialistas como anarquistas, no apoyaron a nadie al considerar que la guerra era un conflicto imperialista y que, al final, eran los obreros los que morían en el campo de batalla. Eduardo Dato, presidente del Gobierno desde 1913, supo mantener estrictamente la neutralidad. España se benefició mucho de su situación de neutralidad. Los países en guerra comenzaron a producir menos y España se convirtió en suministradora de productos industriales y agrarios. Un economista llegó a valorar en 5.000 millones de pesetas las ganancias de los industriales y comerciantes españoles en estos años. Pero estas ganancias no repercutieron en el conjunto de los españoles. Más bien al contrario. Se produjo un aumento (de hasta el 20% en los artículos de primera necesidad) en el precio de los alimentos, debido a que parte de la producción marchaba a los mercados extranjeros. En consecuencia, creció la conflictividad social (más de 200 huelgas en 1914; casi 500 en 1918). Cayeron los salarios.

La Coyuntura de 1917

La coyuntura derivada de la Gran Guerra (aumento de los beneficios, subida de precios y disminución del poder adquisitivo) más las tensiones acumuladas de los años anteriores (descrédito del sistema político, Semana Trágica) provocaron en 1917 una crisis generalizada, que tuvo dos manifestaciones:

  1. La crisis militar fue seguramente la más peligrosa. El ejército español era un organismo monstruoso en relación con el número de oficiales-soldados. Existían 2 ejércitos, el de la península y el de África. Por otra parte, el descenso en el poder adquisitivo que hemos señalado también afectó a los militares. La crisis la comenzó el ejército peninsular a comienzos de 1916, con la creación de unas Juntas de Defensa que pedían la reducción de la oficialidad y el establecimiento del criterio de la antigüedad como único a tener en cuenta para los ascensos.
  2. En agosto comenzó un movimiento obrero y sindical de gran importancia por el descenso de los salarios. La UGT y el PSOE convocaron una huelga general que no acabaría hasta que se hubieran convocado Cortes Constituyentes.

Consecuencias de la Crisis de 1917

Militares, obreros y políticos de la oposición -por separado porque sus intereses no eran los mismos- provocaron una profundísima crisis en el sistema de la Restauración. Logró sobrevivir otros cinco años (hasta 1923, en que comenzaría la Dictadura de Primo de Rivera) pero estaba herido de muerte. Desde el punto de vista político, la consecuencia más notable fue la formación de sucesivos gobiernos de concentración. Los ministros dimitían con frecuencia y los partidos, divididos cada uno en varios grupos, retiraban su apoyo a cada gobierno a los pocos meses de constituirse. Un ejemplo fue el llamado Gobierno Nacional, presidido por Antonio Maura en 1918.

La Descomposición del Sistema de la Restauración (1918-1923)

La Conflictividad Obrera

En los años posteriores a la I Guerra Mundial, los sindicatos crecieron a enorme velocidad, en especial la CNT, que pasó de 15.000 afiliados en 1915 a 700.000 en 1919.

En Andalucía, la situación de miseria crónica, reforzada por el aumento de los precios y por las noticias que llegaban de Rusia, dio paso a un periodo de conflictividad extrema, conocido como trienio bolchevique. Los anarquistas, y en menor medida los socialistas, promovieron movilizaciones campesinas con huelgas, quemas de cosechas, ocupación de tierras y reparto entre los campesinos, etc.

El movimiento huelguístico afectó también a las regiones industriales, sobre todo a Barcelona. En 1919 se inició una huelga en La Canadiense (empresa que suministraba electricidad a la mayor parte de la ciudad), que consiguió paralizar el 70% de la industria local.

La huelga duró mes y medio y finalizó con un acuerdo por el cual la patronal aceptaba la readmisión de los despedidos, aumentos salariales y la jornada de ocho horas. Pero el Gobierno no cumplió su promesa de liberar a los detenidos. Los obreros reanudaron la huelga.

Los patronos respondieron con el cierre de varias empresas y una durísima represión contra los sindicatos. De este modo comenzó un periodo de tensión extrema entre obreros y patronos. Esta tensión llevó a que, entre 1919 y 1922, las garantías constitucionales estuvieran suspendidas. Fue la reacción del gobierno a una situación de violencia extrema.

De las filas anarquistas, surgieron grupos que atentaron contra los empresarios y las fuerzas del orden. A su vez, los patronos crearon la Federación Patronal que contrató pistoleros a sueldo para atentar contra los obreros. Barcelona se convirtió en un peligroso campo de batalla. Ante la exigencia de la patronal, fue nombrado gobernador civil de Barcelona el general Martínez Anido. Este reprimió a los sindicatos, protegió a los matones de la patronal y aplicó la «ley de fugas», que permitía a la policía disparar contra los detenidos que intentaran huir. Entre 1916 y 1923, hubo más de 800 atentados con el resultado de 226 muertos, de los cuales el 75% eran obreros. Eduardo Dato y Salvador Seguí (dirigente anarquista) fueron seguramente los nombres más ilustres.

El Problema de Marruecos

La guerra de Marruecos siempre fue muy impopular: hasta fecha avanzada, los reclutas pertenecían a las clases humildes, y pocos políticos eran partidarios de la expansión, por el escaso interés económico y por la posible intervención de otras potencias.

En 1912 los gobiernos de España y Francia delimitaron la respectiva zona de influencia en el norte de Marruecos y crearon el PROTECTORADO, pero para mantenerlo era preciso ocuparlo y pacificarlo. En la zona del Rif las tropas españolas avanzaban con dificultad ante la resistencia de la población y las dificultades del terreno. Los gastos se incrementaron y el ejército creó cuerpos específicos para la lucha: la Legión (1920) y los Regulares (con soldados ejecutados entre los moros). En 1919, Berenguer, militar inteligente y capaz, fue nombrado Alto Comisario en Marruecos: Realizó una penetración lenta pero resuelta, y con escasas bajas, en la zona occidental. En la oriental, actuó sin control el General Silvestre, encargado de la comandancia de Melilla. En esta zona, el dueño de la situación era Abd-el-Krim.

Entre 1919 y 1921, Silvestre duplicó el territorio controlado en torno a Melilla. Pero su imprudencia provocó la rebelión de los rifeños. En julio de 1921, Abd-el-Krim ataca por sorpresa el puesto de Annual, lo que provocó una desbandada enloquecida. En 20 días se perdió lo conseguido en años. Murió Silvestre y diez mil soldados. Tras el desastre, se enviaron refuerzos y se restableció la situación de 1909 en torno a Melilla, a costa de enviar muchos hombres y gastar mucho dinero.

Las Consecuencias de Annual

Las reacciones ante el desastre fueron inmediatas. La prensa y los grupos contrarios a la intervención en Marruecos culparon al ejército y al gobierno. La desconfianza entre los militares y los políticos se hizo insalvable.

Como solución a la crisis, se formó un gobierno de coalición entre los partidos del turno que no llegó a cuajar. Lo que sí se hizo fue crear una comisión parlamentaria para investigar las responsabilidades, políticas y militares, de Annual: debía elaborar un informe para presentarlo a las Cortes. Este informe, conocido como Expediente Picasso, provocó fuertes discusiones en las Cortes y contó con la oposición del ejército, que temía las responsabilidades militares que se pudieran derivar y que hasta Alfonso XIII se viera implicado. Parece ser que el rey, partidario de la intervención en Marruecos, alentó al General Silvestre -con el que mantenía una relación de amistad- a iniciar la ofensiva sin haber tomado las precauciones necesarias. La oposición, con los socialistas a la cabeza, exigió que se tomaran medidas drásticas contra la cúpula del ejército y contra el propio monarca. Ante el cúmulo de problemas, el régimen tenía únicamente dos posibilidades: democratizarse (alterando las bases sociales y políticas) o imponer una solución de fuerza encabezada por un «cirujano de hierro» que pusiese remedio a los males de España. La incapacidad del régimen de transformarse favoreció en 1923 la imposición de una dictadura militar.

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