Los conflictos agrarios se manifestaban en ocasiones de forma violenta, pero las agitaciones eran duramente reprimidas, lo que explica el rápido desarrollo de las doctrinas comunistas y anarquistas en zonas agrícolas. A pesar de que la mayoría de la población española seguía siendo campesina, el principal cambio social del siglo XIX fue la aparición de la clase obrera industrial. El desarrollo de la industria hizo que los trabajadores agrícolas de las ciudades estuviesen en paro. El resultado fue el crecimiento de los barrios obreros. El trabajo en las fábricas implicaba jornadas de 12 a 14 horas, con salarios bajos, paro y explotación infantil. Los primeros intentos de asociación obrera fueron las sociedades, al principio solo querían defender sus salarios, pero fueron prohibidas en 1844. En 1855 estalló en Barcelona la primera huelga general en defensa del derecho de asociación; dos obreros fueron enviados a Madrid para exponer sus quejas a los diputados. Los obreros comprendieron que los liberales no iban a defender su causa, por lo que se alinearon con los partidos demócratas y republicanos. A partir de 1863 los obreros comenzaron a movilizarse de nuevo. La revolución de 1868 despertó las esperanzas obreras y campesinas, que creyeron que con ella comenzaría el proceso de reformas sociales que esperaban, pero la llegada de la Restauración provocó la fijación definitiva del movimiento obrero respecto a los partidos demócratas y republicanos. A partir de la promulgación de la ley de asociaciones de 1887, los partidos obreros se organizan legalmente. El movimiento obrero internacional estaba escindido en dos grandes corrientes ideológicas: los socialistas marxistas y los anarquistas de Bakunin. En España, el partido socialista más importante era el PSOE, fundado en 1879 por Pablo Iglesias, que seguía la corriente marxista que defendía el fin de la sociedad capitalista mediante la revolución obrera para establecer una dictadura del proletariado. Sin embargo, poco a poco el PSOE evolucionó hacia posiciones reformistas, presentando candidatos en las elecciones. En 1888 Pablo Iglesias fundó el sindicato UGT, que centró su lucha en la mejora de las condiciones de trabajo. Los anarquistas carecían de una única doctrina, pero tenían en común el rechazo de toda forma de organización estatal. En España se encontrarían dos corrientes: en Andalucía el anarquismo de Bakunin, que propugnaba la formación de comunidades autogestionadas, sin propiedad privada, y en Cataluña el anarcosindicalismo, que quería mantener los sindicatos como forma de organización social. La CNT, fundada en 1911, fue el sindicato anarquista más importante. El principio del siglo XX estaría caracterizado socialmente por el crecimiento de las organizaciones obreras y por su capacidad de movilización.
Transformaciones sociales: Crecimiento demográfico y la sociedad de clases
Durante siglos la sociedad española vivió condicionada por una estructura social estamental que apenas experimenta modificaciones. En el siglo XIX, sobre todo a partir de 1833 (muerte de Fernando VII) se sentaron las bases de una nueva sociedad donde todos los individuos son iguales ante la ley. La sociedad deja de dividirse en estamentos cerrados, con derechos y obligaciones diferentes, y se estructura en una sociedad de clases, donde el criterio de división de la población es fundamentalmente el nivel de renta. Esta población experimentó a partir de 1833 un notable crecimiento demográfico. Entre 1833 y 1857 la población aumentó, gracias a las mejoras realizadas en la alimentación, avances de la medicina preventiva y la introducción de medidas higiénicas. Al concluir el tercer cuarto del siglo XIX, España mantenía altas las tasas de natalidad y de mortalidad. La población tenía una distribución desequilibrada con un alto contraste entre la periferia litoral, muy poblada, y el centro peninsular escasamente poblado. En este momento se inicia también el éxodo rural; las ciudades se convierten en un foco de atracción para la población rural durante los años de la Restauración, sobre todo dirigido a las capitales de provincia, a los núcleos industriales de Cataluña y el País Vasco, y a las grandes ciudades. Los años finales del siglo XIX y primeros del XX supusieron una disminución de la tasa de mortalidad, aunque la de natalidad se mantendrá alta hasta la Primera Guerra Mundial. Esto supone un gran crecimiento demográfico; en 1900 la población española se convierte en algo más de 23 millones a finales del reinado de Alfonso XIII. La población experimentó importantes cambios sociales como consecuencia de las nuevas estructuras políticas y económicas que dejan atrás el Antiguo Régimen:
- La nobleza desapareció como categoría en los censos oficiales, pero no perdió su lugar en la estructura social. Algunos nobles pasaron al mundo de los negocios y de las finanzas, mientras que otros permanecieron en el campo.
- Junto a la nobleza se sitúa una alta burguesía vinculada al proceso de modernización económica, con una poderosa situación económica, defendía el liberalismo político y el progresismo cultural, mientras que compartía con la nobleza sus gustos y estilo de vida.
- El ejército es uno de los grupos sociales más importantes de la vida española en el siglo XIX, cuyos generales y oficiales formarán parte de las clases medias e incluso de las clases altas.