Felipe II: Política Interior y Exterior de su Reinado

Política Interior de Felipe II

Felipe II, con 29 años, asumió la corona de los reinos hispánicos. Educado en Castilla para regir el imperio, estaba preparado para gobernar. Sus primeros años transcurrieron en Europa, en la guerra contra Francia y el Papado. Sus generales derrotaron a los franceses en San Quintín. Ambos bandos llegaron a una situación de agotamiento. Se iniciaron negociaciones que condujeron a la Paz de Cateau-Cambrésis, a la que se sumó el matrimonio de Felipe con Isabel, hija del rey de Francia.

Ese mismo año, Felipe II retornó a la península, donde dos problemas requerían intervención urgente:

  • La aparición de grupos luteranos en Sevilla y Valladolid, reprimidos por la Inquisición.
  • El problema financiero, con la declaración de bancarrota y la negociación con los prestamistas genoveses.

Felipe II permaneció toda su vida en la península ibérica. Desde el estallido de la rebelión de los Países Bajos, la política ibérica y europea estuvieron estrechamente unidas, y muchas decisiones internas tuvieron que ver con los intereses imperiales de la dinastía.

Se produjo la muerte del príncipe Carlos, heredero al trono. Fue su padre quien ordenó su detención. Meses después, don Carlos moría en prisión, y Felipe II tuvo que defenderse de la acusación de haber sido responsable de su muerte.

Ese mismo año estalló la rebelión de las Alpujarras. Felipe, apoyado en sus consejeros más intransigentes, había dictado un decreto que obligaba a abandonar la lengua, los vestidos y las tradiciones moriscas en el plazo de tres años. Tras una larga negociación infructuosa, los moriscos de Granada se rebelaron y se hicieron con el control de las Alpujarras. Tras un año de dura guerra, nuevas tropas consiguieron arrinconar a los sublevados hasta terminar con la rebelión en escasos meses. El resultado fue la deportación de los moriscos.

La Anexión de Portugal

Al morir sin descendencia el rey de Portugal, varios candidatos optaron al trono, entre ellos Felipe II. Los grupos dirigentes portugueses no veían mal la unión, que beneficiaba tanto a Portugal como a Castilla. Pero la candidatura española no era bien aceptada por las clases populares. Se decidió la invasión de Portugal, dirigida por el Duque de Alba, que en pocas semanas alcanzó Lisboa sin apenas resistencia. Las cortes portuguesas reconocieron como rey a Felipe II, que permaneció en Lisboa durante tres años. La anexión se realizó respetando las leyes, las instituciones y la reserva de los principales cargos para los portugueses. Significó la suma de dos inmensos imperios coloniales y una enorme extensión de los dominios de Felipe II.

La Crisis con Antonio Pérez

Felipe II tuvo que afrontar una grave crisis interna al final de su reinado. Antonio Pérez, uno de sus secretarios, alcanzó una posición privilegiada en la corte. Su ambición le llevó a intrigar y engañar al monarca, que ordenó detenerle. El rey temía que revelase secretos de estado. Pérez consiguió huir a Aragón, donde reinaba el malestar por el nombramiento de un virrey castellano. Pérez fue acogido por el Justicia Mayor, y le puso bajo su protección. Felipe II utilizó al Santo Oficio, y Pérez fue acusado de herejía y llevado a la cárcel inquisitorial. Estalló una rebelión en Zaragoza y Pérez fue devuelto a la prisión del Justicia. Felipe II respondió enviando un ejército que restableció el control real. Los líderes de la rebelión, incluido el Justicia, fueron ejecutados, pero no se pudo evitar que Pérez huyera a Francia.

Política Exterior de Felipe II

Felipe II mantuvo los dos objetivos fundamentales de su padre: el mantenimiento de la herencia recibida en su integridad y la defensa del catolicismo frente a la herejía del protestantismo. Felipe era muy religioso. Nunca confundió la defensa de la religión con sus intereses patrimoniales, que mantuvo siempre por delante a la hora de tomar las principales decisiones de su política europea.

La Rebelión de los Países Bajos

La rebelión de los Países Bajos sería el mayor de los problemas políticos y militares del reinado. Felipe II no había sido acogido como rey de los Países Bajos, donde le veían como un rey extranjero. Había dejado allí una gobernadora nativa, su hermana Margarita de Parma, pero rodeada de un consejo que dejaba de lado a los nobles flamencos. A las tensiones se sumó la amplia difusión del calvinismo. Felipe decretó el cumplimiento estricto de las decisiones del Concilio de Trento. Margarita intentó mediar, negociando con los nobles, pero estallaron motines en varias ciudades.

La respuesta de Felipe fue brutal: envió a los tercios al mando del Duque de Alba. Este organizó un tribunal que comenzó a dictar sentencias y a ejecutar a todos aquellos que habían participado en la revuelta. Algunos nobles, como el príncipe de Orange, optaron por huir y prepararon un ejército en Alemania que entró en los Países Bajos. Pero Alba consiguió expulsar con sus tropas a los de Orange. La violencia política de Alba no hizo más que agudizar el conflicto. Además de la justicia expeditiva, estableció un sistema de impuestos para pagar a sus tropas, que provocó la protesta general.

Los rebeldes holandeses que se habían refugiado en Inglaterra al estallar la sublevación, regresaron y establecieron un gobierno independiente. El Duque de Alba fue sustituido por don Luis de Requesens. Tanto él como su sucesor, don Juan de Austria, tuvieron que enfrentarse a una guerra abierta.

El Peligro Turco en el Mediterráneo

Tras varios años de tranquilidad, el peligro turco se reactivó en el Mediterráneo. Los turcos conquistaron Túnez y Chipre. La respuesta fue la formación de la Santa Liga, compuesta por Venecia, el Papa y Felipe II, para enfrentarse al sultán. La flota cristiana, mejor posicionada, tuvo una victoria absoluta y destruyó la armada turca, aunque las consecuencias de la victoria no fueron inmediatas. Pronto se iniciaron negociaciones secretas que condujeron a una tregua definitiva.

La Guerra en los Países Bajos: Un Nuevo Giro

La guerra de los Países Bajos experimentó un giro importante. Alejandro Farnesio, el nuevo gobernador, era un buen negociador y diplomático. En pocos meses consiguió que los estados católicos del sur firmaran un acuerdo, la Unión de Arras, por la que se garantizaban los derechos de los flamencos a cambio de su lealtad a la corona. Los estados del norte respondieron con la Unión de Utrecht, sobre la base del protestantismo y la independencia de las Provincias Unidas respecto a España. Algunas ciudades del sur se negaron a integrarse en la Unión de Arras. Farnesio logró recuperar la disciplina en las tropas, y poco a poco fue asediando y conquistando las principales ciudades, como Flandes, hasta culminar con la toma de Amberes. Allí se detuvo su avance.

El Conflicto con Inglaterra

Murió María Tudor, tercera esposa de Felipe II, y subió al trono Isabel I. Desde entonces, las relaciones con Inglaterra se fueron tensando en torno a dos cuestiones básicas: América y los Países Bajos.

Respecto a América, Inglaterra y Francia habían rechazado las bulas papales y el Tratado de Tordesillas. Pronto, corsarios ingleses se dedicaron a asaltar los barcos que regresaban del Caribe, pese al sistema de flotas y escoltas navales establecidas por Felipe II.

Las tensas relaciones se agravaron con el estallido de la rebelión de los Países Bajos. Los ingleses apoyaron desde el principio a los protestantes rebeldes. Se limitaron a dar dinero y a permitir que sus corsarios asaltaran los barcos españoles que llevaban el dinero y los abastecimientos al ejército de Flandes.

Fue tras la conquista de Portugal y la toma de Amberes cuando Isabel I decidió intervenir directamente en los Países Bajos. Era una declaración de guerra abierta, y Felipe tomó la decisión de invadir Inglaterra. La Armada Invencible zarpó de Lisboa hacia el Canal de la Mancha. La superioridad de los tercios era tal que nadie dudaba de su éxito en suelo inglés. Pero pronto se comprobó que la operación era imposible. La flota inglesa, inferior en número de barcos pero mejor situada y artillada, impidió el desembarco. Fue imposible embarcar a los tercios, porque no se disponía de ningún puerto en el que los galeones pudieran anclar. El desastre de la Invencible golpeó duramente el prestigio español. Lo peor no era la pérdida de barcos, sino los miles de marineros, pilotos y soldados que habían muerto, irremplazables. Las costas peninsulares y americanas quedaban expuestas.

Las Guerras de Religión en Francia

Estalló una guerra civil en Francia entre católicos y protestantes. En ella, Felipe II suministró armas y dinero a los católicos. Aunque Felipe envió a sus tropas, este fue derrotado. Felipe mantenía a sus ejércitos en guerra en tres frentes: contra los holandeses en los Países Bajos, contra Inglaterra y contra Francia. Los consejeros recomendaban acabar con la política de guerra. Fue enviado como gobernador el archiduque Alberto, que firmó la Paz de Vervins con Francia, por la cual Felipe II se comprometía a devolver las plazas ocupadas y retirar sus tropas. Ese mismo año, el archiduque Alberto se casaba con la hija del rey y Felipe II cedía a ambos el gobierno de los Países Bajos, en un régimen de autogobierno separado de Castilla. Dos años después, Felipe II murió en El Escorial.

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