Internacionalismo, Anarquismo y Socialismo en España: Orígenes y Evolución

Internacionalismo, Anarquismo y Socialismo: La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT)

La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), conocida como la Primera Internacional, fue una organización creada en 1864 en defensa de la emancipación de la clase obrera. Agrupaba diversas asociaciones obreras, tanto de signo socialista como anarquista.

La llegada de la Internacional a España

Tras el triunfo de la Revolución de 1868, llegó a España un enviado de la AIT, Giuseppe Fanelli, para crear los primeros núcleos de afiliados a la Internacional. Dirigentes sindicales como Anselmo Lorenzo tomaron parte. Fanelli difundió los ideales anarquistas como si fuesen los de la AIT. Los primeros afiliados españoles a esta organización pensaron que el programa de la Alianza se basaba en los principios generales de la Primera Internacional, fenómeno que ayudó a la expansión y arraigo de las ideas anarquistas entre el proletariado.

A partir de 1869, las asociaciones obreras se expandieron por toda España, contando con unos 25.000 afiliados, aunque no todas ellas se unieron al nuevo organismo internacional. Los núcleos de mayor importancia fueron Barcelona, Madrid, Levante y Andalucía. El primer congreso de la Federación Regional Española (FRE) de la AIT se celebró en Barcelona, donde se adoptaron acuerdos concordantes con la línea anarquista del obrerismo. Se definió la huelga como el arma fundamental del proletariado.

La crisis y escisión en la FRE

En 1871 llegó a Madrid Paul Lafargue, e impulsó el grupo de internacionalistas madrileños favorables a las posiciones marxistas. Integrado por Pablo Iglesias, este grupo desarrolló una amplia campaña a favor de la necesidad de la conquista del poder político por la clase obrera. En 1872, con la expulsión del grupo madrileño de la FRE y la fundación de la Nueva Federación Madrileña, de carácter netamente marxista, se consumó la escisión.

El internacionalismo tuvo su momento álgido durante la Primera República, cuando diversos grupos de anarquistas adoptaron una posición insurreccional para provocar la revolución y el derrumbe del Estado. Tras el fracaso de estos levantamientos, la FRE de la AIT perdió fuerza, y su declive definitivo tuvo lugar a partir de 1874, cuando el nuevo régimen de la Restauración la declaró ilegal, obligándola a organizarse en la clandestinidad.

Anarquismo y Socialismo: Evolución tras la Restauración

Con el establecimiento del régimen de la Restauración en 1874, las organizaciones obreras conocieron una fuerte represión y se vieron forzadas a la clandestinidad. El ascenso de los liberales al gobierno en 1881 trajo consigo una mayor permisividad, y las asociaciones obreras fueron de nuevo legalizadas.

El Anarquismo Apolítico

En 1881, la sección española de la Internacional, de tendencia bakuninista, cambió su nombre por el de Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE), debido a la necesidad de adaptarse a la nueva legalidad, que prohibía las organizaciones de carácter internacional dirigidas desde el extranjero. La nueva federación, que tenía su mayor implantación entre los jornaleros de Andalucía, aumentó su número de afiliados y desarrolló una acción sindical de carácter reivindicativo.

Los desacuerdos internos y la constante represión favorecieron que una parte del anarquismo optara por la acción directa y organizara grupos autónomos revolucionarios, cuyo objetivo era atentar contra los pilares del capitalismo: el Estado, la burguesía y la Iglesia. Durante la etapa 1893-1897 se produjeron los actos más destacados de violencia social: atentados contra personajes claves de la vida política o contra la procesión del Corpus.

El anarquismo fue acusado de estar detrás de «La Mano Negra», una asociación clandestina que actuó en Andalucía a finales del siglo XIX y a la que se le atribuyeron asesinatos, incendios de cosechas y edificios. Los atentados anarquistas fueron seguidos de una gran represión y provocaron una espiral de violencia. El momento clave de esa espiral fueron los procesos de Montjuïc, en los que fueron condenados y ejecutados cinco anarquistas.

La proliferación de atentados ahondó la división del anarquismo entre los partidarios de continuar con la acción directa y los que propugnaban una acción de masas. Anarquistas e intelectuales se mostraron contrarios al terrorismo. Plantearon la revolución social como un objetivo a medio plazo y propugnaron la necesidad de fundar organizaciones de carácter sindical. Esta nueva tendencia, de clara orientación anarcosindicalista, comenzó a dar sus frutos a principios del siglo XX con la creación de Solidaridad Obrera y la CNT (Confederación Nacional del Trabajo).

El Socialismo Obrero

La Nueva Federación Madrileña de la AIT, creada por los obreros de tendencia marxista, tuvo una vida efímera. Tras la desaparición de la Internacional, sus miembros decidieron constituir un partido político. Pablo Iglesias fundó el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 1879. En 1886, el partido publicó su primer semanario, *El Socialista*, en el que, además de Pablo Iglesias, empezaron a escribir hombres como Quejido, Gómez Latorre y Vera.

El PSOE se definía como marxista, era de orientación obrerista y partidario de la revolución social. Presentaba también un programa de reformas que incluían el derecho de asociación, reunión y manifestación, el sufragio universal, la reducción de las horas de trabajo, la prohibición del trabajo infantil y otras medidas de carácter social.

El partido creció lentamente en toda España, y a finales de siglo ya existían agrupaciones socialistas en muchos lugares, arraigando especialmente en Madrid, Málaga, País Vasco y Asturias. Tuvo un difícil desarrollo en lugares dominados por el anarcosindicalismo, como Cataluña, y tampoco penetró en el mundo agrario. En 1889, tras la fundación de la Segunda Internacional, se afilió a esta organización y contribuyó a introducir en España la fiesta del trabajo, el 1 de mayo, a partir de 1890.

En 1888, el PSOE celebró su primer congreso en Barcelona, y el mismo año se fundó la Unión General de Trabajadores (UGT), que no se declaró marxista, sino que dejó libertad de militancia política a sus afiliados. La UGT acabó trasladando su organismo directivo de Barcelona a Madrid, donde tenía mayor implantación. La coincidencia de sus líderes con los del PSOE hizo que se fuese introduciendo cada vez más en el ámbito del marxismo. La UGT se organizó en sindicatos de oficio en cada localidad y practicó una política muy prudente, recurriendo a la huelga solo como última posibilidad.

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