El Siglo XIII: Un Siglo Decisivo en la Configuración de los Reinos Peninsulares
El siglo XIII fue crucial para la conformación del panorama político de la península ibérica hasta la época de los Reyes Católicos. Se consolidaron dos reinos poderosos (Castilla y la Corona de Aragón), junto con Portugal, el reino de Navarra y el reino nazarí de Granada. Tras la batalla de las Navas de Tolosa, la expansión cristiana se vio frenada temporalmente por la peste, aunque los almohades mantuvieron su hegemonía en Al-Ándalus por un breve periodo. La posterior fragmentación del poder almohade facilitó las conquistas de Fernando III y Jaime I, con la excepción del Reino Nazarí de Granada, que sobrevivió gracias al pago de parias y su apoyo en la conquista de Sevilla.
Fernando III y Jaime I: Expansión Territorial y Consolidación del Poder
Fernando III, canonizado posteriormente, y Jaime I «el Conquistador», rompieron con la tradición de pequeñas ganancias territoriales. Ambos monarcas lideraron grandes expediciones militares, beneficiando no solo a la Corona, sino también a la nobleza y a la Iglesia, que expandían sus dominios y el número de fieles.
- Jaime I conquistó Mallorca (1229) con apoyo catalán y Valencia (1238) impulsado por la nobleza aragonesa. Valencia se constituyó como reino independiente para evitar su anexión a Aragón.
- Fernando III, con el apoyo de la nobleza castellano-leonesa y las órdenes militares, inició la conquista de Al-Ándalus tras las cortes de Carrión (1224). Se tomaron Trujillo, Úbeda (1233), Medellín, y otras plazas, culminando con la conquista de Córdoba (1236) y Sevilla (1248). La conquista de Sevilla fue tan costosa que Fernando III solicitó al Papa la cesión de las tercias reales, una parte de los diezmos eclesiásticos.
El avance hacia el sur de castellanos y aragoneses llevó a la firma del tratado de Almizra (1244), que delimitó las áreas de influencia y reconoció la cesión de Murcia a Castilla.
Conflictos Sucesorios y Tensiones Políticas
Tras la conquista de Sevilla, los matrimonios, sucesiones y rebeliones internas marcaron la política de los reinos peninsulares.
- El matrimonio de Pedro III, heredero de Jaime I, con Constanza, nieta de Federico II, generó tensiones con el Papado.
- La derrota y muerte de Manfredo, suegro de Pedro III, a manos de Carlos de Anjou en Benevento (1266) y la posterior subida al trono de Pedro III (1276) desencadenaron las Vísperas Sicilianas (1282).
- La intervención de Pedro III en Sicilia, reclamando los derechos de su esposa, provocó la formación de la Unión Aragonesa, que obligó al rey a aceptar sus pretensiones, y la excomunión papal.
- A la muerte de Pedro III, el reino se dividió entre sus hijos Alfonso y Jaime. Jaime II pactó con Francia y el Papado la renuncia a Sicilia a cambio de derechos sobre Córcega y Cerdeña (conquistada en 1323).
Alfonso X y la Crisis Dinástica en Castilla
Alfonso X, hijo de Fernando III y Beatriz de Suabia (prima de Federico II), aspiró sin éxito al título de emperador. Su reinado se caracterizó por conquistas en Huelva y Cádiz, pero también por una grave crisis dinástica. La muerte de su primogénito, Fernando de la Cerda (1275), abrió una disputa sucesoria entre los infantes de la Cerda y su tío Sancho. Sancho aprovechó el descontento nobiliario para destronar a su padre (1282), quien lo desheredó antes de morir (1284). A pesar de la crisis, Alfonso X consolidó el papel del rey como único legislador.