Evolución Política y Social de Roma: Monarquía Etrusca y Conflicto Patricio-Plebeyo

La Influencia Etrusca en la Monarquía Romana (615-510 a.C.)

La influencia etrusca en Roma fue significativa. Este pueblo, muy helenizado y con un nivel cultural superior al latino, impactó en el gobierno de Roma. Aunque sus innovaciones no alteraron de forma determinante la historia constitucional romana, sí reforzaron las estructuras militares por encima de las poderosas élites gentilicias. Una revuelta patricia, precisamente, acabó con la hegemonía etrusca.

Los reyes etruscos accedieron al poder violando la práctica de la antigua monarquía latina. Su visión militar ha llevado a pensar en un régimen tiránico, pero las fuentes también mencionan importantes reformas militares y sociales.

A la influencia etrusca se atribuyen innovaciones relevantes como la representación antropomórfica de los dioses, grandes obras de saneamiento hidráulico y de renovación y decoración de la ciudad, la arquitectura, el calendario, el alfabeto, y notables innovaciones políticas y militares.

Esta monarquía fuerte, basada en el poder militar, se sustentaba en el imperium, poder de mando militar que los etruscos legaron a la posterior República. No obstante, no parece que el imperium fuera una creación etrusca totalmente nueva, ya que estaba unido desde la monarquía latina a los auspicia. En consonancia con la visión militar etrusca, se reforzó la organización de las civitas y se redistribuyó la población, principalmente con fines militares.

Se atribuye a Servio Tulio una doble reforma: la creación de distritos territoriales que superaban las antiguas tribus gentilicias y un nuevo ordenamiento militar basado en la situación económica de cada ciudadano (comitia centuriata). Este rey etrusco creó cuatro tribus territoriales, probablemente nuevos distritos de leva, y en estrecha conexión, el exercitus centuriatus de táctica hoplítica, compuesto por 193 centurias, que proporcionaría el marco fundamental de las asambleas políticas durante la República.

La Sociedad Romana: Patricios, Plebeyos y Esclavos

Patricios

La consolidación del Estado patricio-plebeyo, hasta entonces siempre en manos de los patricios, solo se logró con la aprobación de las Leges Liciniae-Sextiae en el 367 a.C., que permitieron que un plebeyo pudiera ser cónsul. La historia social de Roma, desde la caída de la monarquía hasta el 367 a.C., estuvo marcada por continuas tensiones entre patricios y plebeyos, que en repetidas ocasiones estuvieron a punto de romper la unidad ciudadana.

Junto a estas dos clases sociales, que gozaban de la ciudadanía romana, existía una clase intermedia, la clientela, en la que se apoyaban los patricios, y los esclavos, personas sin ningún tipo de derechos. Los esclavos eran considerados objetos de negocios jurídicos, se podían comprar y vender, formaban parte del patrimonio de los hombres libres y desarrollaban su fuerza de trabajo dentro de las familias.

Tras la caída de la monarquía etrusca, debido a la reacción patricia, estos se hicieron con el poder y trataron de mantener sus privilegios a ultranza. Los patricios frenaron las grandes reformas etruscas, controlando así el aparato del poder.

Plebeyos

La plebe, que carecía de organización gentilicia, se vio privada de las magistraturas, de los auspicia y del reparto del ager publicus, base del cálculo de la riqueza de los ciudadanos para formar las clases de la organización centuriada. Los patricios se reservaron grandes lotes de tierra y acapararon la propiedad agraria. Tampoco existía el ius connubii: la posibilidad de contraer matrimonio entre clases. Con la caída de la monarquía, la plebe sufrió un empeoramiento de sus condiciones económicas, sociales, jurídicas y políticas, lo que generó constantes enfrentamientos entre las clases.

Este contexto presenta un desarrollo constitucional de Roma en constante tensión, tanto por la lucha de clases como por las rivalidades entre las gentes patricias y los enemigos externos. Probablemente, el Estado patricio solo pudo dar una constitución estable a Roma en la época del decenvirato legislativo: los decemviri legibus scribundis, que en el 450 a.C. promulgaron la ley de las XII Tablas, satisfaciendo las demandas más urgentes de la plebe y restaurando la unidad del Estado. Sin embargo, las XII Tablas no impidieron que el control patricio del Estado permaneciera intacto, y hay que llegar hasta el siglo IV para poder hablar propiamente de un Estado patricio-plebeyo.

Actualmente, se descarta la idea de Mommsen de que Roma fuera en origen exclusivamente patricia. No se puede negar que en época monárquica se conociera la desigualdad de rango y riqueza, y que la monarquía creara castas nobles (gentes) enriquecidas con las possessiones concedidas por el rey, que constituían centros de atracción para los pobres, que encontraban así protección y tierras. Hoy se abre camino la idea de que fue durante los primeros tiempos de la República cuando el patriciado se organizó en castas cerradas, aunque la diferenciación económica ya procedía de la época monárquica.

La distinción patricio-plebeya no existía en el momento de la fundación de Roma; esta sería posterior, y consecuencia del monopolio del poder por parte de quienes detentaban el imperium y los auspicia, que se aislaron en castas.

Frente a la clase patricia, descendientes, según la tradición latina, de los míticos cien senadores de Rómulo, esta misma tradición presenta a la plebe como la antítesis de la estructura social romana. Es decir, se define por negación de la condición de patricio. Entre los plebeyos existía cierta estratificación, ya que algunos podían acceder a la propiedad de los bienes económicos, distinguiéndose claramente de los estratos más bajos de la plebe.

La plebe era una masa residual, formada por hombres de distintos orígenes, que se asentaban en los suburbios de Roma, colocándose bajo la protección del rey, recibiendo en precarium pequeños lotes de tierra, formando una clase inferior agraria. Junto a estos, también eran plebe los comerciantes y artesanos, que constituían una especie de proletariado urbano atraído por el esplendor de la ciudad.

Luchas entre Patricios y Plebeyos (509 – 367 a.C.)

Desde el 509 hasta el 367 a.C., la vida constitucional romana se vio sacudida por los conflictos patricio-plebeyos. El predominio patricio se ejerció con firmeza. La lucha plebeya se centró en conseguir:

  • Políticamente: el acceso a las magistraturas y sacerdocios.
  • Socialmente: la abolición de la prohibición del connubium.
  • Económicamente: la atenuación de las cargas sobre los deudores insolventes, la rebaja de los tipos de interés patricios y la participación en el ager publicus.

Además, existía como reivindicación plebeya la del conocimiento de las reglas jurídicas, hasta entonces en poder del colegio pontifical.

Se produjeron secesiones y luchas, que supusieron la organización de la comunidad plebeya. Surgieron como jefes plebeyos los tribunos, descendientes de los aediles plebis, sacerdotes dedicados a la custodia de los templos y archivos plebeyos. Los tribunos obtenían su poder de la lex sacrata, con la que la plebe hacía su figura sacrosanta, juramentándose en torno a su tribuno e imponiendo a los patricios la amenaza religiosa de la sacertas (que se aplicaba a quien atentase a su persona, pudiendo cualquiera matar al ofensor y tomar para la plebe sus posesiones). Los tribunos eran magistrados de la plebe, no del Estado.

En el 448, las leges Valeriae-Horatiae sancionaron la sacertas, ya no por iuramentum plebeyo, sino para toda la comunidad romana, siendo el tribuno admitido por el estado. En leyes posteriores se introdujo la intercessio (derecho de veto contra cualquier magistrado), se suprimió la prohibición del connubium, y con las leyes Licinias se permitió que uno de los cónsules fuera plebeyo. También se estableció que los acuerdos de la plebe fueran vinculantes para toda la comunidad, equiparando los plebiscitos a las leyes comiciales. Finalmente, los concilia plebis se impusieron como comitia tributa para toda la comunidad.

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