El Imperio Universal o Alemán. Federico I (1155 – 1190), perteneciente al linaje de los Staufen y conocido como Federico Barbarroja, y su hijo, Enrique VI, protagonizarán los principales enfrentamientos con el papado. Sus raíces se hunden en el Imperio Romano, en el momento en que Carlomagno es canonizado, sirviendo como espejo para los emperadores. Este concepto de imperio alcanza una madurez importante.
En la corte se consideraba que el Imperio era sagrado, concebido por Dios como la forma de organización política de la humanidad (sagrado, ungido por la divinidad), surgiendo a partir de 1157 el término “sacro” en los documentos: Sacro Imperio Romano-Germánico. Por otro lado, las monarquías (Inglaterra y Francia) se fortalecían, chocando con la supremacía del emperador. Al ascender al poder, Federico I necesitaba reafirmar su poder en la península italiana y lograr que el Papa compartiera su concepción del Imperio, de lo contrario, todo sería muy complicado.
En 1122 se firma el Concordato de Worms, que puso fin al debate de las investiduras. El rey alemán enfrentaba una crisis de poder y autoridad dentro del imperio alemán. En Alemania, existían dos facciones:
- Duque de Baviera, Enrique el Soberbio, jefe del linaje Welfos (Güelfos).
- Duque de Suavia, Conrado de Staufen (inaugura la dinastía de los Staufen), del linaje de los Weiblingen (Gibelinos).
Se produjo una lucha entre ambos bandos. Los Gibelinos tenían un concepto mucho más pro-imperial, mientras que los Güelfos apoyaban más al Papa. Así, una lucha local se internacionalizó, italianizándose, con partidarios de unos y otros en ambos territorios. En Italia, hubo ciudades güelfas y gibelinas.
Cuando subió al poder el emperador Federico I, las ciudades italianas entraron en escena, no cayendo bajo el feudalismo y cobrando importancia económica y financiera. Estas ciudades lograron cierta autonomía e independencia frente a los emperadores.
Federico I, lo primero que hizo fue reafirmar su poder en Italia. Al subir al trono, la situación parecía favorable. Roma fue declarada comuna, azuzada por Arnaldo de Brescia (de un movimiento herético). Este personaje tomó a Roma como cuna del cristianismo y buscó su independencia de la Iglesia. Roma no quería estar bajo el Papa ni sobre el emperador, sino que buscaba la corona imperial como heredera del senado romano.
Las ciudades estado fueron un fenómeno político en Italia durante la plena y baja Edad Media, caracterizadas por un gran poder político, comercial y financiero. Los motivos de esta fuerza fueron varios:
- El comercio fue un elemento importante. Tras la caída del Imperio Romano, la decadencia de algunas ciudades fue mayor que en otras partes. En Italia, la estructura en ciudades se mantuvo mejor, permitiendo un resurgimiento más fuerte en el Renacimiento.
- La zona sufrió invasiones, obligando a las ciudades a fortalecerse para sobrevivir.
- Carlomagno se apropió del reino lombardo (posteriormente llamado reino de Italia), abarcando solo el norte de Italia.
- La orografía, con valles y montañas, favoreció la independencia de las ciudades.
Las ciudades aprendieron a hacerse fuertes, a vivir solas, independizándose y participando en el juego político, consiguiendo derechos y prebendas.
Esta era la situación cuando Federico I subió al poder: los nobles veían caer el sistema feudal, las ciudades se independizaban y la Iglesia estaba llena de corrupción y órdenes mendicantes.
Situación interna de Italia:
- Triunfo del modelo ciudad estado.
- Lucha entre los güelfos y gibelinos:
- Lucha por el poder local.
- Refuerzo de la autonomía.
- Enfrentamiento entre Federico I y Alejandro III.
Tras la muerte del Papa Adriano IV, surgieron problemas con la elección. La mayoría de los cardenales preferían a Alejandro III, pero Federico aprovechó la situación para nombrar a Víctor IV como Papa, creando una lucha que duraría 18 años, obligándolo a aliarse con la Liga Lombarda (ciudades italianas en contra del emperador que apoyaban al Papa).
Alejandro III fue reconocido como Papa por los demás estados, pero no por el propio imperio. Víctor IV falleció, desgastando al emperador, quien no tenía argumentos para no aceptar a Alejandro III.
La Batalla de Legnano (1176) enfrentó al Papa contra el Emperador, marcando un antes y un después en la política de Federico I, quien era consciente de que debía cambiar. A partir de entonces:
- Reconoció a Alejandro III y renunció a la soberanía sobre los estados pontificios.
- Paz de 6 años con las ciudades lombardas a cambio de que lo aceptaran como emperador (provocando nuevos enfrentamientos con el Papa).
- Concesión de grandes privilegios a las ciudades normandas.
- Política de matrimonio con Sicilia (casó a su hija).
- Encabezó la III Cruzada, donde pereció al cruzar un río.
Enrique VI recogió el testigo, abriendo una nueva era, ya que se había asentado la base:
- Tenía Sicilia, una gran base en el sur de Italia.
- Aplasta la revuelta de Enrique el León (enemigo de los emperadores alemanes), logrando años de paz dentro de la tensión entre los nobles y la dinastía alemana.
- Intentó convertir el trono alemán en hereditario, nombrando a su hijo, aún un bebé, rey de romanos.
- Asoció otros reinos al Imperio mediante fórmulas de vasallaje. Esto se rompió con su fallecimiento y la minoría de edad de su hijo.
Parecía tener los países controlados e inició una germanización en los puestos de mando sicilianos, dando al emperador una gran fuerza frente al pontífice.
Se abrió la era de Inocencio III (1198-1216), quien se convirtió en dueño y señor de Italia y del imperio, al tener como enemigo a un niño. Se le recuerda por:
- IV Concilio de Letrán: trató temas de herejía, inquisición, judíos, etc.
- Impulsor de la reforma de la Iglesia y protector de las órdenes mendicantes.
- Promovió las cruzadas en el interior de Europa, como las cruzadas contra los Cátaros, lideradas por los dominicos.
- Intensa intervención en la política europea.
- Dueño y señor de Italia.
- Lucha entre Otón IV, Federico II e Inocencio III.
- Batalla de Bouvines.
Federico II fue el último de los emperadores que luchó por el Dominiun Mundi. Se impuso la nueva política de que cada rey era rey de su reino. La imagen del emperador comenzó a desaparecer.
Así llegó el fin de la política universal, marcando el final de una etapa y estructurándose las relaciones entre el emperador y el pontífice, dando inicio al periodo de la Baja Edad Media.