1.1 Sociedad y Economía en el Paleolítico y Neolítico
La Prehistoria comienza con la aparición de los primeros homínidos. El Paleolítico (1,2 millones de años – 10.000 a.C.) se divide en tres etapas: Inferior (1,2 millones de años), Medio (100.000 a.C.) y Superior (35.000 a.C.). Se caracteriza por una economía depredadora (caza, pesca y recolección) y un estilo de vida nómada. Existía una división de tareas por sexo y una sociedad jerarquizada. Se desarrolla el arte rupestre cantábrico en la cornisa cantábrica, con representaciones naturalistas y policromáticas. Se han propuesto dos interpretaciones principales para estas pinturas: magia propiciatoria y cuevas santuario. Durante este periodo, convivieron diferentes especies de homínidos, como el Homo antecessor y el Homo neanderthalensis.
El Epipaleolítico (10.000 a.C.) marca una transición donde humanos y animales coexisten más estrechamente. Se desarrolla el arte rupestre levantino, localizado en abrigos rocosos, con un estilo esquemático y monocromo. Las escenas representadas suelen ser de caza, como las encontradas en Cogull.
El Neolítico (5.000 a.C. – 3.000 a.C.) se caracteriza por una economía productora, basada en la domesticación de animales y el desarrollo de la agricultura. Surgen nuevas actividades, como el pulimento de la piedra. Estos cambios conducen a un aumento de la población y a la sedentarización. Se distinguen dos etapas: Neolítico inicial (5.000 a.C.) y Neolítico pleno (3.500 a.C.). El final del Neolítico da paso a la Edad de los Metales, donde se desarrolla el megalitismo.
1.2 Pueblos Prerromanos y Colonizadores
Se pueden distinguir dos grupos principales:
Pueblos Autóctonos
- Celtas, Vetones y Lusitanos: Llegan a la Península Ibérica entre los siglos IX y VII a.C. y se asientan en el norte, centro y oeste. Introducen la metalurgia del hierro. Su mestizaje con las poblaciones indígenas da lugar a los celtíberos, que vivían en asentamientos fortificados conocidos como castros.
- Íberos: Pueblos con una economía agrícola y ganadera avanzada, muy influenciados por el contacto con otros pueblos. Desarrollaron un importante comercio con fenicios y griegos, y acuñaron su propia moneda. También destacaron en la minería y la cerámica.
- Tartessos: Civilización próspera y rica en recursos minerales, que desaparece en el siglo V a.C. Posteriormente, la región es conocida como Turdetania.
Pueblos Colonizadores
- Fenicios: Navegantes en busca de metales, fundan Cartago (814 a.C.) y Gadir (Cádiz, 800 a.C.). Aportan la escritura alfabética.
- Griegos: Llegan en el siglo VII a.C. desde Massalia (Marsella). Fundan Emporion (Ampurias) e intercambian metales y salazones por aceite y perfumes. Acuñan su propia moneda.
- Cartagineses: Se independizan de los fenicios y conquistan sus territorios. Tras sus enfrentamientos con Roma (liderados por Aníbal y Amílcar Barca), expanden su dominio territorial en la Península Ibérica.
1.3 Conquista y Romanización de la Península Ibérica
La conquista romana se enmarca dentro de la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.), un conflicto entre Roma y Cartago por el control del Mediterráneo. La conquista militar se desarrolló en varias fases:
- Ocupación del litoral mediterráneo (218-197 a.C.): Avance rápido de las legiones romanas, ocupando el valle del Guadalquivir y el Ebro.
- Conquista de la Meseta (197-29 a.C.): La resistencia celtíbera obligó a Roma a emprender una serie de campañas hasta el año 133 a.C. Destacan las guerrillas lideradas por Viriato y la resistencia de Numancia.
- Periodo de Estancamiento (133-30 a.C.): Las luchas internas en Roma detienen temporalmente la conquista.
- Conquista del Norte Peninsular (29-19 a.C.): Augusto lidera las guerras contra cántabros y astures. Estos pueblos fueron sometidos al pago de tributos, pero no se integraron plenamente en la civilización romana.
La romanización fue un proceso de asimilación de la forma de vida, organización y cultura romana por parte de los pueblos conquistados. Sus principales elementos fueron:
- El latín se impuso como lengua oficial.
- Se fundaron ciudades como Tarraco (Tarragona).
- El territorio se dividió en provincias.
- El derecho romano se extendió por la Península.
- Caracalla extendió la ciudadanía romana a todos los habitantes libres del Imperio.
Aportaciones romanas:
- Sociales: Existencia de desigualdades jurídicas (hombres libres y esclavos) e integración de las élites peninsulares en la administración romana.
- Económicas: Innovaciones en la agricultura (barbecho, regadío) y desarrollo de la trilogía mediterránea (trigo, vid y olivo). Explotación de yacimientos de plata y oro. Fomento de una economía urbana y monetaria.
- Culturales: Desarrollo del arte y las obras públicas (anfiteatros, acueductos, etc.).
1.4 Las Invasiones Bárbaras y el Reino Visigodo
En el año 409, la Península Ibérica fue invadida por varios pueblos germánicos:
- Suevos: Establecieron un reino que comprendía Galicia y el norte de Portugal. Fueron conquistados por los visigodos en el año 585.
- Vándalos: Se instalaron brevemente en la Península, para luego trasladarse al norte de África.
- Alanos: Se integraron con la población autóctona.
Los visigodos, aliados de Roma, se establecieron inicialmente en el sur de la Galia (Francia). Tras ser derrotados por los francos en la batalla de Vouillé (507), trasladaron su capital a Toledo (Toletum).
Instituciones visigodas:
- Monarquía electiva: El rey era elegido por la nobleza.
- Aula Regia: Principal órgano político, asesoraba al rey en asuntos políticos y en la elaboración de leyes.
- Officium Palatinum: Núcleo fundamental del Aula Regia, encargado de la administración central y del palacio.
- Concilios de Toledo: Asambleas legislativas con potestad política y religiosa, integradas por el rey, nobles y miembros de la Iglesia. En el III Concilio de Toledo (589), se produjo la conversión oficial de los visigodos al catolicismo.
La administración territorial se organizaba en provincias, dirigidas por un duque. Las divisiones territoriales menores estaban regidas por un conde.
En el año 654 se promulgó el Fuero Juzgo (Liber Iudiciorum), un código legal unificador que fue ampliamente aceptado en la Hispania cristiana durante la Reconquista.