Contexto Histórico de las Desamortizaciones en España (Siglos XVIII-XIX)
El contexto histórico del texto se sitúa en la Regencia de María Cristina (1833-1840), durante la Primera Guerra Carlista, y los gobiernos progresistas de 1835-1837, que desarrollaron una serie de reformas destinadas a liquidar el Antiguo Régimen. La muerte de Fernando VII y la derogación de la Ley Sálica dejaron el trono en manos de Isabel II, lo que provocó la rebelión de los partidarios de Carlos María Isidro, defensores del Antiguo Régimen, en contra de la sucesión de Isabel y del sistema liberal. La regente María Cristina se apoyó, más por necesidad que por convicción, en ministros liberales, primero el moderado Martínez de la Rosa y, posteriormente, en los progresistas Calatrava y Mendizábal.
El contexto de las desamortizaciones es más amplio y se remonta al siglo XVIII. Ilustrados como Olavide, Campomanes o Jovellanos propusieron reformas para mejorar el reparto de la tierra. Durante el reinado de Carlos IV, Godoy desamortizó bienes eclesiásticos para hacer frente a la Deuda Pública. También se llevaron a cabo desamortizaciones durante el reinado de José I, y las Cortes de Cádiz decretaron la desamortización de bienes pertenecientes a afrancesados y conventos destruidos durante la guerra. En el Trienio Liberal, se vendieron bienes de monasterios y conventos arruinados. Sin embargo, el proceso desamortizador alcanzó su mayor desarrollo con las de Mendizábal y Madoz, pero lejos de realizarse con criterios sociales, se abordó con criterios ideológicos liberales.
Objetivos y Consecuencias de las Desamortizaciones de Mendizábal y Madoz
Las desamortizaciones se inscriben en el proceso de consolidación del sistema liberal, junto con la desvinculación de mayorazgos y la abolición de señoríos. Los objetivos de la desamortización de Mendizábal (1836) eran:
- Amortizar la enorme deuda pública.
- Financiar la guerra carlista.
- Atraer adeptos a la causa liberal.
- Aumentar la producción agrícola.
Se centró en los bienes eclesiásticos, beneficiando a los grandes compradores de la nobleza y la burguesía, convertida ahora en terratenientes absentistas. Los perjudicados fueron:
- Los campesinos pobres, que no pudieron comprar estos bienes.
- La Iglesia.
- El patrimonio artístico, expoliado o utilizado como material para la construcción.
- La industrialización, ya que muchos capitales se desviaron a la compra de tierras.
Aunque los moderados interrumpieron la desamortización, Espartero la reactivó. En el Bienio Progresista, la desamortización de Madoz (1855) afectó a los bienes todavía no desamortizados de la Iglesia y también a los bienes propios y comunales de los pueblos, afectando a los Ayuntamientos. El mecanismo fue similar al de Mendizábal: expropiación y subastas, con pago en metálico y a plazos, aunque también se permitió el uso de Títulos de Deuda como forma de pago. Los objetivos eran la liquidación de la deuda y la financiación del ferrocarril.
Los grandes beneficiados y perjudicados fueron los mismos que en la de Mendizábal, con la diferencia de que, en esta ocasión, se añadieron nuevas instituciones como los Ayuntamientos, que perdieron su capacidad de financiarse. Asimismo, los campesinos pobres se vieron especialmente afectados al perder los aprovechamientos de los bienes comunales.
En ambas desamortizaciones no se logró solucionar el desigual reparto de la propiedad, eliminar el latifundismo ni mejorar la productividad. Solo lograron cancelar una tercera parte de la deuda pública, provocaron un aumento de los jornaleros y la ruina de pequeños propietarios y arrendatarios, incapaces de competir con los grandes productores o pagar las altas rentas (alquileres) impuestas por los nuevos propietarios.
La Romanización de la Península Ibérica
La Península Ibérica experimentó varios siglos de unidad política bajo el dominio de Roma. Los romanos llegaron para combatir a los cartagineses durante la Segunda Guerra Púnica. En el año 218 a.C., las legiones romanas desembarcaron en Ampurias. La conquista duró 200 años hasta que, en la época de Augusto, lograron someter a cántabros y astures en el 19 a.C.
La presencia romana introdujo en Hispania elementos culturales, así como la estructura social y económica de la civilización romana. Esto dio lugar a un proceso conocido como romanización, que supuso un cambio de vida, como:
- Difusión de la lengua latina.
- Culto a los dioses romanos e imperial.
- Derecho romano frente a las costumbres tribales.
- Urbanismo.
- Diferentes tipos de edificios (templos, teatros, anfiteatros, circos, acueductos, termas).
- Adopción de nuevas costumbres.
- Sistema monetario (denario romano).
Este proceso no se produjo de forma homogénea; fue más intenso en las áreas mediterráneas y en los valles del Guadalquivir y del Ebro, mientras que el norte apenas se romanizó. Instrumentos esenciales de este proceso fueron el ejército y los colonos romanos, muchos antiguos militares jubilados (eméritos), que fundaron nuevas ciudades como Augusta Emérita. Partiendo de Roma, se construyeron las primeras calzadas por razones militares y para facilitar el transporte de mercancías, uniendo áreas productivas con las consumidoras. Además, la integración de Hispania en la cultura romana se muestra en el hecho de que nuestro territorio fue cuna de emperadores como Trajano, Adriano y Teodosio, e intelectuales como Séneca y Marcial.
La Crisis del Siglo XVII en España: Rebeliones y Pérdida de Hegemonía
El siglo XVII fue una época de crisis: se registró la pérdida progresiva de la hegemonía, así como una grave crisis socioeconómica y política. Los Austrias Menores dejaron el gobierno en manos de un valido, ministro principal que contaba con la confianza del rey. Felipe IV designó al Conde-Duque de Olivares como su valido, quien desarrolló una política en dos esferas de actuación:
- Política interior: Centralismo.
- Política exterior: Unión de Armas, un proyecto para formar un ejército permanente financiado por todos los reinos de la Monarquía Hispánica.
Este programa de reformas chocó con una dura resistencia que condujo a la monarquía a la mayor crisis interna desde la llegada de los Austrias.
Rebelión de Cataluña (1640-1652)
En plena Guerra de los Treinta Años, las tropas españolas invernaron en Cataluña, desde donde realizarían una campaña contra Francia, lo que obligó a los catalanes a alojar a las tropas y a contribuir al gasto militar. Esto, junto a los daños causados por los soldados, provocó una rebelión con la entrada de segadores armados en Barcelona durante el Corpus de Sangre (7 de junio de 1640). La revuelta se generalizó en Cataluña y tuvo el apoyo de Francia. Los perjuicios de la presencia francesa favorecieron la rendición de Barcelona en 1652 y la aceptación de la soberanía de Felipe IV.
Secesión de Portugal (1640-1668)
El descontento por la Unión de Armas, la escasa participación en la política estatal y la falta de interés en defender las colonias portuguesas, amenazadas por Inglaterra y Holanda, provocaron grandes pérdidas económicas. La nobleza y alta burguesía promovieron la rebelión dirigida por el Duque de Braganza, quien se proclamó rey de Portugal (Juan IV). La rebelión dio lugar a una larga guerra, y España reconoció la independencia de Portugal en 1668.