Regencias y Gobiernos en la España Isabelina (1833-1856): Construcción del Estado Liberal

La Construcción del Estado Liberal en la España Isabelina (1833-1856)

La Regencia de María Cristina (1833-1840)

El Gobierno de Cea Bermúdez (1833)

En septiembre de 1833, tras el fallecimiento de Fernando VII, su hija Isabel fue proclamada reina en Madrid. Contó con el apoyo mayoritario de la Corte, el Gobierno y el Ejército, pero no con el reconocimiento unánime del pueblo español. Su madre, María Cristina, fue nombrada regente con el título de Reina Gobernadora.

La Reina Gobernadora mantuvo al frente del gobierno a Cea Bermúdez, último ministro de Fernando VII. Cea Bermúdez intentó, sin éxito, mantener el sistema político establecido durante la última época del reinado de Fernando VII, llevando adelante una política inmovilista. Sin embargo, se vio desbordado por el estallido de la insurrección carlista y el descontento de los liberales. El único cambio significativo aprobado durante su gobierno fue la división provincial, impulsada por el ministro Javier de Burgos, que estableció una organización administrativa que perdura hasta hoy.

El Gobierno de Francisco Martínez de la Rosa (1834-1835)

El inmovilismo de Cea Bermúdez y la necesidad de obtener el apoyo de los liberales para sostener a Isabel II obligaron a la Regente María Cristina a dar paso a un liberalismo moderado. Se buscaba un cierto reformismo político y social que atrajera a los liberales a las filas de su hija. En 1834, el liberal doceañista Francisco Martínez de la Rosa, figura destacada del Trienio Liberal, fue nombrado Presidente del Gobierno.

La principal labor política del gobierno de Martínez de la Rosa fue la promulgación del Estatuto Real en 1834. Este texto constitucional, representativo del pensamiento liberal más moderado, establecía un poder ejecutivo fuerte, con un rey con amplios poderes discrecionales.

Los Gobiernos Progresistas (1835-1838)

El descontento de los liberales con el gabinete de Martínez de la Rosa provocó la sublevación de la Milicia Nacional. La Reina se vio obligada a entregar el poder a los progresistas (o exaltados), quienes formaron un nuevo gobierno presidido por Juan Álvarez Mendizábal.

La tarea más importante del gabinete liberal progresista fue la Desamortización de Mendizábal (1835-1838), que afectó a los bienes eclesiásticos. El gobierno, con una facción liberal radical, se enfrentó a un dilema: volver a la Constitución de 1812 o mantener el Estatuto Real de 1834. María Cristina optó en mayo de 1836 por cesar a Mendizábal y nombrar presidente del Consejo de Ministros al moderado Francisco Javier de Istúriz.

Sin embargo, el liberalismo progresista impulsó un movimiento revolucionario que devolvió el poder a Mendizábal, aunque la presidencia del gobierno recayó en José María Calatrava. Los progresistas elaboraron una nueva Constitución en 1837, superando el texto de 1812 y promulgando una ley de leyes típicamente progresista.

La Constitución de 1837 establecía la soberanía nacional, la división de poderes, un poder legislativo bicameral y la elección de diputados por sufragio censitario.

Los Gobiernos Moderados (1838-1840)

Tras la reforma constitucional, la Reina llamó al poder a los moderados, identificando su regencia con este grupo político. Durante estos años, los gabinetes moderados gobernaron con una Constitución progresista, lo que generó alta conflictividad social y repetidos cambios en la jefatura del gobierno.

En 1840, los liberales moderados intentaron aprobar una Ley de Ayuntamientos que sustituía la elección popular de los alcaldes por su nombramiento directo por el gobierno. Los progresistas la consideraron inaceptable, lo que provocó un levantamiento popular que puso fin a los gobiernos moderados y a la regencia de María Cristina.

La Regencia de Baldomero Espartero (1840-1843)

El general Baldomero Espartero había pacificado el país, poniendo fin al conflicto carlista. Este triunfo le otorgó el apoyo del ejército y el afecto del pueblo. La sublevación de 1840 le concedió el poder político, que se sumaba a su poder militar: María Cristina abandonó España y Espartero se convirtió en el nuevo Regente de Isabel II.

Sin embargo, una política errónea del general progresista en el nombramiento de cargos políticos y la concesión de honores en el ejército provocó, en 1843, el pronunciamiento de algunos generales liberales, encabezados por Ramón María de Narváez, que pusieron fin a su Regencia.

La Década Moderada (1844-1854)

El nuevo régimen moderado decidió acabar con la interinidad en la Jefatura del Estado y, en 1844, reconoció la mayoría de edad de la reina Isabel II, a pesar de su corta edad.

El nuevo jefe de gobierno, Ramón María Narváez, emprendió la construcción de un Estado liberal siguiendo el modelo del partido moderado. La pieza fundamental fue la Constitución moderada de 1845.

Otras leyes importantes de la década fueron: la creación de la Guardia Civil, la Ley de Ayuntamientos, la reforma de la Hacienda Pública y el Concordato con la Santa Sede.

La corrupción y los escándalos financieros fueron respondidos por el gobierno con represión y censura, generando descontento. Sectores liberales moderados, pero honestos, del ejército se pronunciaron en Vicálvaro en 1854, liderados por el general Leopoldo O’Donnell. Aunque no lograron un triunfo incuestionable, despertaron a los progresistas, quienes animaron numerosas revueltas urbanas.

El Bienio Progresista (1854-1856)

Para dirigir la oposición al anterior gabinete, O’Donnell publicó el Manifiesto de Manzanares, permitiendo el triunfo de la revolución y la llegada a la presidencia del gobierno del general progresista Baldomero Espartero, con O’Donnell como ministro de Defensa.

La principal medida de gobierno fue la Desamortización de Pascual Madoz, que afectó a los bienes municipales de propiedad comunal. Esta medida empobreció a los ayuntamientos, llevó a la miseria a muchos pequeños campesinos y retrasó la Revolución Industrial.

Se redactó una nueva Constitución en 1856, pero nunca entró en vigor, ya que el gobierno progresista fue derribado antes. Las diferencias entre los seguidores moderados de O’Donnell y los progresistas de Espartero provocaron la caída de este último y el final del Bienio Progresista.

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