España: La Segunda República (1931-1939) – El Bienio Reformista

La Segunda República Española: El Bienio Reformista (1931-1936)

Contexto Histórico

Tras el fracaso de la dictadura de Primo de Rivera, el movimiento republicano, surgido en el siglo XIX, experimentó un auge significativo en España. En 1926, los republicanos de Alejandro Lerroux y Manuel Azaña formaron la Alianza Republicana. Posteriormente, en 1930, esta alianza pactó con miembros del socialismo y del nacionalismo catalán en el Pacto de San Sebastián, con el objetivo de derrocar a Alfonso XIII y proclamar la República. Un pacto posterior con el PSOE resultó en la formación de un gobierno provisional, presidido por Niceto Alcalá Zamora, con representación socialista (incluyendo a Largo Caballero en el Ministerio de Trabajo) y republicana (Azaña en Guerra y Lerroux en Asuntos Exteriores).

En 1930, la dimisión de Primo de Rivera y la incapacidad de los gobiernos de Dámaso Berenguer y Juan Bautista Aznar para restaurar la situación pre-dictadura, junto con la creciente desaprobación de Alfonso XIII, crearon un clima propicio para el cambio. El fallido golpe de Estado del capitán Fermín Galán en Jaca en diciembre de 1930, y las elecciones municipales de abril de 1931, donde los republicanos triunfaron en las capitales de provincia, precipitaron la proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931. El rey Alfonso XIII se exilió.

El Gobierno Provisional y las Primeras Reformas

El gobierno provisional, ahora al frente de la República, implementó medidas como la creación de los jurados mixtos agrarios por Largo Caballero y la reforma del ejército liderada por Azaña. Esta reforma ofreció a los militares la opción de jurar fidelidad al nuevo régimen o retirarse, buscando reducir el exceso de oficiales y modernizar el ejército. Además, se redactó el Estatuto de Nuria para conceder autonomía a Cataluña, que fue aprobado en referéndum.

La Constitución de 1931 y el Bienio Reformista

Las elecciones a Cortes de junio de 1931 dieron una rotunda victoria a la coalición gubernamental, con los socialistas como la fuerza más votada. Tras un breve mandato de Alcalá Zamora, Azaña asumió la presidencia del gobierno, iniciando el bienio reformista.

La Constitución de 1931, resultado de intensos debates, reconoció el voto femenino (defendido por Clara Campoamor), la separación de Iglesia y Estado, la disolución de la Compañía de Jesús, la prohibición de la enseñanza a las órdenes religiosas, la posibilidad de acceso a la autonomía para las regiones, un amplio conjunto de derechos y libertades, la disolución del parlamento por el presidente de la República, Cortes unicamerales, sufragio universal y un Tribunal de Garantías Constitucionales.

Las Reformas de Azaña

El gobierno de Azaña implementó una política reformista que incluyó:

  • Promoción de la enseñanza pública y laica.
  • Democratización del ejército.
  • Implementación de la autonomía catalana.
  • Reforma agraria, con el objetivo de repartir los latifundios, que generó oposición y conflictos.
  • Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas, que suspendió los subsidios a la Iglesia Católica y cerró sus centros educativos (excepto seminarios).
  • Formación acelerada de maestros y construcción de escuelas, apoyadas por las misiones pedagógicas.
  • Promulgación de la ley del divorcio.
  • Aprobación del Estatuto de Cataluña en 1932, con menos competencias que el Estatuto de Nuria.

Conflictos y Fin del Bienio Reformista

El bienio reformista estuvo marcado por conflictos: la insurrección militar fallida del general Sanjurjo, insurrecciones anarquistas, la tragedia de Casas Viejas en 1933, y el creciente descontento social. Estos eventos, junto con la oposición a las reformas, llevaron a la dimisión de Azaña en septiembre de 1933, forzada por Alcalá Zamora. Las elecciones de noviembre de 1933 dieron la victoria a la CEDA, liderada por José María Gil-Robles, marcando el fin del bienio reformista.

El Papel de los Intelectuales

Durante la Segunda República, los intelectuales tuvieron un papel destacado. Figuras como Manuel Azaña y Julián Besteiro participaron activamente en la política, mientras que otros, como Ortega y Gasset, Antonio Machado y Gregorio Marañón, apoyaron al nuevo régimen. La Generación del 27, con poetas como Dámaso Alonso, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, Miguel Hernández y Federico García Lorca, alcanzó gran relevancia. Instituciones como la Residencia de Estudiantes de Madrid y el Ateneo se convirtieron en importantes centros de actividad intelectual.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *