Rebeliones en Oruro: Indígenas, Criollos y la Lucha por la Independencia

Sublevaciones Indígenas y Criollas en Oruro: Objetivos y Rupturas (Siglo XVIII)

Las principales fuentes para el estudio de los objetivos de los sublevados son los hechos y acciones de los mismos, sus proclamas y las declaraciones de los prisioneros. Esta última fuente es la menos fiable por el carácter mismo de la declaración de alguien que está bajo presiones.

La sublevación, a medida que pasaba el tiempo y se agudizaba la represión, fue ampliando, aclarando y radicalizando sus objetivos. Sin embargo, en cualquier caso, el punto de partida es el mismo: acabar con la situación económico-social de explotación que sufría el indígena-campesino durante la colonia.

La consigna de Túpac Amaru: «Cortar el mal gobierno, de tanto ladrón que nos roba la miel de nuestros panales»1, se propagó por toda el área sublevada y resumía metafóricamente el sentido de la revolución. Existía un equilibrio económico entre los intereses estatales y la economía campesina de autosubsistencia.

Este equilibrio fue roto en el siglo XVIII, como bien anota Golte2, como consecuencia de la instauración del sistema de los repartimientos mercantiles. No existía libre disponibilidad de la mano de obra y, por otro lado, el campesino no estaba incorporado a la economía de consumo, sobre todo en lo que se refiere a productos de ultramar.

El sistema de repartir obligatoriamente mercancías al indígena rompió esas limitaciones. Aseguraba a la burguesía comercial limeña la venta de un buen número de productos y obligaba al indígena a vender su fuerza de trabajo para poder cancelar las deudas originadas por el reparto.

Esta introducción del temprano capitalismo a la sociedad andina rompió el equilibrio económico y empeoró terriblemente la situación de explotación del indígena. Por ello, si bien los sublevados planteaban como objetivo central terminar con todas las pensiones a las que estaban sometidos, de éstas ponían especial hincapié en el reparto.

La gran mayoría de las sublevaciones locales previas a la sublevación general tenían como exclusiva finalidad liquidar el reparto mercantil. Fuera por la vía legal o de los hechos, el denominador común era que ya no podían soportar esta carga económica.

En la sublevación general de 1780-1781, la abolición del reparto fue un objetivo central de los revolucionarios.

Es indudable que el reparto mercantil fue el principal punto de partida para la rebelión, pero su abolición no fue el único objetivo de los rebeldes. Dámaso Catari, uno de los líderes principales de la revolución de Chayanta, preso y sometido a interrogatorio, resumió así esta posición:

«Con la llegada de Túpac Amaru, esperaban redimirse de tasas, gabelas, repartos, diezmos y primicias y vivir sin los cuidados que les acarrean estas contribuciones…»4.

Respecto al tributo, no se dieron posiciones uniformes; inclusive cuando las fuerzas túpacamaristas tomaban poblaciones, suprimían todo género de pensiones, menos el tributo. En cambio, en Oruro la supresión del tributo fue asunto primordial.

Los revolucionarios indígenas de 1781 no solamente plantearon la supresión de las obligaciones a las que estaban sometidos, sino que algunos sectores radicalizados incorporaron la necesidad de acabar con los propietarios de tierras, así como de minas y que unas y otras pasaran a propiedad de las comunidades.

La apropiación de tierras de hacendados, como objetivo central, se dio sobre todo en aquellas regiones donde las tierras de comunidad colindaban con grandes haciendas que habían extendido poco a poco sus dominios y en las que, para cumplir con todas las recargadas obligaciones, los campesinos vendían su fuerza de trabajo. Tal fue el caso de Ayacucho, por ejemplo5.

Respecto a las aspiraciones de tierra, hay que distinguir, como hace Jan Szeminsky, entre las aspiraciones de los yanaconas y las de los comunitarios6. Por eso, en Oruro, por ejemplo, los yanaconas fueron mucho más radicales que los comunitarios.

Damaso Catari, el líder de Chayanta, afirmó en su confesión que era un fin primordial que ¡os indios fuesen «hechos dueños de sus tierras y de los frutos que producen, con tranquilidad y sosiego»7.

Con el desarrollo de los acontecimientos, en el sector de Chayanta se presentaron varios tumultos, directamente vinculados con la recuperación de tierras.

Con el propósito de acabar con el sometimiento económico que padecían, los revolucionarios identificaron un objetivo inmediato para lograr sus propósitos. En todas las sublevaciones locales anteriores y al comienzo de la sublevación general, el objetivo político número uno fue acabar con los corregidores y con las autoridades indígenas que colaboraban con ellos. Además, es importante recalcar que siendo el corregidor un funcionario público, mostró generalmente gran interés por obtener ganancias, de tal manera que su política estaba orientada al mejor aprovechamiento de sus cinco años de gobierno y como para comprar el cargo, obtener las mercancías y trasladarse desde España se llenaba frecuentemente de deudas, actuaba luego a la desesperada y expoliaba a los indígenas.

De ahí que, en muchas de las sublevaciones previas a la de carácter general, el objetivo principal fuera la muerte del corregidor o su agente.

Lo mismo sucedió en la sublevación promovida pon Tomás Catari en Chayanta. Esa misma identificación se dio en Oruro.

El odio al corregidor se extendía también a sus colaboradores, como el teniente de corregidor, su cajero, etc.; pero con mucha más violencia a los caciques y gobernadores indígenas que servían al sistema. El cacique tuvo un doble papel en la rebelión: o se puso al lado del campesinado, como el propio Túpac Amaru, Tomás Catarí y otros, o se alineó con la represión, como fue el caso de Mateo Pumakawa.

Todos los caciques tenían en común que eran un grupo económico y social claramente diferenciado de la masa indígena. A los caciques que se declararon en pro de la sublevación, los movieron dos tipos de motivos: económicos – pues debían responder con sus bienes cuando no podían cobrar el reparto o el tributo – y políticos: el nacionalismo inca, aspecto que se analizará posteriormente.

En este punto, lo que se trata de destacar es que los sublevados tenían también como objetivo cambiar, si era preciso con la violencia, a sus autoridades indígenas abusivas.

Casi todos los movimientos subversivos triunfantes comenzaron con la muerte del corregidor; así se cumplía el primer objetivo político; luego, las autoridades locales y provinciales coloniales eran remplazadas por autoridades indígenas. Finalmente, como tanto los europeos como los criollos y mestizos representaban a los sectores urbanos, la guerra se transformó en un enfrentamiento del campo contra la ciudad.

Túpac Amaru y todos los principales jefes de la rebelión buscaron aliarse con los criollos para acabar con los europeos. Dámaso Catari declaró durante el interrogatorio:

El criollo, salvo contadas excepciones, no se alió al indígena; esto fue causa y efecto para que los sublevados dirigieran también sus ataques contra los «españoles americanos». En varias provincias radicalizadas, aun en contra del mandato de los líderes de la rebelión, en sus ataques a poblaciones, los sublevados no hacían distinción entre criollo y europeo, lo que obviamente asustó inclusive a los criollos más progresistas y los puso a la defensiva.

En este proceso de radicalización, el objetivo político principal pasó a ser un cambio total de gobierno y la liquidación de la estructura colonial. Pero el sentido de independencia indígena era muy diferente al de los criollos porque iba identificado con una revolución económica y social.

Si bien, como ya se dijo, no existió un grado de conciencia homogéneo, se tenía claridad respecto al cambio de gobierno. El nacionalismo inca fue la principal diferencia entre los caciques rebeldes y los leales al Rey.

A pesar de los tres siglos de coloniaje, la tradición inca sobrevivía en la política, en instituciones económicas y sociales y en la cultura. Existía una nobleza inca depositaria de esa tradición.

Es difícil determinar, dada la existencia de muchos documentos en que se reiteraba la fidelidad al Rey, hasta qué punto la radicalización del proceso de la sublevación convirtió al movimiento en independentista y hasta qué punto Túpac Amaru asumió que su coronación como Rey Inca significaba precisamente eso. Pero, en todo caso, la idea del gobierno inca cobró mucha mayor fuerza en las provincias; en Oruro, en particular, más que como un fin, como un medio porque el Inca los iba a librar de las pensiones a las que estaban sometidos.

Tanto en los objetivos económicos como en los políticos, se distinguen dos líneas: una moderada y otra radical. Sin embargo, como ya se anotó, los mismos dirigentes moderados optaron luego por una línea independentista, americana; pero bajo la hegemonía inca.

El conocido Bando Real de Túpac Amaru II es el mejor ejemplo de la evolución del pensamiento del líder máximo de la revolución, quien al principio reconoció el gobierno de la Corona española:

Este renacer de la expresión cultural indígena, de larga gestación en el siglo XVIII, tuvo obvia repercusión e influencia en la sublevación general. El peligro que vieron los españoles en este movimiento cultural se reflejó en las acciones represivas contra esas manifestaciones y en que, después de la derrota de los sublevados, se hubiese intentado acabar con las lenguas nativas.

Robins, al respecto, califica esta posición como de nativismo, que buscaba el gobierno nativo bajo las órdenes del Inca. En cambio, muchas de las bases de la rebelión eran retrospectivas al buscar un retorno total al mundo prehispánico y una «sociedad netamente nativa» sin españoles, ni criollos ni mestizos16.

Relacionado con la cultura, está el problema religioso. El problema religioso estuvo presente en la sublevación general, pero con matices muy diversos.

Túpac Amaru y otros dirigentes políticos de la rebelión plantearon claramente que no tenían ninguna intención de atacar a «nuestra sagrada religión católica»17. Pero, en los hechos, los grupos más radicales atacaron a los representantes de la Iglesia, en especial a los que llamaban los malos curas.

El dirigente ayacuchano Pablo Challco manifestó en público que si la sublevación triunfaba, ya no habría ni curas ni corregidores18.

Es decir, se identificaba a los curas con el grupo dominante opresor; muchos fueron muertos y otros fueron obligados a salir de sus pueblos. Algunos curas apoyaron a ¡a rebelión, otros se quedaron en sus pueblos y una prueba de que el odio contra ellos no era tanto como el que había contra el corregidor es que luego sirvieron de intermediarios en la pacificación y la firma de las capitulaciones.

El problema religioso era mucho más profundo. En otros sectores, hubo una notable participación de hechiceros y magos, acusados luego de idólatras.

Pero, sin duda, el aspecto más interesante fue la forma como algunos de los dirigentes indígenas utilizaron la religión católica para fortalecer su dirigencia y su programa. Como bien anota Szeminsky, este ejemplo muestra claramente las diferentes concepciones entre los sublevados.

Como objetivo de la sublevación, se puede decir a modo de conclusión, estaba el destruir todos los signos de opresión y, entre ellos, estaba la Iglesia. Pero los más importantes objetivos estaban centrados en lo económico, en una transformación profunda de las estructuras de explotación y, en lo político, en la independencia, una América independiente, pero bajo la hegemonía indígena y bajo el gobierno del Inca.

Estos objetivos de la sublevación general se presentaron con variantes tanto en el espacio como en el tiempo. Así, en el caso específico de Oruro, es posible distinguir dos etapas y dos regiones.

La primera etapa abarcó desde el primer brote subversivo en Paria hasta la ruptura de la alianza con los criollos. La segunda, mucho más radical, se caracterizó por el enfrentamiento de los campesinos indígenas con los defensores mestizos y criollos de la Villa de Oruro, enfrentamiento que concluye con la victoria de éstos últimos.

El punto de partida de la sublevación en las provincias de Paria y Carangas fue, como en otras provincias, la lucha contra el reparto. Pero, además, ya desde ese momento la sublevación tenía el objetivo político claro de establecer el gobierno de Túpac Amaru, su Rey Inca 20. El cacique Chungara no pudo evitar que la sublevación cundiera a los pueblos aledaños con un claro sentimiento antieuropeo; si en ese momento no se dio una matanza fue porque el criollo Juan de Dios Rodríguez fue nombrado nuevo corregidor.

En Carangas y, en general, en todo el norte y oeste de Oruro, la sublevación fue mucho más radical desde un principio. La acción de Colque empezó contra el reparto y también llevó a la muerte del corregidor; pero allí murieron también todos los acompañantes y el cura, a diferencia de Challapata, no interpuso sus buenos oficios, pues prefirió huir.

En el pueblo de Paria, el cura Arcos tuvo que salir huyendo, no sin antes sufrir humillaciones y vejaciones. Inclusive en el radical pueblo de Paria, los indígenas aceptaron a un nuevo cura, el criollo Beltrán, acusado luego de cómplice de la sublevación.

Varios caciques, gobernadores indígenas y cobradores de tributos también llegaron a la Villa, temerosos de perder la vida; tal el caso de Melchor Challapa, de Challacollo, y Vicente Ferrer, de Colque. No se equivocaron al huir porque las convocatorias de los indígenas de esas zonas pedían dar con el paradero de estos intermediarios de la explotación.

Esa pugna contra los caciques explotadores se manifestó claramente en los pueblos directamente dependientes del corregimiento de Oruro, donde, a más de buscar dar muerte al corregidor, los campesinos tenían como objetivo concreto la muerte del cacique Manuel Campoverde. El primero logró huir, el segundo fue muerto por los rebeldes.

En suma, esta primera fase de la sublevación tuvo como objetivos centrales acabar con los abusos del reparto, dar muerte a los corregidores y malos caciques y desterrar a los malos curas. Este vacío de poder fue llenado, en algunos casos, por los entonces aliados criollos, pero dentro de la mira de un nuevo gobierno encabezado por el Rey Inca.

A estos objetivos centrales, hay que añadir el antieuropeísmo, piedra angular que permitió la alianza con los criollos; éste era un objetivo de ambos tipos de sublevación. El antieuropeismo se manifestó violentamente, en lo que podríamos llamar una guerra a muerte.

En Challacollo, fue muerto un maestro de primeras letras; en el camino a Challapata, un comerciante; pero la matanza más grande se dio en la misma ciudad de Oruro. Al día siguiente, llegaron los indios bajo la consigna de «defender a sus hermanos criollos» y así dieron muerte a cuanto europeo encontraron.

En ese primer momento de la alianza criollo-indígena, el movimiento tenía un profundo sentido americano.

En el caso de Oruro, en la primera etapa, existió mucho más coincidencia entre los líderes de la sublevación indígena con la posición multiétnica del Inca Túpac Amaru. Esa situación cambió cuando se produjo el enfrentamiento con mestizos y criollos de Oruro, pero, sobre ello, se tratará después de analizar los objetivos de la rebelión criolla, que, como ya se vio en los capítulos precedentes, coincidió en el tiempo y en algunos objetivos comunes.

2. Causas y Objetivos de la Rebelión Criolla

Como se presentó en los capítulos correspondientes, varias causas llevaron a los criollos y mestizos de la Villa de Oruro a protagonizar una profunda rebelión con importantes consecuencias. Ambos partidos tuvieron interpretaciones diferentes de los sucesos del 10 de febrero, especialmente en cuanto a las causas precipitadoras.

Para los criollos, la causa inmediata de los sucesos fue la provocación del corregidor y de sus allegados y la consecuente conspiración para matar a los orureños que formaban parte de las milicias. Es decir, actuaron para defenderse de los chapetones.

En cambio, para los del partido europeo, la causa principal de los sucesos fue la alianza de los criollos con Túpac Amaru y su profundo odio a los europeos, reflejado en la matanza a los comerciantes españoles. Según esos testigos, otro objetivo de los rebeldes fue apropiarse de los caudales de los comerciantes.

En todo caso, lo sucedido el 10 de febrero y los días posteriores no fue solamente un hecho coyuntural, no fue una protesta de corta duración, sino una rebelión, cuyo proceso de gestación fue de muy larga duración y que se remontaba por lo menos a cinco décadas antes. La sublevación de Amarus y Cataris originó el contexto favorable para que la rebelión explotase, así como, años después, la invasión de Napoleón a España creó las condiciones propicias para el inicio de la Guerra de la Independencia.

Por lo tanto, la influencia de la sublevación indígena y los conflictos de las milicias fueron las causas precipitadoras; las causas estructurales fueron, como ya se dijo, de muy larga gestación.

En primer lugar, estuvieron las causas económicas. La mayoría de los españoles peninsulares, autoridades y comerciantes, eran de reciente permanencia en Oruro y de origen vasco: Urrutia, Gurruchaga, Mugrusa, Endeyza, etc.

Como han señalado correctamente otros estudiosos de la sublevación de Oruro, como Frigeiro y Cornblit, Oruro vivía, desde los años previos a 1781, una profunda crisis minera, sustento principal de la Villa. Los grandes mineros criollos, en el momento de la rebelión, tenían una gran ¡liquidez y estaban endeudados con el Fisco y con los grandes comerciantes europeos.

En segundo lugar estuvieron las causas políticas. Esto significaba la pérdida del poder local que durante años estuvo en manos del partido criollo. Lavalle señala que la tensión entre los conquistadores y los hijos de los conquistadores con los funcionarios recién llegados databa desde las guerras civiles del Perú en los primeros años coloniales.

Esa tensión se agudizó mucho más entre los hijos de españoles nacidos en América y los españoles recién llegados. Por su parte, los europeos consideraban a los criollos como españoles degenerados por el medio ambiente y por el mestizaje.

El patriotismo criollo tuvo una percepción de lo americano, pero tuvo más de patria chica; por lo tanto, tenía contradicciones no sólo con los europeos, sino también con los criollos de otras regiones.

El ejemplo de lo sucedido en Oruro es una demostración más de lo que acontecía en toda la América Hispana, pero con sus propios matices. Como se ha visto en cientos de páginas de este libro, existen dos interpretaciones para cada uno de los hechos que sucedieron durante el 10 de febrero, días antes y días después, pero lo que no se puede negar es que esos hechos sucedieron y que los mismos como las interpretaciones posteriores reflejan esa profunda pugna.

La participación de los criollos de otras regiones también reflejó la dualidad complementaria y contradictoria de la patria americana y la patria local. Unos, como Del Llano, se sintieron tan advenedizos y extranjeros como los europeos; otros, como el limeño Menacho, el chileno Flores, el chuquisaqueño Mejía y el potosino Menéndez, estaban plenamente integrados al llamado partido criollo.

El conflicto por controlar el cabildo y así lograr los cargos de alcaldes ordinarios y procurador general que el cabildo elegía cada año, era de larga data. Cornblit detalla estos conflictos desde 1741, cuando la familia de los Herrera disputaba esos cargos contra nuevos migrantes vascos y gallegos.

Años después, el liderazgo del partido criollo pasó a la familia de los Rodríguez, estrechamente vinculada con los Herrera. A diferencia de lo sucedido en décadas anteriores, la protesta verbal pasó a los hechos violentos.

Como se vio en los capítulos descriptivos sobre la rebelión criolla, el desprecio mutuo entre criollos y europeos era muy grande. Los europeos, si bien no con las mismas palabras de los debates del siglo XVII, consideraban a los criollos ya no como hispanos nacidos en América, sino como cholos, palabra que en la época cargaba todo el desprecio y prejuicio al mestizaje.

Por su parte, los criollos consideraban a los europeos, como advenedizos sin raíces ni abolengo, sin arte ni oficio, que simplemente aprovechaban su condición de europeos para disfrutar del poder político y económico. No faltó quien los calificara de judíos, ajenos a la religión católica.

Fueron estas razones políticas, económicas, sociales, culturales y de mentalidades en tensión las que hacen concluir que el movimiento de Oruro se inscribe como una definida rebelión precursora de la lucha por la Independencia. Logrado ese propósito, la dependencia del Rey iba a ser una simple formalidad.

Más difícil que la independencia política, militar y económica fue la independencia mental de España. La herencia de la sangre hispana, del idioma castellano y la religión católica no tenía por qué convertir a los criollos en superiores a los indígenas; sin embargo, así lo sintieron muchos criollos desde el siglo XVI hasta el siglo XX y no hay pocos fundamentalistas que lo siguen sintiendo en este nuevo milenio.

También se reflejó en el hecho de que muy pocos criollos acudieron al llamado de Túpac Amaru para lograr una enorme alianza que alcanzase el propósito de expulsar a los europeos. Pese al fracaso de la alianza y las frustraciones posteriores, la adhesión fue un hecho innegable que la convierte en precursora de la construcción de la nación boliviana, proceso muy posterior a la construcción del Estado boliviano que durante muchas décadas no consideró la participación de los pueblos originarios.

Puede concluirse, coincidiendo con Frigeiro, que en Oruro existió una clara conciencia política del poder criollo con identidad americana. El movimiento orureño fue «proto -independentista».

El liderazgo de los Rodríguez incorporó, además de los criollos, a mestizos y a líderes nativos. Sin embargo de esa innegable ambigüedad, los Rodríguez y el partido criollo orureño representaron a un nacionalismo criollo que, a diferencia de otros, se vinculó estrechamente al nacionalismo inca.

3. Causas de la Alianza

Si bien existen referencias a criollos y mestizos simpatizantes de la sublevación general de indios, en ningún lugar, como en Oruro, se produjo una alianza tan concreta. Esto se debió a varias causas generales como locales.

Como se ha descrito en los capítulos pertinentes, el descontento contra el gobierno español era generalizado en todo el continente, especialmente a consecuencia de la aplicación de las reformas borbónicas. Ese descontento no solamente se reflejó en protestas pacíficas, sino en hechos violentos, como las revueltas contra las aduanas que se dieron en ciudades como La Paz y Cochabamba.

Por lo tanto, el ambiente era propicio para una sublevación general de todos los estamentos americanos contra el gobierno español. Era obvio, también, que el Inca asumiera que los europeos, sin el apoyo de criollos y mestizos, iban a ser derrocados fácilmente. Como se ha visto también, no todos los jefes rebeldes creían en esa alianza, peor aún cuando la alianza intercultural se dio en el bando contrario.

De ahí que la sublevación de Oruro es profundamente diferente a las otras sublevaciones. Como ya se vio en el punto anterior, a las circunstancias generales de descontento criollo, se sumaron circunstancias locales tan fuertes que el odio al europeo pudo más que el distanciamiento tradicional entre criollos, mestizos e indios. Los jefes indios rebeldes de Oruro no tenían la misma fuerza que los Catari y los Amarus, por lo tanto los Rodríguez y los otros jefes criollos tenían mayor peso.

Los indios rebeldes de Oruro y las provincias aledañas fueron consecuentes con la línea intercultural planteada por el Inca. Ellos distinguieron perfectamente entre europeos y americanos.

Para los criollos y mestizos, esa alianza también fue necesaria para consolidar su victoria contra los europeos y para evitar la toma de la ciudad de Oruro por los indios.

Si bien la alianza tenía mucho de cálculo político y más de un objetivo antieuropeo que proamericano, es decir, un pacto más por la destrucción de un enemigo común que por la construcción de un proyecto compartido, existen varias referencias que indican que en el proceso de mestizaje orureño la herencia india pesaba tanto como la herencia hispana.

Estas referencias permiten deducir que en Oruro existían espacios culturales de convivencia entre criollos, mestizos e indios, como la iglesia, las fiestas, el idioma, la comida, que facilitaron la alianza.

Por otra parte, existieron, como consecuencia de lo anterior, relaciones laborales, sobre todo en las propiedades mineras de los Rodríguez, menos duras que en otros espacios de trabajo en los que la explotación era extrema. Juan de Dios Rodríguez era considerado, como se vio en la reacción popular en el momento de su prisión, como padre de los pobres.

Estas circunstancias faciliaron la alianza en Oruro y que, durante las principales jornadas de la rebelión orureña, todos los sectores sociales, culturales y étnicos actuaran unidos, reconociendo el liderazgo directo de los Rodríguez e indirecto de Túpac Amaru.

Sin embargo, esa alianza no fue asumida por todos y, por esa razón, no duró muchos días.

4. Causas de la Ruptura

A los pocos días surgió la ruptura de la alianza criolla -mestiza e indígena. Los campesinos indígenas, mayores en número, si bien reconocieron el liderazgo de los Rodríguez, impusieron su poder y, por tanto, los criollos, aunque muy efímeramente, aceptaron las exigencias y los símbolos de la revolución indígena.

En esos días de febrero, los revolucionarios indígenas mostraron ante los habitantes de Oruro hasta qué punto su revolución significaba también un profundo cambio cultural. Inclusive, se llegó a organizar un desfile haciendo gala del nuevo vestir y dando vivas al Rey Túpac Amaru.

Pero éste no fue el único punto de fricción. Respecto al reparto, no existió mayor discusión, pero sí en cuanto al tributo.

Los sublevados exigieron la devolución total del tributo que habían pagado en la Navidad de 1780. Asaltaron tiendas criollas y así precipitaron la ruptura violenta, su derrota y expulsión. Los presbíteros Echevarría y Araníbar, el europeo Soto y otros, entre los que se contaba el propio cabecilla criollo, Juan de Dios Rodríguez, transfirieron sus títulos de propiedad a las comunidades indígenas.

La lucha por la tierra fue un punto en que los sublevados mostraron grandes divergencias, resultantes de sus diferencias económicas y sociales. Por ejemplo, los últimos sublevados en rendirse fueron los de la hacienda de Sillota, propiedad de don Jacinto Rodríguez.

La ruptura entre criollos e indígenas fue violenta y la revolución se radicalizó.

La persecución sañuda que se daba en las provincias a los peninsulares se amplió pronto a mestizos y criollos. Pese a toda esa radicalización, los curas fueron respetados; el de Poopó fue expulsado y otros fueron tomados prisioneros.

La ruptura entre indígenas y criollos era un hecho. La primera invasión ocurrió recién el 9 de marzo, casi un mes después; los bloqueos de caminos y los ataques directos duraron hasta el mes de abril.

Esa inédita relación entre el nacionalismo criollo y el nacionalismo inca se rompió por conflictos económicos, políticos y militares. La posición multiétnica de los Amarus y de caciques como Lope Chungara perdió paulatinamente ante las posiciones más radicales y que, lastimosamente, derivaron en matanzas indiscriminadas, como la de Tapacarí, tan censurables como la represión violenta por parte de los peninsulares y sus adeptos.

La violencia militar reemplazó a los proyectos políticos y esa fue la causa principal de la ruptura, porque la violencia enceguece e impide ver personas y sólo ve colores. La violencia de los radicales no solamente alejó a los potenciales aliados criollos y mestizos, sino también produjo deserciones en las propias filas indígenas.

Por su lado, los criollos -que ya sentían la derrota de su proyecto- retrocedieron hasta convertirse en parte de la alianza conservadora y reaccionaria contra la histórica sublevación de Amarus y Cataris.

5. Los Objetivos de los Sublevados Indios de Oruro y las Provincias Aledañas

Como ya se dijo en el subcapítulo 2, es importante distinguir dos momentos de la sublevación indígena en Oruro y las provincias aledañas: antes y después de la ruptura con los criollos. Varios de ellos se mantuvieron, pero otros se radicalizaron, sobre todo en la variación de una posición antieuropea a una posición ampliada también en contra de los criollos y mestizos de Oruro.

Pese a la ruptura, los rebeldes indígenas no presentaron un bloque homogéneo. Hasta último momento, los del sur trataron de mantener una alianza con los criollos; al tener conciencia de la magnitud de su lucha, actuaban con mayor responsabilidad.

La fuente histórica utilizada para esta parte son las declaraciones de los prisioneros indígenas que tomaron las milicias de la Villa después de cada uno de los intentos de invasión. Por ello, además de tomar en cuenta las diferencias de concepciones en cuanto a los objetivos, es necesario apuntar las limitaciones que tiene la declaración de un prisionero.

La primera invasión tuvo lugar el 9 de marzo de 1781 y fue precipitada por comunidades y doctrinas del norte, sin esperar la llegada del ejército del sur. Perdieron y de las declaraciones de los prisioneros de ese día, se desprende que la mayoría confundía los objetivos finales con los objetivos inmediatos; todos coincidieron en afirmar que querían acabar con la Villa como objetivo inmediato. Esta última resolución fue la que eligieron para su ejecución.

La familia del cura Bernal, capellán de Paria, confirmó también lo anterior; al padre se le acercaron los indios y le dijeron: «Estos tus hijos han tomado la resolución de entrar mañana a la Villa de Oruro con el fin de reducirla a cenizas».

En cambio, Lorenza Bárbara, natural de la doctrina de San Juan (doctrina de Paria – jurisdicción de la Villa) y mujer legítima de Agustín Nicolás, alcalde nombrado por el justicia mayor, declaró que los indios le dijeron «que por qué había cogido el nombramiento cuando ya no se obedecen a corregidores, alcaldes, ni menos a los curas; hasta la llegada de dicho Tupaamaro, que por pascua arribaría a estos lugares»23.

O sea, ya en los indios de

la primera invasión se distinguía claramente un objetivo inmediato, que era destruir la Villa y matar a sus moradores por la traición que sentían haber sufrido y porque coadyuvaría al fin principal, que era el desconocimiento de toda autoridad civil y religiosa hasta la llegada de su única autoridad Túpac Amaru.

125El 18 de marzo de 1781, se dio una nueva invasión por los indios de la doctrina de Paria, confederados con otros muchos de comunidades procedentes del norte. Cercaron la Villa, hostilizando desde los cerros sin dejar entrar víveres, hasta que el cerco fue roto por las milicias de la Villa y muchos indios fueron tomados prisioneros, abriéndoles proceso Jacinto Rodríguez, como Justicia Mayor.

126Nuevamente los prisioneros insistieron en el objetivo inmediato de «arruinar la Villa», «guerrear contra los moradores de la Villa y desolarla», «aniquilar la Villa y llevarse sus despojos»; vengarse de los criollos y, sobre todo, de los hermanos Rodríguez.

24 Francisco Acquacho, originario de Chacacollo, declaró que el objetivo era destruir la Villa. Tomas (…)

127Un ejemplo elocuente fue la declaración de Casimiro Ramos, mulato ladino, natural de Salta, que trabajaba desde hacía tiempo con los indios de Sillota; vino con ellos a atacar la Villa y oyó decir a los indios que tenían como objeto «matar a los criollos, exterminar la Villa, que entrar a la Villa les servirá de almuerzo y que les serviría de comida hacer lo mismo con Potosí, de merienda Chuquisaca y que rematarían cenando con Cochabamba»24Acabar con los criollos y con las ciudades era la línea del norte, una línea claramente campesina e indígena.

128Pero, además, algunos de los prisioneros se manifestaron también en contra de los sacerdotes, incluyéndolos en las listas de sus posibles eliminados. Charcas 601.

«quitar las cabezas de Su Merced, el señor Justicia Mayor, y de sus hermanos y a los señores sacerdotes rasparles las coronas y mandar las cabezas al cacique rebelado Túpac Amaru que así se sosegarían y no tendrían enemigos que levantasen armas contra ellos»25

129Los indios yanaconas de Sillota tenían como objetivo terminar con todos los habitantes de la ciudad, exceptuando a los que fueran indios, a quienes, en todo caso, se debía castigar. No sólo se manifestaron contra los curas, sino también contra imágenes, como la de la Virgen del Rosario de Santo Domingo, seguramente porque estaba identificada con cofradías de la clase dominante.

130Eusebio Padilla, minero natural de Oruro, de 25 años, declaró que estando en el mineral de La Joya (jurisdicción de la Villa) halló que dos indios capitanes convocaban gente a pedimento de los indios de Sillota con el objeto de:

26 Ibídem. Preparar la situación para cuando llegase el cacique Túpac Amaru»26.

131En definitiva, la destrucción de la Villa era un objetivo inmediato, tenía también la finalidad de preparar el terreno hasta la llegada de Túpac Amaru. En la región de Oruro, el objetivo político estaba mucho más claro que en la propia capital de la rebelión.

132Ni en la invasión del 9 de marzo ni en la del 18 de ese mes intervinieron las comunidades del sur. Santos Mamani, el líder de Challapata, llegó a las cercanías de Oruro cuando ya se habían cumplido las primeras invasiones y resultado la consiguiente mortandad.

133Indignado por la que juzgó traición de los criollos, escribió una violenta carta a Jacinto Rodríguez, manifestándole su dolor por el rompimiento, pero, a la vez, intimándole rendición. Los objetivos de entonces, como los que tenían desde el principio de la sublevación, eran mucho más profundos que los que tenían los del norte, aún cuando su táctica era más moderada.

134Santos Mamani, líder de Challapata, pensaba así respecto de los objetivos de la misma, una vez dada la ruptura:

27 Santos Mamani le manifestó lo transcrito al cura Fray José Cervantes. Charcas 601.

135A principios de abril, se dio el tercer intento de tomar la Villa, esta vez dirigido por los comuneros de Challapata. Para que todo ello pudiera darse, era necesario el desconocimiento de toda autoridad, civil y religiosa, la destrucción de la Villa y la implantación del gobierno de Túpac Amaru, como única garantía de que el cambio económico se daría a continuación.

28 A.G.I. Charcas 601.

136Francisco Mendoza, natural de Challapata, ayllu llave, de 38 años, declaró que los objetivos de los sublevados eran: «Desahogarse de las continuas pensiones de tributos, repartos, y otros muchos que recaen sobre los miserables indios». Añadía que, para esto, era necesario aniquilar la Villa y sus moradores28.

29 Otras declaraciones similares: Ventura Arroyo, de 26 años, natural de Peñas, declaró que «al haber (…)

137Mateo Alejandro, de 60 años, natural de Las Peñas, se sumó a la invasión incitado por el indio Ventura Arroyo, que le aseguró que la Villa ya estaba tomada, «que se librarían de las pensiones, de repartos y tributos con que los tenían muy oprimidos los corregidores, que lo mismo se hacia en La Paz hasta la llegada de Túpac Amaru»29.

138Francisco Xavier Condori, alcalde de 62 años del ayllu Sullca del repartimiento de Challapata, preguntado sobre cuál había sido el motivo para que los indios atacaran la Villa, respondió:

30 A.G.I. Charcas 601.

«Nos movió el deseo de saquear la Villa para aliviar nuestras necesidades…

139Otro de los objetivos fundamentales, muy enraizado sobre todo en los comuneros de Challapata, fue el de apropiarse de las haciendas circunvecinas. Nicolás Colque, por ejemplo, del ayllu Tacagua, de 40 años, declaró respecto a los objetivos de la revolución:

31 Francisco Flores Ibarra, cabecilla de Poopó, cuando fue preguntado sobre cuáles eran los fines pri (…)

«Toda la gente decía que se iban a resistir a pagar tributos y repartos hasta que reinase Túpac Amaru, bajo cuyo gobierno quedarían exentos de pagar tales pensiones.

140Varios de los prisioneros plantearon también como uno de los objetivos la apropiación de minas e ingenios. Es interesante observar que este objetivo era planteado por comuneros que residían en zonas mineras como Poopó y Sora Sora.

141Como ya se vio, los objetivos que buscaban una profunda transformación económica y social estaban ligados a una profunda transformación política: la instalación del gobierno de Túpac Amaru. La mayoría de los sublevados ligó el objetivo de la instalación del gobierno de Túpac Amaru con la reivindicación económica, pero otros plantearon como objetivo central la instalación del nuevo gobierno.

32 En el mismo expediente de Archivo General de Indias. Charcas 601. 33 Ibídem.

144Luego del último frustrado intento de tomar la Villa de Oruro, las comunidades capitularon paulatinamente; para que su rendición fuera aceptada, entregaron a los cabecillas principales. En cambio, otros prisioneros de Challacollo declararon al respecto. Su ánimo fue morir o vencer que así lo prevenían las órdenes de Challapata».

Buscaban, además, «vengar los agravios que los vecinos habían inferido a los de Paria». 34 Ibídem.

147Diego Aguacho, natural del ayllu Taraco (Challacollo), de cerca de 50 años, nombrado capitán de indios por el gobernador Mateo Guaca, coincidió con las anteriores declaraciones: «Aliviarse con las haciendas, despojadas y vivir con más sosiego»34.

148Los indios de Lequepalca entregaron igualmente a los cabecillas de dicha estancia de la doctrina de Paria a tiempo de su rendición, el 18 de abril. Pero en las invasiones posteriores el fin era:

35 Los otros cabecillas de Lequepalca declararon en forma similar. Bartolomé Mamani: «El fin era acab (…)

«quitar la vida a todos los moradores de la Villa por orden del capitán Ascensio Mamani porque los de esta Villa habían levantado armas contra ellos y era justo se acabase con ellos y principalmente a Su Merced (Jacinto Rodríguez)»35.

149En mayo de 1781, fueron entregados otros cabecillas de la sublevación de diferentes lugares, incluidos Santos Mamani, de Challapata, y Crispín Mamani, de Sillota, principales cabecillas de la sublevación. Con las declaraciones de todos ellos, se confirmaron los objetivos económicos y políticos de los sublevados.

150Los principales de la estancia de Cullcupampa, propiedad de Clemente Menacho, declararon al respecto.

151Francisco Churqui: Arruinar la Villa, acabar con sus habitantes, esperar a Túpac Amaru con la esperanza de que éste como Rey, los liberaría de las pensiones.

153Cruz Fabián: acabar con los moradores, tomar los caudales, que los de Mohoza e Ichoca le habían manifestado que tal era la orden de Túpac Amaru.

154Andrés Cuchillo: «El ánimo o resolución que traían era quitar la vida a los moradores».

36 A.G.I. Expediente 6

155Coincidieron, por tanto, los cuatro en que sus objetivos eran acabar con la Villa, con sus moradores, tomar los caudales porque tal era la orden de Túpac Amaru a quién esperaban como Rey y que los liberaría de las pensiones y cargas a que estaban sometidos36.

157Los dos cabecillas de Colque, presentados también en mayo, fueron muy claros en delinear los objetivos políticos, económicos y sociales:

158Agustín Choque, natural del ayllu Urabe de Colque: Con el reinado de Túpac Amara quedarían libres de las pensiones y serían dueños de las haciendas que poseían los españoles.

161Pedro Choque, natural del tambo y estancia de Peñas, provincia de Paria, entregado también como cabecilla, dio una amplia explicaciór sobre las causas y objetivos de la rebelión:

37 Todas estas declaraciones y las siguientes en el mismo expediente. 38 A.G.I. Confesión de 15 de mayo de 1781. 39 Ibídem. 40 Ibídem. 41 Ibídem.

168Vicente Quispe, de Poopó, consideraba que el ataque a la Villa se debía a que querían «destruirla enteramente y, posesionados de ella, como de sus caudales, esperar a su Rey, al rebelde Tupaamaro»41.

169Crispín Mamani, caudillo máximo de Sillota y en general de la sublevación, fue muy breve en su confesión.

42 Ibídem.

170Agregó que, por edictos del cacique que se difundieron en Sillota, La Joya y otros lugares, sabían que sólo pagarían un tercio de tributos: el de San Juan. Con la esperanza de que todo ello se cumpliera todos los de su estancia habían seguido la sublevación. 42.

171Santos Mamani, el máximo líder de la región, declaró el 25 de mayo de 1781.

43 Ibídem.

174Los criollos orureños, aliados por muy breve tiempo de los rebeldes, luego de la ruptura y de su victoria, resumían así los objetivos de los indígenas:

44 A.G.I. de Jacinto Rodríguez de 18 de marzo de 1781.

175La declaración de Antonio Ramos Chaparro, anciano de más de 60 años, resumía los objetivos y la pesadumbre de los rebeldes por la derrota:

45 Ibídem. Por desgracia, nada ha tenido efecto»45.

177En este continente, especialmente en países como Bolivia, su mensaje cobra aún más fuerza que el del Libertador Simón Bolívar, porque involucra a todos los americanos sin distinciones étnicas. No se trata sólo de una alianza de países latinoamericanos, sino, utilizando términos actuales, de una profunda alianza intercultural que involucra a pueblos originarios, negros, mestizos y criollos.

NOTES

1 Túpac Amaru a los criollos. Charcas 601.

2 Gölte, Jurgen: Repartos y rebeliones, págs. 13 y ss.

3 Por ejemplo, en la carta al Cabildo de Cuzco de 3 de enero de 1781.

5 Huertas, Lorenzo: «El movimiento de Túpac Amaru en Ayacucho», publicado en Túpac Amaru II-1780. Compilación de Flores Galindo.

6 Szeminsky, Jan: «La insurrección de Túpac Amaru III». Ibídem.

7 Ver nota 4.

8 Medinaceli, Ximena; Muñoz, Ma Eugenia y Cajías, Magdalena: «La Revolución de Chayanta». Trabajo inédito.

9 Ver nota 3.

10 Ver nota 8.

11 Citado por Szeminsky: «La insurrección de Túpac Amaru III».

12 Ibídem.

13 Rowe, John: «El movimiento nacional Inca del siglo xviii», publicado en Túpac Amaru 11-1780. Compilación de Flores Galindo.

14 Fisher, John: «La rebelión de Túpac Amaru y el programa imperial de Carlos III». Ibídem.

15 Lewin, Boleslao: La rebelión de Túpac Amaru…. Ver nota 4.

16 Robins, Nicholas A.: El Mesianismo y la Semiótica Indígena en el Alto Perú. Hisbol, La Paz, 1945. Cap 25.

17 Edicto de Túpac Amaru a los criollos, de 23 de diciembre de 1780.

19 Szeminsky, Jan: «La insurrección de Túpac Amaru III». Ibídem.

20 Testigos sobrevivientes manifestaron que los indios paseaban la cabeza del corregidor afirmando que la enviarían a su Rey Inca.

21 Como se vio en el capítulo correspondiente, los propios supervivientes relataron esto.

22 A.G.I. Charcas 601, OEA, expediente de invasiones de indios a la Villa de Oruro. 2.

24 Francisco Acquacho, originario de Chacacollo, declaró que el objetivo era destruir la Villa. Antonio Campos, de 25, residente en Poopó por ser mayordomo del Ingenio, consideraba lo mismo y que especialmente los de (Poopó) querían matar a Juan de Dios por el «agravio que sufrieron de su parte por la expulsión que fueron objeto después de la muerte de los europeos» (Ibídem).

25 A.G.I. Charcas 601.

26 Ibídem.

27 Santos Mamani le manifestó lo transcrito al cura Fray José Cervantes. Charcas 601.

28 A.G.I. Charcas 601. A pesar de ello, no mataron a los mayordomos de Sora Sora.

30 A.G.I. Charcas 601. Charcas 601).

32 En el mismo expediente de Archivo General de Indias. Charcas 601.

33 Ibídem.

34 Ibídem.

35 Los otros cabecillas de Lequepalca declararon en forma similar. Acensio Mamani, el principal cabecilla de Lequepalca: «Los indios de Mohoza y Huancacato me obligaron a ser capitán bajo el argumento de: ¿Cómo estaba dispuesto de servir a los mestizos y no a su Rey Tupaama

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