Alemania: Unificación y Crecimiento Industrial
Alemania también conoció las innovaciones inglesas a finales del siglo XVIII, pero su industrialización se vio ralentizada por las circunstancias políticas. Con un panorama político fragmentado en principados feudales, se multiplicaban las fronteras, circulaban diversas monedas y estaban vigentes varias legislaciones. La población campesina era pobre. La servidumbre se abolió en 1811 y, desde entonces, la producción agrícola creció a un buen ritmo, lo que les permitió exportar para compensar las importaciones de maquinaria industrial.
La situación despegó cuando en 1834 se constituyó el Zollverein o unión aduanera que agrupaba a la mayor parte del territorio, suprimió fronteras y aduanas, y constituyó un mercado más amplio. Las subsiguientes unificaciones de moneda y legislación comercial fueron el precedente de la formación del Segundo Reich independiente del Imperio austro-húngaro en 1871. Se creó entonces un Estado moderno que sostuvo unos principios de mercantilismo intervencionista estatal que ha tenido gran protagonismo en la protección de la industria alemana y su sólido crecimiento.
El Estado construyó a partir de 1840 el ferrocarril, a diferencia de lo que había ocurrido en Francia, con el objetivo de unir las cuencas fluviales, y promovió la siderurgia y minería. En 1840 se inició la explotación del carbón del Ruhr, la cuenca más grande del mundo, que permitió la industrialización de Alemania. Al igual que Francia, desde 1841 pudo construir sus propias locomotoras. En ese mismo año se ganó la guerra franco-prusiana que significó importantes anexiones territoriales de regiones con hierro que unía a su gran cantidad de carbón.
Cabe añadir el capital humano: Alemania se ocupó de crear una buena educación general y una formación profesional y técnica exigente. Otra peculiaridad alemana fue una larga pervivencia de las industrias tradicionales vinculadas con las corporaciones gremiales. Alemania no perdió el tiempo con el aumento de capital que supuso que Francia les pagara las reparaciones de la guerra. Se constituyeron empresas de tamaño medio y cárteles para evitar la competencia, se fijaban los precios y se contrataba personal bien formado. Pudo así centrarse en sectores nuevos y de gran demanda mundial, como el acero, la química, la eléctrica, la maquinaria y los instrumentos de precisión. Se exportaba a precios muy bajos. Entre 1890 y 1895, Estados Unidos y Alemania se convirtieron en los dos líderes de la segunda revolución tecnológica y adelantaron a Gran Bretaña en la producción de acero.
Estados Unidos: Expansión y el «Sistema Americano de Fabricación»
Las 13 antiguas colonias de Inglaterra en la costa este, independizadas en 1776, se convirtieron en una región de fuerte crecimiento. En un siglo eran la primera potencia económica mundial. Su PIB en 1913 era la suma del de Gran Bretaña, Francia y Alemania juntos. Estados Unidos era una potencia demográfica debido al fuerte crecimiento de la población, la importante inmigración que había recibido y el comercio de esclavos. Pasó de 9 millones en 1820 a 80 millones en 1900. Aun así, esta población estaba repartida de forma heterogénea. La costa este estaba muy poblada, pero el medio oeste y la costa oeste poco o nada pobladas. Tenía mucha tierra virgen y unos recursos naturales incomparables desde que en 1848 se habían hecho con todo el oeste del país y habían exterminado una población de 13 millones de diferentes tribus indias. Así, pudieron hacer compatible la expansión del cultivo y el aumento de la productividad a la vez. Su sector agrícola era muy potente: en el sur se basaba sobre todo en una producción de plantación de algodón a coste bajo, ya que la mano de obra esclava era gratis.
El ferrocarril significó la posibilidad de comunicar todo el territorio y llevar los excedentes a la costa este y a los puertos rumbo a Europa. En 1840, las máquinas de vapor norteamericanas ya conseguían producir más energía que las máquinas británicas. En 1870, eran responsables del 63 por 100 de toda la energía de vapor producida en el mundo. En 1840, la red ferroviaria era más grande que la de toda Europa junta (en 1869, primera línea costa a costa). La red se construyó por compañías privadas que recibieron importantes privilegios del Estado, como, por ejemplo, concesiones de tierra.
Primero, se dejó de exportar algodón, el gran producto comercializado, el producto que equilibraba la balanza comercial, y se especializó en trigo, maíz y ganadería vacuna y porcina, todos productos que con el ferrocarril y el barco de vapor se podían comercializar. Segundo, la industria tomó la cabeza, pues el país se incorporó rápidamente a la segunda Revolución Industrial, sobre la base de nuevos productos: el acero, el petróleo, la electricidad y el automóvil y masivos recursos naturales en oro, plata, cinc, plomo, petróleo. La producción en grandes cantidades que caracterizó a la industria americana mantuvo un sector tradicional potente durante el siglo XIX y la energía hidráulica como principal fuente de energía.
El «sistema americano de fabricación» ha sido su mayor aportación a la industria: la construcción de piezas estándar, exactamente iguales, intercambiables, fáciles de acoplar y reemplazar. Junto a él se desarrolló el «taylorismo» u organización científica del trabajo», un eufemismo que denota bien los acentos legitimadores que el recurso a lo científico y racional ha prestado al sistema capitalista. Es la fabricación en cadena. Las piezas estándar pronto se adaptaron a estos montajes en serie en lugar de a mano. El ingeniero Frederic W. Taylor (1856-1915) escribió en 1911 sus Principios de gestión científica con el propósito de alcanzar la mayor eficiencia posible, elevar la producción y superar lo que él llamaba «la pereza innata del trabajador». Estudiando tiempos en los lugares de trabajo, movimientos de los obreros, planificación del proceso, uso de incentivos y producción ideó una nueva forma de organizar el proceso productivo. Dividió las operaciones en movimientos sencillos de igual duración, repetitivos, rápidos y precisos. El objeto producido, y no el trabajador, es el que se desplaza por una cinta mecánica de un puesto de trabajo a otro.
Las propuestas no se llevaron a cabo hasta principios de siglo en las fábricas que puso en práctica Henry Ford quien inauguró el fordismo en Europa durante la Primera Guerra Mundial. La cadena de montaje elimina tiempos muertos, descalifica al trabajador y genera fatiga física y mental. Ford que financió en 1919 la Ley Seca, tuvo que aumentar los salarios y recortar las horas de trabajo a ocho a cambio de disciplina. A finales del siglo XIX, la industria americana era muy moderna y capaz de asimilar las innovaciones por lo que entraron fácilmente en la segunda Revolución Industrial.