El Liberalismo en España: Orígenes y Evolución en el Siglo XIX
El liberalismo, una ideología nacida en Inglaterra en el siglo XVII, surgió como oposición al intento de la monarquía de acaparar todo el poder. En España, aunque se implanta tras la muerte de Fernando VII, sus orígenes se remontan a las Cortes de Cádiz de 1810. El liberalismo defiende la soberanía nacional, la igualdad, las libertades individuales, la tolerancia religiosa (limitando el poder de la Iglesia), el establecimiento de constituciones, la propiedad privada y un estado de derecho centralizado.
Durante la Guerra de la Independencia, aparecieron por primera vez en España ideólogos antiabsolutistas. Durante el Trienio Liberal, estos se dividirían entre moderados y progresistas. Más adelante, surgirían la Unión Liberal y el Partido Democrático.
Las Facciones del Liberalismo Español
Moderados
Los moderados representaban los intereses de los grandes propietarios y restringían el derecho a voto a una minoría de ellos. Desconfiaban de la participación popular en municipios y provincias, y defendían un régimen que reforzaba el poder de la Corona. Restringían el sufragio en función de la riqueza y la ilustración, rechazaban la soberanía nacional y defendían la soberanía compartida entre las Cortes y el Rey. La educación, según su visión, debía basarse en la moral católica. Su principal representante fue Narváez.
Progresistas
El Partido Progresista se configuró en la década de 1830. Representaba los intereses de la alta burguesía, apoyándose en la clase media. Defendía la soberanía nacional y la libertad individual frente al Estado. Aunque no defendían la democracia ni el sufragio universal masculino, eran partidarios de ampliar el derecho a voto. Abogaban por una sociedad más laica y buscaban potenciar el sector mercantil e industrial. Su principal representante político fue Espartero.
La Unión Liberal
La Unión Liberal, surgida en 1854, se situaba ideológicamente entre los dos grupos anteriores. Representaba a los sectores más moderados del Partido Progresista y a los más progresistas de los Moderados. Se basaba en la legalidad de la Constitución de 1845. Sus principios básicos eran conservar la monarquía como forma de gobierno, pero alejándola del absolutismo, y reformar la administración pública en un sentido centralista. Sus figuras políticas más representativas fueron O’Donnell y Serrano.
Convulso Periodo Político: De Fernando VII a Isabel II
A partir de la Guerra de la Independencia (1808-1814) y la Constitución de Cádiz, España entró en una época muy agitada. Tras la vuelta de Fernando VII al trono en 1814, se derogó la Constitución y se reinstauró el Antiguo Régimen, un periodo conocido como el Sexenio Absolutista.
En 1820, el coronel Riego protagonizó un pronunciamiento militar que triunfó, restableciendo la Constitución de 1812 y aplicando medidas políticas y económicas de corte liberal. Este es el periodo del Trienio Liberal, durante el cual los liberales se dividieron entre moderados y progresistas.
En 1823 comenzó la Década Ominosa, con la vuelta de Fernando VII gracias a la intervención de los «Cien Mil Hijos de San Luis». Esto supuso una segunda restauración absolutista y, a su vez, generó una oposición ultrabsolutista contra Fernando VII: los «Apostólicos». En 1833, Fernando VII murió, marcando el fin de la Década Ominosa.
Tras la muerte de Fernando VII, María Cristina, su esposa, asumió la regencia, ya que la heredera, Isabel II, era menor de edad. Durante la regencia de María Cristina, de corte conservador, se publicó el Estatuto Real, lo que provocó un pronunciamiento liberal conocido como «La Sargentada». También tuvo lugar la Primera Guerra Carlista, en la que vencieron los liberales. Se inició un gobierno liberal progresista que elaboró la Constitución de 1837 y la ley de desamortización de Mendizábal.
En 1840, Espartero asumió la regencia con el apoyo de los progresistas, aunque su gobierno derivó hacia un régimen casi dictatorial.
De 1843 a 1868 reinó Isabel II, con una clara tendencia conservadora que impulsó un liberalismo moderado. Las características del periodo isabelino fueron: la fuerte presencia militar en los gobiernos, la presencia exclusiva de burgueses en el Parlamento y la falta de representación de campesinos y obreros. Su reinado se divide en tres etapas:
- La Década Moderada (1843-1854): presidida por Narváez, destaca la Constitución de 1845.
- El Bienio Progresista (1854-1856): gobernado por los progresistas, que llegaron al poder mediante el pronunciamiento de «La Vicalvarada», dirigido por O’Donnell y Serrano.
- La etapa dominada por los gobiernos de la Unión Liberal (1856-1868): Durante esta etapa, se formó un movimiento contra Isabel II, liderado por demócratas, progresistas y republicanos. Exigían el destronamiento de la reina, lo que desembocó en la Revolución de 1868, «La Gloriosa», que provocó el fin del reinado de Isabel II y de los enfrentamientos entre moderados y progresistas.
El Carlismo: La Oposición al Liberalismo
Como en otros países donde el Estado liberal desplazó al absolutismo, en España se organizó una fuerza antiliberal. Durante el Trienio Liberal, la oposición estuvo representada por los absolutistas y realistas, que buscaban conservar el Antiguo Régimen y el protagonismo de la Iglesia. Durante la Década Ominosa, los «Apostólicos» reclamaban la Inquisición. A partir de la muerte de Fernando VII y el problema sucesorio, surgió el Carlismo, liderado por el hermano de Fernando, Carlos María Isidro.
El Carlismo defendía el absolutismo. Paradójicamente, pretendía *mantener* los fueros, y no eliminarlos, por eso triunfó en las zonas del norte (País Vasco y Navarra, principalmente). Se enfrentaban a los isabelinos (liberales). Esta oposición dio lugar a una guerra civil entre liberales y absolutistas: la Primera Guerra Carlista, en la que vencieron los liberales. Hubo dos guerras carlistas más, también ganadas por los liberales. Los carlistas estaban formados por parte de la nobleza, miembros ultraconservadores del ejército, el bajo clero, campesinos y sectores artesanos. Su objetivo era la defensa del trono desde el legitimismo tradicionalista.