El Movimiento Obrero en España: Orígenes y Desarrollo
El movimiento obrero, entendido como la actividad política y social de los obreros y los campesinos para mejorar su situación y defender sus derechos dentro de una sociedad, se opuso frontalmente a todo el sistema. La primitiva legislación liberal prohibía explícitamente la asociación obrera, considerada contraria a la libertad de contratación.
Las ideas democráticas, concretamente del republicanismo federal, encontraron amplio eco entre las masas obreras y campesinas e inspiraron muchas de las revueltas sociales. Sin embargo, en los años posteriores a la revolución de 1868, la falta de un verdadero respaldo político y la no satisfacción de una buena parte de sus reivindicaciones condujeron a importantes sectores del obrerismo hacia ideologías internacionalistas (anarquismo y socialismo). Dichas corrientes, en sintonía con la división del movimiento obrero internacional, en España se fueron configurando por separado.
La Internacional en España: Anarquistas y Socialistas
El movimiento obrero en España adquirió madurez y extensión organizativa a partir del Sexenio Democrático. Las dos corrientes de la Internacional encontraron eco en España; pero fue sobre todo la anarquista, por medio de la visita que Giuseppe Fanelli, discípulo de Bakunin, realizó en España, la que adquirió mayor predicamento. Creó en Madrid y Barcelona la sección española de la AIT, en 1870, denominada Federación Regional Española (FRE). La corriente marxista se aglutinó en torno a un núcleo madrileño que entró en contacto con Paul Lafargue, yerno de Marx.
El Anarquismo: Ruptura y Clandestinidad
En cuanto a los anarquistas, en un congreso se optó por la línea anarquista, que significaba la separación del mundo obrero de la política oficial, lo que contribuyó a empujar al obrerismo a un odio contra el Estado y a la desconfianza.
El anarquismo fue una fuerza enormemente popular en toda España, y muy especialmente a finales del siglo XIX, entre los obreros industriales de las regiones mediterráneas y los jornaleros campesinos andaluces. A los pocos días del golpe de Estado del general Pavía en 1874, un decreto disolvía las asociaciones dependientes de la Asociación Internacional de Trabajadores y las obligaba a entrar en la clandestinidad. Cuando Sagasta hizo que el anarquismo retornara a la legalidad, se creó la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE) en 1881, con la incorporación en masa de nuevos afiliados.
Miembros catalanes de la Federación optaron por abandonar la idea de la destrucción del Estado y organizar una resistencia solidaria y pacífica, por lo que inmediatamente se vieron enfrentados al sector andaluz, mayoritariamente campesino, partidario de la violencia como única vía eficaz de cambio.
El método llevó a la ruptura de ambos grupos, porque el recurso de la huelga general solidaria resultaba ineficaz en el campo andaluz a causa de la dispersión campesina y de la imposibilidad de organización. Los anarquistas andaluces se agruparon en sociedades secretas y decidieron actuar como grupos subversivos. Así surgió la mítica Mano Negra, una especie de organización secreta a la que se atribuyó algunos asesinatos, lo que sirvió al poder conservador para la dura represión sobre los sindicatos agrarios. La persecución de esta sociedad secreta y la división interna de los anarquistas condujeron a la extinción de la FTRE (1888).
El Socialismo: Acción Política y Sindical
Por otro lado, en cuanto a los socialistas, tras la escisión y crisis de la AIT, las corrientes socialista y anarquista españolas siguieron caminos separados. Los socialistas seguían principios marxistas que propugnaban la necesidad de la acción política y de la conformación de un partido de clase obrera.
En 1872, un pequeño grupo de obreros de Madrid que había sido expulsado de la FRE, liderado por el tipógrafo Pablo Iglesias, creó una célula de inspiración socialista marxista. Pablo Iglesias fue convenciendo a sus compañeros de la necesidad de pasar a la acción y formar un partido. El 2 de mayo de 1879, con ocasión de un banquete de fraternidad celebrado en una fonda de la calle Tetuán de Madrid, decidieron constituir el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), crear una comisión para redactar el programa y reglamento, inspirados en los acuerdos de la Internacional.
La ideología del PSOE se basaba en la abolición de todas las clases sociales y su conversión en una sola de trabajadores dueños del fruto de su trabajo, “libres, iguales, honrados e inteligentes” y la aplicación de las medidas políticas y económicas de inmediata realización para alcanzar el fin: libertad de prensa, sufragio universal, jornada de ocho horas de trabajo, salario igual para los trabajadores de uno y otro sexo.
Se confirmó como un partido exclusivamente obrero, que pretendía enfrentarse a los partidos burgueses a través de las elecciones. En 1888, los socialistas impulsaron la creación de un sindicato socialista, la Unión General de Trabajadores. Partido y sindicato tuvieron en Madrid, Vizcaya y Asturias sus zonas de mayor influencia, mientras que su presencia en Cataluña o Andalucía fue escasa.
A partir de 1891, el PSOE concentró sus esfuerzos en la política electoral y no admitió ninguna alianza con los partidos burgueses. Tras obtener escasos resultados, a principios del siglo XX se inició la colaboración con los republicanos. En 1910 se formó la conjunción republicano-socialista, que supuso un importante crecimiento numérico en sus filas y permitió conseguir el primer diputado socialista: Pablo Iglesias.