La España del Siglo XVII
Los Austrias del siglo XVII: Gobierno de validos y conflictos internos
Durante el siglo XVII, los monarcas de la casa de Austria introdujeron en el gobierno la figura del valido. Este, miembro de la aristocracia en quien el rey depositaba su total confianza, tomaba las principales decisiones de gobierno. Los validos intentaban gobernar al margen de los Consejos tradicionales, apoyándose en juntas reducidas compuestas por sus propios partidarios, a quienes colocaban en los puestos más importantes.
Esta práctica fomentó la corrupción, ya que el valido controlaba la concesión de cargos y favores de todo tipo.
La oposición a los validos estuvo encabezada principalmente por los letrados que formaban parte de los Consejos y por aquellos miembros de la aristocracia que se veían apartados de la Corte y del favor real.
En territorios como Valencia, Cataluña y Portugal surgieron conflictos debido a la política fiscal y la actitud autoritaria de los gobernadores y virreyes castellanos. Se produjeron graves incidentes, especialmente en Barcelona, donde los virreyes exigieron el pago atrasado de impuestos y tuvieron que enfrentarse al creciente problema del bandolerismo.
La crisis de 1640
Para hacer frente a las costosas guerras, el Conde-Duque de Olivares, valido de Felipe IV, propuso importantes reformas. Entre ellas destacaba la Unión de Armas (1626), que pretendía crear un ejército permanente de más de 140.000 hombres, sostenido mediante la aportación de todos los reinos de la Monarquía Hispánica.
Cataluña fue la primera en sublevarse. La guerra contra Francia (iniciada en 1635) había convertido el principado en frente militar. Las tropas reales allí acuarteladas generaron fuertes tensiones con la población local, que culminaron en un motín en Barcelona (el Corpus de Sangre) durante el cual el virrey fue asesinado.
Los catalanes solicitaron ayuda a Francia. Tropas francesas derrotaron al ejército castellano y, en 1641, las instituciones catalanas aceptaron la soberanía francesa. Esta situación se prolongó hasta 1652, cuando Barcelona fue recuperada por las tropas de Felipe IV.
Portugal, incorporado a la Monarquía Hispánica desde 1580, también rechazó la política centralista de Olivares. En 1640 se sublevó y sus Cortes proclamaron rey al Duque de Braganza (Juan IV). Inglaterra y Francia apoyaron la independencia portuguesa, haciendo imposible su recuperación por parte de España, que finalmente la reconoció en 1668.
El ocaso del Imperio español en Europa
Durante el reinado de Felipe IV (1621-1665), España se vio envuelta en conflictos por toda Europa. Participó en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) al lado del Emperador Fernando II de Habsburgo. Esta devastadora guerra concluyó con la Paz de Westfalia (1648), que supuso la derrota del bando imperial y marcó el inicio del declive de la hegemonía de los Habsburgo en Europa.
La guerra entre España y Francia continuó hasta la firma de la Paz de los Pirineos (1659). España, nuevamente derrotada, tuvo que ceder territorios tanto en Europa como en la propia península ibérica, destacando la pérdida del Rosellón y la Cerdaña.
El enfrentamiento con Inglaterra por el control del comercio americano y las rutas marítimas se saldó con la pérdida de Jamaica en 1655 y forzó el inicio de negociaciones comerciales desfavorables para España.
Estos más de cuarenta años de guerras casi ininterrumpidas se saldaron con una serie de pérdidas territoriales y un desgaste económico y militar que pusieron fin a la hegemonía española en Europa.
En 1665, Carlos II heredó la Corona de España. Era una persona enfermiza y sin capacidad para engendrar descendencia. Su sucesión se convirtió en un asunto de capital importancia para el equilibrio de poder en Europa. Los principales candidatos al trono español eran el archiduque Carlos de Austria (apoyado por el Sacro Imperio, Inglaterra y Holanda) y Felipe de Anjou (nieto de Luis XIV de Francia), a quien Carlos II finalmente designó como heredero en su testamento, desencadenando la Guerra de Sucesión Española a su muerte en 1700.
Evolución económica y social en la España del siglo XVII
El siglo XVII fue un periodo de crisis económica en España. La producción agraria descendió notablemente debido a varios factores:
- Anomalías climáticas (sequías, inundaciones).
- Las continuas guerras y su impacto devastador.
- El atraso general de las técnicas de cultivo.
- La expulsión de los moriscos (1609), que privó a la agricultura, especialmente en Valencia y Aragón, de una mano de obra muy especializada.
Se abandonaron cultivos de huerta en favor de los cereales, menos productivos pero más seguros. No obstante, las zonas periféricas mostraron una mayor capacidad de recuperación: el norte peninsular gracias a la introducción del maíz, y la zona de Levante por la especialización en cultivos orientados al comercio como el olivo, el arroz y la vid.
La artesanía también decayó, lastrada por su atraso técnico frente a las manufacturas extranjeras y la rigidez de los gremios. El comercio, especialmente el americano, se vio gravemente afectado por el incremento del contrabando practicado por otros países europeos (Inglaterra, Holanda, Francia) y los constantes ataques de piratas y corsarios a las flotas de Indias.
Socialmente, se produjo un reforzamiento de los grupos privilegiados (nobleza y clero), que vivían de las rentas de la tierra y de los cargos públicos, explotando a un campesinado cada vez más empobrecido. Las clases productivas (campesinos, artesanos, pequeños comerciantes) soportaban una presión fiscal creciente y disponían de menos recursos. Como consecuencia, aumentó considerablemente el número de pobres y mendigos, lo que a su vez provocó un incremento de la conflictividad social, las rebeliones populares y el fenómeno del bandolerismo.
Esplendor cultural: El Siglo de Oro español
A pesar de la crisis política y económica, el siglo XVII fue una época de extraordinario esplendor cultural en España, conocida como el Siglo de Oro.
En novela, destaca la figura universal de Miguel de Cervantes, quien publicó las dos partes de su obra cumbre, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1605 y 1615).
En poesía, brillaron dos estilos contrapuestos: el conceptismo, representado por Francisco de Quevedo, quien en sus obras criticó con agudeza los males políticos y sociales de España; y el culteranismo, cuyo máximo exponente fue Luis de Góngora, caracterizado por la búsqueda de la belleza formal y un lenguaje culto y complejo para evadirse de la dura realidad.
El teatro alcanzó una brillantez excepcional, convirtiéndose en un espectáculo de masas muy popular que se representaba en los llamados corrales de comedias. Los dramaturgos más destacados fueron Lope de Vega (autor prolífico con obras como Fuenteovejuna), Pedro Calderón de la Barca (con dramas filosóficos como La vida es sueño) y Tirso de Molina (creador del mito de Don Juan en El burlador de Sevilla).
En el ámbito del conocimiento, las universidades sufrieron un cierto estancamiento, muy controladas por la Iglesia y la Inquisición. Solo a finales del siglo se percibió un tímido inicio de renovación científica e intelectual, con iniciativas como la fundación de la Real Academia de Medicina y Cirugía en Sevilla.