Zona Sublevada
La zona sublevada experimentó una clara evolución, aunque no hubo unanimidad sobre el camino a seguir tras el triunfo del golpe. Los partidarios de una «Dictadura Republicana» liderados por el general Mola buscaban eliminar el «riesgo de revolución». Los monárquicos deseaban la vuelta a una monarquía autoritaria, mientras que los carlistas abogaban por una «Monarquía tradicional». Por su parte, los falangistas se inclinaban por un régimen similar al italiano. La muerte del general Sanjurjo y el asesinato de Goded dejaron a los sublevados sin un líder claro. Inicialmente, la dirección la ejerció la Junta de Defensa Nacional, formada por Mola, Franco, Queipo de Llano, y presidida por Cabanellas. La misión de la Junta era gobernar el territorio ocupado. Sus primeras medidas fueron prohibir la actividad de los partidos políticos, suspender la Constitución y paralizar la reforma agraria. Franco se impuso como líder después de liberar el Alcázar de Toledo y conseguir el reconocimiento de Hitler y Mussolini. El 1 de octubre de 1936, la necesidad de un mando único llevó a los generales sublevados a publicar un decreto que nombraba a Franco Jefe del Gobierno del Estado y Generalísimo de los Ejércitos españoles. La Junta de Defensa Nacional desapareció, y Franco creó la Junta Técnica del Estado (primer gobierno franquista), con sede en Valladolid y Burgos, en la que participaron militares, falangistas, carlistas, monárquicos y antiguos miembros de la CEDA. El cuartel general del Generalísimo se trasladó a Salamanca. En octubre de 1936, a diferencia de la zona republicana, existía un mando militar único, pero no cohesión política. Los sublevados habían prohibido, en el territorio que controlaban, todos los partidos políticos del Frente Popular y los sindicatos de clase. Solo actuaban la Falange Española y de las JONS (cuyo líder, José Antonio Primo de Rivera, había sido asesinado) y la Comunión Tradicionalista (carlistas). Se toleraban la CEDA y algunos grupos monárquicos. Franco desplegó una estrategia de alargamiento de la guerra para consolidar su liderazgo e imponerse a las fuerzas que apoyaron la insurrección. Inspirándose en el modelo de estado fascista italiano y alemán, de partido único con un jefe con plenos poderes, Franco promulgó en abril de 1937 el Decreto de Unificación, que creó el partido único Falange Española Tradicionalista y de las JONS, uniendo a falangistas, carlistas y demás fuerzas «nacionales». Franco se convirtió en Jefe Nacional del partido único, concentrando el poder. En junio de 1937 murió el general Mola. En enero de 1938 desapareció la Junta Técnica del Estado y Franco asumió la jefatura del Estado y la presidencia del gobierno, pasando a ser Caudillo de España. El nuevo Estado, inspirado en el fascismo, defendía un modelo social basado en el conservadurismo y el predominio del catolicismo. Se abolió la legislación republicana mediante decretos: devolución de tierras a propietarios expropiados, abolición de los Estatutos de Autonomía, anulación de las reformas educativas, supresión de las libertades religiosa, política, sindical y de prensa, y restablecimiento de la pena de muerte. Los sindicatos fueron sustituidos por un sindicato único tras la aprobación del Fuero del Trabajo (1938), primera de las Leyes Fundamentales, inspirado en el sindicato fascista italiano, que agrupó a empresarios y trabajadores, prohibiéndose las huelgas. El estado se volvió confesional, derogando el matrimonio civil y el divorcio, y estableciendo el culto religioso en las escuelas y el ejército.
Desarrollo del Conflicto
El 17 de julio de 1936 se inició la sublevación en Marruecos, extendiéndose rápidamente a la península. A finales de mes, España estaba dividida en dos. Los nacionales tenían menos tropas que la República, pero de mayor calidad. El gobierno controlaba la mayor parte del ejército, la armada, la aviación y las reservas de oro. El pronunciamiento fracasó, generando la Guerra Civil. En un primer momento, la guerra se denominó «la guerra de columnas». En agosto de 1936, el ejército de Marruecos cruzó el estrecho de Gibraltar con la colaboración italiana y alemana. A través de Extremadura, inició la marcha hacia Madrid. A finales de septiembre, las tropas nacionales tomaban el Alcázar de Toledo. Tras la conquista de Getafe, los sublevados llegaron a los arrabales de Madrid, comenzando la batalla de Madrid (noviembre de 1936-marzo de 1937). El gobierno se trasladó a Valencia y el presidente Azaña a Barcelona. En Madrid se instaló la Junta de Defensa. El pueblo madrileño, bajo el lema «No pasarán», se lanzó a la defensa de la ciudad. El contraataque de las Brigadas Internacionales, apoyadas por los soviéticos, frenó el ataque frontal a Madrid. Franco lo intentó tres veces más: ofensiva por la carretera de La Coruña (con enfrentamientos en la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria), batalla del Jarama y batalla de Guadalajara. Los republicanos recuperaron territorio y material italiano. En julio de 1937, la batalla de Brunete, una iniciativa republicana, intentó cercar a los nacionales en la Ciudad Universitaria y la Casa de Campo, pero fracasó. Tras el fracaso en la toma de Madrid, el frente de batalla se trasladó al norte (guerra del norte, abril-octubre de 1937). Los gobiernos republicanos organizaron la administración civil y militar. Los primeros ataques nacionales tomaron Irún y San Sebastián, cortando las comunicaciones con Francia. El 26 de abril se produjo el bombardeo de Guernica. El 14 de agosto se atacó Santander, que fue tomada el día 24. El 1 de septiembre se inició la conquista de Asturias. A partir de octubre, el avance sublevado fue imparable, llegando a Gijón el 21 de octubre. Los republicanos tomaron la iniciativa para tomar Zaragoza, pero fracasaron. En diciembre de 1937, los republicanos volvieron a tomar la iniciativa, atacando Teruel en enero de 1938. La batalla de Teruel supuso un gran desgaste para el ejército republicano. En abril de 1938 cayeron Lérida y Castellón, cortándose las comunicaciones entre Valencia y Cataluña. La batalla del Ebro fue el último intento de la República para conectar las zonas. Fue una batalla larga, cruel e innecesaria. El 25 de julio de 1938, los republicanos cruzaron el Ebro, pero los sublevados detuvieron el ataque. La Conferencia de Múnich (1938) condenó a la República española para evitar un conflicto mayor en Europa. En diciembre de 1938 comenzó la campaña sobre Cataluña. Barcelona cayó a comienzos de 1939. Los dirigentes republicanos cruzaron la frontera. La caída de Cataluña significó el final de la guerra y el reconocimiento de Franco por parte de Francia y el Reino Unido. Negrín, último presidente de la República, creía que la única solución era resistir hasta el final. Franco solo aceptaba la rendición incondicional y ordenó la ofensiva final.