La Crisis del Parlamentarismo y la Neutralidad en la Primera Guerra Mundial (1914-1923)
El Partido Conservador, liderado por Eduardo Dato, y el Partido Liberal, por el Conde de Romanones, no fueron capaces de mantener el sistema canovista ni el turnismo. Se suprimieron las Cortes y aumentaron los problemas económicos, sociales y militares.
En 1914 estalló la Primera Guerra Mundial (1914-1918), conflicto en el que España se mantuvo neutral. Las razones para esta neutralidad fueron principalmente la política aislacionista heredada del siglo anterior y la debilidad diplomática, económica y militar de España. El país se dividió en dos tendencias:
- Los «aliadófilos»: partidarios de los aliados, cuyas ideas se identificaban con el sistema liberal y parlamentario.
- Los «germanófilos»: partidarios de las potencias centrales, a los que se atribuía el modelo «prusiano», asociado a valores de orden, disciplina y conservadurismo.
Esta posición de neutralidad permitió un excepcional crecimiento económico gracias al incremento de las exportaciones industriales y mineras. Sin embargo, como este crecimiento no se vio acompañado de una mejora de la productividad, ocasionó una espiral inflacionista con graves consecuencias sociales negativas: la repatriación de emigrantes hizo aumentar el paro, los salarios crecieron por debajo de los precios y los precios de los productos de primera necesidad se duplicaron. El resultado de esta situación de crispación fue el auge de las organizaciones obreras, sobre todo la CNT, una oleada de protestas, agitaciones campesinas y huelgas que desembocó en la crisis de 1917.
La Crisis de 1917
En este año se produjeron tres crisis simultáneas: una militar, otra política y otra social.
1. Crisis militar: las Juntas Militares de Defensa
Surgió un profundo descontento entre los oficiales peninsulares debido a la pérdida de poder adquisitivo y al sistema de ascensos por méritos de guerra, que beneficiaba principalmente al ejército destinado en Marruecos. Por ello, surgieron las Juntas Militares de Defensa. Sus objetivos eran oponerse al ascenso por méritos de guerra, solicitar la subida de los sueldos y exigir mayor respeto hacia el ejército. El gobierno, presidido por Eduardo Dato, aceptó las condiciones de las Juntas ante el temor de un pronunciamiento militar. El ejército se convirtió así en un pilar fundamental de la monarquía y del gobierno frente al creciente problema social y nacionalista.
2. Crisis política: la Asamblea de Parlamentarios
La crisis creada por las Juntas Militares hizo pensar a la oposición que las circunstancias eran favorables para una renovación profunda de la política nacional. Por iniciativa de Francesc Cambó y la Lliga Regionalista, los parlamentarios catalanes convocaron una Asamblea de Parlamentarios en Barcelona en julio de 1917. El objetivo era convertir el Parlamento en el centro de la vida política, en un nuevo intento de reforma desde arriba del sistema de la Restauración. El Gobierno no atendió la petición de que se reabrieran las Cortes, y finalmente se reunieron en Barcelona 59 diputados y senadores catalanes. Cambó proponía que Cataluña lograra un régimen de autonomía para transformar la organización territorial del Estado. Sin embargo, la asamblea se cerró sin éxito por el temor al nacionalismo y a una posible revolución social.
3. Crisis social: la huelga general de 1917
Con el fracaso del regeneracionismo, aumentó el miedo a una «revolución desde abajo». En agosto de 1917, el PSOE y la UGT, con figuras destacadas como Julián Besteiro, Indalecio Prieto y Largo Caballero, convocaron una huelga general conjunta con la CNT (según el Manifiesto Conjunto UGT-CNT de marzo de 1917). Sus objetivos eran pedir al gobierno el abaratamiento de los productos de primera necesidad, la unión de los partidos republicanos, la salida del rey y la formación de un gobierno provisional.
Hubo huelgas en las principales poblaciones industriales, registrándose muertos y heridos en Madrid, Barcelona y en las regiones industriales de Vizcaya y Asturias. La huelga fue duramente reprimida por el ejército, lo que le valió la pérdida de prestigio popular. El ejército volvió a intervenir activamente en la vida política española.
Problemas Persistentes tras 1917
Después de 1917, se formaron gobiernos de concentración, pero los problemas más importantes del reinado de Alfonso XIII se mantuvieron:
Aumento de los nacionalismos periféricos: Al no abordarse la reforma territorial, la cuestión nacionalista se agudizó. La colaboración del catalanismo con el gobierno no sirvió para lograr la autonomía. En 1918, el Congreso rechazó una iniciativa de Cambó y, al año siguiente, una comisión extraparlamentaria creada para abordar el problema vasco y catalán propuso solo tímidas medidas descentralizadoras. En Cataluña, en las elecciones provinciales de 1923, Cambó y la Lliga perdieron la mayoría, desplazados por el nacionalismo más radical de Acció Catalana y Estat Catalá. En Galicia, la creación en 1916 de las Irmandades da Fala y la publicación del ensayo Teoría do nacionalismo galego de Vicente Risco marcaron el paso del galleguismo cultural al nacionalismo político.
Agravamiento de la conflictividad social: A partir de 1919, la conflictividad se intensificó por la influencia de la Revolución Rusa de 1917, dando lugar al llamado Trienio Bolchevique (1918-1920), caracterizado por reivindicaciones campesinas, incendios y asesinatos en Andalucía. La situación era especialmente grave en Barcelona, debido al enfrentamiento entre la CNT y la patronal. La respuesta patronal, con el cierre de empresas (lock-out) y una fuerte represión contra los sindicatos, llevó a una oleada de violencia conocida como pistolerismo, que provocó centenares de muertes de empresarios y líderes sindicales. El nombramiento de Martínez Anido como gobernador civil de Barcelona inició una durísima represión contra el movimiento obrero. La respuesta anarquista fue el asesinato del presidente del gobierno, Eduardo Dato, en Madrid, en marzo de 1921.
La Guerra de Marruecos y el Desastre de Annual: En 1921, el Ejército español sufrió una catastrófica derrota en Marruecos, conocida como el Desastre de Annual. Las tropas rebeldes de las cabilas rifeñas, lideradas por Abd el-Krim, infligieron una humillante derrota a las tropas españolas bajo el mando del general Fernández Silvestre. Dada la magnitud del desastre, se exigieron responsabilidades militares y políticas. Se creó una comisión de investigación encargada por el Congreso al general Picasso, que elaboró el Expediente Picasso. Este hecho planteó una profunda reflexión sobre el sentido de la presencia española en Marruecos. Para una parte del Ejército, Marruecos representaba la oportunidad de restaurar el prestigio perdido en Cuba. Surgió una mentalidad militarista en las nuevas generaciones de oficiales, que veían en el Ejército la encarnación de la esencia histórica y moral de la nación. Estos oficiales, llamados «africanistas», gozaban de mejores salarios y más oportunidades de ascenso que sus colegas en la península. Interpretaban cualquier crítica como un ataque al Ejército y como un síntoma de debilidad nacional, al tiempo que no admitían la subordinación militar al poder civil, lo que les llevaría a participar decisivamente en el golpe de Estado de 1936.
El fracaso de los gobiernos de concentración: La Monarquía perdió sus instrumentos eficaces de gobierno por la fragmentación parlamentaria y la falta de mayorías suficientes para gobernar de forma estable. Desde 1918, el propio rey Alfonso XIII manifestaba públicamente su malestar por la evolución del país e incluso su disconformidad con el sistema parlamentario. El golpe de Estado de Primo de Rivera, en septiembre de 1923, puso fin al turno de partidos y al sistema canovista de la Restauración.