Conflictos Europeos y Expansión Ultramarina bajo Carlos I
La Guerra de Religión en Alemania
Ante la difusión de la Reforma Protestante y el apoyo que recibió de algunos príncipes alemanes, los conflictos religiosos se mezclaron con problemas políticos. Carlos I luchó contra los príncipes protestantes y, aunque obtuvo victorias militares significativas, no pudo imponer completamente su autoridad política ni restablecer la unidad religiosa. Finalmente, tuvo que firmar la Paz de Augsburgo en 1555, que otorgaba libertad religiosa a los príncipes alemanes según el principio cuius regio, eius religio (la religión del príncipe es la religión del territorio). Con ello, fracasó la idea de una Europa unida bajo una única fe cristiana.
Expansión Colonial en América y el Pacífico durante el Siglo XVI
La Primera Vuelta al Mundo
Carlos I pretendía culminar el proyecto iniciado por Colón de encontrar una ruta occidental hacia las Indias Orientales. Esto exigía hallar un paso marítimo entre el océano Atlántico y el océano Pacífico. Con este fin, se organizó una expedición liderada por Fernando de Magallanes, la cual zarpó de Sevilla en 1519. La flota descubrió el estrecho que hoy lleva su nombre al sur del continente americano y llegó a las Filipinas, donde Magallanes murió en un enfrentamiento con los nativos. Juan Sebastián Elcano tomó el mando y completó la circunnavegación, regresando a España en 1522. Fue la primera vuelta al mundo, una hazaña náutica sin precedentes, pero también demostró que esa ruta era extremadamente larga, dura y costosa, haciéndola inviable para el comercio regular con Asia en ese momento.
Otras Exploraciones y Conquistas
Durante el reinado de Carlos I, se impulsó activamente la exploración, conquista y colonización del continente americano. Entre las numerosas campañas emprendidas, destacaron por su trascendencia:
- La conquista del Imperio Azteca en México, liderada por Hernán Cortés (1519-1521).
- La conquista del Imperio Inca en Perú, encabezada por Francisco Pizarro y Diego de Almagro (1531-1533).
Además, otras exploraciones notables incluyeron la de Francisco de Orellana, quien exploró el río Amazonas.
Consecuencias para la Población Indígena
Las consecuencias de la conquista y colonización para las poblaciones indígenas de América fueron, en general, devastadoras. Entre las más importantes se encuentran:
- Un fuerte descenso demográfico, causado principalmente por la introducción de enfermedades europeas para las que no tenían inmunidad (como la viruela) y, en menor medida, por las guerras y las duras condiciones de trabajo impuestas.
- La destrucción de sus formas tradicionales de vida y de su organización social y política, así como la imposición de la religión católica mediante la evangelización, a menudo forzosa.
- La extensión entre la población indígena de un espíritu pesimista y de desestructuración cultural ante la pérdida de sus referentes vitales y la dominación extranjera.
La Política Exterior de Felipe II
La política exterior de Felipe II estuvo inspirada, en gran medida, en los principios heredados de su padre, Carlos I: la defensa del catolicismo y el mantenimiento de la hegemonía de la Casa de Habsburgo en Europa. Sin embargo, la situación internacional había cambiado y surgieron nuevos problemas y escenarios de conflicto:
La Sublevación de los Países Bajos (1568-1648)
Los Países Bajos (que abarcaban aproximadamente los actuales Holanda, Bélgica, Luxemburgo y parte del norte de Francia) eran territorios ricos, con una importante burguesía urbana y manufacturera. El protestantismo, especialmente en su vertiente calvinista, ganó numerosos adeptos en las provincias del norte. La política autoritaria y religiosa de Felipe II, junto con la presión fiscal, desencadenó una rebelión abierta a partir de 1568. Esta sublevación aglutinó a diversos sectores descontentos: disidentes religiosos, ricos burgueses que veían amenazados sus intereses económicos y privilegios, y sectores de la nobleza local. La larga y costosa Guerra de Flandes se convirtió en uno de los mayores problemas del reinado. Al final del reinado de Felipe II, las siete provincias del norte (las Provincias Unidas, lideradas por Holanda) se habían independizado de facto, aunque España no reconoció formalmente su independencia hasta 1648. En cambio, las diez provincias del sur (aproximadamente la actual Bélgica y Luxemburgo) permanecieron bajo dominio español.
La Ofensiva contra los Turcos Otomanos (1570-1571)
La defensa del Mediterráneo frente al expansionismo del Imperio Otomano fue una prioridad para Felipe II, especialmente durante los primeros veinte años de su reinado. Tras diferentes expediciones con resultados desiguales, la conquista otomana de Chipre (posesión veneciana) en 1570 impulsó la formación de la Liga Santa, una alianza militar entre España, Venecia y el Papado. Se organizó una gran flota conjunta que, bajo el mando de Don Juan de Austria (hermanastro del rey), derrotó decisivamente a la armada turca en la Batalla Naval de Lepanto (1571). Aunque no acabó con el poder otomano en el Mediterráneo oriental, Lepanto frenó su expansión hacia el oeste y tuvo un enorme impacto psicológico en la cristiandad.
La Guerra contra Inglaterra (1585-1604)
Las relaciones con Inglaterra, que habían sido cordiales durante el matrimonio de Felipe II con la reina María I Tudor (católica), se deterioraron drásticamente tras el ascenso al trono de Isabel I (protestante). Inglaterra apoyó a los rebeldes holandeses y fomentó las actividades de corsarios (como Francis Drake) contra las flotas y posesiones españolas en América, buscando debilitar el poderío hispánico. Así, en 1585, la guerra entre ambas potencias ya era abierta. En 1588, Felipe II planeó la invasión de las Islas Británicas mediante una gran flota, la Grande y Felicísima Armada (conocida posteriormente como la Armada Invencible). Sin embargo, la expedición fracasó estrepitosamente debido a una combinación de factores: la resistencia naval inglesa, las adversas condiciones meteorológicas y problemas logísticos y de coordinación que impidieron embarcar a los tercios españoles estacionados en Flandes. La guerra continuó con alternativas hasta después de la muerte de ambos monarcas. La paz no se firmó hasta 1604, con el Tratado de Londres.
Gobierno y Administración de América
Los vastos territorios americanos incorporados a la Corona de Castilla se gobernaban y administraban desde España a través de dos instituciones fundamentales:
La Casa de Contratación de Sevilla
Fundada en 1503 y con sede en Sevilla, tenía como cometido principal organizar y controlar todo el comercio y la navegación entre España y América. Regulaba el tráfico de mercancías y personas, recaudaba impuestos (como el quinto real) y funcionaba también como escuela de pilotos y cartógrafos.
El Consejo de Indias
Creado formalmente por Carlos I en 1524, era el máximo órgano de gobierno para los asuntos americanos. Tenía amplias competencias: elaboraba la legislación específica para las Indias (Leyes de Indias), proponía al rey el nombramiento de los altos cargos civiles y eclesiásticos en América, actuaba como tribunal supremo de justicia para los pleitos indianos y fiscalizaba todos los asuntos políticos, económicos y religiosos relativos al Nuevo Mundo. Supervisaba también a la Casa de Contratación.
Estructura Administrativa Territorial en América
Las instituciones de la administración territorial en América, aunque basadas en modelos castellanos, adquirieron rasgos propios adaptados a la realidad americana:
- Virreinatos: Eran las demarcaciones administrativas de mayor rango, gobernadas por un Virrey, representante directo del rey con amplísimos poderes. Durante el siglo XVI se crearon dos: el Virreinato de Nueva España (1535), con capital en Ciudad de México, que abarcaba los territorios de América del Norte, Central y el Caribe; y el Virreinato del Perú (1542), con capital en Lima, que comprendía gran parte de Sudamérica.
- Gobernaciones: Eran divisiones territoriales dentro de los virreinatos, regidas por Gobernadores, quienes tenían funciones políticas, militares y administrativas, subordinados a los virreyes. En zonas fronterizas o conflictivas, se denominaban Capitanías Generales.
- Corregimientos: Eran distritos de menor tamaño, generalmente en torno a una ciudad importante con población indígena significativa. Estaban gobernados por un Corregidor, encargado de la administración de justicia, el cobro de tributos y la supervisión de los indígenas.
- Audiencias: Eran los máximos tribunales de justicia en sus respectivos distritos. Además de sus funciones judiciales, tenían importantes atribuciones gubernativas, asesorando a los virreyes y gobernadores e incluso sustituyéndolos en caso de ausencia.
- Cabildos o Ayuntamientos: Eran los órganos de gobierno local en las ciudades y villas de españoles. Su organización era similar a la de los municipios castellanos, con alcaldes y regidores encargados de la administración de la ciudad y su término municipal.
Conclusión y Legado Cultural
Tras décadas de intensos esfuerzos por mantener la unidad religiosa en sus dominios y la hegemonía en Europa, Carlos I, consciente del fracaso relativo en su intento de forjar una monarquía universal y cristiana unificada, decidió abdicar. En 1555-1556, entregó los dominios de la Monarquía Hispánica (la península Ibérica, los Países Bajos, Borgoña, las posesiones italianas y el imperio ultramarino) a su hijo, Felipe II. Poco después, cedió sus derechos al título imperial y los dominios austriacos de los Habsburgo a su hermano, Fernando I. Finalmente, Carlos se retiró al Monasterio de Yuste (Cáceres), donde falleció en 1558.
Culturalmente, la primera mitad del siglo XVI en España estuvo marcada por la profunda influencia del Humanismo renacentista. Entre sus principales promotores y figuras destacaron el cardenal Cisneros (fundador de la Universidad de Alcalá), el filósofo Luis Vives y el teólogo y jurista Francisco de Vitoria (considerado uno de los fundadores del derecho internacional y figura clave de la Escuela de Salamanca). En literatura, aunque su apogeo corresponde más a la segunda mitad del siglo y principios del XVII (el Siglo de Oro), ya se sentaban las bases, y posteriormente brillarían figuras místicas como San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús. En el arte, predominó el estilo Renacentista, que evolucionó desde el Plateresco inicial hacia formas más clásicas y sobrias, como el estilo Purista (bien representado en el Palacio de Carlos V en la Alhambra de Granada) y, ya bajo Felipe II, el estilo Herreriano, caracterizado por su austeridad y monumentalidad geométrica, cuyo máximo exponente es el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.