Los Fueros Vascos y Navarros: Historia y Modificaciones en el Contexto del Antiguo Régimen

Los Fueros Vascos y Navarros

Los fueros territoriales vascos y navarros eran un conjunto de leyes particulares de cada territorio cuyo origen se remonta a la Edad Media. Tenían rasgos diferentes, aunque los de Gipuzkoa, Álava y Bizkaia representaban mayores semejanzas entre sí.

Régimen Foral y sus Instituciones

Para gestionar estos fueros, que eran la base del autogobierno de los distintos territorios, nació el régimen foral, que contaba con dos instituciones básicas: las Juntas Generales y las Diputaciones. Las primeras se asemejan a una Asamblea Legislativa con una serie de competencias, como:

  • La fijación y la recaudación de impuestos.
  • Dar el “pase foral” a las leyes dictadas por el rey.
  • Reclutar a la milicia.

Las Diputaciones funcionaban como un gobierno provisional, supervisadas por el rey a través de corregidores (en Gipuzkoa y Bizkaia) y el Diputado General (en Álava).

Limitaciones al Poder del Rey

Estas limitaciones al poder del rey deben entenderse dentro del Antiguo Régimen, donde la autoridad real es absoluta. Al poseer la soberanía, es el único que puede promulgar las leyes y administrar justicia.

Autogobierno en Navarra

Navarra tenía un autogobierno similar, pero al haber sido un reino independiente, contaba con unas Cortes propias, órganos administrativos más complejos, y estaba gobernada por un virrey que representaba al rey de Castilla.

Ventajas del Régimen Foral

Las principales ventajas que presentaba el régimen foral (privilegios para algunos, derechos históricos para otros) eran:

  • Impuestos reducidos.
  • Exención del servicio militar.
  • Adunas con Castilla colocadas en el río Ebro.

Todas estas particularidades fueron cuestionadas por el liberalismo, ya que eran contrarias al principio de la igualdad ante la ley. Posteriormente, la defensa de los fueros pasó a formar parte del carlismo.

La Primera Guerra Carlista y la Modificación de los Fueros

La primera guerra carlista (1833-1840) se originó por una disputa dinástica entre los partidarios de Carlos, hermano de Fernando VII, y los de Isabel II, en contra de la ley sálica impuesta por Felipe V, que impedía a las mujeres heredar el trono de España. Las dos facciones políticas surgidas tras las Cortes de Cádiz enseguida apoyaron a uno u otro candidato.

Facciones Políticas

Así, los liberales o isabelinos, que contaban con apoyos tanto en las ciudades como en la alta nobleza y el alto clero, defendían, apoyando a la regente María Cristina de Borbón, la monarquía constitucional, la igualdad ante la ley y las desamortizaciones. Por su parte, los absolutistas o carlistas, con amplia implantación en el mundo rural, junto con la pequeña nobleza y el bajo clero, eran partidarios de la monarquía absoluta, los fueros, la propiedad tradicional y el ultracatolicismo contra las libertades públicas. Su lema era “Dios, fueros, patria y rey”.

Desarrollo de la Guerra

La guerra se extendió por toda España, pero los escenarios principales fueron el País Vasco, Navarra, Cataluña, Valencia y Aragón. Internacionalmente, los carlistas fueron apoyados por la Santa Alianza (Prusia, Rusia, Austria), mientras que los isabelinos contaron con las simpatías de países liberales como Francia, Reino Unido y Portugal.

Fases de la Guerra

El desarrollo de la guerra atravesó tres fases:

  1. Primera fase (1833-1835): Favorable a los carlistas, que gracias al general Zumalakarregi, consiguieron crear un estado paralelo en el norte con capital en Estella, ya que las principales ciudades vascas se le resistieron. Precisamente en el asedio a Bilbao, este general fue herido de muerte, y su desaparición cambió el signo de la guerra.
  2. Segunda fase (1835-1837): Protagonizada por el pretendiente Carlos V, que dirigió un ejército que llegó a las puertas de Madrid. La desmoralización entre las tropas carlistas llevó a la tercera fase.
  3. Tercera fase (1837-1840): Se iniciaron las negociaciones de paz entre el general carlista Maroto y el isabelino Espartero, que fructificaron en la firma del convenio de Bergara (1839). Aquí, los carlistas reconocieron a Isabel como reina, y los isabelinos aceptaron a los grandes militares carlistas, incorporándolos al ejército real y prometiendo respetar los fueros.

Modificación de los Fueros

La modificación de los fueros para que pudieran enmarcarse dentro del estado liberal se inició con la Ley del 25 de octubre de 1839, donde se reconocían expresamente y se anunciaba su próxima modificación.

Las negociaciones para modificar el régimen foral navarro fueron llevadas adelante por Yanguas y Miranda con el nuevo regente Espartero, ambos del partido progresista, y culminaron con la Ley Paccionada de 1841. En ella, el antiguo reino de Navarra se convierte en una provincia que conserva gran parte de su autogobierno.

Negociaciones en el País Vasco

Por el contrario, las negociaciones entre Espartero y los territorios de Gipuzkoa, Álava y Bizkaia fueron por mal camino, ya que sus representantes eran del partido moderado. Aprovechando un pronunciamiento moderado que fracasó, Espartero impuso su autoridad por el decreto de Vitoria (1841), que suprimió el régimen foral vasco, aunque respetando la exención del servicio militar y una fiscalidad reducida. Más adelante, tras la caída de Espartero y en los inicios del reinado personal de Isabel II, Pedro Engaña, representante de los tres territorios, consiguió, en 1844, de los moderados una recuperación del régimen foral con gran autonomía administrativa, pero sin el pase foral y aduanas.

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