Transformación de Roma: Expansión, Crisis y el Ascenso de Pompeyo

Las Consecuencias de la Expansión Romana

La conquista del Mediterráneo trajo como consecuencia profundos cambios en la vida política, social y económica de Roma e Italia. Las necesidades militares obligaron a prolongar los mandatos de los generales más allá del límite de un año. Esto tuvo peligrosas consecuencias al ir generando ambiciones. En el plano económico, se produjo una grave crisis agraria.

Los soldados romanos fueron obligados a luchar en áreas lejanas del Mediterráneo, cada vez durante periodos más prolongados. Ese nivel fue desastroso para el pequeño campesinado, que no podía mantener sus granjas. Se contrajeron deudas y a ello siguió el desposeimiento a través de la venta o el desahucio. El proceso se aceleró porque los ricos buscaron invertir los beneficios de las guerras, lo que supuso el crecimiento de latifundios trabajados por esclavos, suministrados en abundancia gracias a las esclavizaciones de poblaciones vencidas. Todo ello supuso la crisis paulatina de los pequeños y medianos propietarios-campesinos. Muchos emigraron a las ciudades donde empezaron a crearse posibilidades de empleo debido a los grandes gastos de los ricos.

Los ingresos estatales en forma de botín fueron inmensos. La organización de los suministros al ejército la llevaban a cabo sectores privados, que adquirieron los derechos de recaudación de los tributos de las provincias. Esto supuso riqueza y poder para los principales publicanos, que formaron un grupo de presión muy influyente, al margen del Senado.

El Ascenso de Pompeyo y la Crisis de la República

Las décadas siguientes se caracterizan por el ascenso de personajes como Pompeyo, en el que el Senado va delegando la responsabilidad de solucionar los problemas militares que aquejan a Roma, lo que revela la crisis del sistema tradicional de magistraturas. La primera de estas misiones fue la derrota de Sertorio, que se había exiliado de Italia y se había retirado a Hispania, donde inició una revuelta general, apoyada tanto por los hispanos como por los romanos e itálicos residentes allí. El ejército enviado fracasó, y el Senado decidió enviar a Pompeyo.

Mientras Pompeyo se encontraba en Hispania, en Italia surge la revuelta de Espartaco, la última de las guerras de esclavos de la antigüedad. Las revueltas de Espartaco fueron intentos de los esclavos de escapar de su miserable condición. Tras acabar con la rebelión y terminar con el ejército de Espartaco en su vuelta, Pompeyo se convirtió en la figura más destacada de la República, popular y capacitado, y tenía leales seguidores entre los soldados y el pueblo, así como en las provincias.

El Mando de Pompeyo contra la Piratería y Mitrídates

El problema de la piratería se agudizó, y se dio a Pompeyo un mando especial contra los piratas. En tres meses consiguió limpiar de piratas las costas, lo que en su momento fue considerado una asombrosa hazaña. Al año siguiente se le encargó la continuación de la guerra contra Mitrídates. Venció a Mitrídates, conquistó toda Anatolia y Siria, y avanzó por el sur hasta Jerusalén, tomándola en el 63 a.C. Creó la provincia de Siria, la de Bitinia y Ponto, y Cilicia. Se apoderó de cuantioso botín y otorgó a sus soldados un donativo equivalente a doce años de paga.

Crisis Política y Ascenso de Nuevas Figuras

Mientras, en Roma se experimentaba una crisis económica y una atmósfera de tensión política. Comienzan a ascender las figuras de Craso, Cicerón, y del joven Cayo Julio César.

Figuras Clave de la Época

  • Cicerón: Brillante orador y político, fue un homo novus, que llegó al consulado representando al sector conservador de los optimates.
  • Craso: Era un aristócrata que había sido protegido por Sila, enriqueciéndose con las proscripciones. Había participado en la sofocación de Espartaco y financió la carrera política del joven y empobrecido Julio César.
  • Julio César: Era un joven aristócrata de una antigua familia patricia, pero ligado por lazos familiares a Mario. En los años 60, el joven político se esforzó por ganar popularidad, cultivando el recuerdo de Mario, pero sin descuidar las relaciones con Pompeyo y Craso.

La violencia se convirtió en un mal endémico en la vida política de Roma: las bandas armadas incontroladas intensificaron su actividad en la ciudad, donde la fuerza policial era insuficiente. A finales del 62 a.C., Pompeyo regresó a Roma para celebrar su triunfo. Esperaba que el Senado ratificara su ordenamiento en Oriente y que proveyera de tierras a sus veteranos, pero estas peticiones chocaron con la resistencia de los optimates, quienes decidieron frustrar los deseos de Pompeyo.

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