Historia de España: Reinado de Isabel II y la I República

La Guerra Carlista (1833-1839)

La Guerra Carlista se originó tras la aprobación de la Pragmática Sanción por el rey, aboliendo la Ley Sálica. Esta decisión permitió que Isabel II fuera considerada heredera al trono, en perjuicio de Carlos María Isidro. El conflicto tuvo lugar durante la primera mitad del siglo XIX.

Bando Isabelino (Liberales): Defendían el liberalismo.

Bando Carlista (Absolutistas): Defendían el Antiguo Régimen bajo el lema «Dios, Patria, Rey y Fueros». Recibieron el apoyo de la oligarquía rural, el clero (en desacuerdo con la desamortización), la nobleza segundona y campesinos vascos, navarros y catalanes. El carlismo se caracterizó por la defensa de los fueros vascos y navarros (privilegios jurídicos, fiscales y militares).

Internacionalización del Conflicto

En 1833, Carlos María Isidro se autoproclamó Carlos V (Manifiesto de Abrantes), lo que provocó levantamientos aislados de realistas y campesinos. Zumalacárregui coordinó el ejército carlista, que recibió apoyo internacional de Rusia, Austria, Prusia, Cerdeña y Nápoles. Los liberales, por su parte, fueron apoyados por Francia y Gran Bretaña.

El fracaso de la toma de ciudades vascas y navarras extendió la guerra al resto de España. Espartero logró la victoria en el asedio a Bilbao. En 1837, la Expedición Real, liderada por Don Carlos, fracasó en su intento de tomar Madrid. Finalmente, en 1839, Espartero y Maroto firmaron el Convenio de Vergara, que mantenía el régimen foral vasco-navarro y permitía la integración de oficiales carlistas en el ejército. Tras el fracaso de la expedición, Carlos María Isidro se exilió.

La I República (1873-1874)

La I República fue proclamada en la Asamblea Nacional, aunque los republicanos estaban divididos en tres corrientes ideológicas:

  • Radicales: Querían un estado unitario y centralizado, la Constitución de 1869 y un posible pacto con la monarquía para defender la democracia.
  • Federalistas: Divididos entre partidarios de la descentralización administrativa y de una federación de estados.
  • Intransigentes: Priorizaban las reformas sociales sobre las administrativas y las alianzas con organizaciones obreras, incluidas las anarquistas.

El primer presidente de la I República fue Estanislao Figueras. La Constitución de 1873 estableció un estado federal con soberanía popular, división de poderes (incluido el Senado) y los derechos de la Constitución de 1869, además de la separación entre Estado e Iglesia.

El cantonalismo, con un fuerte contenido social cercano al anarquismo, tuvo especial fuerza en Levante y Andalucía, perdurando más tiempo en Cartagena. Esta rebelión política llevó a la creación de pequeños núcleos territoriales con gobierno autónomo. La caída del gobierno de Pi i Margall y la represión de la rebelión por parte de Salmerón y Castelar, junto con las guerras carlistas y de Cuba, la presión de los alfonsinos y la oposición de sectores de la Internacional Obrera, incrementaron la inestabilidad política. El golpe de Estado del general Pavía, que disolvió las Cortes, dio paso al Directorio republicano presidido por el general Serrano. El ascenso de los alfonsinos y el golpe de Estado del general Martínez Campos pusieron fin a la I República.

El Bipartidismo: Moderados y Progresistas

Partido Moderado

Contaba con el apoyo de la oligarquía económica y política (nobleza, clero, alta burguesía y altos cargos del ejército). Defendían la soberanía compartida entre el rey y las Cortes (liberalismo doctrinario), el sufragio censatario restringido, un parlamento bicameral (Senado de designación real), la administración centralista (división provincial de 1833, nombramiento de gobernadores civiles y alcaldes por el gobierno), la restricción de derechos civiles, el estado confesional sin libertad de cultos (solo privada) y el proteccionismo económico. Sus principales líderes fueron Narváez, Martínez de la Rosa y Bravo Murillo. Su principal referente constitucional fue la Constitución de 1845.

Partido Progresista

Recibía el apoyo de las clases medias urbanas e intelectuales. Defendían la soberanía nacional, el sufragio censatario, un parlamento bicameral, mayor autonomía administrativa, derechos individuales más amplios (incluida la libertad de imprenta), el estado confesional con libertad de cultos, el librecambismo y la desamortización. Sus líderes fueron Espartero, Mendizábal, Madoz y O’Donnell. Sus referentes constitucionales fueron las constituciones de 1837 y 1856 (Non Nata).

Partido Demócrata

Defendían el sufragio universal masculino, un parlamento unicameral, ayuntamientos electivos, la libertad de conciencia, reunión, asociación, instrucción primaria gratuita y la separación entre Estado e Iglesia. Su ideología impulsó la evolución hacia el republicanismo.

La Desamortización

La desamortización eclesiástica de Mendizábal (1836-1837) pretendía nacionalizar los bienes eclesiásticos rurales y urbanos por expropiación para obtener recursos para el Estado, reducir la deuda pública, facilitar nuevos préstamos y propiciar cambios en la propiedad de la tierra. El objetivo era modernizar la economía, aumentar la productividad agraria, crear una clase de propietarios, fomentar la organización capitalista en la agricultura, mejorar la producción y obtener excedentes para el mercado nacional.

El procedimiento de venta se basaba en subasta pública (suspendida durante la Década Moderada). La desamortización afectó primero a los bienes del clero regular (fiel al carlismo) y luego a los del clero secular, hasta que fue suspendida por los moderados cuando tres cuartas partes de las tierras de la Iglesia habían sido expropiadas y subastadas.

Consecuencias de la Desamortización

El balance de la desamortización no fue positivo. Si bien afianzó el régimen liberal y equilibró los presupuestos, no logró modernizar la agricultura. La compra de propiedades por nobles y burgueses impidió la creación de una clase campesina de propietarios medianos, agudizando el problema de los campesinos sin tierras. El Estado obtuvo menos recursos de los esperados, se agudizó el antiliberalismo de la Iglesia y se deterioró el patrimonio artístico.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *