El Ascenso de los Totalitarismos: Italia Fascista y Alemania Nazi en el Periodo de Entreguerras

La Crisis de las Democracias Liberales

Después de la Primera Guerra Mundial, desaparecieron los grandes imperios europeos y muchos de los nuevos países adoptaron regímenes de república parlamentaria. Sin embargo, cuando Europa comenzaba a recuperarse económicamente de la guerra, la crisis económica mundial iniciada en 1929 complicó drásticamente la situación. Esta crisis generó fuertes tensiones sociales y ataques a los gobiernos parlamentarios, que eran criticados tanto por el proletariado necesitado como por la burguesía, temerosa del estallido de una revolución.

Solo los países con una sólida tradición parlamentaria lograron aislar a los partidos más radicales. Estas democracias, preocupadas por sus propios problemas económicos y sociales, no hicieron nada eficaz para impedir el ascenso de las dictaduras, que se consolidaban prometiendo restablecer el orden y combatir las ideas socialistas y comunistas. Entre estas dictaduras destacan la llegada al poder en Italia del Partido Nacional Fascista (PNF), dirigido por Benito Mussolini, y en Alemania del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP o Partido Nazi), liderado por Adolf Hitler.

La Italia Fascista

Durante la Primera Guerra Mundial, el coste de la vida en Italia había subido mucho más rápido que los salarios, y el nivel de vida de las clases trabajadoras había disminuido considerablemente. Al acabar la guerra, Italia sufrió una fuerte inflación, lo que condujo a un intenso movimiento huelguístico caracterizado por:

  • Ocupación de fábricas por parte de los obreros.
  • Ocupación de tierras por los campesinos.

La burguesía y los terratenientes temían que estallase una revolución de tipo bolchevique. La monarquía constitucional y el gobierno eran muy inestables y fuertemente contestados por:

  • El Partido Socialista
  • El Partido Comunista (fundado en 1921)
  • El Partido Popular (católico)

Además, los nacionalistas exaltados reclamaban las ‘tierras irredentas’ (territorios como la costa de Dalmacia, Trieste, Istria y Fiume, considerados italianos pero bajo control extranjero o con estatus disputado).

La Formación del Partido Nacional Fascista (PNF)

En 1919, Mussolini fundó los Fasci Italiani di Combattimento, que pasaron a ser el Partido Nacional Fascista (PNF) en 1921. Su programa exponía:

  • La defensa de la propiedad privada.
  • Un fuerte nacionalismo.
  • Un proyecto expansionista y militarista.

El partido tenía una simbología propia:

  • La camisa negra (uniforme de sus milicias).
  • El saludo a la romana.
  • El emblema del fascio (haces de varas con un hacha, símbolo de autoridad en la antigua Roma).

Las bases sociales del PNF estaban formadas sobre todo por:

  • Sectores excombatientes y obreros descontentos.
  • Gran parte de la pequeña y mediana burguesía (atemorizada por la izquierda).

Además, recibían apoyo de:

  • Industriales.
  • Grandes propietarios de tierras.
  • Amplios sectores del ejército y del aparato estatal.
  • La patronal italiana (Confederazione generale dell’industria italiana – Confindustria).

Las escuadras fascistas (squadristi) protagonizaron numerosos actos de violencia contra socialistas, comunistas, sindicalistas y católicos populares, a menudo con la complicidad o pasividad de la policía y las autoridades.

La Marcha sobre Roma y el Ascenso al Poder

En agosto de 1922, los fascistas reventaron una huelga general convocada por los sindicatos. En octubre de ese mismo año, organizaron la denominada Marcha sobre Roma, una demostración de fuerza. El rey Víctor Manuel III se negó a firmar el decreto de estado de sitio propuesto por el gobierno para detener la marcha, y este dimitió. Ante la presión y la crisis política, el rey encargó a Mussolini la formación de un nuevo gobierno el 30 de octubre de 1922.

Una vez en el poder, las libertades fundamentales fueron restringiéndose progresivamente. Tras el asesinato del diputado socialista Giacomo Matteotti en 1924, quien había denunciado la violencia y el fraude electoral fascista, Mussolini asumió plenos poderes, culminando la instauración de la dictadura entre 1925 y 1926.

La Dictadura Fascista

A partir de 1925-1926, Italia se consolidó como un régimen totalitario:

  • El Estado y el PNF se identificaron; el partido único controlaba todas las esferas de la vida pública.
  • Mussolini acumuló todos los poderes como Duce (caudillo).
  • En 1926, las Leyes Fascistísimas y la Ley Rocco prohibieron todos los partidos políticos y sindicatos no fascistas.
  • El Parlamento perdió poder frente al Gran Consejo Fascista, y finalmente fue sustituido en 1939 por la Cámara de los Fasci y de las Corporaciones.
  • Se realizaron fuertes depuraciones en la administración pública y en el ejército.
  • Se creó la OVRA (Organización de Vigilancia y Represión del Antifascismo), una policía política secreta.

Con la Iglesia Católica, Mussolini firmó los Pactos de Letrán (1929), que resolvieron la ‘Cuestión Romana’ (conflicto entre el Estado italiano y la Santa Sede desde 1870), creando el Estado de la Ciudad del Vaticano y otorgando concesiones a la Iglesia. El Papa Pío XI vio inicialmente con cierto favor al régimen por restaurar el orden y por los pactos, aunque las relaciones posteriores tuvieron tensiones significativas.

Se inició una política de expansión territorial en Europa (invasión de Albania en 1939) y África (conquista de Etiopía entre 1935-1936).

Dirigismo Económico

En el aspecto económico, el régimen se caracterizó por un fuerte intervencionismo estatal, por el proteccionismo y por la tendencia a la autarquía (autosuficiencia económica). A través del IRI (Instituto para la Reconstrucción Industrial), creado en 1933, el Estado fue haciéndose con el control de sectores importantes de la economía (banca, industria). La crisis de los años 30 acentuó el proteccionismo y la tendencia a la autarquía, lo que llevó a cierta renovación de la industria (especialmente la pesada y armamentística), pero a costa de una producción de elevados costos y, en ocasiones, baja calidad. El fascismo invirtió en obras públicas (desecación de pantanos, construcción de infraestructuras) para frenar el desempleo y diseñó programas como la ‘Batalla del Trigo’ para fomentar la producción agraria. La principal beneficiaria de esta política fue la oligarquía industrial y financiera, mientras que el nivel de vida de la mayoría de los italianos se mantuvo por debajo de la media europea.

Control Social y Propaganda

El fascismo pretendió controlar y dirigir a toda la sociedad a base de estimular su encuadramiento obligatorio o semi-obligatorio en el partido o en los sindicatos fascistas. Para adoctrinar y asegurar el futuro del régimen, se crearon organizaciones como la Opera Nazionale Balilla (para jóvenes de distintas edades) y la Opera Nazionale Dopolavoro (que organizaba el tiempo libre de los trabajadores con actividades recreativas y culturales controladas). El control fascista se extendió a la educación. El catolicismo fue declarado religión oficial del Estado y su enseñanza se hizo obligatoria en las escuelas. Periódicos, libros, la radio y el cine quedaron impregnados de valores fascistas, buscando moldear las conciencias, las lecturas y las opiniones del pueblo italiano. El régimen favoreció los nuevos medios de comunicación como la radio y el cine. En Roma se crearon los estudios de Cinecittà, concebidos como el equivalente italiano de Hollywood, para la producción cinematográfica al servicio de la propaganda del régimen.

La República de Weimar y el Ascenso del Nazismo

Tras la derrota en la Primera Guerra Mundial y la abdicación del Káiser Guillermo II, se proclamó en Alemania la República. La nueva república, basada en una constitución ampliamente democrática aprobada en la ciudad de Weimar en 1919 (la Constitución de Weimar), fue incapaz de crear un sistema político estable desde sus inicios.

Inestabilidad Política y Social

La República tuvo que hacer frente a intentos insurreccionales tanto de extrema izquierda como de extrema derecha, que buscaban derrocar el régimen:

  • El levantamiento de la Liga Espartaquista (comunistas) en enero de 1919 en Berlín, que pretendía proclamar un gobierno de consejos obreros según el modelo soviético. Fue reprimido con extrema dureza por el gobierno socialdemócrata con ayuda de los Freikorps (cuerpos paramilitares de veteranos de guerra de derecha), lo que generó un profundo y duradero rechazo de los comunistas hacia la República de Weimar y los socialdemócratas.
  • El auge de grupos nacionalistas radicales y de extrema derecha, que acusaban al gobierno republicano de traición por haber firmado el armisticio y aceptado las duras condiciones del Tratado de Versalles (difundiendo el mito de la ‘puñalada por la espalda’ – Dolchstoßlegende).
  • El Putsch de Kapp (marzo de 1920), un golpe de Estado militarista y de derechas en Berlín, que fracasó gracias a una huelga general convocada por los sindicatos y el gobierno.

Crisis Económica y Ocupación del Ruhr

La situación económica era crítica, marcada por las enormes reparaciones de guerra impuestas por el Tratado de Versalles. La crisis alcanzó su cénit en 1923 con una devastadora hiperinflación que pulverizó el valor del marco alemán y arruinó a gran parte de la clase media. Ante la declaración alemana de incapacidad temporal para pagar las reparaciones, tropas francesas y belgas ocuparon la rica región industrial del Ruhr en enero de 1923 como garantía de cobro, lo que exacerbó el nacionalismo alemán y paralizó aún más la economía.

El Nacimiento y Desarrollo Inicial del Partido Nazi

En este contexto de crisis, en 1920, Adolf Hitler se unió y pronto se convirtió en el líder indiscutible del pequeño Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) en Múnich, haciendo público su programa de 25 puntos. Se crearon las SA (Sturmabteilung o Secciones de Asalto), las milicias paramilitares del partido, conocidas por su uniforme de camisa parda y sus métodos violentos. Los nazis se presentaban con un discurso ultranacionalista, populista, anticapitalista (en sus inicios), racista (defensores de la supuesta superioridad de la ‘raza aria’) y virulentamente antisemita.

Crearon su propia simbología:

  • La camisa parda (uniforme de las SA).
  • La cruz gamada (esvástica) dentro de un círculo blanco sobre fondo rojo.
  • El saludo fascista (brazo en alto, similar al romano).

En noviembre de 1923, aprovechando la crisis del Ruhr y la hiperinflación, Hitler intentó un golpe de Estado en Múnich (el Putsch de la Cervecería). Fracasó estrepitosamente, fue detenido y condenado a prisión. En la cárcel escribió la primera parte de Mein Kampf (Mi Lucha), donde exponía los principios fundamentales de la ideología nazi:

  • Desprecio absoluto por la democracia parlamentaria y el liberalismo.
  • Odio visceral al bolchevismo, al marxismo y a la socialdemocracia.
  • Principio del líder único y todopoderoso (Führerprinzip).
  • Antisemitismo radical, considerando a los judíos una raza inferior y culpable de los males de Alemania y del mundo.
  • Teoría de la superioridad de la ‘raza aria’ germánica.
  • Necesidad de conquistar un ‘espacio vital’ (Lebensraum) en el Este de Europa para la expansión alemana.
  • Creación de un Gran Reich (Imperio) que uniera a toda la población de origen germánico.

Hitler era conocido dentro del partido como el Führer (líder o caudillo). Tras salir de prisión antes de cumplir toda su condena, reorganizó el partido con una estructura más jerárquica y centralizada. En 1925 creó su propia guardia personal y cuerpo de élite del partido, las SS (Schutzstaffel o Escuadras de Protección), inicialmente dependientes de las SA pero destinadas a superarlas en poder e influencia.

La Alemania Nazi

La Gran Depresión mundial, iniciada en 1929, golpeó con extrema dureza a Alemania, cuya economía dependía fuertemente de los préstamos estadounidenses (retirados tras el crash bursátil). El resultado fue un desempleo masivo (llegando a superar los 6 millones de parados en 1932), una profunda crisis social y una quiebra de la confianza en el sistema parlamentario de Weimar. Esto provocó una extrema polarización política.

En las elecciones al Reichstag (Parlamento) de noviembre de 1932, los resultados reflejaron esta polarización y la ingobernabilidad del sistema:

  • Partido Nazi (NSDAP): 196 diputados (siendo el partido más votado, aunque perdió votos respecto a julio).
  • Partido Socialdemócrata (SPD): 121 diputados.
  • Partido Comunista (KPD): 100 diputados (tercera fuerza, en ascenso).

Las élites conservadoras (industriales, terratenientes, militares) y parte de los partidos de derecha y centro (como el Zentrum católico, aunque con reticencias y divisiones internas), temerosos del avance comunista y de la inestabilidad crónica, y creyendo erróneamente poder controlar a los nazis una vez en el gobierno, presionaron al anciano presidente de la República, Paul von Hindenburg. Finalmente, este cedió y nombró a Adolf Hitler Canciller de Alemania el 30 de enero de 1933, en un gobierno de coalición con otros partidos conservadores.

Para una parte significativa de la opinión pública alemana, y especialmente para los grandes industriales y financieros que le apoyaron, Hitler aparecía como un garante del orden frente a la amenaza comunista y el caos de los últimos años de Weimar.

El Establecimiento de la Dictadura (1933-1934)

Una vez nombrado Canciller, Hitler actuó con rapidez y brutalidad para consolidar su poder y destruir la democracia alemana:

  • Inmediatamente disolvió el Reichstag y convocó nuevas elecciones para marzo de 1933, buscando obtener una mayoría absoluta.
  • El incendio del Reichstag (27 de febrero de 1933), cuya autoría sigue siendo debatida pero que los nazis atribuyeron a los comunistas, fue utilizado como pretexto perfecto. Al día siguiente, Hindenburg firmó el Decreto del Incendio del Reichstag, que suspendía derechos fundamentales (libertad de expresión, prensa, reunión, etc.) y permitía la detención masiva de comunistas y otros opositores.
  • A pesar del clima de terror e intimidación, en las elecciones de marzo los nazis obtuvieron el 43.9% de los votos, sin alcanzar la mayoría absoluta. Necesitaron el apoyo de sus socios nacionalistas.
  • El 23 de marzo de 1933, con el apoyo del Zentrum (Partido de Centro Católico) y otros partidos de derecha (y con los diputados comunistas y algunos socialdemócratas detenidos o impedidos de asistir), el Reichstag aprobó la Ley Habilitante (Ermächtigungsgesetz). Esta ley otorgaba plenos poderes legislativos al gobierno de Hitler durante cuatro años, permitiéndole legislar sin consultar al Parlamento, lo que supuso el fin efectivo de la democracia parlamentaria.
  • En los meses siguientes, se ilegalizaron o forzaron a la disolución todos los demás partidos políticos. En julio de 1933, el NSDAP fue declarado partido único.
  • Los sindicatos fueron disueltos en mayo de 1933 y sus bienes confiscados. Los trabajadores fueron obligados a afiliarse al Frente Alemán del Trabajo (DAF), controlado por los nazis.
  • En agosto de 1934, tras la muerte del presidente Paul von Hindenburg, Hitler fusionó los cargos de Canciller y Presidente, autoproclamándose Führer und Reichskanzler (Líder y Canciller del Reich), con poderes absolutos confirmados por un plebiscito.

El Régimen Totalitario Nazi

Alemania se convirtió rápidamente en un Estado totalitario basado en el terror, la propaganda y el control absoluto:

  • Se llevó a cabo una profunda depuración de la administración pública, la justicia, la educación y el ejército, expulsando a judíos, opositores políticos y personas consideradas ‘no fiables’.
  • La judicatura perdió su independencia y quedó sometida a los dictados del régimen y a la creación de tribunales especiales.
  • El Partido Nazi y el Estado se fusionaron progresivamente (identidad Partido-Estado).
  • Las fuerzas policiales regulares fueron puestas bajo el control de las SS de Heinrich Himmler. Se creó la temida Gestapo (Geheime Staatspolizei – Policía Secreta del Estado), que junto con las SS y el SD (Servicio de Seguridad de las SS), ejercía una vigilancia y represión implacables.
  • Se establecieron los primeros campos de concentración (como Dachau, cerca de Múnich, abierto en marzo de 1933) para recluir, torturar y eliminar a opositores políticos (comunistas, socialdemócratas, liberales, etc.), y posteriormente a otros grupos perseguidos (judíos, gitanos, homosexuales, testigos de Jehová).

La potencial oposición interna dentro del propio partido nazi, representada por Ernst Röhm y la cúpula de las SA (que aspiraban a una ‘segunda revolución’ de carácter más social y a convertirse en el núcleo del nuevo ejército alemán), fue eliminada brutalmente en la ‘Noche de los Cuchillos Largos’ (30 de junio – 2 de julio de 1934). Röhm y cientos de dirigentes de las SA, así como otras figuras conservadoras y opositores, fueron asesinados por las SS, consolidando así el poder de Hitler y el dominio de las SS dentro del régimen.

Economía, Rearme y Autarquía

Bajo la dirección económica inicial de Hjalmar Schacht y, desde 1936, de Hermann Göring (responsable del Plan Cuatrienal), se implantó una política económica caracterizada por:

  • Un fuerte dirigismo estatal orientado a la recuperación económica, la drástica reducción del desempleo, el masivo rearme militar (violando el Tratado de Versalles) y la consecución de la autarquía económica para preparar al país para la guerra.
  • La elaboración de Planes Cuatrienales (desde 1936) para dirigir la producción industrial hacia objetivos militares y de autosuficiencia.
  • El fomento de la industria de sustitución de importaciones (producción de materiales sintéticos como caucho ‘Buna’ o gasolina sintética a partir del carbón).
  • Un estricto control de precios y salarios.
  • La realización de grandes programas de obras públicas (famosas fueron las autopistas o Autobahnen) que contribuyeron a reducir el paro.
  • La priorización absoluta de la industria pesada y de armamento sobre la de bienes de consumo.

Los resultados fueron espectaculares en la reducción del desempleo (se pasó de 6 millones en 1932 a prácticamente pleno empleo en 1938) y el aumento de la producción industrial, lo que generó apoyo popular al régimen. Sin embargo, esto se consiguió a costa de:

  • Salarios relativamente bajos y congelados.
  • Largas jornadas laborales.
  • La supresión total de los derechos laborales, la negociación colectiva y el derecho a huelga.
  • Un descenso relativo en la producción de bienes de consumo y un empeoramiento de la calidad de vida en algunos aspectos.

El comercio exterior se reorientó hacia países de Europa Central y del Este, proveedores de materias primas, a menudo bajo acuerdos bilaterales de trueque (clearing), buscando reducir la dependencia de las divisas occidentales. Se aceleró la concentración de capital, aumentando considerablemente los beneficios de la banca y las grandes empresas (como IG Farben, Krupp, Thyssen) que colaboraron estrechamente con el régimen y se beneficiaron del rearme y la ‘arianización’ (expropiación de empresas judías).

Ideología, Control Social, Propaganda y Represión

Para el Estado nazi, la sociedad alemana debía tener una absoluta unidad ideológica basada en el nacionalismo extremo, el racismo, el antisemitismo, el militarismo y la obediencia ciega al Führer. Se creó el Ministerio de Ilustración Pública y Propaganda, dirigido magistralmente por Joseph Goebbels, que utilizó todos los medios disponibles (prensa, radio, cine, carteles, grandes concentraciones y desfiles) para adoctrinar a la población.

Respecto a la ciencia y la cultura, se erradicó la libertad intelectual. Se persiguió y prohibió el ‘arte degenerado’ (Entartete Kunst) -prácticamente todo el arte moderno- y se desmanteló gran parte de la brillante élite artística y científica de la República de Weimar (muchos tuvieron que exiliarse). Se crearon listas de autores prohibidos y la quema pública de libros considerados ‘anti-alemanes’ (10 de mayo de 1933) se convirtió en un acto ritual y simbólico del nuevo régimen.

El futuro del Reich dependía de la adhesión incondicional de la juventud al nacionalsocialismo, por ello el nazismo dedicó enormes esfuerzos al adoctrinamiento de los jóvenes. Se reorganizó y politizó completamente el sistema educativo: se depuró al profesorado de universidades y escuelas, y se introdujo la censura en las aulas y en los libros de texto, impregnándolos de ideología nazi (racismo, militarismo, culto al líder). Se fomentaron las organizaciones juveniles, entre las que las Juventudes Hitlerianas (Hitlerjugend, HJ) y su rama femenina (Liga de Muchachas Alemanas, BDM) desempeñaban un papel central y prácticamente obligatorio para encuadrar, adoctrinar y preparar física y militarmente a niños y adolescentes.

La oposición a este proyecto totalitario de nazificación era aplastada mediante una brutal represión ejercida por la Gestapo y las SS. El miedo, la vigilancia constante (incluyendo la delación entre vecinos o familiares) y la coacción impidieron que la resistencia antinazi (proveniente de círculos comunistas, socialdemócratas, sindicales, religiosos o conservadores) pudiera coordinarse eficazmente o influir decisivamente en la población durante los años de paz.

Sin embargo, no todo fue terror. También existió una adhesión significativa, e incluso entusiasta, de parte de la población, atraída por la eficaz propaganda, la restauración del orgullo nacional tras la humillación de Versalles, la percepción de orden y estabilidad, la recuperación económica inicial y el carisma de Hitler, que prometía un futuro de grandeza para Alemania. Todo ello permitió al nazismo presentarse ante el mundo (especialmente durante los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936) como un régimen moderno, eficaz y que contaba con el apoyo masivo de la población alemana. Para muchos intelectuales, artistas, científicos, militantes de izquierda, judíos y otros perseguidos, la única salida posible fue el exilio.

La Persecución Racial y las Leyes de Núremberg

La obsesión por la ‘pureza racial’ era un pilar central de la ideología nazi y se utilizó para definir y cohesionar a la ‘comunidad nacional’ aria (Volksgemeinschaft), excluyendo y persiguiendo a quienes no encajaban en ese ideal. Por ello, el régimen nazi promovió la natalidad entre la población considerada ‘aria’ (con ayudas familiares, etc.) y adoptó medidas eugenésicas, como la Ley para la Prevención de Descendencia con Enfermedades Hereditarias (1933), que llevó a la esterilización forzosa de cientos de miles de personas con discapacidades físicas o mentales, enfermedades consideradas hereditarias, o simplemente ‘asociales’. Posteriormente, durante la guerra, se implementaría el programa de eutanasia ‘Aktion T4’.

La persecución más sistemática, obsesiva y brutal se dirigió contra los judíos, considerados por la propaganda nazi como el principal enemigo racial, conspiradores internacionales y responsables de todos los males de Alemania (desde la derrota en la guerra hasta el comunismo y el capitalismo financiero). El antisemitismo nazi combinaba un odio racial pseudocientífico con motivos económicos (la ‘arianización’ o expropiación forzosa de los bienes y negocios judíos).

La discriminación y exclusión de los judíos se legalizó y sistematizó progresivamente:

  • Boicot a negocios judíos (abril de 1933).
  • Leyes que expulsaban a los judíos de la función pública, la abogacía, la medicina, la prensa, etc.
  • En septiembre de 1935 se promulgaron las infames Leyes de Núremberg:
    • La Ley de Ciudadanía del Reich, que privaba a los judíos de la ciudadanía alemana, convirtiéndolos en súbditos sin derechos políticos.
    • La Ley para la Protección de la Sangre y el Honor Alemanes, que prohibía los matrimonios y las relaciones sexuales entre judíos y ciudadanos de ‘sangre alemana o afín’.

La violencia antisemita se intensificó, culminando en el pogromo organizado por el Estado conocido como la ‘Noche de los Cristales Rotos’ (Kristallnacht, 9-10 de noviembre de 1938). Como represalia por el asesinato de un diplomático alemán en París por un joven judío, las SA, las SS y turbas nazis atacaron coordinadamente a la comunidad judía en toda Alemania y Austria: cientos de sinagogas fueron incendiadas, miles de negocios y hogares judíos destruidos, alrededor de 100 judíos asesinados, y unos 30.000 hombres judíos fueron detenidos y enviados a campos de concentración. Este evento marcó un punto de inflexión hacia una persecución aún más radical que culminaría en el Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial.

Expansionismo y Lebensraum

El régimen nazi es inseparable de su agresiva y radical vocación expansionista, elemento central de su ideología. Los nazis no solo pretendían revisar el Tratado de Versalles y recuperar los territorios perdidos en 1919 (como el Sarre, remilitarizar Renania, anexionar Austria –Anschluss-, los Sudetes checoslovacos, etc.), sino que aspiraban a la construcción de un Gran Reich alemán que uniera a todos los pueblos considerados germánicos (incluyendo alemanes de Austria, Polonia, Checoslovaquia, etc.) bajo un único Estado.

Más allá de esto, el objetivo último era la conquista de un vasto ‘espacio vital‘ (Lebensraum) en Europa del Este (Polonia, Ucrania, Rusia). Este proyecto racista implicaba la derrota militar, la subyugación, expulsión o aniquilación de las poblaciones eslavas locales (consideradas racialmente inferiores o Untermenschen) para asentar a colonos alemanes y explotar los recursos agrícolas e industriales de la región. La destrucción de la Unión Soviética, considerada el centro del ‘judeo-bolchevismo’ (la fusión de sus dos mayores enemigos ideológicos y raciales), era un objetivo prioritario.

Debido a su particular visión racial del mundo, los nazis consideraban que otras potencias ‘arias’ o aliadas ideológicamente, como la Italia fascista o, en su concepción inicial, el Imperio Británico (al que admiraban y consideraban racialmente afín), podrían tener sus propias esferas de influencia. Esto, en su visión estratégica, permitiría a Alemania concentrarse sin interferencias en la conquista del Este y asegurar su hegemonía continental en Europa. Esta política exterior agresiva y expansionista conduciría inevitablemente a la Segunda Guerra Mundial en 1939.

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