Colonias Americanas
La emancipación de las colonias americanas se gesta durante la invasión de Napoleón y la Guerra de Independencia, a principios del siglo XIX (1810-1833). La protagonizaron los criollos (descendientes de españoles nacidos en América que constituían el grupo dominante junto a los blancos peninsulares, pese a representar la quinta parte de la población).
Los criollos eran un grupo enriquecido con el comercio y las propiedades de tierra y aspiraban a liberarse del monopolio comercial impuesto desde España que les impedía comerciar libremente. Animados por la experiencia norteamericana y los principios liberales, aspiraban a controlar el poder político en su propio beneficio.
La Guerra de Independencia española ante la invasión francesa favoreció el arranque del proceso de emancipación de las colonias americanas, aprovechando el vacío de poder. Al igual que en España, en todo el territorio americano se formaron juntas de autogobierno integradas por criollos que pretendían elaborar una Constitución y proclamar la Independencia. En España, con el fin de frenar estos movimientos revolucionarios, se concedió una escasa representación en las Cortes de Cádiz. Pero el proceso ya era imparable gracias al apoyo abierto de Inglaterra y Estados Unidos.
Hay 4 fases en la independencia:
- Durante el período de la Regencia del Consejo y el reinado de José Bonaparte (1810-14), coincidiendo con la Guerra de Independencia en la Península, se independizan Paraguay y las Provincias Unidas del Río de la Plata.
- Con el retorno de Fernando VII y la Restauración del absolutismo, se acaba con muchos conatos, pero el proceso continúa, independizándose Chile y parte de la Gran Colombia.
- En el Trienio Liberal, con el pronunciamiento del general Riego que impidió que embarcaran las tropas destinadas a sofocar la rebelión en América, lo hacen México, las Provincias Unidas de Centroamérica, la parte venezolana de la Gran Colombia y Perú.
- Durante la “Década Ominosa” se emancipan Bolivia y Uruguay, finaliza el proceso de independencia y comienzan a formarse los estados nacionales a partir de la división de las grandes áreas.
Al finalizar el reinado de Fernando VII, el inmenso imperio colonial de España había quedado reducido a Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Pero el desastre no fue solo militar y político, sino también económico, porque Inglaterra y Estados Unidos suplantaron a España en el control del mercado americano. El comercio con América se redujo a la mitad, afectando a la industria textil catalana y a los cultivos que tenían en América un mercado protegido, y se perdieron los ingresos fiscales procedentes de aquellas tierras.
Nacionalismos
Nos encontramos ante dos textos escritos por Prat de la Riba y Sabino Arana, referentes a los nacionalismos catalán y vasco en España, que tuvieron lugar durante la revolución liberal (finales del siglo XIX). Esto surge en el entorno de la Restauración, ya que se oponían a este sistema y a la política centralista que no les representaba políticamente, debido al poco beneficio que les otorgaba a la industria textil catalana y a la minería vasca.
El nacionalismo catalán tiene origen en la suspensión de los fueros por Felipe V; por ello no lo apoyaron en la Guerra de Sucesión. Primero fue un movimiento cultural que defendía el sentimiento de identidad, cultura y lengua catalana. Después evoluciona a un movimiento político con dos partidos:
- Unió Catalanista, que defendía unas cortes propias, impuestos y moneda.
- Liga Regionalista, que defendía un modelo federal no independentista y criticaba el centralismo de Madrid.
El nacionalismo vasco surgió tras las guerras carlistas, que abarcaron la abolición de los fueros. Su fundador es S. Arana y defienden unos valores tradicionales ligados al mundo rural y al catolicismo conservador.
Semejanzas: Ambos representaban a las clases medias y altas (burguesía), eran conservadores y crearon partidos.
Diferencias: El vasco tenía un carácter independentista, xenófobo y racista debido al éxodo rural, mientras que el catalán no quería la independencia, era catalanista pues tenía un doble sentimiento.
Movimiento Obrero
El movimiento obrero tiene lugar durante los primeros años de la Restauración, pero no constituyó una oposición política real, ya que estaba prohibido el derecho de asociación, aunque atacaban al sistema a través de insurrecciones y huelgas clandestinas.
Los gobiernos conservadores aplicaron medidas que restringieron el desarrollo del movimiento obrero, pero el ascenso de los liberales trajo la aprobación de la Ley de Asociaciones que permitió a los obreros sindicarse libremente.
Se desarrolló por el crecimiento de la industrialización vasca y catalana (proletariado industrial y jornaleros del campo) que exigían una mejor calidad laboral, ya que tenían largas jornadas laborales, salarios de miseria y largas temporadas de paro. Se basó en dos ideologías:
- El anarquismo era la ideología iniciada por los trabajadores españoles; en 1881 crearon la Federación de la Región Española. Representaban a Cataluña y al campo andaluz. Sus ideas se basaban en rechazar la autoridad política, la de la Iglesia y la propiedad privada, ya que sufrían una represión con el sistema de la Restauración que no daba respuesta a sus demandas. Defendían la supresión del Estado, la suspensión de las elecciones y el derecho a huelga y educación.
- El socialismo nace también desde la clandestinidad, pero defendía la participación en la vida política por la vía electoral para defender el derecho de asociación, la prensa, el sufragio universal y que los hombres y mujeres cobraran lo mismo. Asimismo, querían eliminar la propiedad privada para tener una sociedad más igualitaria y rechazaban el terrorismo. Para ello crearon sindicatos, como la UGT, que proponía la conquista del poder por parte de la clase trabajadora y la conversión de la propiedad privada, pero España estaba a la baja en los movimientos socialistas, teniendo la UGT menos votantes que el PSOE.
Surgió una organización de carácter religioso, el sindicalismo católico, que combatía la desigualdad.
Crisis del 98
Para entender la Crisis del 98 en España, hemos de tener en cuenta factores internos (inestabilidad política y falta de una política colonial clara) y factores externos (ascenso de EE.UU. como potencia imperialista).
Tras la pérdida de casi todas las colonias, a España solo le quedaban Cuba, Puerto Rico y Filipinas, pero a partir de 1868 comienzan las primeras rebeliones independentistas en Cuba, que se extenderán a Puerto Rico y Filipinas. En el año 98 se produce una explosión en el acorazado norteamericano en La Habana, culpan a España y le declaran la guerra. Ante la diferencia militar, España es derrotada. A finales de ese año se firmó el Tratado de París entre EE.UU. y España, por lo que Puerto Rico, Filipinas y Guam fueron cedidas a EE.UU.; además, Cuba alcanzó la independencia bajo la «protección» de EE.UU. Este tratado fue una capitulación impuesta por el vencedor al vencido, y se inició la expansión oceánica de EE.UU. La pérdida del imperio español se completó con la venta a Alemania del resto de las Marianas.
Consecuencias económicas
No hubo una crisis en este aspecto a pesar de la pérdida de los mercados coloniales que habían contribuido a la acumulación capitalista española. A principios del siglo XX se produjo una inflación baja, reducción de la Deuda Pública y una considerable inversión en la industria siderúrgica y en la banca.
Consecuencias políticas
La derrota no produjo un cambio de gobierno ni hizo peligrar la monarquía, pero surgió el «regeneracionismo», un replanteamiento general llevado a cabo por intelectuales y políticos que buscaban la dignificación de la política, la modernización social y la superación del atraso cultural.
Consecuencias culturales
En el terreno cultural, el regeneracionismo tuvo como figura principal a Joaquín Costa, el cual criticaba el caciquismo como sistema de dominación política, la corrupción de los partidos políticos y el atraso económico y social de España respecto a los países europeos más avanzados. Su obra «Oligarquía y caciquismo» le convirtió en máximo exponente de sus ideas regeneracionistas, con un profundo pesimismo y una crítica mordaz al atraso español.
Industria, Siderurgia y Minería
A finales del siglo XIX, la base de la economía española seguía siendo una agricultura de bajos rendimientos y su industrialización era escasa, limitada a Cataluña, País Vasco y Asturias, dependiente en gran medida del capital extranjero y con un mercado interior poco desarrollado, por lo que debía recurrir al proteccionismo para defenderse de la competencia exterior. El algodón y el hierro fueron los sectores que iniciaron la industrialización en España.
Industria Textil Catalana
El sector textil del algodón alcanzó gran importancia en Cataluña a lo largo de todo el siglo XIX, debido a la abundancia de mano de obra, la mentalidad empresarial y la política proteccionista que alejó durante buena parte del siglo la competencia de los productos textiles ingleses.
El mayor impulso de la industria textil catalana se produce a mediados del siglo XIX con la mecanización del sector y la incorporación de la máquina de vapor, favorecido por la falta de mano de obra debido a la guerra de independencia de las colonias americanas y la repatriación de los capitales de estas, llegando a ser Cataluña la fábrica de España. Con la mecanización se produce una bajada de los costes de producción y de los precios de venta, que estimularon la demanda y aumentó la producción. La industria algodonera catalana, por su mayor calidad y menor precio, va a desplazar a la industria textil de lana y seda dispersa por España.
Siderurgia y Minería
La siderurgia fue el sector que acompañó la textil en el desarrollo de la industria moderna española en la segunda mitad del siglo XIX.
En los 60, el foco principal se pasó a Asturias, debido a la existencia de cuencas carboníferas que llevó a la creación de Altos Hornos de Hierro y Acero en la zona, lo que desplazó a la siderurgia andaluza. En la década de los 80 comienza la gran expansión de la siderurgia en el País Vasco, con concentraciones empresariales, adelantos tecnológicos (convertidor Bessemer que fabricaba acero en serie a partir de lingotes de hierro) y existencia de carbón inglés y asturiano.
La consolidación del eje comercial entre Bilbao y Cardiff, basado en la exportación de hierro a Inglaterra y la importación de carbón galés para los altos hornos vascos, desempeñó un papel de primer orden en la industrialización del País Vasco: permitió que los hierros vascos fuesen de mayor calidad y a un menor precio. La minería de hierro tuvo mucha importancia, sobre todo a partir de la difusión del convertidor Bessemer que requería un mineral sin fósforo, característica del hierro vasco. De ahí el gran desarrollo de este sector que exportaba la mayor parte de su producción a Gran Bretaña, dada la escasa demanda interna y la cercanía de las minas al mar, estableciéndose el eje comercial Bilbao-Cardiff.
A pesar de todo, este desarrollo de la minería tuvo un escaso efecto en la economía española al estar en manos de capital extranjero y exportar la mayoría de su producción, dada la escasa demanda interna. A pesar de todo, la minería española contribuyó a equilibrar la balanza de pagos y a atraer capital y técnicas de los países europeos industrializados.
Población Activa y Retraso Industrial
Nos encontramos ante un gráfico de barras que compara la población activa por sectores económicos de los países más desarrollados (EE.UU., Francia, Alemania, Holanda, Reino Unido y España) en el año 1877. En el eje vertical encontramos la población en porcentaje y en el horizontal, los países. La fuente es de Vicens Vives.
La primera conclusión que extraemos es que España es el país en el que el sector primario tiene mayor peso, ocupando a más del 65% de la población activa, mientras que en Reino Unido, primer país en industrializarse, los trabajadores del campo solo representan el 22,7% de la población activa. De la misma manera, se observa el liderazgo de Reino Unido como potencia industrial, con el 42,3% de su población activa ocupada en la industria y un 35% en el sector servicios, mientras que en España apenas un 14,4% de los trabajadores son empleados industriales y la población activa en el sector servicios no llega al 20%. Por detrás de Reino Unido, encontramos a Holanda como el segundo país con menos población activa en el sector primario (37%), frente al 50% en EE.UU., Francia y Alemania. También se observa cómo este grupo de países sigue los pasos del Reino Unido, impulsando su revolución industrial con una población activa en el sector secundario que oscila del 24% al 29% y un sector servicios amplio que emplea entre un 22% y un 25% de los trabajadores, a excepción de Holanda, donde el 35% de la población activa trabaja en este sector. Esta gráfica nos muestra, por tanto, el notable retraso del proceso de industrialización de nuestro país con respecto a los países que lideraron la Revolución Industrial, y que nuestra economía sigue siendo fundamentalmente agraria, escasamente industrializada y con un sector servicios muy incipiente.
Causas del retraso industrial en España
La inestabilidad política de España en todo el siglo XIX es una de las principales causas que explican nuestro atraso en el proceso de industrialización y escaso desarrollo de nuestra economía. Así, mientras los países más avanzados de Europa entraban en el siglo XIX con una acelerada industrialización y gobiernos liberales que legislaban a favor de esta actividad, España sufría (1814-1833) la invasión del ejército napoleónico y la posterior restauración del absolutismo con Fernando VII.
El conflicto dinástico (guerras carlistas) desatado a su muerte favoreció la construcción del estado liberal en España, que se instaura durante el reinado de su hija Isabel II (1833-1868), en el que habrá una cierta apuesta por la industrialización, pero insuficiente, siendo mucho menor que en los países europeos más avanzados. Durante este largo período, hasta 1874, reinó la inestabilidad política debido a las guerras carlistas y los pronunciamientos militares, lo que unido a la elevada deuda pública, dificultó las iniciativas para el desarrollo de una política industrial clara. Con la Restauración, las políticas proteccionistas, unidas a la corrupción institucional, obstaculizaron también la innovación industrial. Otras causas del atraso industrial de España fueron:
- La geografía accidentada de la Península dificultó las comunicaciones y los transportes, impidiendo el desarrollo de un mercado nacional, también por el bajo poder adquisitivo de la población.
- Pese a la abundancia de yacimientos carboníferos, el carbón de España era de mala calidad (bajo poder calorífero).
- Lento crecimiento demográfico: al no sobrar población para el trabajo en el campo, la mano de obra industrial fue escasa y, por tanto, no se produjo el éxodo rural de otros países.
- La baja productividad del sector agrario, pese a los intentos de reformas agrarias y las desamortizaciones, imposibilitó una revolución agrícola que generara excedentes para la industria, así como mano de obra (éxodo rural).
- Al atraso agrario se le suma la escasa capacidad de compra de la inmensa mayoría de la población, que seguía siendo campesina, con escasos ingresos y que destinaba la mayor parte del salario a la compra de alimentos. Por tanto, se carecía de un mercado interno para productos manufacturados.
- La dependencia del exterior: dependencia técnica, financiera y comercial, con importación de materias primas y maquinaria.
- La elevada deuda de la Hacienda Pública absorbió mucho capital disponible, puesto que los capitalistas españoles invirtieron en comprar deuda pública por estar a un interés alto, en lugar de invertir en actividades productivas como la industria.
- La pérdida de las colonias supuso la pérdida de mercados y materias primas para nuestro sector productivo.