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La Regencia de María Cristina. Turno de partidos. La oposición al sistema: regionalismo y nacionalismo
El ascenso al poder de Sagasta en Febrero de 1881 supuso la aplicación de la prerrogativa regia y puso en marcha el turno de partidos. Desde entonces, el sistema político alcanzó su plena madurez. Los liberales que ahora alcanzan el gobierno son menos utópicos y más pragmáticos que los revolucionarios de 1868 aunque muchos son los mismos con más experiencia. El programa liberal tenía como norte la apertura hacia la democracia. Por ello perseguirán dos grandes objetivos: por un lado, la ampliación de la participación ciudadana (hasta alcanzar el sufragio universal); por otro, la reforma de la administración. Sagasta aportaba un partido ensanchado hacia el centro, apoyado en el artesanado, el pequeño comercio y sobre todo, en las profesiones liberales. Pronto las libertades públicas mejoraron. En 1883 llegó una nueva ley de imprenta y la superación de la “cuestión universitaria”. Sin embargo, poco se avanzó en la regeneración del sistema político, reapareciendo la figura del “cesante” (aquel que perdía su puesto con la caída del gobierno que lo había encumbrado). Las pugnas a la izquierda del partido harían posible la vuelta de Cánovas con los conservadores al poder (Enero de 1884). Fecha clave para el reinado habría de resultar 1885: en su transcurso, se produjo una grave epidemia de cólera y se desarrolló la tuberculosis del rey que acabaría con su vida en Noviembre. Lo que convencionalmente conocemos como Pacto del Pardo no es un texto escrito y la reuníón entre Cánovas y Sagasta no se produjo en El Pardo sino en Madrid. Ante el vacío de poder, fue un acuerdo entre los líderes: los conservadores cedieron el poder para apuntalar, con el apoyo liberal, al régimen. En Mayo de 1886 nacíó el hijo póstumo de Alfonso XII, Alfonso, ya rey al nacer. Desde el Pacto del Pardo, Sagasta gobernó hasta 1890, en su gobierno largo, período de intenso reformismo pero que chocaba con un elemento vertebral del sistema: el caciquismo. En su origen, doble pacto (entre las élites entre sí y de estas con los notables locales) dando lugar al falseamiento de los resultados electorales. En su obra “Oligarquía y caciquismo”, Joaquín Costa analizaba el sistema. A su juicio, el sistema caciquil funcionaba desde la acción orquestada de tres estadios de poder: un primer estadio establecido entre los partidos del turno; el segundo era el propiamente caciquil, favorecido por la pobreza general, la tónica rural dominante de la sociedad española y la acción de las instituciones de cohesión social tradicionales: la Iglesia, la familia y la comunidad local. Un factor muy destacado de la actividad caciquil sería el parentesco (la llamada “yernocracia”) y el clientelismo. Los partidos, a través del Ministerio de la Gobernación, elaboraban el “encasillado” de los diputados en cada “casilla” (distrito electoral).
En 1886 se publicó “España regional”. En ella se afirmaba la existencia de varias nacionalidades dentro de un solo Estado. La sociedad española se adentraba en el debate acerca de la “cuestión nacional”. En ello resultó esencial el devenir del sistema educativo, factor esencial de nacionalización de las masas y que en España desempeñó, como apunta R. Villares, una función contradictoria. Por un lado, reforzó el modelo centralizado pero los logros resultaron bastante pobres dada la escasez de los recursos empleados. Fueron aquellos años de expansión, simultáneamente, del nacionalismo español y del protagonismo regional, sobre todo en lo cultural. En algunos casos, ello no generaba contradicción: se trataba de una especie de “doble patriotismo” que, con el “Desastre” del 98, se decantará en una u otra dirección. En buena medida la debilidad del proceso de nacionalización de las masas se debíó a la dificultad de vincular emotivamente al ciudadano dada la distancia siempre presente entre la España “legal” y la España “oficial”: para muchos españoles, la “madre” patria era sentida más como “madrastra”. Poderosas y omnipresentes, determinadas instituciones (Ejército, Iglesia), con su intervención en la vida pública, dificultaban esa vinculación. En 1885 se envió por carta a Alfonso XII el Memorial de Greuges (o de agravios) de Cataluña, considerado como el primer acto político del catalanismo. El criterio filológico se consideraba la base de la identidad nacional. Así, escribir en catalán, vasco o gallego dejó de ser expresión del “genio nacional español” (Menéndez Pelayo) para convertirse en un elemento diferenciador que pudiera conducir al separatismo. Pronto cobró forma la “Uníó Catalanista”, organización que convocó, en Marzo de 1892, la asamblea de donde salieron las Bases de Manresa, arranque de la reivindicación catalanista en versión conservadora, bajo el liderazgo de Enric Prat de la Riba: se buscaba la concesión de una autonomía real que permitiera el desarrollo de la capacidad cultural y político del Principado dentro de España. En el País Vasco, el proceso evoluciónó de una forma dispar, por el pleito fuerista y, sobre todo, por el rápido proceso de industrialización. En 1895 se fundaba el PNV (Partido Nacionalista Vasco). Su fundador, Sabino Arana exhibe un discurso racista y profundamente católico, unido a una profunda idealización del mundo rural.
Por su lado, el carlismo, resultó muy perjudicado por la marcha de muchos de sus seguidores al partido conservador, dada la política de defensa de la Iglesia y de la religión católica seguida por Cánovas. La tercera oposición sociopolítica al sistema provénía del creciente movimiento obrero. Con la liberalización introducida por el gobierno de Sagasta, tanto marxistas como anarquistas se vieron beneficiados.En cuanto al marxismo, la expansión del PSOE (Partido Socialista Obrero Español) fue muy lenta. En Agosto de 1888 en Barcelona, un congreso nacional obrero acordó la fundación de la UGT (Uníón General de Trabajadores). Poco después, el congreso del PSOE eligió como presidente del Comité Central a Pablo Iglesias. 3. Fin de siglo:
guerra colonial y crisis de 1898 Los años finales del Siglo XIX vinieron repletos de acontecimientos destacados. El pesimismo, tan “fin de siècle”, tuvo en España abundantes motivos. Se instaló una sensación de decadencia en un contexto sociopolítico dominado por el darwinismo social. La respuesta ante este horizonte será el regeneracionismo. En Julio de 1890, de modo sorpresivo, Sagasta fue sustituido por Cánovas. La causa se conocería años más tarde: el presidente fue chantajeado ante la amenaza de publicación de documentos comprometedores acerca de una concesión ferroviaria en Cuba. Desde entonces se percibe una menor capacidad de iniciativa gubernamental ante los retos, cada vez más numerosos y graves. Ante el telón de fondo que supónía la crisis colonial, aparecieron otros como la crisis agraria, el viraje proteccionista, el estallido regionalista o el incremento de la conflictividad social. Sería la crisis colonial quien haría converger a todo ello en el “Desastre”. Los frutos de una política exterior aislacionista agravarían el panorama.Cánovas se había mostrado partidario del “recogimiento” en política exterior, en lo que puede leerse como una primera formulación de la neutralidad, posición habitual en nuestra diplomacia contemporánea. En cualquier caso, J. Salón ha apuntado la importancia de no confundir “recogimiento” con un deliberado afán de aislamiento.
cuestión cubana presentaba unos antecedentes profundos y complejos. La constitución de 1837 contemplaba la aprobación de unas “leyes especiales” tanto para las provincias americanas como para las asíáticas, lo que implicaba la no aplicación en ellas del texto constitucional. Tales leyes no se elaborarían jamás. Esta irregularidad sería aceptada por las élites coloniales sobre todo por el temor a insurrecciones por parte de la abundante población esclava. En la isla se fue configurando una burguésía comercial y financiera con fuertes conexiones en Madrid, especialmente afecta al poder militar (Serrano, Prim…). Precisamente Prim fue uno de los primeros en contemplar la problemática cubana con clarividencia: inició contactos con las autoridades de EEUU para abrir vías conducentes a una solución negociada de la cuestión cubana. Su desaparición acabó con toda expectativa en esa dirección. El 10 de Octubre de 1868, con el grito de Yara, arranca la guerra de los Diez Años que, como vimos, afectó de manera notable la suerte tanto de la monarquía de Amadeo como de la I República. Con la Restauración borbónica, Cánovas envió a la isla a Martínez Campos. El general procuró alcanzar un acuerdo, lo que consiguió con la firma de la paz de Zanjón (10 de Febrero de 1878). Sin duda se trataba de una tregua pues cada vez resultaba más insostenible políitica y culturalmente el mantenimiento de la esclavitud (lo que se sostendría hasta 1886). En último término, subyacían en la cuestión cubana cuatro grandes intereses: la posición españolista, el autonomismo (tanto español como cubano), el independentismo cubano y los 35 intereses públicos y privados de EEUU. Quizá tan sólo los autonomistas apostaban por una solución negociada pues, como apunta A. Elorza y E. Hernández, “a su modo, Cánovas coincidía con Martí en juzgar la guerra como necesaria”. Como consecuencia de la guerra, el nacionalismo cubano había conocido un gran impulso a la vez que se había visto favorecida la penetración económica estadounidense en la isla. Aunque La Habana se había convertido en la tercera ciudad española, USA se fue erigiendo en el mercado por excelencia de los productos cubanos, especialmente del azúcar.En Marzo de 1895 se produjo la crisis del gobierno liberal de Sagasta. Cánovas volvíó a hacerse cargo del gobierno. El mes anterior se habían vuelto a abrir las hostilidades en Cuba (algo que también coadyuvó a la crisis gubernamental). La guerra arrancó con el grito de Baire (24 de Febrero) y planteada en programa mediante el Manifiesto de Montecristi (25 de Marzo). En él se matizaba que la guerra se desencadenaba contra la “dominación española” no contra España ni contra los españoles.
Al poco de iniciarse los combates, murió José Martí (19 de Mayo). La causa perdía a su gran ideólogo y la lengua castellana a un notable poeta. Desde el principio (como en el conflicto anterior), los rebeldes dominaron la zona oriental de la isla y promovieron una acción bélica muy dinámica apoyada en el conocimiento del terreno y en la complicidad popular.La guerra colonial conocíó tres períodos: en el primero, Martínez Campos pretendíó volver sobre su táctica anterior. No habría de tener ahora el mismo éxito, ni en lo militar ni en lo político. En sus cartas a Cánovas, el general, muy pesimista, daba la isla por perdida. No obstante, en sus respuestas, Cánovas introducía otro elemento en la cuestión: “La monarquía no resistiría una cesión del territorio”. A principios de 1896 Martínez Campos fue relevado por el general V. Weyler quien se mantendría en el cargo hasta Octubre de 1897, hasta la vuelta de Sagasta al gobierno tras el asesinato de Cánovas. Con Weyler, se fue hacia la concentración de efectivos y la guerra total. Concentró a la población (para intentar frenar su colaboración con los rebeldes) y construyó líneas fortificadas. Todo esto no tendría éxito militar y sí provocaría una campaña internacional (sobre todo estadounidense) denunciando las deportaciones de población. Entretanto, y en el transcurso de la guerra, morirían más de treinta mil soldados españoles (de los cerca de doscientos mil enviados). Buena parte de las bajas se produjeron por enfermedades, favorecidas por la desnutrición y la ausencia de infraestructuras sanitarias adecuadas. En el bando contrario, estaba resultando vital la recepción de suministros por vía marítima. Con la vuelta de Sagasta, nuevo giro en el conflicto: se volvíó sobre la idea del sistema autonómico (lo que entró en vigor para Cuba y Puerto Rico desde Enero de 1898) y se retiró a Weyler, sustituido por el general R. Blanco. Durante unas semanas Madrid tendrá la esperanza de que Washington se daría tiempo para ver el resultado de las novedades introducidas en Cuba. Tal cosa no ocurriría. En 1896 se había abierto también la insurrección en Filipinas. La resistencia tagala estaba encabezada por José Rizal, fundador de la Liga Filipina (1892). Hecho prisionero, Rizal fue fusilado en Diciembre de 1896 por orden del general Polavieja. Para la cuestión filipina no se planteó ninguna posibilidad autonomista. Sofocada algún tiempo, la insurrección se reabríó después de la derrota española en Cavite ante los norteamericanos. Las tropas estadounidenses entrarían en Manila en Agosto de 1898. A pesar de las esperanzas de los liberales, la cuestión cubana continuó complicándose.
Desde finales de 1897, Estados Unidos había planteado el problema cubano como la consecuencia de la incapacidad española para acabar con el movimiento independentista.Se había tratado de evitar la guerra pero cuando se volvíó inevitable, hubo que luchar e…intentar perder pronto. La declaración de guerra se produjo el 25 de Abril. Pocos días después la armada española fue batida en Cavite, en las inmediaciones de Manila (1 de Mayo). Los españoles sufrieron más de trescientos muertos, los norteamericanos, uno.37 De inmediato se solicitó al armisticio a través del embajador francés en Washington. Así se alcanzó el Protocolo de Washington (12 de Agosto). Establecía el abandono español de Cuba y Puerto Rico y el establecimiento de la armada “yankee” en Manila hasta la firma de la paz a negociar por sendas delegaciones en París. En otoño se reunieron en la capital francesa las dos delegaciones. Los españoles se encontraron con una nueva imposición: habrían de ceder también Filipinas (lo que, no casualmente, coincide con la ocupación estadounidense de Hawai). El viejo temor que se cernía sobre Canarias se impuso en la definitiva claudicación. A la postre, Madrid hubo de transigir con todo: el 10 de Diciembre de 1898 se firmaba el Tratado de París. Los cubanos eran los grandes olvidados en el proceso: sólo en 1902 alcanzarían una independencia siempre tutelada por el gigante del Norte. Filipinas la lograría tras la Segunda Guerra Mundial y Puerto Rico mantiene una peculiar situación (estado libre asociado a EEUU). En la soberanía cubana aún permanece vigente esa factura que se llama Guantánamo. La derrota de 1898 abríó el denominado “Desastre”. La ola de patrioterismo previa no había sido totalmente espontánea: prensa y púlpito habían jugado en ella un papel destacado. Del ingenuo optimismo se pasó a un furibundo pesimismo. Pero, en realidad, la derrota era esperable y, por algunos, esperada. Se produjo el descalabro marítimo pero sin consecuencias traumáticas. No parecía que el “Desastre” pudiera desencadenar un fenómeno revolucionario. El “Desastre” tuvo sobre todo una dimensión intelectual. Surgíó la amplia corriente del regeneracionismo, con multitud de recetas pero con pocos cambios reales. Quizá el principal problema estribara en la ostensible atonía de la sociedad civil, pues, probablemente, lo peor del 98 no fue tanto haber perdido sino haber creído que podíamos vencer. La solidez del sistema político, más que quebrar de golpe, se iría erosionando lentamente, a la vez que se le intentaría reformar a lo largo del siguiente cuarto de siglo, en esa larga “crisis de la Restauración” que preside las primeras décadas de nuestro Siglo XX.