6.4. Los Reyes Católicos y la organización del Estado: instituciones de gobierno
El reinado de los Reyes Católicos presenta rasgos medievales al tiempo que se establecen las bases para un Estado moderno que irán desarrollando sus sucesores. Al aumentar su poder y las competencias del estado la administración se fue haciendo más compleja y especializada y requería mayor número de juristas y letrados en su mayoría pertenecientes a la pequeña nobleza.
En Aragón, existía un virrey o delegado real en cada uno de los reinos con poderes ejecutivos y judiciales. El Consejo de Aragón era un organismo consultivo y a veces actuaba como tribunal Supremo. En el gobierno de las ciudades Fernando introdujo el sistema de sorteo para la elección de cargos municipales, en un intento de limitar el poder oligárquico.
En Castilla el Consejo real se convirtió en el órgano más importante y acabó denominándose Consejo de Castilla. Sus miembros se reunían primero en diversos comités que fueron convirtiéndose en Consejos especializados: El de la Inquisición, el de las Órdenes, el de la Hermandad, el de Hacienda y el de Indias. En las ciudades castellanas el representante de la monarquía era el corregidor que tenía competencias en materias diversas: políticas, administrativas, financieras…
En el ámbito de la justicia se desarrollaron las instituciones creadas por sus predecesores. En Castilla existían dos Chancillerías con función de tribunales superiores: una en Valladolid y otra en Granada. Y dos Audiencias: una en Santiago y otra en Sevilla. En la Corona de Aragón, Fernando creó una Audiencia en cada uno de los reinos. Sin embargo la administración de justicia se vio dificultada por la existencia de señoríos que quedaban fuera de la jurisdicción real y por la gran diversidad de fueros y normas locales confusas y a veces contradictorias entre sí.
El único órgano común en los dos reinos era la Inquisición, encargada de velar por la ortodoxia católica, que en ocasiones se convirtió en un instrumento político de la monarquía.
7.3. Gobierno y administración de América
Los asuntos americanos se llevaban desde España a través de dos instituciones:La Casa de Contratación de Sevilla que organizaba y controlaba el comercio y la navegación y el Consejo de Indias que se ocupaba de elaborar la legislación de Indias, de nombrar cargos y de los asuntos económicos relativos a América.Por otro lado, los territorios americanos se incorporaron a la Corona de Castilla, pero por la enorme distancia su administración quedó dividida en virreinatos: el de Nueva España con capital en Méjico y el de Perú con capital en Lima. El límite entre uno y otro estaba en Panamá. A la cabeza de los virreinatos estaba un virrey en calidad de representante del rey. Estos dos virreinatos se dividían en gobernaciones, su número aumentó a medida que progresaba la conquista. Estaban regidas por gobernadores subordinados a los virreyes. En los lugares fronterizos o más conflictivos se establecieron Capitánías generales a cargo de un capitán general. Las ciudades, en las que residía la mayoría de la población colonizadora, estaban regidas por cabildos y su organización era similar a la de los municipios castellanos. Las ciudades y su territorio circundante formaban corregimientos a cargo de un corregidor. Por último las Audiencias se ocupaban de impartir justicia además de tener funciones administrativas.Al mismo tiempo fue desarrollándose una legislación específica para la organización de los nuevos territorios que es conocida, con carácter general, como Leyes de Indias.La primera recopilación de las leyes son las llamadas Leyes de Burgos (1512) y respondían al deseo real de evitar los abusos de los colonos y de mantener bajo su control el Imperio, prohibiendo la esclavitud, pero obligando a los indígenas a trabajar para los colonizadores. Aparecíó de esta forma el concepto de encomienda: el indígena era “encomendado” al colono para que éste le enseñara a trabajar y le instruyera en la fe cristiana, pagándole un salario por su trabajo, Pero se realizaron grandes abusos y en 1542 se redactaron las Leyes Nuevas de Indias que abolieron las encomiendas, aunque en realidad siguieron existiendo hasta el Siglo XVIII.
8.2. La monarquía hispánica de Felipe II. La unidad ibérica
Felipe II sólo recibíó una parte de la herencia paterna pues Carlos, consciente de la dificultad de gobernar tan distintos territorios, tras retirarse a Yuste en 1556, dejó el título imperial y la corona de Austria a su hermano Fernando. A pesar de ello Felipe reunirá en su persona un Imperio mayor que el de su padre, porque a los territorios de Castilla (incluidos los del Nuevo Mundo y el Pacífico), de Aragón con sus territorios italianos y los Países Bajos, añadió Portugal y su Imperio ultramarino, herencia que recibíó a través de su madre, Isabel de Portugal.En 1578 murió el rey de Portugal Sebastián I, Sin descendientes directos, el trono pasa a tu tío abuelo, el Cardenal Enrique que muere dos años después también sin descendientes. Siguiendo la línea sucesoria el heredero legítimo era Felipe II, lo que significa la uníón dinástica de ambas coronas y por tanto la unidad ibérica. Parte importante de la nobleza y los grandes comerciantes portugueses pensaban que la uníón podría traer importantes beneficios políticos y económicos. Las clases populares portuguesas, sin embargo, no veían con buenos ojos la anexión a España. Finalmente, Felipe II decidíó la invasión de Portugal que encargó al Duque de Alba. Las tropas castellanas llegaron a Lisboa sin encontrar apenas resistencia. Las Cortes portuguesas proclaman rey a Felipe II en 1581. Tras la abdicación de su padre, asentó su Corte en Madrid, poniendo fin a la tradicional corte itinerante. Esto le alejó de sus posesiones europeas y fue dotando a su monarquía de un carácter más hispánico. Sus colaboradores más próximos eran castellanos en su mayoría, y su política internacional y sus matrimonios tuvieron más en cuenta los intereses de Castilla, que era la que financiaba la mayor parte de su política. La política exterior de Felipe II se inspiró en los mismos principios que la de su padre, defensa del catolicismo y lucha contra los turcos (Lepanto 1571). Pero surgieron nuevos problemas como la sublevación de los Países Bajos (1548-1668) y la rivalidad con Inglaterra que condujo a la derrota de la Armada invencible en 1588. El escaso éxito de esta política y su alto coste llevaron a Felipe II a la bancarrota en tres ocasiones Al finalizar su reinado España estaba arruinada y exhausta, y su Imperio se encontraba al borde de la desintegración.
10.5. La España del Siglo XVIII: Evolución de la política exterior en Europa
El cambio de dinastía supone un giro total en la política exterior española. Tras la paz de Utrecht, España perdíó sus territorios europeos (Países Bajos e Italia), lo que hizo que su centro de interés se desplazara al Atlántico. También se produjo un acercamiento a Francia, la eterna enemiga, tanto porque en ambos países reinaba la misma dinastía como por el hecho de que tenían como rival a Gran Bretaña que buscaba su expansión colonial a costa de Francia y España. Esta alianza se plasmó en los Pactos de Familia que se firmaron en 1733, 1743 y 1761 respectivamente, por los cuales España participó en el conflicto entre Gran Bretaña y sus colonias americanas en apoyo de estas últimas. El estallido de la Rev. Francesa supone un paréntesis en la alianza con Francia pues España participa en las Guerras de Coalición 1793-95 (coalición de diferentes países de Europa para acabar con la Francia Revolucionaria y devolver el trono a los Borbones). Tras la paz de Basilea España vuelve a su antigua política de alianza con Francia, ahora bajo el control de Napoleón Bonaparte (Primer tratado de San Ildefonso, 1796 y 2º Tratado de San Ildefonso, 1800) y en contra de Gran Bretaña. La consecuencia fue el desastre de Trafalgar (1805) y la destrucción de la flota Franco española a manos británicas, lo que puso fin al resto del poderío marítimo español y tuvo dos importantes consecuencias: por un lado España no puede controlar el monopolio comercial americano, iniciando Gran Bretaña el contrabando a gran escala; por otro, Napoleón, sin flota, no puede aspirar a derrotar a Gran Bretaña en el mar y emprende el Bloqueo Continental. Para llevar a cabo esa política decide intervenir en España y firma en 1807 el tratado de Fontainebleau por el cual España se adhiere al bloqueo y permite la entrada de las tropas francesas en España para la ocupación de Portugal aliada de Gran Bretaña.
10.4. La España del Siglo XVIII: La práctica del despotismo ilustrado: Carlos III
El despotismo ilustrado era una práctica política, que pretendía introducir reformas destinadas a fortalecer el poder del estado mediante una administración más racional, eficaz y centralizada con el objetivo de mejorar las condiciones de vida del pueblo. Carlos III y sus ministros: Floridablanca, Campomanes y Aranda, fueron los mejores representantes del despotismo ilustrado en España. Las medidas más destacadas fueron:– Se autorizó el libre comercio directo con América, suprimiendo el monopolio de Cádiz, esto fue un gran estímulo para la industria y el comercio, en especial para Cataluña, y creación de compañías comerciales al estilo de las británicas y holandesas.– La industria se estimuló mediante la creación de fábricas reales de artículos de lujo (tapices, porcelanas, relojes) para evitar la importación de estos costosos productos.– En cuanto a la agricultura, se encarga a Jovellanos “El informe sobre la ley agraria” sobre la situación de la agricultura, sus problemas y posibles soluciones en el que se hacía hincapié en la mala distribución de la tierra y en el problema de la amortización o de las “manos muertas”. Sin embargo cuando se publicó el informe ya había estallado la Rev. Francesa, y el informe fue ignorado. La creación de Sociedades económicas de Amigos del País sirvió para mejorar las prácticas agrícolas del campesinado.-Frente a la iglesia se intentó una política de control o regalismo que en la práctica se redujo a la expulsión de los Jesuitas. A pesar de ello mantuvo sus propiedades, y su gran influencia social.-Se estimuló la educación y la ciencia considerados por los ilustrados como el motor del progreso. Se crearon Reales Academias (Historia, Artes, Lengua), museos (Prado) y centros de investigación (Jardín Botánico, Observatorio Astronómico, en el Paseo del Prado de Madrid).
Aunque tras el estallido de la Revolución Francesa el movimiento ilustrado fue dejado de lado, muchas de estas reformas se mantuvieron y continuarán en el XIX.