La crisis de 1808. La guerra de la independencia y los comienzos de la revolución liberal
El periodo comprendido entre 1808-1833 se caracteriza en España por la profunda crisis del Antiguo Régimen. Este proceso se inició durante la lucha del pueblo español contra la invasión francesa.
La crisis de 1808. En 1804, cuando reinaba en España Carlos IV, Napoleón fue proclamado emperador reforzando el amplio poder que ya ejercía sobre los estados europeos por él conquistados (Italia, Flandes. Países Bajos, parte de Alemania). Pero Inglaterra se opuso tenazmente a la hegemonía francesa y Napoleón determinó llevar a cabo el “bloqueo continental” (cierre de todos los puertos del continente al comercio británico) para asfixiarla económicamente. En España, el valido de Carlos IV, Manuel Godoy, tras años de lucha contra la Francia Revolucionaria, retornó a la política seguida en el Siglo XVIII de alianza con Francia y guerra contra Inglaterra, por lo que firmó con Napoleón el tratado de San Ildefonso (1796) que convirtió a la monarquía española en un estado satélite del francés y perjudicó nuestros intereses: interrumpíó el comercio con América, y la armada hispano-francesa fue aniquilada en Trafalgar (1805), frente a la bahía de Cádiz. En 1807 Godoy consintió además, por el tratado de Fontainebleau, que las tropas francesas entraran en España para invadir Portugal, a cambio de que Napoleón le entregase la zona del Algarve. Sin embargo, pequeñas guarniciones francesas fueron quedando en ciudades y plazas importantes, provocando la preocupación y el descontento popular. El príncipe Fernando consiguió formar en la Corte un partido de oposición que conspiró contra esta política (conjura del Escorial), y que finalmente promovíó el motín de Aranjuez (19 Marzo 1808) cuando se hallaba allí la familia real preparando su huida a América. La ira popular estalló violentamente y forzó a Carlos IV a destituir a Godoy y, a abdicar en favor de su hijo Fernando que, se convirtió en el nuevo monarca, entre la aclamación y euforia popular que lo llamó el Deseado. Napoleón comprendíó la situación de debilidad en que hallaba la monarquía española y atrajo a Bayona a Carlos IV y Fernando VII, quienes eclipsados por la personalidad del emperador, renunciaron al trono en su favor, hecho vergonzoso que conocemos como las abdicaciones de Bayona. A continuación Napoleón entregó la corona española a su hermano José Bonaparte. La Guerra de la Independencia. En Madrid, mientras tanto, se habían producido numerosos incidentes con las tropas francesas acantonadas en la ciudad. El 2 de Mayo de 1808, ante la partida de los últimos miembros de la familia real, se produjo un levantamiento popular en Madrid que fue duramente reprimido por las tropas francesas que estaban al mando del general Murat. La revuelta, no obstante, se extendíó al resto de España, iniciándose la Guerra de Independencia, que se desarrolló en 3 fases: La primera fase (2 de Mayo de 1808-Noviembre de 1808). El ejército francés fracasó en su intento de sitiar Zaragoza, debido a la resistencia organizada por el general Palafox.
renunciaron al trono en su favor, hecho vergonzoso que conocemos como las abdicaciones de Bayona. A continuación Napoleón entregó la corona española a su hermano José Bonaparte. La Guerra de la Independencia. En Madrid, mientras tanto, se habían producido numerosos incidentes con las tropas francesas acantonadas en la ciudad. El 2 de Mayo de 1808, ante la partida de los últimos miembros de la familia real, se produjo un levantamiento popular en Madrid que fue duramente reprimido por las tropas francesas que estaban al mando del general Murat. La revuelta, no obstante, se extendíó al resto de España, iniciándose la Guerra de Independencia, que se desarrolló en 3 fases: La primera fase (2 de Mayo de 1808-Noviembre de 1808). El ejército francés fracasó en su intento de sitiar Zaragoza, debido a la resistencia organizada por el general Palafox.En Julio un ejército escasamente preparado y dirigido por el general Castaños obtuvo sobre las tropas francesas del general Dupont, la victoria de Bailén. José I se veía obligado a abandonar Madrid y huir a Valencia para, posteriormente embarcarse hacia Francia. La segunda fase transcurre entre finales de 1808 y 1812. Napoléon acudíó a España con la Grande Armée, poderoso ejército de 250.000 hombres que conquistaron Burgos, Zaragoza y tras la batalla de Somosierra, entró en Madrid y repuso a José I. Solamente Cádiz quedó libre de la ocupación francesa. En esta fase la resistencia española se organizó en partidas de guerrilleros, pequeños grupos de combatientes que realizaban ataques rápidos y por sorpresa y que contaban con el apoyo de la poblaci ón civil. Entre ellos destacaron Espoz y Mina, el Empecinado y el cura Merino. La tercera fase se inició en la primavera de 1812, cuando Napoleón se vio obligado a retirar tropas para la campaña de Rusia. Este hecho fue aprovechado por los ingleses que, con un ejército anglo-portugués dirigido por el general Wellington, atacaron desde Portugal, venciendo en Arapiles (Salamanca), Vitoria y San Marcial, a la vez que los españoles avanzaban por la franja mediterránea. Finalmente Napoleón firmó con en Diciembre de 1813 el Tratado de Valençay por el que se reconocía la libertad de España y devolvía el trono a Fernando VII. Los inicios de la revolución liberal.
En la Guerra de la Independencia se enfrentaron también dos modelos políticos distintos: el reformista francés de José Bonaparte, y el liberal español, que se fue desarrollando durante el conflicto, y que alcanzaría su mayor expresión con las Cortes de Cádiz. La medida política más destacada de Bonaparte fue la imposición del Estatuto Real de Bayona, una carta otorgada que nunca llegó a aplicarse. Las medidas de carácter modernizador de José I contaron con el apoyo de una minoría de españoles: los afrancesados, pertenecientes a los sectores más cultos de la sociedad. Desde 1808, en ausencia del rey, el pueblo español asumíó la soberanía en un acto verdaderamente revolucionario, mediante la creación de Juntas locales y provinciales, que acabaron representadas por la Junta Suprema Central, dirigida por Floridablanca, que se consideró “depositaria interina de la autoridad suprema” y reconocíó como monarca legítimo a Fernando VII. A finales de 1810 la Junta Central se disolvíó y dio paso a un Consejo de Regencia de cinco miembros, que convocó Cortes en Cádiz, donde se inicia la labor liberal que culminará en lapromulgación de la primera Constitución española en 1812.
Las cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
Las Cortes de Cádiz La idea de convocar Cortes se había planteado por primera vez en la Junta Central, pero fue el Consejo de Regencia quien realizó la convocatoria en 1810. Estas Cortes se reunieron en la ciudad de Cádiz, por ser la única no ocupada por el ejército francés. A diferencia de las Cortes tradicionales, divididas en estamentos, las de Cádiz reunieron a todos los diputados o representantes en una única asamblea. Las Cortes funcionaron hasta Septiembre de 1813. El número de diputados sobrepasó holgadamente los 200. La mayoría eran clérigos, abogados, funcionarios o militares, mientras que hubo escasa presencia de nobles. En las Cortes gaditanas los diputados pertenecían a tres grupos ideológicos: Liberales: partidarios de la aplicación de reformas revolucionarias y de conceder la soberanía sólo a las Cortes. Fueron los que ejercieron mayor influencia, destacando Agustín de Argüelles. Renovadores o jovellanistas: Querían reformar, pero sin romper con la tradición. Absolutistas: pretendían la vuelta al Antiguo Régimen tal y como existía antes de la invasión napoléonica. La mayoría liberal, aprovechándose de la ausencia del rey, inició la primera revolución liberal burguesa en España, con dos objetivos: adoptar reformas que acabaran las estructuras del Antiguo Régimen y aprobar una Constitución que cambiara el régimen político del país. Estas fueron las principales reformas políticas, económicas, sociales y jurídicas adoptadas por las Cortes de Cádiz: La igualdad de todos los ciudadanos ante la ley que supónía la eliminación de los privilegios de la nobleza y el clero. Supresión de los señoríos jurisdiccionales, aunque la nobleza siguió conservando sus grandes propiedades territoriales y su gran poder económico. Supresión de la Inquisición. Libertad de producción agrícola e industrial, aboliendo los gremios. Tímida desamortización de algunos bienes de la Iglesia. Sin duda, la obra magna de las Cortes fue la Constitución de 1812, que establecía por primera vez en España una monarquía constitucional. En Diciembre de 1810 se decidíó formar una comisión constitucional, dirigida por el clérigo Diego Muñoz Torrero, encargada de redactar el nuevo texto. El texto definitivo fue aprobado el 19 de Marzo de 1812. Por ser ese el día de San José, el texto constitucional fue conocido como La Pepa. El Título I proclama la soberanía nacional, la división de poderes y los derechos políticos fundamentales, como la libertad civil, de imprenta y el derecho de propiedad, extensibles a los españoles de ambos hemisferios, en referencia a los americanos. Se señalaba también que la monarquía era hereditaria, pero no absoluta: una monarquía moderna hereditaria, en la cual el monarca está obligado a jurar la Constitución. El poder ejecutivo lo ejerce el rey, que nombra libremente a sus secretarios. Éstos responden en teoría ante las Cortes, pero no pueden ser cesados por ellas.
No obstante, se recogen doce limitaciones a la autoridad real: el monarca no puede disolver las Cortes, abdicar o abandonar el país sin permiso de ellas, llevar una política exterior no supervisada por la cámara, contraer matrimonio sin su permiso o imponer tributos. El poder legislativo reside en las Cortes con el Rey. Las Cortes redactan las leyes y el rey las promulga y sanciona, pero también dispone de derecho de veto: puede suspender las leyes por dos veces como máximo, en un período de tres años.
Las Cortes son unicamerales y elegidas por sufragio universal directo de los varones mayores de 25 años. Sólo pueden ser diputados quienes dispongan de una renta determinada. El poder judicial corresponde a los tribunales independientes, pero se reconocen dos fueros especiales: el militar y el eclesiástico. Por influencia de los diputados eclesiásticos, a pesar de su carácter liberal y revolucionario, afirmaba que la religión de la nacíón española es la católica apostólica, romana, única y verdadera, además, se prohíbe el ejercicio de cualquier otra religión. Se establecía también un ejército permanente bajo la autoridad de las Cortes, y una Milicia Nacional, con los objetivos de reforzar al Ejército en caso de guerra y de servir de cuerpo de defensa del Estado liberal. Aunque estas reformas acabaron con la monarquía absoluta y la sociedad estamental del Antiguo Régimen, y se hicieron en nombre del rey y de la nacíón española, la realidad es que la mayor parte del pueblo permanecíó ajeno a estos acontecimientos que apenas conocía y comprendía. Por ello al terminar la guerra, cuando Fernando VII regresó en 1814 pudo restablecer el absolutismo sin gran resistencia, pues el liberalismo en España todavía estaba ligado a una minoría ilustrada procedente de la escasa burguésía y de la baja nobleza y clero.
Fernando VII: Absolutismo y liberalismo. La emancipación de la América española
El reinado de Fernando VII (1814-1833) se divide en 3 etapas: El sexenio absolutista (1814-1820): Finalizadas las guerras napoleónicas, en Europa se inicia el periodo de la Restauración, por el cual los monarcas absolutos recuperaron sus tronos para restablecer los regíMenes absolutistas. Nada más regresar Fernando VII a España tras el Tratado de Valençay (1813), recibíó el apoyo de algunos sectores absolutistas deseosos de restaurar el viejo sistema, como el general Elio, y un grupo de diputados absolutistas que habían participado en las Cortes de Cádiz que le presentaron el llamado Manifiesto de los Persas, en el cual le pedían que anulase toda la obra legislativa de aquellas cortes y restableciera el orden anterior. Así Fernando VII decidíó finalmente por un decreto en Valencia por el cual ordenó suprimir la Constitución, aunque se comprometía a convocar unas cortes ordinarias. Así Fernando VII entró en Madrid como rey absoluto, e inició la persecución de los liberales. El país estaba deshecho por la guerra, paralizada su economía y la hacienda en bancarrota, pues además se había iniciado la emancipación americana que perjudicó al comercio. El descontento se extendíó entre los liberales, muchos de ellos tuvieron que exiliarse, otros, organizados a través de sociedades secretas como la Masonería, conspiraron contra el gobierno y la camarilla con la que Fernando VII consultaba los asuntos y tomaba las decisiones, más que con los propios ministros. Algunos antiguos guerrilleros como Espoz y Mina, y militares como Porlier, tramaron pronunciamientos militar, pero fueron descubiertos y ajusticiados sus cabecillas. Finalmente triunfó en 1820 el levantamiento del comandante Rafael de Riego que estaba al mando de las tropas que concentradas en Cabezas de San Juan (Sevilla) debían zarpar hacia América para evitar su independencia. De esta forma Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución de 1812, reflejándolo en la célebre frase: “Marchemos francamente y yo el primero por la senda constitucional”. De esta manera se retornaba a la legalidad de las Cortes de Cádiz, rota por el Golpe de Estado de 1814. El trienio liberal (1820-1823). Esta época supuso el primer ensayo de gobierno constitucional. El gobierno liberal restablecíó la situación anterior a 1814 continuando la obra emprendida por las Cortes de Cádiz: supresión de los mayorazgos, de los gremios y de las aduanas interiores, libertad de creación de industrias, abolición de la Inquisición, restablecimiento de las libertades políticas y de los ayuntamientos constitucionales. Pero entre los liberales surgieron diferencias en torno a la profundidad y el ritmo que debían alcanzar las reformar, terminando en una escisión entre: Doceañistas o moderados: partidarios de un proceso reformador paulatino que estableciera una monarquía con soberanía compartida con unas cortes bicamerales.
Exaltados o veinteañistas: partidarios de la soberanía nacional y el sufragio universal para formar una sola cámara. Desde 1822, en Cataluña, Galicia, Navarra y el norte del antiguo Reino de Valencia se crearon zonas controladas por insurrectos, partidarios del absolutismo, instalando una regencia absolutista en la Seu d’Urgell. El fin del régimen liberal llegó con el apoyo que las potencias absolutistas de Europa prestaron a Fernando VII. Un ejército de casi cien mil hombres, los “Cien mil Hijos de San Luis”, invadíó el territorio español al mando del Duque de Angulema. Sin encontrar apenas resistencia, llegaron hasta Cádiz, donde se había retirado el gobierno. De esta manera, Fernando VII pudo restaurar el absolutismo en 1823. La década ominosa (1823-1833) Se inició con una dura persecución de los liberales que se exiliaron masivamente a Francia e Inglaterra. Pero el rey eligió a algunos ministros moderados como Cea Bermúdez y Martínez de la Rosa, para que llevaran a cabo alguna reforma, pues era necesario estimular la economía hundida por la guerra, la emancipación de las colonias, y la ruina de la hacienda. Estas tímidas reformas no satisficieron a nadie, las conspiraciones liberales continuaron y algunos de sus dirigentes fueron ejecutados: Rafael de Riego, el Empecinado, Torrijos o Mariana Pineda. Los absolutistas por su parte, se fueron agrupando en torno al hermano del rey Carlos María Isidro, que esperaba heredar el trono, pues Fernando VII ya viudo, no tenía descendencia. Las perspectivas cambiaron cuando contrajo un nuevo matrimonio con María Cristina de Nápoles con quien tuvo una hija, lo cual provocaba un problema sucesorio. Por la ley Sálica, introducida por los Borbones en el Siglo XVIII, no podían reinar las mujeres, pero Fernando VII después de muchas intrigas y tensiones en la corte, la abolíó con una Pragmática Sanción que restablecía la tradición castellana por la que podía, si no había ningún hijo varón, heredar una mujer. Así la pequeña Isabel quedó como heredera con solo tres años al morir el rey. Los carlistas no aceptaron este desenlace y se levantaron en armas provocando una Guerra Civil. 11.4. La emancipación de la América hispana. Al iniciarse la Guerra de Independencia en 1808 también se formaron Juntas en los virreinatos de América para ejercer el gobierno en nombre de Fernando VII. Pero cuando en 1810 Napoleón invadíó casi toda la península estas juntas empezaron a proclamar su independencia (Buenos Aires, Caracas, en Méjico se produce el grito de Dolores). Normalmente estaban formadas por criollos, descendientes de españoles que constituían una élite local y que aspiraban a ocupar los cargos, establecer sus propias leyes y acabar con el monopolio comercial de España. En 1816 consumó la independencia Argentina gracias al general José San Martín que sometíó las regiones más realistas del interior y luego, cruzando los Andes, líberó Chile y se dirigíó al Perú, estableciendo un gobierno en Cuzco. En el norte, Simón Bolívar líberó Venezuela, Colombia y Ecuador. Ambos dirigentes se entrevistaron en Guayaquil y planificaron las últimas campañas que dirigieron Bolívar y su lugarteniente Sucre. En la batalla de Ayacucho (1824) derrotaron al último gran ejército español en América. En México ya se había producido un movimiento independentista en 1810, pero no se logró la separación de España hasta 1821 en que se proclamó el Imperio Mexicano con José Iturbide. En 1824 España sólo retenía de su antiguo Imperio colonial Cuba, Puerto Rico, Filipinas y otros archipiélagos del Pacífico.