Las consecuencias de la desamortización de Mendizábal fueron muy variadas.1 El desmantelamiento casi completo de la propiedad de la Iglesia y de sus fuentes de riqueza. Sólo en 1845 se establecería una Contribución de culto y clero. Para entonces la Iglesia había dejado de ser el estamento privilegiado, aunque conservaba su enorme influencia en las mentalidades y en la educación, que casi monopolizaba.2 La desamortización no resolvíó el problema de la deuda, pero sí contribuyó a atenuarlo. Se consiguió rescatar 5.000 millones de reales de los 14.000 acumulados y se pusieron a tributar una enorme cantidad de propiedades que hasta entonces habían permanecido exentas, aumentando así los ingresos de la Hacienda. 3 La desamortización no produjo un aumento de la producción agraria, contra lo que pretendían sus promotores. Los nuevos propietarios, en general, no emprendieron mejoras, sino que se limitaron a seguir cobrando las rentas y las incrementaron, al sustituir el pago de los derechos señoriales y diezmos por nuevos contratos de arrendamiento. Además, las nuevas tierras que se pusieron en cultivo eran marginales, de baja calidad, por lo que la productividad media descendíó. Muchos de los nuevos propietarios vivían en las ciudades .4 La desamortización provocó un reforzamiento de la estructura de la propiedad de la tierra:
Acentuó el latífundismo en Andalucía y Extremadura y el minifundismo en el Norte. Las tierras y las fincas urbanas fueron a parar a los antiguos terratenientes locales, a nuevos inversores de la burguésía. Unos y otros, amigos de políticos, caciques o viejos señores, constituirán la nueva elite terrateniente que detentará el poder durante el reinado de Isabel II.5 En las ciudades ocurríó lo mismo. Como la mayoría de los inmuebles estaba en el centro urbano, la desamortización contribuyó a un urbanismo discriminador. La alta burguésía acaparó los mejores edificios del centro, excluyendo a las clases medias, confinadas en las viejas viviendas, y dejando para los obreros los arrabales de la periferia
3. LA Desamortización DE PASCUAL Madoz, 1855Era uno de los puntos programáticos del bienio progresista. Establecía la venta en subasta pública de toda clase de propiedades rústicas y urbanas pertenecientes al Estado, a la Iglesia, los propios y baldíos de los Municipíos y, en general, todos los bienes que permanecieran amortizados, por lo que recibe el nombre de desamortización general.
La Ley Madoz se desarrolló a gran velocidad. Entre 1855 y 1856 se subastaron fincas rústicas y urbanas por un valor cercano a los 8.000 millones de reales, mediante el pago de un 10% de entrada y el resto aplazado, y admitíéndose sólo el abono en efectivo. El dinero se destínó a amortizar la deuda y a cubrir las necesidades de la Hacienda así como a financiar la construcción de la red de ferrocarriles.El estado ingresó 8.000 millones de reales entre 1855 y 1895, casi el doble de lo obtenido con la desamortización de Mendizábal. En realidad, la desamortización de Madoz estuvo en vigor hasta 1895, año en que fue derogada, y en estos años se vendieron bienes por valor de unos 3.000 millones más.
Las consecuencias de esta segunda desamortización fueron:1 La eliminación de la propiedad comunal y de lo que quedaba de la eclesiástica. Lo que provocó, en el primer caso, un agravamiento considerable de la sitúación económica del campesinado, y en el segundo, una ruptura de las relaciones con la Iglesia, ante la flagrante violación del Concordato. 2 Muchos campesinos se vieron afectados al verse privados de unos recursos que contribuían a su subsistencia (leña, pastos etc.). Su escaso poder de compra fue uno de los obstáculos para la industrialización del país. 3 Los municipios perdieron parte importante de sus ingresos que destinaban a la beneficencia o la enseñanza.
Acentuó el latífundismo en Andalucía y Extremadura y el minifundismo en el Norte. Las tierras y las fincas urbanas fueron a parar a los antiguos terratenientes locales, a nuevos inversores de la burguésía. Unos y otros, amigos de políticos, caciques o viejos señores, constituirán la nueva elite terrateniente que detentará el poder durante el reinado de Isabel II.5 En las ciudades ocurríó lo mismo. Como la mayoría de los inmuebles estaba en el centro urbano, la desamortización contribuyó a un urbanismo discriminador. La alta burguésía acaparó los mejores edificios del centro, excluyendo a las clases medias, confinadas en las viejas viviendas, y dejando para los obreros los arrabales de la periferia
3. LA Desamortización DE PASCUAL Madoz, 1855Era uno de los puntos programáticos del bienio progresista. Establecía la venta en subasta pública de toda clase de propiedades rústicas y urbanas pertenecientes al Estado, a la Iglesia, los propios y baldíos de los Municipíos y, en general, todos los bienes que permanecieran amortizados, por lo que recibe el nombre de desamortización general.
La Ley Madoz se desarrolló a gran velocidad. Entre 1855 y 1856 se subastaron fincas rústicas y urbanas por un valor cercano a los 8.000 millones de reales, mediante el pago de un 10% de entrada y el resto aplazado, y admitíéndose sólo el abono en efectivo. El dinero se destínó a amortizar la deuda y a cubrir las necesidades de la Hacienda así como a financiar la construcción de la red de ferrocarriles.El estado ingresó 8.000 millones de reales entre 1855 y 1895, casi el doble de lo obtenido con la desamortización de Mendizábal. En realidad, la desamortización de Madoz estuvo en vigor hasta 1895, año en que fue derogada, y en estos años se vendieron bienes por valor de unos 3.000 millones más.
Las consecuencias de esta segunda desamortización fueron:1 La eliminación de la propiedad comunal y de lo que quedaba de la eclesiástica. Lo que provocó, en el primer caso, un agravamiento considerable de la sitúación económica del campesinado, y en el segundo, una ruptura de las relaciones con la Iglesia, ante la flagrante violación del Concordato. 2 Muchos campesinos se vieron afectados al verse privados de unos recursos que contribuían a su subsistencia (leña, pastos etc.). Su escaso poder de compra fue uno de los obstáculos para la industrialización del país. 3 Los municipios perdieron parte importante de sus ingresos que destinaban a la beneficencia o la enseñanza.