Reinado de Alfonso XII
El sistema canovista y la Constitución de 1876:
La inestabilidad del periodo anterior (1868-74) provocó un viraje de la burguésía a posiciones conservadoras y el fracaso de la I república despertó el deseo de de una restauración monárquica. Los partidarios de la restauración borbónica habían emprendido una activa labor diplomática con el fin de lograr apoyos internacionales para el hijo de Isabel II, el futuro Alfonso XII, frente a otros posibles candidatos. El principal defensor de la candidatura del príncipe fue Cánovas del Castillo, que intentaba que la vuelta a la monarquía fuera el resultado del deseo del pueblo español y no de un nuevo pronunciamiento militar. Para ello había hecho firmar a Alfonso el Manifiesto de Sandhurst en el que expónía al pueblo español sus propósitos conciliadores. Sin embargo y en contra del parecer de Cánovas, el 29 de Diciembre de 1874, el general Arsenio Martínez Campos proclamó rey a Alfonso XII, tras un pronunciamiento en Sagunto, la monarquía borbónica había sido restaurada mediante un golpe militar. En Enero de 1875 Alfonso XII llega a España iniciándose la Restauración, periodo que se extiende hasta 1902 en que su hijo, Alfonso XIII, alcanza la mayoría de edad. Al régimen político de la Restauración se le denomina Sistema Canovista ya que fue Cánovas del Castillo su creador tomando como modelo el sistema británico: consistía en una monarquía parlamentaria en la que dos partidos se turnarían pacíficamente en el poder. Sin embargo, este fue un falso régimen parlamentario ya que los dos partidos turnantes, liberales y conservadores, solo representaban los intereses de la burguésía, quedando los demás grupos fuera del juego político, y porque las mayorías parlamentarias eran artificialmente creadas gracias a la práctica común del fraude electoral.
El sistema Canovista se basaba en el turno pacifico de partidos pero dentro de un régimen bipartidista, solo dos partidos, el conservador y el liberal, entran en el juego en un primer momento. El resto de los partidos (republicanos, socialistas o nacionalistas) formaban la oposición al sistema.
• El Partido Conservador. Fue creado por el propio Cánovas. Integraba a los miembros del antiguo partido moderado y de la Uníón Liberal. Partidario de una monarquía parlamentaria que fuera controlada por una oligarquía financiera (sufragio restringido), con libertades limitadas (prensa, asociación, cátedra), apoyo a la iglesia y un proteccionismo económico.
• El Partido Liberal. Lo forma Sagasta en 1880, aglutinando a los progresistas y radicales. Difería muy poco del conservador, ya que representaba los intereses de la misma clase social, la burguésía, aunque su base social era más amplia. Defendían la soberanía nacional, el sufragio universal, unas libertades más amplias, incluida la de asociación y culto, eran anticlericales y defendían el librecambismo (A. Smith).
La alternancia pacífica en el poder de los dos partidos se convirtió en cambios de gobierno pactados de antemano entre ellos. Una vez acordado el cambio de gobierno, se convocaban elecciones y se amañaban para que arrojaran resultados favorables al nuevo partido era la práctica del caciquismo.
Los dos partidos tenían su propia red organizada para asegurarse los resultados electorales adecuados. En Madrid estaba la oligarquía integrada por altos cargos políticos y personajes influyentes. En las capitales de provincias la figura clave era el gobernador civil. Y en las comarcas, pueblos y aldeas estaban los caciques locales, con poder económico e influencias.
Cuando un partido consideraba que le había llegado el turno de gobernar o de pasar a la oposición lo pactaba con el otro partido y con el rey. El rey, entonces disolvía las Cortes y convocaba elecciones. Desde Madrid los oligarcas transmitían instrucciones a los gobernadores civiles de cada provincia, estos elaboraban la lista de los candidatos que habían de salir elegidos en cada localidad –los encasillados- y se lo comunicaban a los caciques locales que se encargaban de la manipulación directa de los resultados electorales utilizando distintos procedimientos: actitudes protectores hacía los electores, amenazas, extorsiones, el cambio de urnas o “pucherazo”…
Este sistema fue regulado por la Constitución de 1876, la de mayor vigencia de nuestra historia pues se mantendrá hasta 1923, en que Primo de Rivera la suspende. En general mantiene el carácter de la constitución moderada de 1845 pero incluyendo algunos avances de la de 1869. Pero lo más carácterístico de ella es su carácter ambiguo, que deja la regulación de muchas cuestiones fundamentales a decretos posteriores, pues Cánovas quería evitar que cada cambio de gobierno supusiera un cambio constitucional como había ocurrido en época de Isabel:
El Régimen Político era una Monarquía Parlamentaria en la que la soberanía estaba compartida por el rey y las cortes,:
– El ejecutivo quedaba en manos del rey, que nombra sus ministros al margen de las mayorías parlamentarias.
– El legislativo quedaba en manos de unas cortes bicamerales. El Senado se forma con miembros designados por el Rey, por lo que no había una autentica separación de poderes. El Congreso se formaba con diputados elegidos por sufragio, que en los primeros años es censitario pero que en 1890 se convierte en universal masculino gracias a la ley electoral de Sagasta.
– El judicial queda en manos de los jueces.
La declaración de Derechos es ambigua pues en general los derechos se regulan por decretos posteriores que los conservadores tienden a limitar y los liberales a ampliar.
– Los derechos sociales tardan en reconocerse pero en 1883 Sagasta elabora la ley de asociaciones lo que permite la organización del movimiento sindical.
– La libertad de expresión, opinión, imprenta, cátedra,…Se va a mantener con más o menos limitaciones según los momentos.
– No se permite el culto público de los no católicos, no habiendo total libertad religiosa.
El reinado de Alfonso XII, interrumpido por su temprana muerte a los 28 años de edad, representa la fase de consolidación del sistema canovista.
El gobierno lo ejercíó básicamente el Partido Conservador, salvo de 1881 a 1884 en que, con el primer gobierno del Partido liberal, se inició la práctica del turnismo.
Durante el periodo se acabó con el tradicional protagonismo de los militares y con la práctica del pronunciamiento; se liquidaron las dos guerras heredadas del periodo anterior, la carlista y la de Cuba; e incluso se disfrutó de una buena coyuntura económica internacional, que favorecíó la consolidación del deficiente capitalismo español.
Tras la temprana muerte de Alfonso XII, María Cristina de Habsburgo, su viuda asumíó la regencia hasta la mayoría de edad del futuro Alfonso XIII, del que estaba embarazada a la muerte de su esposo.
Tras la caída de Espartero se inició la llamada Década moderada, (1844-1854):Isabel II encargó la formación de gobierno al partido moderado, liderado por el general Narváez. El partido moderado apoyado por los sectores burgueses más conservadores gobernará durante diez años. Derogó la Constitución de 1837 y redactó otra nueva: La Constitución de 1845, en la que la Soberanía nacional fue sustituida por la soberanía conjunta del rey y las Cortes y se otorgaban más poderes a la Corona como el nombramiento de ministros, la designación de los miembros del Senado, y la disolución de las Cortes y se recortaban los del Parlamento. Las Cortes siguieron siendo bicamerales (Congreso y Senado) y los diputados del Congreso seguían siendo elegidos por sufragio censitario que no llegaba al 1% de la población. En este periodo se firmó con la Santa Sede el Concordato de 1851, por el que quedaba zanjada la ruptura que se había producido como consecuencia de la desamortización eclesiástica, la Iglesia aceptó la desamortización y España reconocía la confesionalidad católica del Estado y reconocía su intervención en la enseñanza. Los moderados configuraron un régimen basado en el centralismo político- administrativo. A ello responden:La creación de la provincia como nueva demarcación territorial. La ley de ayuntamientos de 1845, que reservaba a la Corona la designación de los alcaldes de ciudades con 2000 o más habitantes.La reforma del sistema tributario, de Alejandro Mon, que implantó un sistema de impuestos más equitativo.La creación del Banco de España y La creación de la Guardia Civil por el duque de Ahumada en 1844. Pero las divisiones internas del partido moderado y las denuncias de corrupción y escándalos financieros, relacionados en ocasiones con la propia familia real y miembros destacados del gobierno hicieron que las clases populares dieran su apoyo a un pronunciamiento liberal de carácter progresista, liderado por el general Leopoldo O´Donnell, en Junio de 1854 en las cercanías de Madrid en los cuarteles de Vicálvaro, por lo que se le denomina: La “Vicalvarada”, la declaración de intenciones por medio del “Manifiesto de Manzanares”, redactado por Cánovas del Castillo, determinó la movilización de los grupos progresistas. Aunque el mov no pretendía destronar a la reina sino forzarla a admitir las reformas democráticas interrumpidas en 1844. En medio de la confusión general, la reina decidíó llamar a Espartero, comenzando así el:
Bienio progresista (1854-1856): Volvieron a adoptarse medidas radicales como en la época de la regencia de Espartero; Los jesuitas fueron expulsados bajo la acusación de conspirar con los antiliberales y se prohibieron las procesiones y las manifestaciones externas del culto católico. Se elaboró un texto constitucional en 1856 que, aunque aprobado por las Cortes no llegó a ser promulgado. Un hecho relevante fue la Ley de Desamortización General de 1855, elaborada por Pascual Madoz, que venía a completar la obra de Mendizábal. Afectaba sobre todo al clero secular y a los bienes municipales. Esto, junto con las medidas anteriormente nombradas, suscitó la ruptura con la Iglesia, mientras que la medida de desamortizar los bienes municipales, encontró una fuerte oposición no sólo de los moderados, sino tb de algunos diputados progresistas. Se establecieron tb leyes relacionadas con la banca, la minería y la más destacable: la ley general de Ferrocarriles de 1855. Pero las presiones de la Corona y la Iglesia provocaron la reacción de los liberales moderados que provocaron la caída de Espartero y la vuelta de los moderados al poder.
Comienza así la:
Segunda Década liberal conservadora (1856-1868): En este periodo se sucedieron los gobiernos de los generales Narváez y O´Donnell:
Bienio moderado de Narváez (1856-1858); Gobierno de la Uníón liberal de O´Donnell. (1854-1863); Gobiernos moderados de Narváez y González Bravo (1863-1868). Este periodo estuvo caracterizado por el predominio de tres sectores sociales: los terratenientes, los militares conservadores y la Iglesia. Se paralizó la desamortización, se le reconocieron a la Iglesia muchas prerrogativas. El periodo de mayor prosperidad coincidíó con el Gobierno de la Uníón liberal de O´Donnell, este gobierno se benefició de una época de buenas cosechas y de expansión comercial, gracias a las bases coloniales de Cuba y Filipinas. En este periodo tb se inició una activa política exterior. Se enviaron tropas a la Conchinchina, se hicieron expediciones militares al norte de África, lo que acabó en una guerra abierta contra el Sultán, se ocupó militarmente Santo Domingo, aunque después se perdíó, etc.; Paralelamente crecían en España las aspiraciones políticas de mayor libertad y derechos civiles. Se desarrollaba el partido demócrata y aparecía el republicanismo, al tiempo que se creaban las primeras organizaciones obreras y se producían agitaciones entre el campesinado jornalera, que en ocasiones fueron duramente reprimidas por la Guardia civil. En 1864 volvíó Narváez al gobierno, entregando el Ministerio de Gobernación a González Bravo. Tras la destitución de los profesores universitarios republicanos Castelar y Sanz del Río, y las protestas estudiantiles que siguieron, el ejército actuó con gran violencia (Noche de San Daniel). Hubo nuevos pronunciamientos progresistas que llevaron a una dura represión y los fusilamientos del cuartel de San Gil. La reina se desprestigiaba día a día y esto llevó a una alianza entre progresistas y demócratas, que firmaron un pacto en la ciudad belga de Ostende, 1866, que incluía el acuerdo para destronar a Isabel II. (Pactos de Ostende). Dos años después, en Septiembre de 1868 la armada española atracada en Cádiz y dirigida por el almirante Topete se sublevó, con el apoyo de los generales Prim y Serrano. Comenzó así la Revolución Gloriosa:
El movimiento se extendíó con levantamientos populares que ocuparon las plazas de sus localidades al grito de “Mueran los borbones” y se organizaron juntas revolucionarias locales. Serrano vencíó al ejército gubernamental en Alcolea, Córdoba, e Isabel II huía a Francia y la revolución había triunfado.