Los reinos cristianos en la baja edad media: Organización política e instituciones en el reino de Castilla y en la Corona de Aragón:
Desde el reinado de Alfonso X (1252-1284) la monarquía castellana fue ampliando su autoridad, lo que permitirá, más adelante, la configuración de un Estado moderno que, a finales del Siglo XV, será uno de los más poderosos de Europa.A este reforzamiento contribuyó la difusión por Europa de la teoría del origen divino del poder, y la actualización del derecho romano En Castilla las Partidas de Alfonso X, y el Ordenamiento de Alcalá de 1348, contribuyeron a asentar tales principios.La ampliación de la autoridad real no satisfizo a los nobles, que en algunos periodos de los siglos XIII y XIV intentaron rebelarse contra la Monarquía, sobre todo cuando ésta era más débil. La corona de Aragón era una uníón de reinos.
Aragón, Valencia y Mallorca y el principado de Cataluña tenían distintas instituciones y leyes, y los reyes debían someterse a las diferentes particularidades de cada uno de ellos, jurando los respectivos fueros para ser reconocidos como tales reyes. A partir de 1283 las Cortes aragonesas y las catalanas, impusieron a Pedro III el juramento del Privilegio General y de los fueros de sus respectivos reinos, lo que venía a reconocer la autonomía de sus señoríos.En Aragón, el rey acepta la jurisdicción del Justicia Mayor.
A partir de ahí se configuró un modelo de funcionamiento político llamado pactismo, por la necesidad que impuso a la monarquía aragonesa de llegar a acuerdos con la nobleza para poder gobernar.En 1359 Pedro IV tuvo que aceptar la formación de una comisión de las Cortes catalanas, la Diputación del General, para supervisar el cumplimiento de los acuerdos de Cortes durante el periodo en que no estuvieron reunidas. Para gobernar, el rey se servía de diversas instituciones, que fueron cambiando con el transcurso del tiempo. Las más importantes fueron:El Consejo Real:
Nobles y prelados tuvieron un peso decisivo en su composición, aunque la Corona incluyó en él a expertos en leyes. Tenía funciones administrativas y pese a su carácter consultivo, pasó a convertirse en el principal instrumento de gobierno en el Siglo XIV.La Audiencia regulaba la justicia. Además, la Corte incluía una serie de cargos y oficiales al servicio de los reyes, como mayordomo (a cargo del patrimonio real), chanciller (burocracia), condestable (ejército) o almirante (armada). Prácticamente todos estos cargos estaban en manos de la nobleza. La Corte, cada vez más amplia, se desplazaba allí donde la presencia del rey era necesaria. Con el tiempo la Hacienda fue cobrando cada vez más importancia, de la mano del fortalecimiento de la Monarquía y el progresivo aumento de los ingresos fiscales, mediante impuestos como la alcabala, sobre las compraventas, o el servicio y montazgo, sobre la lana. Las Cortes tienen su origen en 1188, cuando Alfonso IX convocó en León, junto a la nobleza y obispos (curia Regia extraordinaria), a representantes de las ciudades que habían protestado por la manipulación de la moneda. A partir de la muerte de Alfonso X, la sucesión de reyes en minoría de edad dio un protagonismo importante a las reuniones de Cortes, porque las ciudades eran el principal apoyo de la Corona frente a los nobles. Desde 1301 se unificaron las Cortes de. La organización territorial se basó en la división del reino en provincias. La Corona castellana tendíó a extender su control sobre los concejos.
A partir de 1345 se introduce el sistema de regimientos debilitando la autonomía concejil y la figura del corregidor.
Los reinos cristianos en la baja Edad Media
Crisis demográfica: A finales del Siglo XIII la producción agraria no alcanzaba para abastecer a la población, y varios años de malas cosechas dieron lugar a la carestía y al hambre, que conllevaron la debilidad de la población ante la epidemia de peste negra de 1348. Población peninsular había pasado a estar en torno a 4.900.000 habitantes. La recuperación demográfica se empezó a notar desde 1420 en algunas regiones. Hacia 1480 la salida de la crisis supuso la preponderancia de Castilla, debido a su pronta recuperación demográfica. En una agricultura apenas evolucionada, la reducción de la población a que dio lugar la peste negra desencadenó una crisis económica, que se manifestó en el aumento de los despoblados, el retroceso de los cultivos y el desequilibrio entre precios y salarios.
Lo que supuso la caída de las rentas señoriales.
La recuperación agraria del Siglo XV, se manifestó en la nueva puesta en explotación de las tierras abandonadas y en la adaptación de las producciones a las necesidades de las ciudades y las exigencias del comercio internacional Crisis social y política: La crisis demográfica del Siglo XIV tuvo una gran repercusión en la nobleza. El abandono de tierras significó la disminución de sus rentas, lo que les llevó a incrementar la presión sobre sus vasallos, haciendo crecer el descontento campesino. Así, el señorío jurisdiccional se convirtió en la principal fuente de poder económico y político de la aristocracia. Este proceso fue más intenso en la regíón entre el Duero y el Tajo y en el valle del Guadalquivir. Paralelo al proceso de señorialización se produjo una intensificación de la explotación feudal, dando lugar a importantes rebeliones sociales en Castilla y en Aragón: Las guerras irmandiñas en Castilla en 1431.
Los reinos cristianos en la Edad Media: Principales etapas de la reconquista (siglos XI- XIII) Periodo decisivo en la historia peninsular en el que se gestan las particularidades culturales, lingüísticas, institucionales e históricas de los reinos cristianos peninsulares. El proceso de reconquista se inicia en el Siglo X con la expansión por zonas riojanas y con el control del valle del Duero tras la victoria cristiana en Simancas (939).
1ª Siglo XI- 1ª mitad del Siglo XII: Castilla consolida la parte meridional del valle del Duero, ocupa el valle del Tajo y toma Toledo en 1085, aprovechando la debilidad de los Reinos de Taifas. La entrada de los almorávides frenará temporalmente el avance cristiano en Sagrajas (1086).
Aragón, ocupa Huesca (1096) y Barbastro (1100)
En los treinta años siguientes ocupa el valle del Ebro hasta Tortosa, la cuenca del Jalón y del Jiloca y toma Zaragoza en 1118.En 1137 el matrimonio entre el conde de Barcelona y la heredera de Aragón, supuso el nacimiento de la corona de Aragón, que orientó su expansión hacia el Mediterráneo con la toma de Tortosa (1149)
Portugal conquista Lisboa en 1147.
2ª 1151- 1212
En 1179
Castilla y Aragón firmaron el tratado de Cazorla, que delimitó fronteras y zonas de influencia de cada reino y Castilla se atribuyó Murcia.La derrota castellana en Alarcos frente a los almohades (1195), hizo que los reinos cristianos se unieran contra ellos con la mediación del Papa. El triunfo cristiano en la batalla de las Navas de Tolosa (1212), les permitíó la consolidación del territorio castellano y el control del paso hacia Andalucía. Ese mismo año, el tratado de Coimbra entre Castilla y Portugal delimitó las fronteras de los reinos.
3ª 1220 – 1264
En 1230 se unen definitivamente Castilla y León, lo que permitirá al reino castellano-leónés la expansión por Extremadura y el valle bajo del Guadalquivir.
Castilla ocupa Badajoz (1228), Córdoba (1236), Jaén (1246), Sevilla (1248), Cádiz (1265) y en 1294 toma Tarifa; y Murcia entre 1243 y 1246.
Aragón ocupa Valencia (1238) y Baleares (1229- 35 Mallorca e Ibiza, 1286 Menorca) con las primeras marinas de guerra.
Portugal conquista el bajo Guadiana, el Algarbe y el Alentejo y ocupa Faro en 1249.El tratado de Almizra de 1244 consigue que se superen las rencillas territoriales en torno a Murcia y establece fronteras definitivas entre Castilla y Aragón.
CRISIS: Tras la caída del califato en 1031 y durante sesenta años, Al´Andalus permanecíó dividida en 26 nuevos reinos independientes, dominados por familias destacadas de las diferentes etnias árabe, bereber y eslava. Los reinos de taifas gozaron de una cierta prosperidad económica, que se reflejó en el ámbito cultural construyendo grandes palacios como la Aljafería de Zaragoza, y promoviendo las letras y las ciencias. Pero detrás de este esplendor estaba la debilidad política y militar, que les impedía hacer frente a los reinos cristianos o imponerse a los demás taifas. Por eso, muchos taifas prefirieron pagar parias (tributos) a cambio de treguas, o recurrieron a la ayuda de los reinos cristianos que, a cambio, pidieron compensaciones económicas. Esta situación produjo un flujo de riqueza continuo hacia el norte, a la vez que una fuerte subida de impuestos en los territorios andalusíes, que fue aumentando el descontento de la población. De los enfrentamientos entre taifas surgieron dos predominantes: Zaragoza y Sevilla. El reino de Sevilla logró dominar la práctica totalidad de los territorios al sur del Tajo y de la zona del Guadalquivir, pero no pudo impedir la caída de Toledo en manos de Alfonso VI de León y Castilla en 1085, tras lo que todos los taifas fueron sometidos al pago de parias por León y Castilla. El impacto fue enorme: además del considerable avance territorial, hasta el Tajo, estaba la importancia simbólica de la vieja ciudad visigoda y, para los árabes, la pérdida de la zona fronteriza intermedia. En 1118 Alfonso I de Aragón conquistó Zaragoza y tanto él como el rey de Castilla, comenzaron a hacer incursiones hacia el sur, capturando campesinos mozárabes y llevándolos al norte para repoblar las tierras recién conquistadas. La incapacidad almorávide para hacer frente a los cristianos provocó su caída hacia 1144. Nuevas tribus bereberes, los almohades, sustituyeron a los almorávides en el norte de África y entran en la península en 1146. Hasta 1195 los almohades consiguieron mantener la unidad andalusí y frenar el avance cristiano. Pero cuando en 1212 una coalición de reinos cristianos derrotó a los musulmanes en las Navas de Tolosa, el descontento popular, la falta de soldados y la presión fiscal hicieron que el poder almohade se deshiciera en luchas internas y frente a las tribus andalusíes. Entre 1223 y 1248 la ofensiva cristiana fue definitiva. Sólo un territorio consiguió sobrevivir: el reino nazarí de Granada, que consiguió que Fernando III de Castilla le admitiera como vasallo y aceptara la soberanía del reino de Granada