LAS PURGAS El aspecto más oscuro del período estalinista lo constituyeron las purgas, las depuraciones que se llevaron a cabo mediante el asesinato o la deportación a los campos de concentración de Siberia, los célebres gulags, de millones de personas. Las políticas represivas de Stalin se centraron en cuatro objetivos: -Minorías étnicas. Stalin desplazó a millones de personas para eliminar cualquier vestigio plurinacional y garantizar la sumisión a su política totalitaria. -Campesinos. La colectivización forzosa provocó la oposición del campesinado; cientos de miles de campesinos murieron por la represión y el hambre, sobre todo en Ucrania, y varios millones fueron desplazados o encerrados en el gulag. -Mundo cultural. Los intelectuales y los científicos estuvieron bajo la sombra de la sospecha y muchos fueron represaliados. Una nueva estética se instauró para representar la Uníón Soviética y rendir culto a Stalin: el Realismo socialista. -Miembros del PCUS. Tanto el partido como las instituciones del Estado fueron sometidas a depuración para eliminar a todos los posibles adversarios de Stalin; los miembros de la vieja guardia bolchevique, entre ellos buena parte de los generales de la cúspide del Ejército Rojo, fueron ejecutados. LA POLÍTICA EXTERIOR DE Stalin Stalin diseñó una política exterior dirigida a garantizar la supervivencia de la Uníón Soviética y a controlar de forma férrea el movimiento obrero internacional. Para ello, se sirvió de los siguientes instrumentos: -Tercera Internacional. Sus miembros debían aceptar plenamente el liderazgo soviético. -Política de clase contra clase. Los partidos comunistas se enfrentaron a los socialistas. -Frentes populares. En el año 1936 la Komintern fijó la creación de frentess populares como alianzas electorales para frenar el avance del fascismo. Numerosos intelectuales, sindicales y partidos de centroizquierda y socialistas se sumaron a la propuesta ante la amenaza que representaba el nazismo.
-Acuerdo con la Alemania nazi. En 1939 se firmó el Protocolo Mólotov-Von Ribbentrop, que selló el pacto de no agresión entre Alemania y la Uníón Soviética. 3. EL MILITARISMO JapónÉS Tras la Revolución Meiji, Japón era la gran potencia económica y militar de Asía. Las necesidades de materias primas y fuentes de energía derivadas de su despegue industrial lo empujaron a emprender una política expansionista en Asía y el océano Pacífico que despertaría la rivalidad con otras potencias imperialistas. Por otro lado, la adopción de usos y costumbres occidentales originó una crisis de identidad que derivó en la aparición de grupos y sociedades ultranacionalistas y autoritarios, sobre todo en el Ejército, lo que condiciónó sus futuras alianzas con los fascismos europeos en la Segunda Guerra Mundial. LA CRISIS INTERNA La paralización económica europea durante la Primera Guerra Mundial favorecíó el crecimiento Japónés y la expansión de sus productos por los mercados asíáticos. Japón amplió su flota mercante y su Armada hasta convertirse en la tercera potencia naval del mundo. Todo ello produjo un acusado aumento de población y un proceso acelerado de urbanización. Por el contrario, la década de 1920 estuvo marcada por una profunda crisis interna causada por los siguientes factores: -Deterioro económico. El fin de la guerra y la consiguiente recuperación del comercio europeo colocaron en dificultades a la economía japonesa; y para complicar aún más la situación, en 1923 se produjo un terremoto que asoló Tokio. -Conflictividad social. Como consecuencia, proliferaron las huelgas organizadas y la agitación xenófoba contra la población inmigrante. -Inestabilidad política. En 1920 fue asesinado el primer ministro. La crisis aumentó el protagonismo político del Ejército y de los sectores nacionalistas y tradicionalistas. LA RADICALIZACIÓN POLÍTICA En 1926 fue proclamado emperador Hiro Hito, que tuvo que afrontar la oposición de intelectuales contrarios al carácter divino de la monarquía, críticos con los vínculos entre los partidos políticos y los intereses de los zaibatsus y partidarios de una mayor democratización de Japón. En sus primeros años, el Parlamento adoptó medidas aperturistas y se concedieron ciertas libertades sociales, impulsadas desde el entorno inmediato del propio emperador. Pero estas medidas tuvieron un corto recorrido, pues se impuso el discurso político conservador, que apostaba por la defensa de la monarquía imperial y el totalitarismo, hasta que, finalmente en 1940 se prohibieron los partidos políticos