El carlismo se mantuvo activo a lo largo del siglo, reivindicando los fueros y provocando otros dos conflictos más:
Segunda Guerra Carlista. (1846-1849). Se desarrolló en Cataluña, tuvo como pretexto el fracaso de la planeada boda entre Isabel II y Carlos VI. Finalizada hubo focos carlistas hasta 1860. El carlismo se revitalizó en 1868.
Tercera Guerra Carlista. (1872-1876). Durante el Sexenio Democrático en Cataluña, Navarra y País Vasco; llegándose a establecer un gobierno en Estella. La Restauración trajo el declive carlista, ya que la derecha monárquica apoyó a Alfonso XII. Martínez Campos derrotó a los carlistas y Carlos VII se marchó a Francia.
La Ley de 1876, abolió aspectos de los fueros vasco-navarros, aumentó la intervención del Estado, estableció el servicio militar obligatorio y la contribución a la Hacienda estatal. Durante la Restauración, el carlismo no abandonó su confianza en la implantación de la rama legítima de los Borbones y plena reintegración foral. 12-3 Isabel II (1843-1868): EL REINADO EFECTIVO
Entre 1833 y 1840 María Cristina gobernó como regente, tras su dimisión en Septiembre de 1840 Espartero se convirtió en el nuevo regente, hasta Agosto de 1843. En otoño, las Cortes votaron la mayoría de edad de Isabel II, iniciando a los trece años su reinado efectivo (1843-1868). Durante la mayoría de edad de Isabel II se procedió a la auténtica construcción del nuevo Estado liberal. Pueden distinguirse en estos años varias fases: una Década moderada, un Bienio progresista y por último la Unión Liberal y el retorno del moderantismo.
En la Década moderada (1844-1854), Narváez, líder de los moderados, estuvo al frente del gobierno. Estableció un sistema político estable, donde primaba el orden a la libertad, marginando a los progresistas, y contando con el apoyo del Ejército y las élites sociales. Suprimió la Milicia Nacional y creó la Guardia Civil (1844).
Se promulga la Constitución de 1845, más conservadora que la de 1837, soberanía compartida Rey-Cortes, Cortes bicamerales y sufragio censitario. Se adoptaron medidas de control de la Administración provincial y local: se crea el cargo de gobernador civil y se suprime el carácter electivo de los alcaldes, siendo elegidos por el Gobierno; y se aprueba un nuevo Código Civil y Penal. En Hacienda se aprobó la Ley Mon-Santillán, potenciándose los impuestos indirectos. Se firmó el Concordato de 1851, por el que el Papa reconocía a Isabel II como reina, y el Estado se comprometía a financiar la Iglesia y entregarle el control de la enseñanza y la censura.
Desde 1849 se incrementó el autoritarismo; se funda el Partido Demócrata, reivindicando el sufragio universal, Cortes unicamerales, libertad religiosa, instrucción primaria gratuita e intervención del Estado en las relaciones laborales. A comienzos de 1854 las Cortes se habían suspendido y el descontento aumentaba.
El Bienio progresista (1854-1856), comienza en Julio de 1854 con el pronunciamiento del general O´Donnell en Vicálvaro (Vicalvarada). En su retirada hacia Andalucía, se le unió el general Serrano, y ambos proclaman el Manifiesto de Manzanares con promesas progresistas, consiguiendo que casi toda España se les uniera.
Isabel II encargó formar gobierno al progresista general Espartero, con O´Donnell como ministro de la Guerra. Durante el Bienio progresista se restauran leyes e instituciones como la Ley de Imprenta, Ley Electoral y Milicia Nacional. Se elabora la Constitución de 1856, non-nata, similar a la de 1837, soberanía nacional, Cortes bicamerales electivas, potestad legislativa Rey-Cortes, y ampliaba los derechos individuales.
En economía se aplicó la Ley desamortizadora de Madoz (1855) de bienes eclesiásticos, municipales y del Estado; Ley de Ferrocarriles (1855), Ley Bancaria (1856) creando el Banco de España. Pero la conflictividad social provocó una crisis y en Julio de 1856 Espartero dimitió y la reina encargó gobierno al general O´Donnell.
De 1856 a 1868 se produjo la alternancia entre los moderados y la Unión Liberal. En 1856 O´Donnell, con su nuevo partido la Unión Liberal, intentaba establecer un liberalismo centrista (moderados de izquierda y progresistas), repuso la Constitución de 1845 con un Acta Adicional progresista.
Pero este gobierno fue breve, Narváez retornó, suprimió el Acta Adicional y se rodeó de los elementos más conservadores del moderantismo.
De nuevo la Unión Liberal (O´Donnell) estaría en el Gobierno (1858-1863). Años de expansión económica y de una activa política exterior: apoyó a Francia en Indochina, Guerra contra Marruecos, expedición a México y guerra contra Perú y Chile. En 1863, el desgaste en el gobierno y las divisiones del partido llevaron a O´Donnell a dimitir.
Volvió Narváez al Gobierno (1864-1865), con una política conservadora y de represión de las libertades, pero incapaz de responder a las demandas sociales y políticas. La expulsión de los catedráticos Sanz del Río y Emilio Castelar (noche S. Daniel 1865) puso fin al Gobierno de Narváez.
O´Donnell asumió el Gobierno (1865-1866), pero los desacuerdos con la reina condujo a Narváez a un nuevo Gobierno (1866-Abril 1868). El descrédito de Isabel II y la recesión económica generaban malestar social. En Junio 1866 se produjo la sublevación de los sargentos del cuartel de S. Gil (Madrid); y en Agosto, progresistas, demócratas y republicanos, liderados por Prim, firman el Pacto de Ostende, querían destronar a la reina y convocar Cortes Constituyentes por sufragio universal.
La muerte de Narváez y O´Donnell, y el débil Gobierno de González Bravo, aisló a la reina. En Septiembre de 1868 Prim y Topete inician la sublevación (“La Gloriosa”), que dirigida por Serrano provocó la caída de Isabel II y abrió la esperanza de un régimen democrático para España.