4.PROCESOS DE DESAMORTIZACIÓN Y CAMBIOS AGRARIOS
4.1. INTRODUCCIÓN
La agricultura era la actividad económica más importante en España, 2 tercios de la población total. Hasta el Siglo XIX soportó una permanente situación de atraso, con escasas innovaciones tecnológicas.
Esta situación se relacionaba con la peculiar distribución de la tierra. El campo español arrastraba una serie de desequilibrios muy graves en los que destacaba el problema de la propiedad. En determinadas zonas predominaban los minifundios, pero el sistema mayoritario era el de latifundios. Esta distribución encuentra sus orígenes en la Reconquista, aunque determinadas actuaciones en siglos venideros agravaron la situación, por cuanto favorecieron el proceso de concentración de las propiedades en pocas manos. Así, un enorme porcentaje de las tierras estaban en manos de la nobleza y el clero, que vivían de las rentas que les proporcionaba el campo.
La nobleza, gracias al Mayorazgo, había conseguido un patrimonio territorial inmenso. Dichas propiedades quedaban vinculadas a la casa titular, no podían ser divididas ni enajenadas y pasaban íntegras al heredero, por lo que solo podían aumentar.
La Iglesia, era propietaria de grandes extensiones de tierras como consecuencia de las donaciones. Estaban amortizadas, no podían ser vendidas o parceladas.
También los municipios eran dueños de las tierras comunales, que a menudo permanecían improductivas o estaban mal cultivadas.
Las tierras de los municipio y de la Iglesia se denominaban “manos muertas”, ya que, como no se podían poner a la venta, no había posibilidad de que cambiasen de manos.
Todas estas tierras eran un lastre para la economía nacional: por ellas no se pagaban impuestos y, además, se explotaban con técnicas de cultivo tradicionales, por lo que eran poco productivas.
Los políticos liberales, conscientes de que los cambios en la estructura de la propiedad de la tierra habían favorecido en otros países una gran expansión de la producción agrícola y aumento de la productividad, propugnaban la liquidación de las formas propias del Antiguo Régimen. Entendían que los nuevos propietarios se preocuparían de aumentas la productividad de las tierras y de la modernización del campo.
4.2. EL PROCESO DESAMORTIZADOR
La primera tentativa desamortizadora fue llevada a cabo por Carlos IV, el aumento de la Deuda Pública lo llevo a desamortizar una sexta parte de los vienes de la Iglesia. Aunque esta medida fue insuficiente.
Otros intentos desamortizadores serán con las Cortes de Cádiz (1810-1814) y durante el Trienio Liberal de Fernando VII (1820-1823).
Será a partir de 1833 con el reinado de Isabel II cuando el proceso se vuelva más intenso y responderá a varias causas:
1. Aumento de las necesidades económicas del Estado debido a los gastos (guerras carlistas) y por la disminución de los ingresos (pérdida de las colonias americanas) el apoyo del Clero a la causa carlista
2. La resistencia de los campesinos a seguir pagando los viejos derechos feudales
El proceso de desamortización supone la apropiación por parte del Estado de bienes raíces de propiedad eclesiástica, civil o colectiva, desvinculando las tierras de sus propietarios y haciéndolas aptas de ser vendidas mediante subasta.
De esta manera, los bienes pasan a una nueva propiedad privada, para que los nuevos propietarios modernicen el campo.
4.1.1. DESAMORTIZACIÓN DE MENDIZÁBAL 1836
Se lleva a cabo bajo la Regencia de Mª Cristina, estando los progresistas en el poder. En 1836 el gobierno nacionalizó todos los bienes de las órdenes religiosas (desamortización eclesiástica) que fueron puesto a la venta mediante subasta pública a la que podían acceder los particulares. Las tierras podían comprarse en metálico o a cambio de títulos de deuda. Así se alcanzaban distintos objetivos:
∙ Económicos: financiación de las guerras carlistas
∙ El saneamiento de la Deuda, con la admisión de títulos como pago. ∙ La recuperación de la economía del país.
∙ El aumento de los ingresos, gracias al cobro de impuestos de los bienes desamortizados.
Lleva a cabo lo fundamental de la reforma agraria liberal entre 1835 y 1837:
1. La disolución del régimen señorial: esta y la desvinculación de la propiedad se hizo mediante una serie de decretos que abolieron los señoríos jurisdiccionales, los privilegios de la Mesta y las pruebas de nobleza para acceder al ejército y la administración.
2. La desvinculación de las tierras: se lleva a cabo mediante la abolición del mayorazgo (propiedades nobiliarias), de todas las propiedades de mano muerta (propiedades de la Iglesia y otras instituciones) y de todas las formas de propiedad colectiva (tierras comunales y de propios). La tierra se transformaba así en una mercancía que dejaba de estar vinculada a una familia o a una institución, para poder ser comprada y vendida.
3. La desamortización de Mendizábal: La desamortización, es decir, la expropiación por parte del Estado de las propiedades de la Iglesia y de los bienes comunales y su posterior subasta se realizó en dos grandes fases. La primera se produjo en 1836 y afectó fundamentalmente a las tierras de la Iglesia, mientras que la segunda se llevó a cabo en 1855 por Madoz, que puso en venta los bienes comunales y de propios.
La desamortización de Mendizábal tenía los siguientes objetivos:
1. Mejorar la Hacienda, obtener créditos y ganar la guerra
2. Castigar a la Iglesia por su apoyo al carlismo y crear un grupo de propietarios que dependa del triunfo liberal.
3. Por último, mejorar la explotación de las tierras expropiadas
Para llevarla a cabo se dictaron tres decretos:
1. Supresión de todas las órdenes religiosas (clero regular), excepto las que se dedicaban a la beneficencia
2. Declarar todos los conventos y propiedades de la Iglesia bienes nacionales
3. Pone en venta mediante pública subasta todos estos bienes. El precio de la subasta era fijado de acuerdo con una previa tasación oficial y el importe de la venta se podía pagar o en títulos de la Deuda pública o en efectivo.
Los beneficiarios de estas ventas fueron los que tenían títulos de la Deuda Pública y los burgueses y propietarios agrícolas que dispónían de capital para invertir en la compra de tierras.
El resultado de esta desamortización eclesiástica fue el siguiente: éxito relativo en la obtención de créditos y suministros; adhesión de grandes propietarios a la causa liberal, ya que compraron grandes lotes a precios muy ventajosos, y finalmente, el descontento del campesinado.
En este período se desamortizaron el 62% de los bienes de la Iglesia.
Además, se llevó a cabo otras medidas para comenzar una desamortización civil, aboliendo los mayorazgos nobiliarios, con lo que se abría la posibilidad de vender las tierras vinculadas al primogénito.
4.2.2. DESAMORTIZACIÓN DE Madoz 1855
La segunda desamortización se produce durante el Bienio Progresista de la reina Isabel II por el ministro de hacienda Pascual Madoz. La nueva Ley general de desamortización ponía en venta todos los bienes de propiedad colectiva: los eclesiásticos que no habían sido vendidos en la etapa anterior y de los municipios ( propios: se arrendaban y proporcionaban ingresos; comunes: no proporcionaban ningún ingreso al ayuntamiento y eran aprovechados por los vecinos). Se desarrolló a gran velocidad, en solo dos años se recaudaría el doble que con la de Mendizábal.
Salvo en contadas excepciones, sólo se aceptó el pago en metálico. Al pagarse los bienes por su valor real, la burguésía no mostró tanto interés como en la desamortización anterior. Además, y especialmente a partir de 1870, comenzaron a aparecer en España nuevas opciones de inversión que ofrecían intereses más altos a la burguésía.
El campesinado participó en mayor medida en las compras, al menos esto es así en las zonas centro y norte peninsular. En el sur, el gran tamaño de las fincas sacadas a subasta continuó impidiendo al pequeño campesino acceder a las subastas.
4.3. CONSECUENCIAS
Ahora bien, unos fueron los objetivos y otras las consecuencias de los procesos desamortizadores. Entre estos podemos destacar:
1. Cambio en la propiedad de la tierra: las 3/5 partes de la iglesia pasan a otros propietarios y el 40% de la tierra cambió de manos. Pero los compradores fueron aristócratas terratenientes, comerciantes e industriales, que veían en la tierra un signo de prestigio, sin emprender mejoras técnicas, limitándose a cobrar las rentas.
2. Los campesinos no pudieron acceder a su compra, al no tener dinero para la subasta o no recibir información sobre las ventas. En este punto hay algunas teorías economistas que consistían en que el Estado asumiría la propiedad de las tierras, pero cedería el aprovechamiento al campesinado bajo un sistema de enfiteusis, que consiste en un cesión perpetua del aprovechamiento de las tierras a cambio del pago de un canon anual.
3. Deterioro económico para muchos agricultores, perdieron derechos del uso de tierras comunales
4. Considerable expansión de la superficie cultivada y aumento de la producción agraria. Se debíó mas a aumento del terreno que a mejoras técnicas.
5. En el plano político, acentuaron la división de los españoles: aumentó la adhesión al liberalismo, por ser los promotores de esta política agraria revolucionaria, y crecíó el conservadurismo entre los católicos, ya que la desamortización de las fincas rústicas y urbanas de la iglesia fue considerada un fraude. Se produjo una ruptura de las relaciones Iglesia-Estado.
6. Importantes cambios agrarios: expansión del cultivo de cereales, otros cultivos como la patata, vis, cítricos y el arroz.
4.3. VALORACIÓN Y ANÁLISIS
A través de las desamortizaciones, de la abolición de los señoríos, de la supresión del mayorazgo, etc., los liberales convirtieron la tierra en una mercancía que se podía vender y comprar. Este conjunto de cambios forma parte de la sustitución del A. Régimen por una sociedad capitalista.
La desamortización desmanteló casi por completo la propiedad de la Iglesia y de sus fuentes de riqueza; el diezmo su otra alternativa fue también suprimido en 1837.
No resolvíó el problema de la deuda, pero sí contribuyó a atenuarlo. Se consiguió rescatar 5.000 millones de reales de los 14.000 acumulados y se pusieron a tributar una enorme cantidad de propiedades que hasta entonces habían permanecido exentas, aumentando así los ingresos de la Hacienda.
Pero se hizo de mala manera: para la compra de los bienes enajenados no era imprescindible pagar en dinero metálico ya que podían pagarse con títulos de la deuda pública. Y esto favorecíó a los especuladores y los propietarios de tierra que poseían estos títulos y no los campesinos modestos como se pretendía. Los nuevos propietarios eran, en general, personas más interesadas en obtener beneficios rápidos que en dedicarse en serio a la agricultura: funcionarios, militares, comerciantes, propietarios y antiguos propietarios de tierras, etc.
No produjo un aumento de la producción agraria, contra lo que pretendían sus promotores. Los nuevos propietarios, en general, no emprendieron mejoras, sino que se limitaron a seguir cobrando las rentas y las incrementaron, al sustituir el pago de los derechos señoriales y diezmos por nuevos contratos de arrendamiento. Muchos de los nuevos propietarios vivían en las ciudades, completamente ajenos a los problemas agrícolas.
Reforzó la estructura de la propiedad de la tierra: acentuó el latifundismo en Andalucía y Extremadura y el minifundismo en el Norte.
Las tierras y las fincas urbanas fueron a parar a los antiguos terratenientes locales, a nuevos inversores de la burguésía financiera, industrial o profesional, que traficaron con las tierras o con los títulos de deuda que suministraban a los compradores. Unos y otros constituirán la nueva elite terrateniente que detentará el poder durante el reinado de Isabel II (tanto en el partido moderado o en el progresista, ambos identificados con el régimen liberal).
Tanto en el medio rural como en las ciudades, la clase humilde de la nacíón no podía comprar, bien porque no llegaba información de las subastas, o bien porque se encontraban con subastas amañadas por los potentados locales, que solían estar en connivencia con quienes presidían las subastas.
La alta burguésía acaparó los mejores edificios del centro, excluyendo a las clases medias, confinadas en las viejas viviendas, y dejando para los obreros los arrabales de la periferia.
Provocó un proceso de deforestación, pese a las prohibiciones del gobierno en ese sentido.
En realidad, como han puesto de manifiesto muchos historiadores, se perdíó una oportunidad muy buena para haber hecho una auténtica reforma agraria, que hubiera puesto la tierra en manos de quienes tenían verdadero interés en ella: los campesinos.
3.1.3. LA INDUSTRIA
España se industrializó en el Siglo XIX, aunque no alcanzó ni de lejos los niveles de los principales países europeos. A comienzos del XX, España seguía siendo un país agrario (sólo 1/5 de la renta nacional provénía de la industria).
A) La industria algodonera catalana
El textil de Cataluña fue el primer sector industrial que se desarrolló en España, aprovechando los avances tecnológicos surgidos en Gran Bretaña.
A mediados del XVIII ya existía en Cataluña una importante manufactura dedicada a la producción de indianas (tejidos de algodón estampados). Pero fue a partir de 1780 cuando se introdujeron las primeras máquinas de hilar.
En 1833, se instaló la primera máquina de vapor (en una fábrica llamada “El Vapor”, propiedad de Bonaplata y Cía). Desde entonces, la mecanización aumentó la producción y rebajó los precios de venta, lo que estimuló la demanda.
Esta fase de crecimiento del sector textil sólo se vio interrumpida por la Guerra de Secesión americana (1861-1865), que dificultó la llegada de algodón.
B) Los problemas de la industrialización
La industria textil sirvió de motor para la industrialización de Cataluña. Pero no pasó lo mismo en el resto del país. España quedó rezagada en el proceso industrializador que afectó en el Siglo XIX a otros países europeos y a los Estados Unidos. Las razones son las siguientes:
– El escaso poder adquisitivo de los consumidores, derivado del subdesarrollo agrícola que hemos estudiado, no generó una demanda suficiente de productos industriales. – La escasez de fuentes de energía. España no tenía ríos importantes que facilitaran la obtención de energía hidráulica. Por otra parte, el carbón mineral era de poca calidad y caro de extraer.
– La situación geográfica tampoco ayudaba. Situada en el extremo sur del continente, los gastos de transporte eran muy altos y hacían poco competitivas las mercancías. – El estado español, siempre escaso de recursos, sometía a las empresas a una fuerte carga
C) La industria siderúrgica
Los primeros intentos de crear una siderurgia moderna se desarrollaron en Málaga. Manuel Agustín Heredia, un comerciante que se había hecho rico con la exportación de aceites y vinos, creó en 1831 dos plantas siderúrgicas, una en Marbella (La Constancia) y otra en Málaga (La Concepción). La de Marbella usaba carbón vegetal de los montes cercanos. A partir de 1860, comenzaron a declinar; fueron cerradas en 1885. La causa de este cierre hay que buscarla en el alto coste del carbón vegetal que utilizaban.
A partir de 1860, tomó el relevo la siderurgia asturiana, favorecida por la posesión de los dos elementos principales: carbón y hierro. Se mantuvo hasta finales de la década de los setenta, por ser la única zona de España con yacimientos de carbón mineral. Desde 1876 comenzó a llegar al puerto de Bilbao coque de Gales, barato y de buena calidad.
Fue el comienzo de la industria siderúrgica de Vizcaya, que utilizó su producción como moneda de cambio para conseguir carbón.
• Entre 1879 y 1882 se constituyeron en Vizcaya las tres grandes empresas siderúrgicas españolas del Siglo XIX: San Francisco, Altos Hornos y Fábricas de Hierro y Acero y La Vizcaya.
• El hierro de Vizcaya constituía las dos terceras partes del total producido en España. En este desarrollo tuvo mucho que ver la consolidación del eje comercial Bilbao-Cardiff: España exportaba mineral de hierro e importaba carbón. El hecho de que los mismos barcos transportaran ambas mercancías redujo de manera notable los gastos.
• Digamos también que la industria vasca contó con el apoyo financiero de un sector bancario muy fuerte, representado fundamentalmente por el Banco de Vizcaya y el Banco de Bilbao.
• El desarrollo de la industria siderúrgica de base permitíó, por los beneficios generados y por la tecnología utilizada, que crecieran otros sectores: industrias de bienes de equipo, construcciones mecánicas y navales, compañías navieras, empresas químicas, etc.
3.1.4. LA MINERÍA
Entre 1874 y 1914, se produce una explotación masiva de los recursos mineros de España. Sin embargo, los efectos económicos que tuvo este hecho fueron muy escasos.
Causas de la expansión minera:
• El aumento de la demanda internacional, motivada por el aumento de la industrialización.
• Los avances en las técnicas de explotación, que permitieron abaratar los costes de extracción.
• El déficit crónico de la Hacienda española, que vio en la explotación del subsuelo una posibilidad de extraer recursos para las arcas del Estado. Y para ello, basándose en la legislación minera del año 68, concedíó licencias de explotación a compañías francesas e inglesas.
• La minería del carbón
• Los yacimientos de hulla más importantes de España se encontraban en Asturias, aunque también había carbón mineral en otras zonas: Córdoba, Sevilla, Palencia, Ciudad Real y León.
• El carbón asturiano no era de especial calidad pero se desarrolló de manera importante por tres razones: la gran cantidad de sus recursos, la facilidad para hacerlos llegar a la costa y las ayudas estatales.
• La minería del hierro
• El hierro de Vizcaya poseía dos carácterísticas importantes que favorecieron su rentabilidad: la proximidad al mar y su bajo nivel de fósforo, raro en otras minas de Europa, que lo hacía ideal para utilizarlo como base en la fabricación de acero (convertidor Bessemer).
Desde 1871, se crearon en el País Vasco numerosas empresas mineras, con importante presencia de capital británico.
Dada la escasa demanda de la industria española, la mayor parte de la producción de hierro exportada, sobre todo a Gran Bretaña (2/3 partes).
Otros productos mineros:
Aparte del carbón y del hierro, cabe destacar los siguientes:
Plomo (Linares y La Carolina).
Cobre (Riotinto).
Mercurio (Almadén).
Zinc (Reocín, Cantabria)
El balance que se puede hacer de la explotación minera en esta época es el siguiente: La producción de estos minerales no sirvió para la economía de estas zonas.
De todas formas, conviene hacer dos puntualizaciones:
1. Es verdad que el hecho de que las concesiones las tuvieran compañías extranjeras hizo que los beneficios no quedaran en estas zonas.
2. Pero también lo es que en España no había ni demanda para estos productos ni empresas con capacidad para hacerse cargo de la explotación de las minas.
3.1.5. LOS TRANSPORTES
La red de ferrocarriles españoles
A mitad del XIX, cuando la comienza a construirse la red de ferrocarriles, España tenía un notable retraso en el sistema de transportes: sólo contaba con diez mil kilómetros de carreteras y caminos, ocho veces menos que en Francia.
El primer tramo construido fue el que unía, en 1848, las ciudades de Barcelona y Mataró. Sería a partir de 1855, fecha en que se aprobó la Ley General de Ferrocarriles, cuando se inició una etapa de intensa construcción, llegándose a los 4.500 kilómetros en 1865.
En 1866, la crisis financiera provocó la caída en la Bolsa de las acciones del ferrocarril, lo que provocó una paralización en las construcciones. Sólo a partir de 1876 se retomaría el plan de ampliación de la red.
La construcción de ferrocarriles dependía de las subvenciones del Estado, que costeaba un porcentaje de cada kilómetro construido. Esto hizo que a veces se planificara más en función de las ayudas que de las necesidades o de la viabilidad económica.
Por otra parte, las enormes inversiones que eran necesarias favorecíó la entrada de capitales extranjeros.
Algunos aspectos de la Ley General de Ferrocarriles condicionaron la historia económica de España del siglo siguiente:
– Consolidó una red radial, con centro en Madrid. Las razones para esta decisión eran de orden político: se buscaba la construcción de un estado centralizado en torno a la capital.
– Se decidíó que el ancho de las vías fuera mayor que el de la casi totalidad de las líneas europeas. La causa de esta decisión fue técnica: instalar calderas más grandes para que las locomotoras fueran más potentes y pudieran así salvar mayores pendientes. Sin embargo, estas vías más anchas dificultaron los intercambios con el resto de Europa: las mercancías debían ser transbordadas en la frontera, con el consiguiente aumento de costes y tiempo.
– Se autorizó a las compañías a importar, libres de aranceles, todos los materiales utilizados en la construcción. Esta autorización, que duró hasta 1887, impidió el desarrollo de las industrias que abastecían al ferrocarril.
Ferrocarriles e industrialización
Esta libertad para importar sin costes vías, locomotoras, vagones, etc. Fue una oportunidad perdida para el desarrollo de la industria española. Aunque también hay que considerar que la industria española no estaba en condiciones de suministrar los materiales que la construcción del ferrocarril necesitaba.
Globalmente, y a pesar de estos problemas, el ferrocarril tuvo un efecto muy positivo sobre la economía española:
−Posibilitó el crecimiento de las exportaciones, sobre todo de minerales y vino. −hizo posible el nacimiento de un mercado interior, especialmente de cereales −Facilitó el transporte de mercancías y personas entre las distintas regiones de España. y tejidos.
Pero el hecho de que la mayoría de las regiones tuvieran un escaso desarrollo industrial y sus poblaciones un bajo poder adquisitivo, hizo que el volumen transportado no fuera muy grande y, por tanto, también fueran pequeños los beneficios de las empresas promotoras.
5. CONCLUSIÓN
A partir de 1860, surge en España una crisis financiera motivada por la escasa rentabilidad de las inversiones realizadas en los ferrocarriles.
La crisis financiera coincidíó con una crisis industrial, sobre todo en Cataluña. La Guerra de Secesión americana había interrumpido la producción de algodón en rama en aquel país, lo que provocó una subida mundial de los precios.
Entre los años 1866 y 1868 se produce una crisis de subsistencias, como consecuencia de una serie de malas cosechas.
En 1868, eran muchos los sectores de la población que tenían motivos para sentirse descontentos con el régimen de Isabel II.
Después de la llamada Noche de San Daniel el Gobierno O’Donnell reprimíó duramente (fusilando a los implicados) una rebelión de sargentos en el Cuartel de San Gil que pedía reformas políticas. O’Donnell fue apartado del gobierno, pero sus sucesores cerraron las Cortes y siguieron gobernando por decreto.
En Agosto de 1866, la oposición firmó el Pacto de Ostende: progresistas y demócratas exiliados sientan las bases de la acción revolucionaria. El objetivo era acabar con el reinado de Isabel II. A dicho pacto se unieron los unionistas en 1867 (tras la muerte de O’Donnell), que aportaron el apoyo de muchos altos mandos del Ejército.
Los acontecimientos condujeron a la “Gloriosa” (nombre que dieron sus protagonistas a este movimiento) el 19 Septiembre 1968: la escuadra española concentrada en Cádiz al mando del brigadier Topete, se levanta al grito de “Viva España con honra”.
El general Prim se uníó a los insurrectos y fue sublevando sucesivamente Málaga, Almería y Cartagena., como en muchos otros pronunciamientos, el movimiento se extiende rápidamente sin que las fuerzas de Isabel opongan resistencia.
El gobierno y la Corona no tienen apoyos para atajar la situación. Sólo los más insistentes moderados y la “camarilla” que había actuado en torno a la reina se mantienen fieles. Cuando se produce la batalla de Alcolea, en la que los sublevados vencen a las escasas tropas que había logrado reunir Isabel II, a la reina no le queda más salida que el exilio. Esto ocurre el 29 de Septiembre de 1868.