El comercio fue el sector que conocíó mayor desarrollo a lo largo del Siglo XVI, gracias a la explotación del Nuevo Mundo, no solo en el Mediterráneo sino también en el Atlántico (Lisboa o Londres). A través del puerto de Sevilla y de la Casa de contratación se organizaban viajes a América (dos expediciones al año: ida y vuelta) con un sistema de flotas que permitía controlar el comercio americano y protegerse de los ataques de piratas ingleses y holandeses. Castilla suministraba trigo, vid, aceite, ganado, vestidos, armas (manufacturas europeas)… Y de América llegaban, fundamentalmente, oro y plata, pero también artículos agrícolas hasta entonces desconocidos como maíz, patata, cacao, tabaco o cacahuete.
Sin duda, el oro y, sobre todo, la plata fueron las mercancías que dominaron el comercio americano. La llegada masiva de metales preciosos hizo que el comercio creciera en importancia en el conjunto de la economía europea (aunque sin desbancar a la
agricultura y ganadería) y trajo consigo, además, una espectacular inflación (revolución de los precios): la llegada de estos metales vino acompañada del aumento inmediato de la circulación monetaria, que se tradujo en un crecimiento de la demanda de bienes sin un incremento proporcional de la producción. Eso provocó un aumento de los precios de un 400%. Esta subida de precios sería también el estímulo para que los productores aumentaran su producción, ante la perspectiva de vender las mercancías cada vez más caras, iniciándose así así una fase de fuerte crecimiento económico en toda Europa; sin embargo, el crecimiento estuvo en el lado de la oferta y la demanda, es decir, los consumidores, continuaron empobrecíéndose.
El elevado endeudamiento de la Corona española para, primero financiar la expansión, y luego mantener el Imperio y su política exterior, hizo que el tesoro americano se gastase tan rápido como había sido adquirido, yendo a parar fundamentalmente a manos de los banqueros alemanes y genoveses (créditos) Esta situación generó sucesivas bancarrotas (insolvencia económica para pagar las deudas) Así, el enorme flujo del comercio americano no sirvió para transformar la estructura económica (innovación tecnológica de Castilla), lo que no se fue a la banca europea se invirtió improductivamente en joyas o bienes de lujo, mientras se arruinaba a los sectores productivos del país aumentando la presión fiscal (los impuestos no estimulaban la inversión). Esta situación generó una crisis en la agricultura y artesanía de Castilla por falta de competitividad, y la pérdida de poder adquisitivo de las clases populares se tradujo en revueltas sociales y emigración a las nuevas colonias americanas. En Aragón, la presión turca en el Mediterráneo provocó una decaída en la actividad comercial.
Crisis demográfica:
El Siglo XVII se caracterizó por un descenso demográfico que afectó, en mayor o
menor medida, a todos los territorios de la monarquía hispánica.
Los factores de la crisis demográfica hay que buscarlos en:
El flujo migratorio por la emigración al nuevo continente (América).
Las levas militares ocasionadas por las continuas guerras producen bajas. La expulsión de los moriscos (300.000, Valencia y Aragón)
El conjunto de epidemias (la peste atlántica, la peste mediterránea, la peste milanesa…) que asolaron el país entre 1601 y 1685, muy vinculadas con las malas cosechas y los episodios subsiguientes de hambre.
La bajada de la natalidad, lógica en semejante contexto de crisis. Las consecuencias fueron:
La población desciende (baja natalidad): en España la población pasó de 8 ́5 millones de habitantes en el año 1600 a 7 ́5 en el 1700.
Hay un cambio en la distribución de la población. Aunque la crisis demográfica afectó tanto a núcleos rurales como urbanos, no lo hizo por igual en todos los territorios: las zonas cantábricas y mediterráneas superaron antes los problemas demográficos, mientras que la Corona de Castilla (zona de la Meseta) se vio afectada de forma muy profunda. Esta circunstancia supuso que se produjera un cambio en la distribución de la población, ya que las tierras del interior fueron perdiendo peso demográfico, a excepción de Madrid, frente al incipiente auge de la periferia.
Disminución de la mano de obra => caída de la producción agraria al disminuir los campesinos => presión fiscal (cuota mayor de impuestos) => miseria del campesinado.
Crisis económica:
La tendencia expansiva de la economía en el Siglo XVI quedó truncada en el Siglo XVII. Desde finales del s. XVI el endeudamiento de la Corona se había multiplicado. Durante el reinado de Felipe II ya se habían producido tres bancarrotas (insolvencia económica al no poder hacer frente la monarquía hispánica a sus deudas), que se sucedieron en el XVII. Solo al final de la centuria se experimentó una cierta recuperación gracias a la política económica desarrollada por arbitristas como Tomas de Mercado.
Los factores de la crisis económica hay que buscarlos:
Disminución de la producción agraria. La agricultura empeoró su ya precaria situación por la escasez de mano de obra (descenso demográfico y especial trascendencia la expulsión de los moriscos en 1609, al ser un sector social muy importante desde el punto de vista agrícola), el atraso técnico y las enormes cargas fiscales, y ante la imposibilidad de supervivencia de los pequeños propietarios, se produjo una tendencia a la concentración de la propiedad en manos de los más poderosos: surgieron grandes latifundios, principalmente en Andalucía y Extremadura, en los que no existía un verdadero ánimo de mejorar y aumentar la producción. Era suficiente con continuar percibiendo las rentas de la tierra. También la Mesta vio cómo se reducía el número de cabezas de ganado bovino por la falta de pastos y la destrucción provocada por las guerras peninsulares (Cataluña y Portugal)
El constante esfuerzo bélico, fue sin duda el principal factor de recesión económica.
La artesanía, la industria y el comercio fueron incapaces de sobrevivir a la revolución de los precios (influencia de oro y plata) del Siglo XVI y, sobre todo, a la competencia extranjera, que se agravó con la pérdida de territorios y mercados en Europa. También influyó el aumento de los impuestos y la pérdida de poder adquisitivo de una población cada vez más arruinada. Inglaterra y Holanda modernizaron su economía, la monarquía hispánica no.
Además, la situación de las finanzas públicas era catastrófica. Los gastos aumentaban por una Corte que despilfarraba cada vez más y por las constantes guerras. Ni la presión fiscal (aumento de los impuestos), ni las devaluaciones de la moneda, ni la constante emisión de deuda pública pudieron salvar al Estado de la prácticabancarrota cuando, además, empezó a descender drásticamente la llegada de metales preciosos (oro y plata) de América.
Esta situación de crisis económica tuvo como consecuencias:
os más afectados por la crisis fueron los grupos productivos: artesanos, comerciantes y campesinos. Se produce una crisis en el sector textil castellano, incapaz de competir con el textil extranjero. El paro y la miseria empujaron a muchas personas a la mendicidad (pícaros) y la delincuencia (bandolerismo). Acaparamiento porextranjeros (dos terceras partes del valor de las mercancías al iniciarse el siglo) del comercio americano => contrabando o agentes españoles que actúan por su cuenta.
Los grupos sociales poderosos, que vivían de las tierras, resistieron mejor la crisis y triunfó el modelo social del terrateniente que no trabajaba y vivía de sus rentas. Se evidenció que el mantenimiento de una mentalidad rentista y nobiliaria había imposibilitado rentabilizar la riqueza proveniente de América. En vez de estimular las actividades productivas, esos bienes fueron dedicados a pagar las empresas imperialistas de la monarquía y a consolidar un modelo social nobiliario en el que los capitales (exigua burguésía) se dedicaban a la compra de tierras, casas o gastos suntuarios (títulos nobiliarios, joyas) Pero lo más grave es que se impuso un modelo social en el que dominado por la aspiración a vivir de rentas como los señores o enriquecerse en la aventura americana, ya que el trabajo en el campo o en las actividades artesanales apenas daba para sobrevivir y se consideraba una actividad plebeya y de poco prestigio social. Se generó, por tanto, una sociedad de nobles, hidalgos y pícaros, en detrimento de los sectores verdaderamente productivos: campesinos, artesanos o comerciantes. Hay un desprecio por el trabajo manual.