La muerte de Cánovas en el 97 y la de Sagasta en 1903 dejaron sin líderes claros a los partidos dinásticos, y el ascenso al trono de Alfonso XIII en 1902, que tuvo un papel más intervencionista. El desastre de 1898 marcó un punto de inflexión en la Restauración y provocó una crisis moral, política y social reflejada en una corriente regeneracionista: intelectuales como Joaquín Costa propónían cambios para sacar el país del atraso y los partidos del turno y antidinásticos plantearon reformas para la regeneración.
El partido conservador planteó reformas sociales y presupuestarias para paliar el desastre de Cuba, mientras que los liberales se centraron en temas religiosos y aprobaron en 1906 la Ley de Jurisdicciones, poniendo de manifiesto la intromisión del ejército en la vida política.
En 1907, el gobierno conservador de Antonio Maura planteó la “revolución desde arriba” para mantener el sistema, aprobó la Ley de Reforma Electoral que no logró acabar con el caciquismo, potenció la legislación social con el Instituto Nacional de Previsión y reguló el descanso dominical para mitigar el radicalismo obrero. Sin embargo, los sucesos de la Semana Trágica a final de Julio de 1909 en Barcelona, supusieron su caída del gobierno y la primera gran crisis del reinado de Alfonso XIII.
Los intereses mineros en la zona del Rif en Marruecos, originaron un acontecimiento que derivó en la muerte de unos trabajadores del ferrocarril y continuaron con una operación militar que terminó en el desastre del Barranco del Lobo. La impopularidad de la guerra marroquí se canalizó de forma violenta en los sucesos de la Semana Trágica. El gobierno de Maura decretó el Estado de Guerra y envió al ejército, dejando unos 100 muertos y 500 heridos. Además, la represión posterior acabó con la muerte de figuras como el pedagogo anarquista Francisco Ferrer i Guardia, y las protestas provocaron la destitución de Maura.
El gobierno del liberal José Canalejas, entre 1910 y 1912, trabajó en el proyecto de Mancomunidades provinciales aprobado en 1913, puso en marcha la Ley del Candado que limitaba la creación de órdenes religiosas y su participación en la enseñanza, democratizó el servicio militar e hizo reformas para mejorar las condiciones laborales. Con el asesinato de Canalejas en un atentado anarquista en 1912, siendo nombrado el conservador Eduardo Dato, se abandonaron las propuestas regeneracionistas y se empezó a cuestionar el sistema turnista, volvíéndose inestable.
El republicanismo fue la oposición antimonárquica más importante y propónía un reformismo político y social, el catalanismo se articuló en torno a la Lliga Regionalista de Francés Cambó, y el PNV mutó hacia un liberalismo conservador. El movimiento obrero no tuvo la capacidad de imponer cambios, aunque en 1910 el socialismo logró su primer escaño y luchó por lograr reformas socio-laborales junto a UGT. Los anarquistas crearon la CNT, protagonizando la mayor conflictividad del período que junto la crisis económica por la IMG y a la división de los partidos dinásticos, propiciaron constantes crisis de gobierno que se prolongaron hasta la crisis de 1917, proyectada en tres ámbitos: militar, político y social.
El malestar interno de los militares se acentuó con la aprobación de los ascensos por méritos que beneficiaba a los africanistas, surgiendo las Juntas de Defensa que provocaron la dimisión del liberal García Prieto. Con motivo de la tensión, el gobierno de Dato decretó la censura de prensa y cerró las Cortes, por lo que en Julio, un grupo de diputados convocó en Barcelona una Asamblea de Parlamentarios, exigiendo la convocatoria de Cortes constituyentes, aunque su heterogeneidad y la oposición de las juntas de defensa, propiciaron la disolución de la Asamblea. La situación social provocó que UGT y CNT convocaran una huelga general revolucionaria en Agosto de 1917, y la oposición de la Asamblea junto a la represión del ejército, acabaron con las huelgas dejando casi 100 muertos y 2000 detenidos.
La incapacidad del régimen para solucionar la situación se reflejó en la sucesión de más de 10 gobiernos entre 1918 y 1923, y los gobiernos de concentración de 1918 para salvar el sistema no dieron resultado. El aumento de la conflictividad social, la crisis económica y la falta de soluciones, incrementaron la lucha obrera que se reflejó en el mundo rural con el Trienio Bolchevique y en las ciudades como Barcelona con el pistolerismo, instigado por la aplicación de la llamada Ley de fugas en 1921.
Además, una operación militar contra las tribus rifeñas provocaron en 1921 el Desastre de Annual, donde más de 10000 soldados españoles murieron en apenas tres días, y el expediente Picasso para exigir responsabilidades agravó la tensión entre el poder civil y el militar.
Un último gobierno de concentración de García Prieto en 1922 tampoco logró salvar el sistema, así, en Septiembre de 1923, ante la descomposición del sistema, la debilidad de los gobiernos, el crecimiento de la oposición nacionalista y obrera, la conflictividad social… el capitán general de Barcelona, Miguel Primo de Rivera, dio un Golpe de Estado ante una reacción apática de la sociedad, dando comienzo a una dictadura con la aprobación del rey Alfonso XIII.