Unidad 10: Sublevación militar y Guerra Civil (1936-1939). Dimensión política e internacional del conflicto. Evolución de las dos zonas. Consecuencias de la guerra.
1. Las causas y dimensiones del conflicto Las causas de la Guerra Civil hay que buscarlas en los motivos que llevaron al fracaso de la IIª República y que el gobierno del Frente Popular no supo atajar. Entre ellas destacaremos las principales: – El agravamiento del enfrentamiento entre los partidarios de la derecha e izquierda. – La grave crisis económica desde 1935, debido al desorden, huelgas, luchas callejeras, sin que el Gobierno les diera solución. – Uso generalizado de las armas en la calle; así, las milicias obreras de izquierdas y secciones extremistas de la derecha (falangistas), actuaran como fuerzas paramilitares. – Atentados contra lugares religiosos y sedes de partidos políticos de la derecha. – Asesinatos indiscriminados, como el que perpetraron los falangistas contra el teniente socialista Castillo y la respuesta de los socialistas al asesinar a José Calvo Sotelo, uno de los líderes de la derecha española. La guerra civil fue, sustancialmente, un hecho español, que hunde sus raíces en el problema de España tal y como aparece formulado desde comienzos del Siglo XX. Pero la contienda española, contó con la presencia de fuerzas extranjeras, adquiriendo el conflicto dimensiones internacionales. Alemania e Italia apoyaron abiertamente a la sublevación militar. La URSS apoyó a la República y un importante contingente de ciudadanos, las Brigadas Internacionales, reclutados por la URSS, combatíó a su lado. Sin duda, en su vertiente internacional, la Guerra Civil fue el primer gran enfrentamiento entre la democracia, el fascismo y el comunismo y un precedente directo de la IIª Guerra Mundial (1939-1945).
2. La sublevación militar En la tarde del día 17 de Julio, se inicia la sublevación en la guarnición de Melilla y también en Ceuta y Tetuán con pleno éxito. Esa misma noche, Franco emprendía vuelo desde Canarias, poniéndose el 19 al frente del ejército de África. El gobierno republicano no actuó inmediatamente. El 18 de Julio fue el día clave: Queipo de Llano se incorporó a la insurrección en Sevilla y, con muy pocas fuerzas, consiguió dominar la ciudad. Aquélla triunfó en Navarra, en Galicia, en Oviedo, en casi todas las capitales leonesas y castellanas, en Álava, en el Aragón occidental, incluyendo sus tres capitales, no así en el central y oriental, en el norte de Extremadura, en cuatro capitales andaluzas (Sevilla, Cádiz, Córdoba y Granada, pero no en sus vastísimas áreas rurales, íntegramente republicanas, en Baleares (salvo Menorca) y Canarias y en Marruecos. Fracasó, sin embargo, en la mayor parte de Aragón y de Asturias, en Vizcaya y Guipúzcoa, en toda Cataluña, Levante, en casi toda Andalucía, a excepción de esas capitales mencionadas, en el sur de Extremadura y, sobre todo, en Madrid y Barcelona. En suma, hacia fines de Julio, salvo excepciones señaladas como las cuatro capitales andaluzas o las tres aragonesas poseídas a modo de enclave, los sublevados controlaban aquellas zonas que habían votado Frente Nacional en Febrero de 1936 y la República controlaba aquellos territorios cuyas poblaciones votaron mayoritariamente Frente Popular. La sublevación afectó sólo a una parte del Ejército y triunfó, como se ha visto, sólo en una parte de España. Los sublevados, que pronto adoptaron el nombre de 2 “nacionales”, retuvieron el cuerpo de élite del Ejército español, el Ejército de Marruecos (que Franco pudo trasladar muy pronto a la Península mediante un puente aéreo posible por la ayuda alemana e italiana. El aparente equilibrio de fuerzas e incluso la ventaja zonal de la España republicana ocultaba, no obstante, un hecho esencial: la República carecíó durante todo el verano de 1936 de cualquier mínimo principio de unidad en la dirección política y militar de la guerra. La sublevación militar desencadenó un proceso revolucionario de la clase trabajadora que, bajo la dirección de los partidos obreros y sindicatos, rompíó la estructura misma del Estado republicano, ya muy precaria antes del 18 de Julio. El resultado no pudo ser más desastroso para ella. El entusiasmo de los milicianos impidió ciertamente el triunfo rápido de la sublevación militar, pero, en cambio, condenó durante bastante tiempo a la República en guerra a una fuerte anarquía e ineficacia en sus operaciones militares. Hasta muy tarde, en concreto hasta el final de la primavera de 1937, la República no pudo disponer de un ejército mínimamente operativo: ésa fue la primera razón de su derrota. 3. El desarrollo de la Guerra Civil. En el verano de 1936, la guerra se desarrolló bajo una importante ofensiva de los sublevados. Éstos, en una etapa inicial de la guerra, que se extiende entre Julio y Octubre de 1936, conocida como guerra de columnas1 , ampliaron considerablemente sus posiciones iniciales, cobrando una iniciativa en la guerra que ya no perderían y que resultó moralmente crucial para su victoria final. Las columnas milicianas anarquistas y comunistas, al mando de líderes obreristas que salían de Barcelona para recobrar Zaragoza y Huesca, no consiguieron sus objetivos, pero a costa de grandes pérdidas, estabilizaron el frente cerca de estas dos ciudades. En tanto, en el bando opuesto, los militares sublevados movieron sus columnas desde Sevilla y Pamplona. El objetivo último de estos movimientos era la conquista de Madrid, cuya rendición les aseguraría un rápido triunfo. Operando desde Navarra, las tropas de Mola habían ocupado San Sebastián y la línea de la frontera vasco-francesa por Irún y amenazaban Madrid desde las sierras situadas al norte de la ciudad. No obstante, los hechos decisivos tuvieron lugar en el sur. La escuadra republicana ancló en Tánger para bloquear el Estrecho e impedir el traslado del ejército de África. Pero, desde Sevilla, las columnas de Queipo de Llano se apoderaron rápidamente de las regiones vecinas y consiguieron enlazar con las ciudades de Córdoba y Granada, donde triunfara la insurrección, abriendo una importante cuña en la Andalucía republicana. Muy pronto, la regíón del Estrecho, entre Huelva y Cádiz, fue de los nacionales, estableciendo una cabeza de puente que permitía intentar la primera gran operación de la guerra: el desembarco del ejército de África. El 5 de Agosto, gracias a la ayuda alemana, se inició el traslado masivo del ejército de África a la Península. Con el objetivo inicial de marchar hacia Madrid, las tropas de legionarios y regulares, dirigidas por Yagüe, se desviaron, no obstante, para atacar Badajoz. Tras una breve y dura resistencia, los rebeldes tomaron la ciudad al asalto el 14 de Agosto, iniciando a continuación una durísima represión que provocó un escándalo internacional; se calcula que entre 2000 y 4000 personas fueron ejecutadas. 1 Ejércitos de pocos efectivos, dos o tres millares de hombres, la mayoría de infantería, ligeramente armados que, con camiones o autocares, se desplazaban por amplias zonas sin un frente fijo, buscando llegar a las ciudades importantes u ocupar puntos estratégicos.
3 La toma de Badajoz permitíó enlazar las dos zonas del bando sublevado. Rápidamente, pues, se había producido el desequilibrio en la guerra en favor de los nacionales. Pero el avance en cuña hacia Madrid fue demorado por segunda vez, en esta ocasión por Franco, que quiso primero liberar el Alcázar de Toledo del asedio de los republicanos, cosa que fue lograda el 27 de Septiembre. En tanto, el 9 de Septiembre de 1936, Gran Bretaña y Francia patrocinaron el establecimiento en Londres de un Comité de No-Intervención que se comprometía a evitar la ayuda militar a cualquiera de los dos bandos. En realidad, fue una farsa, pues Italia y Alemania continuaron ayudando abiertamente a los sublevados y la URSS empezó a facilitar armamento a la República. Mientras, entre Septiembre de 1936 y Mayo de 1937, se desarrolló el gobierno de Largo Caballero, el primero significativo de la República en guerra. Éste trasladó su sede a Valencia ante la inminencia del ataque a Madrid y comenzó un proceso (sólo concluido después por el gobierno Negrín) en una doble dirección: de un lado, hacia la organización militar de la República, de otro hacia su unidad política. En esta primera etapa de guerra de columnas, la Guerra Civil había mostrado ya de modo contundente su aspecto más siniestro: la represión efectuada por ambos bandos en sus respectivas retaguardias. En total, unas 60.000 personas serían ejecutadas en la zona nacional y unas 30.000 como mínimo en la zona republicana, entre ellos, 6.500 sacerdotes y religiosos. El segundo episodio militar de consideración fue la batalla de Madrid entre el 7 y el 18 de Noviembre de 1936, que se salda con triunfo republicano. La demora del avance hacia la capital por el desvío del ejército nacional hacia Toledo, tomado el 27 de Septiembre de 1936, según el empeño de Franco, fue la razón principal del fracaso. El 1 de Octubre, en Burgos, la plana mayor de la sublevación militar nombró a Franco jefe del gobierno y del Estado de la España nacional y generalísimo de sus ejércitos. Los sublevados se dotaban, pues, muy pronto de un mando único. Aunque aún no tuviese proyectos claros y bien definidos, Franco pensaba ya en crear un nuevo Estado bajo principios autoritarios: una dictadura militar sin partidos políticos, inspirada en las doctrinas de la Iglesia católica. La ofensiva sobre Madrid no pudo así comenzar hasta Octubre y la capital tuvo un tiempo límite para organizar su defensa, gracias a la llegada del equipamiento militar soviético y de las Brigadas Internacionales, que entraron en ella justo en el instante preciso. En Noviembre, Madrid resistíó un ataque frontal, dirigida su defensa por el general Miaja. Fracasada esta tentativa, Franco intentó dos ofensivas por los flancos sur y norte para cortar a los defensores republicanos sus comunicaciones con Valencia. Pero, tras librarse las durísimas batallas del Jarama (6-15 de Febrero de 1937) y de Guadalajara (8-18 de Marzo de 1937) que, realizada por las tropas italianas, terminó en estrepitoso fracaso, los nacionales no pudieron completar el cerco y Madrid permanecerá comunicada con Valencia el resto de la guerra. En tanto, los italianos tomaban Málaga (8 de Febrero de 1937). La resistencia de Madrid probó que la República empezaba a organizar sus ejércitos y que la guerra se internacionalizaba. Lo primero fue posible a partir de la formación en Septiembre de 1936 de un gobierno de coalición presidido por el socialista Largo Caballero. Lo segundo superaba la guerra de columnas del verano de 1936, convirtiéndola en una guerra total entre dos ejércitos cada vez más numerosos y más pertrechados. Junto a la infantería, la artillería y la aviación, con bombardeos a poblaciones civiles, cobrarían desde entonces creciente importancia.
4 El tercer gran episodio bélico fue la campaña del norte, entre fines de Marzo y Octubre de 1937, un gran éxito del bando nacional. El 26 de Abril, aviones alemanes de la legión Cóndor destruyeron Guernica. Al final de la primavera de 1937 (19 de Junio), tras durísimos combates en los que la superioridad aérea de Franco resultó decisiva, éste toma Bilbao, principal ciudad de la regíón, centro de la industria siderúrgica y naval española y primer puerto del país. Entre Julio y Octubre, los “nacionales” completan la conquista del norte con la toma de Santander (Agosto) y Gijón (Octubre). Los episodios más destacados en esta fase de la guerra fueron el bombardeo de Guernica (26 de Abril) y las batallas de Brunete y Belchite (verano de 1937), sendas ofensivas republicanas junto a Madrid y cerca de Zaragoza respectivamente hechas con la intención de obligar a Franco a distraer tropas del frente norte. Estas operaciones terminaron en fracaso. En el frente norte, Franco, por vez primera, pudo disponer de una neta ventaja sobre su rival en artillería y aviación gracias a la ayuda alemana. Ahora, con su caída, el carbón, el hierro, la industria siderúrgica, en gran parte intacta, pasan a manos de Franco. Se puede empezar ya a augurar su triunfo, a menos que cambien mucho y rápidamente las cosas en la esfera internacional. En Abril de 1937, Franco ordenó la unificación en un movimiento o partido único de todas las fuerzas políticas que habían apoyado el levantamiento militar (falangistas, católicos, monárquicos, tradicionalistas). En el verano de 1937, una Carta Pastoral del arzobispo de Toledo, emitida el 1 de Julio de 1937 y firmada por todos los obispos españoles menos dos, establecía el principio de que la Guerra Civil era una cruzada anticomunista, y en Agosto de ese año el Vaticano se sumaba a Italia, Alemania y Portugal en el reconocimiento de los sublevados que adquirían, así, la categoría de bando contendiente. Esta legitimación era un gran éxito moral y psicológico del bando nacional. En contraste con la completa unidad de mando impuesta por Franco en la zona “nacional”, la división existente en la republicana desde la llegada al poder del Frente Popular se ahondaba, siendo ésta una de las causas más decisivas de su derrota. Se enfrentaban dentro de la República en guerra dos estrategias, la de quienes apostaban por ganar primero la guerra y después hacer la revolución (republicanos, socialistas y comunistas), lo que implicaba una absoluta unificación política, y los que querían hacer avanzar la revolución como primordial factor de motivación para ganar la guerra (anarquistas y POUM). Exponente de ese fraccionamiento era el gobierno de Cataluña, donde desde Julio de 1936 existía un dualismo de poder: de una parte estaba la Generalitat o gobierno autónomo, presidido por Companys e integrado por catalanistas de izquierda, socialistas y comunistas; de otra, estaba el poderoso Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña, bajo liderazgo de la CNT, la central anarcosindicalista, y de la FAI, la federación anarquista, que controlaba fábricas, suministros, hospitales y las milicias armadas. Este Comité Central gozaba, además, del apoyo del POUM. En Mayo de 1937, estalló un enfrentamiento por el poder entre esos dos grupos en torno al control de la Telefónica, que se saldó con la dimisión de Largo Caballero, reemplazado por un nuevo gobierno presidido por Negrín, en el que los comunistas eran ya la clave del poder. La insurrección fue dominada, el POUM, pequeño partido trotskista opuesto a Stalin y cercano a los anarquistas, fue desarticulado y sus líderes torturados y ejecutados por la policía bajo el control del Partido Comunista. La guerra exigía la total unificación política y militar de la zona republicana. La autoridad del gobierno central fue reafirmada, pues, en Cataluña y poco después en el Aragón republicano, pero a un precio político y moral muy alto y, 5 además, demasiado tarde, justo cuando el bando enemigo se impónía en el frente norte, consiguiendo ya una ventaja sustancial. El próximo gran episodio de la guerra se desarrolla desde Enero de 1938 y culmina cuando, el 15 de Abril de ese año, las tropas de Franco, progresando por el Bajo Aragón, el oeste de Cataluña y el norte de la regíón valenciana, alcanzan el Mediterráneo en Vinaroz (Castellón). La durísima batalla de Teruel (Diciembre de 1937-Febrero de 1938), perdida y recuperada alternativamente por el bando nacionalista; batalla que se desarrolló en unas circunstancias climáticas atroces, bajo el frío glacial de un muy crudo invierno, fue el prólogo de la ofensiva que Franco desencadena en Marzo en el frente de Aragón, el oeste de Cataluña y el norte de la regíón valenciana. En Abril de 1938, Franco había ocupado Lérida y, avanzando por el Maestrazgo y el bajo Ebro, alcanzaba el puerto de Vinaroz en Castellón a mediados de ese mes. El núcleo principal de resistencia de la República, el levante español, había sido cortado en dos. Por su parte, en el bando nacional, en Enero de 1938, Franco creó su primer gobierno y en Abril promulgó el Fuero del Trabajo, especie de carta fundacional del nuevo Estado, que era definido como un régimen nacional-sindicalista bajo doble inspiración fascista y católica. En tanto, en el bando republicano, apenas un año después de lograda por fin su unidad de fines y de gestión, comienza una nueva división interna, que enfrentaba a quienes, como Azaña, pretendían una paz negociada para evitar sufrimientos inútiles a ambos bandos, y quienes, como Negrín, buscaban continuar la guerra, jugar todas las bazas militares que a la República le quedaban aún y enlazar la Guerra Civil española con una Guerra Mundial que se intuía próxima. En la primavera-verano de 1938, los “nacionales” habían logrado ya la superioridad aérea y naval plena sobre sus enemigos. Con el ejército de Franco en las playas del Levante, la flota republicana se vio obligada prácticamente a permanecer refugiada en sus puertos y el suministro de armamento y material bélico a la República a través del Mediterráneo quedó fuertemente dañado. No obstante, la República no estaba aún vencida. El gobierno de Negrín se había pertrechado de equipamientos y había reorganizado eficazmente sus efectivos militares. Comienza entonces, el siguiente gran episodio de la guerra, la batalla del Ebro, iniciada el 24 de Julio de 1938, con una gran ofensiva republicana por sorpresa que rebasa ampliamente las márgenes del Ebro. Ésta, sin embargo, está ya neutralizada hacia mediados de Agosto, pues como los otros frentes republicanos se mantienen parados, Franco puede rehacerse de la sorpresa inicial y trasladar el grueso de su ejército al Ebro, donde se lanza desde el 11 de Agosto a una guerra frontal de desgaste, cuyo objetivo es destrozar a las fuerzas del ejército republicano. En Septiembre, con las espadas aún en alto, tiene lugar la Conferencia de Múnich. Hitler, además de Austria, se ha anexionado la regíón checoslovaca de los Sudetes, dando pleno cumplimiento a sus reivindicaciones de uníón bajo un mismo suelo patrio a todos los arios, y Gran Bretaña y Francia deciden no hacer nada. Piensan que, una vez satisfechos los ideales pangermanistas2 , la expansión nazi se detendrá sola. Así, las democracias occidentales corroboran el principio de no intervención en España a sabiendas de que están firmando la sentencia de muerte de la IIª República española. En los meses de Octubre y Noviembre, el frente del Ebro se desmorona. Hacia 2Conquista de Austria y de los territorios centroeuropeos perdidos según las cláusulas del Tratado de Versalles (1919) y, como resultado de estas devoluciones, uníón de todos los germanos bajo un mismo estado. 6 mediados de este último mes, las tropas republicanas volvieron a cruzar el Ebro. Cada bando había tenido alrededor de 30.000 bajas. La batalla del Ebro, la más dura de la guerra, había destrozado la moral y la capacidad operativa de la República en guerra. En el invierno de 1938-1939, tiene lugar la liquidación de la guerra. El 23 de Diciembre de 1938, como consecuencia de la victoria en la Batalla del Ebro, los nacionales, en medio ya de una apabullante superioridad, inician su última gran ofensiva sobre Cataluña y el 5 de Febrero de 1939 ésta ha sido tomada. Las últimas tropas republicanas cruzan la frontera pirenaica en Cataluña los días 9 y 10 de Febrero. Son conscientes de su plena derrota, pero intuyen muy próxima la IIª Guerra Mundial. A la postre, aún no se ha dicho la última palabra. Francia y Gran Bretaña reconocen el Gobierno de Franco el 27 de Febrero. Las tropas franquistas, sin disparar un solo tiro entraron en Madrid el 28 de Marzo de 1939 tras el pronunciamiento en Marzo del coronel Casado contra el gobierno Negrín. Aquél, nombrado en 1938 general en jefe del ejército del centro en sustitución de Miajas, pretendíó firmar la paz por separado y acogerse a la generosidad de Franco, que no hizo caso de la sublevación, pues exigía la rendición sin condiciones. El día 30, ocupaban Alicante, la última ciudad libre republicana. En la capital, Franco proclama su último parte de guerra, el 1º de Abril de 1939 la guerra ha terminado. 4. Las consecuencias. Entre 250.000 y 300.000 personas han muerto, de ellas 140.000 en el frente; el resto en la retaguardia de ambas zonas. A esto, había que unirle medio millón de heridos. Unos 150.000 sufrieron penas de prisión en las cárceles de Franco en la posguerra, siendo ejecutadas unas 35.000 personas. Y unas 225.000 personas pasaron a engrosar un exilio de larga duración. Aparte, las destrucciones fueron incalculables y la quiebra de la economía fue total, el nivel económico de la España de 1939 descendíó al que tenía en 1910. Entre 1939 y 1942, hubo en toda España un hambre feroz y la posguerra, con sus miserias y privaciones, se extendíó aún por espacio de diez años más. No debemos olvidar las secuelas sociales y morales de la Guerra Civil, que provocó una fuerte herida entre españoles, que tardaría muchos años en cerrarse.